miércoles, 31 de marzo de 2010

Gajo de azúcar

Martes. 12:28 horas.

Uno de esos días. Todos los padecemos. Se te enchueca el clavo, se te pierde la arruga de la sonrisa y te tropiezan hasta las hormigas más chaparras. El calor da más calor del esperado y el aire es un cobardón de quinta, ni da bien ni se larga. A medias. El peor de los estados del ser humano.

Asoman las ganas de darle un volteón al reloj y darle un navajazo a la línea del tiempo. Atrasar o adelantar horas, cualquier opción es buena. La noche de ayer o la noche de hoy. Por mucho, las prefiero al ahora. Cuando todos pasan ligeros a tu lado, y tú te sientes pesado, te preguntas: ¿Por qué a mí?, ¿por qué yo?, hoy yo y mañana... ¿quién?

Pero justo en la boquilla del desaliento, el buen Richard, amigo desde hace dos años y chofer de mi jefe, aparece. Me extiende una bolsa, me asomo y veo gajos de azúcar, mis preferidos. No los perdono, ni siquiera en un día jodido.

El buen amigo siempre llega oportuno.

No dura nada el gajo.

lunes, 29 de marzo de 2010

10 injusticias en carne propia

1. Súbete con tu hermano a la Canoa Krakatoa (no la de Reino Aventura, sino la del Parque de las Arboledas).

2. Préstanos tus apuntes para sacarles copias y que todos las tengan (un mes de chingarse en clase = 10 minutos de Xerox).

3. Enséñame cómo se cambia de canal con esta mierda (a pesar de las 98765793937 veces que le expliqué a mi adorado abuelo para qué servía el CH+/-, nunca entendió).

4. ¿Vas a pasar por Gabriel Mancera? ¿Me compras un kilo de café? (Y los que se rascan la panza, rascándose la panza).

5. ¿Me cargas? (¿Me viste cara de mula?).

6. ¿Puede ir mi hermana con nosotros? (¿Y la tarada ni siquiera va a pagar la gasolina, verdad?

7. ¿Me cambias el foco? (Sí, a huevo, ¿y el chaparro lava la alfombra? ¿No, verdad?

8. Joven, sus documentos por favor… (¡Estaba en preventivaaa!)

9. Joven, póngase la camisa y baje del coche… (¡Estamos platicandoooo!)

10. ¿Me dejas abajo? (Aaaaah, mira tú qué suave...)

jueves, 25 de marzo de 2010

Cuartos cuadrados

Por un momento trasládense a mediados de los ochenta. Fiesta de paga en una casa con jardín grande en Vertiz, luz y sonido a todo lo que dan. Chicas con copete de vaso, mallones y blusones. Zapatos candies y maquillajes color pastel. Las acompañan o las observan desde un rincón chicos con top sailers, pantalones de cuadros con pinzas o jeans stretch Sergio Valente. El que trae calcetines los usa blancos, es más son calcetas (Michael Jackson y Billy Jean nos marcaron), los demás puras medias de "piel de wey", es decir nada. Los suéteres tejidos predominan y los peinados entre copetones y alborotados con mousse o superpunk son lo "in".

De las bocinas sale una tonadita pop pegajosa que llena la pista: "Tan tan tan tan tan, tan-tan tan tan tan tan tan, tan-tan, Oooo, oooo, ai noooou, ai kan si dous... Oooo escuar ruuums, oooo escuar ruuums", pubertos y pubertas (maldito Fox qué daño hiciste) bailan sin moverse de donde han plantado los pies en largas filas, mientras balancean los brazos y suben y bajan la cadera al tiempo que se ladean.

Estampa ochentera, que a pesar de la animadvesión que ahora provoca la época entre los que se consideran "con onda", era la neta. En los ochenta, los sesenta parecían mágicos y la Disco setentera era la vergüenza. Como todo es cíclico ahora los ochenta apestan para muchos, pero ya después la historia los absolverá.

Personalmente, por mi estampa que se apegaba más a la tribu heavy, llegar uno de esas party's presuponía un prejucio que era más de autodefensa ante el posible rechazo popular y al mismo tiempo una falsa condescendencia para intimar con la banda fresa que en ese entonces, y creo que hasta la fecha, reúne a las mejores exponentes del sexo opuesto e inevitablemente hay que arrimarse a ellas para poder caminar por la calle junto a algo decente o por lo menos presentable.

Con todo y eso, mi playera negra de Kill'em All, mi mata crecida casi al hombro (lavadita diario con champú, greña no es sinónimo de mugre) y mis vans de cuadritos blancos y azules, tenían su jale entre el respetable. Pero para qué me hago tonto yo también bailaba "Square Rooms", los cuartos cuadrados como decía Adolfo Fernández Zepeda, la voz Universal, aunque en ese tiempo pocos sabían quién era Al Corley.

Este amigo que se aventó un bonito "one hit Wonder" era más conocido por ser Steven Carrington en la serie de TV Dinastía. Personaje vanguardista que causó polémica al ser sorprendido por su padre el magnate petrolero, Blake Carrington, mientras besaba a su novio en una de las primeras escenas gays de la televisión.

Dinastía era casi casi pornográfica para los estándares de esa época. Los escotes de Linda Evans, las provocativas poses de la arrugadita Joan Collins, pero sobre todo la liviandad de Pamela Sue Anderson y Heather Locklear eran motivo para que mis padres me mandaran a dormir.

En fin, Al Corley no era más que el actor de Dinastía que hizo una canción y le pegó, y creo que hasta la fecha lo sigue siendo, pero para mí Cuartos Cuadrados es una rolota.

Mentes brillantes

Cuando alguien menciona la palabra cuadrado, automáticamente me vienen a la mente dos conceptos: el de mente obcecada, incapaz de salirse de los parámetros que le enseñaron en su casa, escuela u orfanato y por ende, con capacidad nula para aventurarse a algo nuevo (una profesión que igual viene a mi mente es el contador) O los cuadros de Victor Vasarely. Totalmente setenteros y, en mi muy humilde opinión, horrendos. Para muestra un botón.


¿Quién dice lo que es arte y no? No tengo idea. Me imagino a un grupo de intelectuales en un cuarto fumando, tomando café o whiskey on the rocks o Bacardí blanco con coca discutiendo acerca de las pinturas, esculturas o acuarelas de algún desgraciado que le van a vetar su obra o algún cacas que, por azares del destino, estas personas coinciden en que su trabajo es 'arte' y digno de exhibirse en el Guggenheim de Nueva York. Pero bueno, ya nos desviamos un poco. El punto en realidad es que estos cuadros de Vasarely me intrigaron desde pequeña. Mi madre posee un grabado que algún galán le regaló y que es verdaderamente espantoso. Me producía ansiedad ver que los cuadros se disolvían y tenían cuando los veía por mucho tiempo, movimiento y no iban a ningún lado. Nunca le entendí y eso me frustraba porque mi mamá y sus amigos decían que era una maravilla de la pintura moderna y mi mente no daba para más.


Cuando trataba de entenderlo, siempre me remitía a los cuadros que mi dentista también tenía en esa época, que de igual manera eran de Vasarely o de un póster de un bosque que cubría una pared que parecía la Marquesa y que mi dentista insistía que era el bosque de las Sequoias en California. Hasta se podían ver los puestos de quesadillas y los caballos famélicos a lo lejos. Pero bueno, mi apreciación no ha cambiado mucho desde entonces. Me gusta o no me gusta porque me produce un sentimiento positivo al ver la obra que se me está mostrando. Así de sencillo.


Ahora que he estado más en contacto con la escena artística contemporánea y de antaño también, he de decir que descubrí que los artistas, al igual que los contadores, son de mentes cuadradas. Si. ¿Por qué? Bueno, pues porque no hay mejor obra que la de ellos y se niegan rotundamente a aceptar siquiera ver, la de sus contrapartes. Es irónico porque si un pintor rompe esquemas y barreras raciales, de tiempo y de forma, no entiendo porqué no se digna a ver la foto de su contemporáneo y habla cosas como 'es un idiota, no sabe usar el pincel no. 7 correctamente y bebe ginebra barata'. Bah...igual que viejas en lavadero o tipos en la cantina jugando dominó.


Pero Vasarely fue uno de los creadores del 'Op-art', que después se deformó y ahora venden en el mercado de la Nápoles esos cuadros que uno se les queda viendo y aparece un venado entre miles de cuadritos que no significan nada. Una verdadera mamarrachada. Pero bueno, le debemos a esta persona haberme atormentado durante años pensando adónde van los cuadros que pinta, las escaleras que suben y bajan en sus cuadros y las zebras que se comen a sí mismas. Si ese era su misión en la vida, la logró.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Para las masas


Me hablan de algo cuadrado y pienso, sí o sí, en discos. No olvidar que nací en 1978. Y a raíz de ello, determiné postear las 10 mejores portadas de discos que recuerdo. Las mejores formas de llenar un cuadrado con arte. Y de qué modo:

10. Nevermind - Nirvana
Nunca comprendí cómo Nirvana podía verse y sonar tan sucio, y sacar una portada en la que solamente hay sensación de pureza.

9. Is This It - The Strokes
El disco de la década para el NME no podía exponerse mejor.

8. The Velvet Underground & Nico – The Velvet Underground & Nico
Andy, sólo Andy.


7. London Calling - The Clash
Paul Simonon azotando su bajo el 21 de septiembre de 1979. Las piernas flacuchas, un imperativo del punk. Por cierto, el instrumento duerme en el Salón de la Fama del Rock desde el año pasado.


6. Music For The Masses - Depeche Mode
Música para las masas de parte de una banda de sintetizadores. Ironía en un espacio abierto, pero al final tendrían razón: primera banda electrónica en llenar un estadio.

5. This Is Hardcore - Pulp
El corte en la imagen de esta mujer desnuda es la clave. Los posters de promoción en 1998 mostraban la portada que aparecía en la escena underground de Londres siendo retocadas por vagabundos con eslogans como "This is Sexiest" o "This is Demeaning".


4. The Madcap Laughs - Syd Barrett
El Barrett post Floyd, el más entrañable. En la fotografía aparece la sala de Syd. No sorprende la "decoración".

3. Wish You Were Here - Pink Floyd
En la imagen aparecen Ronnie Rondell y Danny Rogers, uno de ellos enfrascado en un traje ignífugo y un traje de negocios encima. Tenía la cabeza protegida con una capucha, debajo de una peluca.


2. Unknown Pleasures - Joy Division
La portada expone 100 pulsos sucesivos de la primera estrella pulsar descubierta. Sin letras o leyenda alguna, la banda de Ian Curtis se arriesgó a presentar así su primer disco al mundo.

1. Retro Active - Def Leppard
Para qué hablar.

lunes, 22 de marzo de 2010

Geometría en el ombligo


En México, en la cultura libanesa, y (peor aún) en la cultura libanesa desarrollada en México, la gordura es sinónimo de belleza, pues equivale a la abundancia y a la posibilidad de disfrutar de una vida contemplativa y llena de keppe, arguile y belewes al por mayor.

Así, mamás y abuelas nutren sin reservas a los niños y niñas, a la voz de “mibida, habibe” y tómala que les zambuten la papilla de calabaza, el licuado de habas con zanahoria, 698 litros de leche y les permiten toda golosina con el afán de que desde chiquitos desarrollen esa pancita mordible y el brazo pellizcable.

Con lo que no cuentan las jefecitas, es que cuando uno crece, la morfología humana no olvida, y entonces es sumamente complicado quitarse esa forma de higo. Y lo que de chiquito causaba sensación, de adolescente causa repele. La panza mordible ahora es panza chelera, y el brazo pellizcable ahora es brazo de tamalero.

Su servidor nació, creció y se desarrolló precisamente en esa tónica, y en primaria llegó a ser el gordito del salón. Pero no gordito pasadito, sino gordito “dónde está el baño? Ahí junto al gordito”. Un botijón terrible consumidor de Sabritas a pesar de horas y horas de futbol. ¿Por qué? Por las papillas de calabaza, verdura que por cierto, hoy vomito en cualquier presentación que no sea el caldo de mi tía.

Afortunadamente, llegó la secundaria, la pubertá, y con ella el basquesbol y el respectivo estiramiento. Y me puse flaaaaco, flaco como flauta de escuela pública. Y desde mi punto de vista, preferible ser flaco que un marranito.

Sin embargo, oh sorpresa la mía que las aguas de secundaria no se llevan la predisposición física y genética. Porque desde los 14 quise aprovechar mi flacura para tener un abdomen cuadrado, y lo único que he logrado son putizas memorables y una resaca dolorosísima que sólo me ha orillado a la resignación.

Y es que las chicas dicen que no, pero sí les importa. Tal vez no rechazarán a un hombre por su pancita (aunque haya hombres que sí sean implacables ante esa condición femenina). Pero tampoco es que se pongan roñosas si se les aparece un tipo con el abdomen de Brad Pitt en Thelma & Louise, o de cualquiera de los Guardianes de la Bahía que se agarraban a la de ahorita a Yasmine Bleeth y a Pamela Anderson.

Y no me vengan con que no, a mí no me gusta. Porque vayan a que les crea su tía en Apatzingán. Claro que les gusta un abdomen plano, cuadrado, pero saben que las convenciones estereotípicas le dan esa licencia al machín. Ni modo, así son las cosas y bendito Dios que me hizo hombre.

Conmigo pasaron los años y jamás he podido tener abdomen marcado. He pasado por todos los status: flaco, gordo, normal, marrano, atlético y flácido, en ninguno de los casos he visto geometría en el ombligo. Me he quemado en el gimnasio, he creído en los infomerciales, y he sacrificado calorías, y ni en una ni en otra. Acaso un leve romboide, pero nada que valga el sacrificio.

Así las cosas, prefiero quedarme con mi actual estado: delgado pero con mi lonjita coqueta, so pretexto de servir de agarradera, y dejaré que el Creador me mande algún día esos abs si así lo desea. Si no es en esta vida, que sea en la que viene.

Mientras, deme un Sundae de caramelo. Con cacahuate, por favor.

viernes, 19 de marzo de 2010

¡Pleibol!

Estudié en la ya socorridísima en este espacio secundaria diurna número 45 María Enriqueta Camarillo y Roa, y eso me marcó en muchos sentidos.

Uno de ellos fue que siendo un chavillo de 11 años y mientras corría el año de 1981 era imposible dejar de admirar a Fernando Valenzuela. Todos los niños de México soñábamos con ser pitchers y de los Dodgers.

Para acabar el cuadro mi secundaria está, porque ahí sigue, en avenida Cuauhtémoc esquina con Esperanza justo a dos cuadras de lo que ahora es un centro comercial pero que en sus mejores épocas fue el Parque del Seguro Social y mucho antes el Parque Delta.

Ahí donde ahora la gente compra Krispy Creams Donuts o un trapo, ahí pasé algunos de los más célebres momentos de mi pubertad. Todo parecía escrito para que los alumnos del primero "A" fuéramos unos peloterazos, ya que también sobre Obrero Mundial, pero a la altura de Vértiz había un gran terreno baldío que después fue la tienda del ISSSTE, pero que nos sirvió de campo para sacar nuestras ansias de ligamayoristas.

Un paraíso total que ahora no existe, pero que en su momento tenía un itinerario fijo que semana a semana llevábamos a cabo. De lunes a viernes buscar un pretexto para que nuestras mamás nos dieran un boleto del metro para ir a casa de Pedro a "hacer la tarea", luego la llamada a media tarde para pedir permiso para ir al juego. Un peso por cabeza y entrábamos felices a la zona de jardín general. El siguiente paso, como marines gringos, era esperar el momento adecuado en el que los granaderos que custodiaban el parque estuvieran descuidados para saltar al campo y correr despavoridos hasta la zona de preferente, brincando las bardas como prófugos de la justicia.

Mientras corríamos, invariablemente el público que ya medio llenaba el parque coreaba las corretizas que nos metían macana en mano los azules. Nunca nos agarraron, era como ver a Cantinflas escabullírsele a un cuico. Éramos la delicia de los asistentes, el show previo al juego. Más tarde la amenaza de los polis de irnos a buscar dentro de la tribuna, pero aunque lo intentaban, nunca nos aprehendían. Para acabar de ridiculizarlos todavía antes del grito de playbol nos escapábamos hasta la zona más cara y nos trepábamos sobre el dogout de los Diablos (porque primero perro que Tigre).

La rutina se repetía día a día de juego, porque el beisbol es un bendito deporte que se juega diario, unas veces de visita y otras de local, pero siempre.

Cierta ocasión cuando el poli de siempre nos correteaba se cayó en el jardín central y se embarró todo de tierra y lodo. Imagínense la rechifla, pero yo no sabía que eso no se iba a quedar así nada más. Era un Diablos-Tigres, la guerra civil y el Parque estaba hasta el gorro, noche de viernes y los tres pubertos de siempre tirados de panza sobre el techo del dogout. Chito Ríos era el lanzador de los felinos y fiel a su estilo cada lanzamiento era una espera de dos a tres minutos. Desesperante, un buen pitcher pero que hacía que la duración de los juegos se duplicara. Para acabarla de amolar el tipo venía bolero ese día, nomás no le atinada a la zona de strike, por lo que el parque se fue vaciando porque como la mayoría del público llegaba en metro no podían esperarse a que el mentado Chito tuviera bien apurarse, porque si lo hacían no regresaban a su casa.

Bola, bola, bola, strike, strike, y así 15 minutos. Tan cansados estábamos que se me ocurrió colgar del techo del dogout mis bracitos de escuintle que apenas comienza ver crecer vello en su cuerpecito. No contaba con que el rencoroso polipuerco se aprovecharía de que empecé a dormirme para llegar como loquito y asestarme un macanazo en mi codito.

Perro infeliz, me despertó y de qué manera. Niño que era, comencé a llorar y aunque ya quedaba menos de medio parque, diablos y tigres repudiaron al aprovechado. Gritos, cojinazos, mentadas y hasta agua de riñón le llovió al uniformado, mientras tiernamente la porrista número uno de los Pingos, una señora que se vestía toda de rojo y que era llamada "La Colorina", me consolaba y hasta me dio una lanita para unos tacos de cochinita.

En su momento la bola en mi articulación desapareció pero el dulce recuerdo del día en que el Parque cambió su grito de "bolero, bolero" para Chito al de "culero, culero" para mi verdugo, ese capítulo todavía me saca una sonrisa y seguro al ojeis del policía, con el favorcito de Dios, eso todavía le causa diarrea.

jueves, 18 de marzo de 2010

Fashion victim

Corría el año de 1988. Mis únicas preocupaciones verdaderas eran las fiestas, las tardeadas de News y qué ponerme para los dos eventos anteriormente mencionados. Cabe mencionar que a los 14 años, la apreciación que uno pueda tener de la moda es completamente bizarra. La mía era una completa aberración. Con fashion role models como Timbiriche, Miguel Bosé y Flans, no podías esperar mas que un híbrido vestido en Benetton, Fiorucci o Guess, en el peor de los casos con Suburbia, con un cuerpo que se está transformando en un ser humano...tienes la cabeza más grande que el cuello o los brazos muy largos o las piernas muy cortas. No hay diseñador o moda que te acomode. Aún así, me atrevía a salir con pantalones 'aguantacacas', como mi Santa Madre y todos los adultos de los ochentas le decían. Y arriesgando mi pellejo, a mostrarme ante la sociedad en mi primera fiesta de noche con un bolero de terciopelo. Por primera vez lo puedo comentar en público. He aquí la crónica.

Alejandra (mi mejor amiga) y yo teníamos una amiguita de las tardeadas llamada Laura. Ella vivía en la Guadalupe Inn, muy cerca de los tacos de carnitas de Ricardo Castro, para mayor referencia cultural. Laura era un año más grande que nosotros. La recuerdo con el pelo con una 'base' y color castaño caoba, o sea, anaranjado, haciéndole un homenaje a Bozo el payaso. El pelo verdaderamente quemado por los químicos para enchinar. No conforme con eso, lo tenía corto y se lo cepillaba, por lo que estaba crespo y grifo. Hasta eso, se vestía a la moda y como era muy flaca, no se le podían ver mal los mallones con blusones. Su sello personal era el lápiz para delinear en color azul eléctrico y la boca roja. Una joya. 

Pues esta muchachita cumplía sus 15 añotes y esperaba hacer un gran festejo para el mismo. En salón, con DJ y toda la cosa. Nada de bajar por las escaleras con cadetes ni hielo seco. Unos 'quinceaños' de la nueva 'muchachada'. Cuando nos dió la invitación, vimos que decía: 'Formal'. ¿Qué? ¿Cómo? Mi madre y mi tía, la madrastra de Alejandra ni tardas ni perezosas nos instaron a que fuéramos a Perisur a comprar el atuendo. Recuerdo que Alejandra dijo, 'no, ya sé, ¡que Elisa me preste su vestido negro de mezclilla que está de perlas!'. Como pura acotación les comento que Alejandra es pequeñita (1.50 cms) y este vestido tenía unas hombreras muy parecidas a las del atuendo de Tina Turner en Mad Max Beyond Thunderdome. A mí me gustó un vestido strapless negro de terciopelo y si, el famoso bolero de terciopelo con brillitos verdes y rosas. En una tienda que se llamaba Pedro Loredo. Pedro es famoso por sus diseños ochenterísimos tipo Azzedine Alaia, toda proporción guardada. Para agregarle 'glamour' al asunto, me compré unos guantes hasta arriba de los codos negros de satín. Toda una 'vamp'.

Después de las compras, estábamos listas para comenzar el proceso de hojalatería y pintura. Decidimos que mi casa fuera el Centro de Black Ops.  La fiesta comenzaba a las 8 y nosotros desde las 4 estábamos poniéndonos mascarillas y tubos. Sí, tubos de verdad en la cabeza. Por favor, eran los ochentas y mi mamá nunca le tuvo fe a las tenazas, la conservaba bajo llave en el clóset, por lo que sus tubos eléctricos Goody eran la opción y nos aseguró que íbamos a quedar hermosas. Estábamos en el proceso de peinado cuando llegó mi abuela a tomar rienda del asunto, '¿Qué pasa aquí? ¿Se van de fiesta? ¿Son unos quince años? A ver Vicenta, tráeme mi neceser de maquillaje'. Vicenta era la muchacha. Llegó con un neceser que parecía baúl, lo abrió y mi abuela decidió comenzar con Alejandra. Le quitó los tubos, la peinó y la dejó idéntica a Judy Garland. Con el fleco enrolladito, media cola y toda la cosa. También la maquilló como a ella. Mucho rímel, mucho lipstick rojo y mucho blush. A mí lo mismo, boca roja, ojos con masacotes de rímel y sombras brillantes grises. Mi peinado era verdaderamente patético. No hay alguien a quién poner de ejemplo. Media cola, una especie de rulos deshechos y grifos y mucha laca. Sin fleco, todo hacia arriba, prediciendo una moda que vendría 25 años después. Visionaria mi abuela. Por cierto, mi pelo era corto, a la altura de la oreja. Si, me veía horrenda.

Al terminar, todos nos dijeron que nos veíamos hermosas, Vicenta hasta lloró. 'Ay mi niña, ¡te ves tan linda!' Nos tomaron fotos, posamos y nos sentíamos divinas. Tomé mi bolero y me lo puse para llegar a la fiesta en un salón de fiestas el cual, no recuerdo cúal era. Los invitados eran nuestros compañeritos de tardeadas y todos se habían bañado e ido, los hombres a Moderatto, nosotras a Pedro Loredo, no sé las demás. Mi bolero tuvo una gran aceptación entre la concurrencia ochentera y nos tuvimos que quitar los zapatos de tacón que llevábamos, que no medían más de 3 centímetros. Pensar que ahora uso de 12. Bailamos al ritmo de 'Tú y yo somos uno mismo, uo-oooo' y a las 12:30 pasó mi madre y mi padrastro por nosotros y al salir, nos encontramos a la mamá de Laura con su tía que nos agradeció el haber asistido y para preguntarme dónde había comprado el bolero porque estaba 'padrísimo'. Si, ese bolero pasó a la posteridad. Lo guardo no porque soy nostálgica, sino porque sabía que se iba a poner de nuevo de moda. Creo que es hora de sacarlo.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Trío


La única vez que llevé "gallo" fue en 1998. Y no todo salió como esperaba.

La primera cosa que uno debe decidir es simple: mariachi o trío. En mi caso, jamás he entendido a los sombrerudos en otra cosa que no sea una festividad, una boda, una graduación, vaya... un jolgorio mayor.

Así pues, conseguí el trío con soberana anticipación, lo planeé con cálculos exagerados, convoqué a tres amigos para que me acompañaran al rondín nocturno y me quedé de ver con ellos en un restaurante para cenar y pedir unos tequilas que reforzaran la garganta. La susodicha, en tanto, conciliaba al sueño a sabiendas de que el día siguiente era de escuela... y de examen. Nada más seguro que esto.

Avanzó la noche y en una calle cercana a la casa de mi entonces novia, nos encontramos con los compadres del trío (cumpliendo cabalmente el cliché de la panza salida, pelo lacio, uno de ellos con bigotito, el otro medio tímido y todos ultra cachetones).

El primer inconveniente se dio cuando el poli de la caseta estaba echando novio. Tardó como 10 minutos en abrirnos porque se había largado de su lugar asignado para ligar "nocturna e impunemente" a una de las chachas de la privada. Pero bueno, faje concluido, el muy imbécil nos abrió el portón y, con el sigilo de los escondidos en el caballo de Troya, avanzamos a puntitas hacia la casa 2.

Le marqué al celular a mi entonces suegra y, segundo problema, ¡lo tenía apagado la doña! Hube de aplicar la de la piedrita para avisar de nuestro arribo, a lo que por fortuna la ñora respondió rápidamente (de por sí yo tenso en mi debut cantor y estas chistosadas a la mera hora). En fin. Nos dejó pasar al patio trasero , caminamos, nos ubicamos y, justo cuando íbamos a arrancar la tanda de boleros con "Despierta", que piso mal en uno de los escalones y que me provoco un esguince instantáneo, cósmicamente doloroso. Estuve a nada de entonar yo la primera nota de la velada, pero me aguanté y los siguientes minutos marcaron un retraso aún mayor. Me debieron vendar el tobillo en la cocina.

Por fin, ya con mi facha bien elegante, con un zapato en un pie y con un vendaje en el otro, arrancamos la serenata tras el rasgón del guitarrón de don Vinicio (el tímido). El último de los colmos lo protagonizó la susodicha, cuyos ronquidos propiciaron su despertar aproximadamente cuando corría la cuarta canción de la noche. Hija de Lucifer. Ya para cuando se asomó muy mona, yo tenía ganas de recibirla primero con una mentada y luego una piedra en la frente.

Interpretados éxitos como "El día que me quieras", "Reloj", "Contigo en la distancia", "Cuando vuelva a tu lado" y todas las clásicas mafufadas que uno debe incluir en el setlist, al menos aquella noche finalizó como Dios no manda. 

Sí, me invitó a dormir... y a rendir tributo al mundo horizontal.

Y yo me dejé.

lunes, 15 de marzo de 2010

Ponerse una jarra

Cada quién tiene sus placeres ocultos. Que le soben aquí, que le toquen allá, que le rasquen por acullá. Las mañas pueden ser tan extrañas como prohibidas, pero pues cada quién sabe qué transa con sus cositas.

A mí, por ejemplo, me gusta que me boleen los zapatos (qué dijeron, este guey ya reveló dónde le gusta ¿no?). Es como masajito a los pies, consentimiento bara bara y beneficio inmediato.

No tengo un bolero en particular, porque en México realmente es difícil toparse con un mal bolero (podríamos exportar su fuerza laboral). Pero últimamente, después de ir a comer, me paro en la esquina de Heriberto Frías y San Borja para que me dé grasa un don. Buena onda, amigable, platicador y, muy importante, que entiende cuando sólo quiero leer Metro y estar callado mientras él hace su trabajo.

La semana pasada apliqué el engrasado, y aprovechando la ocasión, le marqué a mi tío para saber cómo seguía mi abuelita, quien recientemente había tenido un problema de salud. Todo estuvo en orden, y cuando colgué, empecé a platicar con "El Don" sobre esa sacrosanta mujer que acaba de descubrir que siempre no tiene 89 años, sino 91, por un desfase en las actas de nacimiento, o no sé qué burocracia.

Después de mi explicación, "El Don" se arrancó a contarme la historia de su abuela, quien murió a los 102 años. Chale mi don. Pues sí, pero ella murió por equivocación. Ah caray, cómo que por equivocación mi don. Sí pues... a ella, a ella le gustaba el pulque. Y fumaba puros cigarros delicados. Y ya siempre le servíamos su pulque porque pus... eso tomaba. Un día estaba mi suegra en la casa, y mi abuela pidió su pulque. Pero al lado de la jarra de pulque, había un jarra de agua. Que se equivoca y que le sirve de esa a mi abuela. Que le toma y que se empezó a sentir mal, y mal y mal... y que se nos queda.

No creería de la existencia de este historia si no fuera porque a mí me la contaron. Desconozco si en realidad el agua puede matar a alguien. Sé de gente que ha tomado cerveza toda su vida y que jamás toma agua ni por equivocación, pero de eso a que el agua te pueda causar un paro o algo similar pues no.

Si la historia que me contó este bolero hubiera tenido lugar a principios del siglo XX y en vez de bolero hubiera sido un Presidente de México, no sé, Porfirio Díaz tal vez, mi amigo sería el creador de una de los modismos más comunes en el slang chilango: “Ponerse una jarra”.

El dato curioso estaría en las monografías, y los buenos profesores de historia contarían el génesis de la expresión en los salones de clase. Krauze contaría la anécdota de la abuelita de Díaz en una columna dominical en Reforma, a propósito de alguna borrachera pública de algún político perredista. Pasaría al inconsciente colectivo, y todos sabríamos explicar lo de “ponerse una jarra”, en fiestas y reuniones.

Pero mi bolero no es Porfirio Díaz, ni siquiera trabaja en la calle con dicho nombre. La única silla en la que se ha sentado es con la cual trabaja, para luego irse en su Topaz azul, a su casa en Iztapalapa, donde renta por 2 mil pesos.

Y su historia sólo vivirá en la blogósfera.

viernes, 12 de marzo de 2010

Antes que nos lleve el Diablo

Sácalo. Inevitablemente para mi cerrebro escuchar esa palabra me remite a la voz de Cecilia Toussaint, track 10 del disco "En esta ciudad". Letra y Música: Jaime López.

Mis amigos Inphi y Chanfle II ya me habrán repudiado por mi gusto rupestre por ciertas músicas. Alguna vez el primero dijo que Sabina tiene voz de viejita y el segundo no escatima vituperios en todo cantor que le menciono. No importa, me caen bien aunque les gustara Arjona.

En asunto es que dicha rola me provoca un flashback muy cañón. Recuerdo aquél estribillo de "Quiero decir que estoy harto de mí, si algo de ti permanece aquí, Sácalooooooooo, sácalo, antes que nos lleve el diablo. Si tuviera religión me pondría a analizar, si tuviera ideología pondríame a rezar". ¡A qué tiempos aquellos en los que por desamor me hubiera tirado (y me tiré) desde la punta de un bolillo! Quién iba a decir que muchos años después el autor sería mi amigo y la admiración ha crecido, pero su fama no.

El buen James tiene la maldición de alguna vez haber sido escuchado por Raúl Velasco, quien lo llevó a Siempre en Domingo donde, más como un bicho raro, lo dejaron cantar aquélla de "Ella empacó su bisteck, con todo y refrigerador". Los no conocedores de su obra, cuando mucho lo identifican por eso y los que tienen buena memoria porque participó en el OTI con "El Blue Demon blues".

Pero Jaime López es mucho más que eso, me atrevo a decir, tomando prestado por un momento el papel de consejero musical del Korova que ostenta Inphi, que es un genio incomprendido de la música mexicana y que un día, vivo o muerto, será una leyenda, porque ya es un clásico.

Su caso es extraño. Cuando se presenta en algún bar a veces no canta todos sus éxitos (A la orilla de la carretera, Nocaut, Bonzo, Corazón de Cacto, Desde mi moto, Chilanga Banda), como que se sabotea, pero sólo los incondicionales se lo perdonamos.

También es curioso que es unánimente aclamado por todos los rockeros mexicanos y lo señalan con una de sus influencias, pero no impacta a los grandes públicos ni acepta homenajes. Los "rupestres" genero amalgamado por una serie de rascatripas con un público underground y una propuesta musical en muchos casos tan rica como menospreciada, lo ponen dentro del género, pero los miembros de la corriente los desdeñan, porque él primero se desmarcó de la etiqueta a pesar de habe sido íntimo de Rockdrigo González.

Existe, por lo menos a mí pasa, un placer incomprensible en "poseer" el gusto por algo que sólo sea "interesante" para pocos, eso lo hace más valioso, y eso me pasa con Jaime López. Mucho me enoja que pocos lo conozcan y me menos los reconozcan, pero a veces al mismo nivel me agrada ser parte de un selecto y conspicuo grupo que lo aprecia.

Además, otra vez la referencia a mis colegas, al conocerlo, tener su cel, haberme echado unos tragos con él y platicar de futbol en una cantina siento lo mismo que le pasaría a Inphi si pudiera hacer lo mismo con David Gahan o a Chanfle II con Mike Portnoy.

Todo empezó el día que mi compadre Simón y yo nos propusimos contratar al juglar de Puerto Bagdad (así se llamaba antes Matamoros, Tamaulipas la tierra que lo vio nacer, así como a Rigo Tovar) y nos lanzamos al Café Negro a una tocada. Luego de su show para 12 personas, lo seguimos al camerino y le cantamos nuestra idea de llevarlo a tocar al Bar San Francisco (exótico antro estilo Del Crepúsculo al Amanecer, donde sólo falta Salma Hayek, porque monstruos y tubopal teibol ya hay). Para no aburrirlos con un cuento lo contratamos, no una sino dos veces, y desde entonces, ya casi ocho años puedo presumir su amistad.

Lo que yo pueda escribir de Jaime aquí será una torpe intentona de reflejar su talento. Si les apetece aquí les comparto "Sácalo" para el día que mediante unas frías quieran escarbar en lo más denso de su Lado B y saquen del cajon del sastre algún añejo cariño que hacía daño y por más que le metíamos el sacachorchos estaba atascado en la caja de los sentimientos no correspondidos.

Si les late ahí también les dejo "Corazón de Cacto" otra de Miguelito en polvo en el raspón.


Versión Sácalo de Jaime





Versión Sácalo con Tiaré Scanda (Chiquita mami)





Versión Sácalo de Cecilia, la más famosa





Y para los que sigan aquí, Corazón de Cacto, versión con Real de Catorce, una joyita... podemos ir en paz el propedéutico ha terminado.



jueves, 11 de marzo de 2010

Ser feliz tiene su precio

No soy una persona que haga las cosas al pie de la letra, ni tampoco me caracterizo por ser una apasionada de los rituales. A excepción de ir al cine. Comprar los boletos, sentarme, ir por las palomitas, comerlas hasta que la peli empiece, es la única cosa que me da placer hacer paso por paso. No lo he dejado de hacer ni en Berlín aunque el chiste me salga en 18 euros. Con todo y coca zero.

Esta pasión me ha llevado a ver toda clase de películas, entre ellas Tomb Rider. Si mal no recuerdo, fui a verla con mi ex a Cinemex Altavista a la función de las 8:15. El cine no estaba muy lleno, por lo que pudimos escoger asientos exactamente enfrente de la pantalla y sin gente al lado. Excelente para poner mi gran bolsa en el asiento junto a mí.

La peli comenzó y conforme fueron pasando los minutos y cuartos de hora, vimos que era una mafufada.   Como es mi costumbre cuando una película me aburre, comencé a hacer comentarios al margen: 'Esas chichis son de mentiras', 'Que se la crea su abuela el acento inglés', 'Jon Voight es horrendo, no sé cómo pudo hacer algo tan bello como Angelina' y algunos otros más. Escuché un 'ssshhhh' junto a mí y me di cuenta que una pareja se había sentado casi junto a nosotros, ella junto a mi bolsa y su parejita junto al pasillo. Nos callamos. Pero volvieron mis comentarios a sucumbir a escenas de dirección paupérrima y sobreactuaciones. No sabía que las personas junto a mí eran unos grandes fans, ya no sé si de Tomb Rider, de Angelina Jolie o del silencio.

En momentos de nerviosismo como éstos, la risa aparece para dejar escuchar un '¡cállate por favor!'. Harta ya de sus callares me dirigí hacia ella calmada y le dije, 'No te claves, dame chance ¿si?' . Como Testigo de Jehová, comenzó a gritarme lo siguiente: 'Esta es una sala de cine y hazme el favor de no reírte y de no hacer comentarios estúpidos de la película. ¡Hay quienes sí la venimos a ver con mucho gusto!'. Me señalan por ser feliz. Ahora resulta. Pues volteo y le digo, 'Como quieras pinche gata'. Sí, me salió lo Paquita la del Barrio. Ella enfurecida al ver mi calma chicha, toma mi bolso y la avienta al pasillo. El tiempo se para, mi ex traga saliva, el novio de ella igual, ella abre los ojos como Coraline con los botones. Yo no hice nada mas que voltear, enderezarme y darle un cachetadón. 'Zap!' sonó como bistec en carnicería. 'Y me traes mi bolsa AHORA, que ni con todo lo que ganas en un año la podrías pagar'. Ella lloró, aventó Pon Pons y el novio se levantó a querer atacarme con un Cornetto Holanda. Mi ex salió a mi encuentro y le dijo, '¡la tocas y te mato pendejo!'. Ah...como de peli Ivory-Merchant! Me dijo la señora 'eres un peligro!! pinche vieja loca!! pero vas a ver!!'...mmm...¿qué? ¿te voy a acusar con mi mamá? Ts ts ts. Salieron de la sala enfurecidos, llorando y sin sus refrescos que dejaron en los asientos.

Los agraviados, nos quedamos en la sala, mientras la parejita salió, supusimos,  a quejarse con el gerente. Me dice Juan 'voy a salir a ver qué pasa, no vaya a ser que nos esté esperando la PM afuera'. Mientras tanto, recojo mi bolsa (por supuesto, ella no la recogió) y decido tomar mi coca light e irme a ver qué sucedía. Afuera, estaba el gerente de Cinemex apartando a la pareja y mi ex atrás del gerente gritando, de entre lo que le entendía 'los nacos son ustedes por no dejarnos ser felices y reír a rienda suelta! bola de incultos!' Llego y pregunté que qué pasaba aquí. El gerente muy apenado me dijo, 'Señorita, estas personas me dicen que usted agredió a la señora (ella era más chica que yo, evidentemente) y quieren que se salgan del cine', yo contesté que ellos fueron los que nos impidieron tener un momento de sana diversión al callarnos, al menos 3 veces y que la mujer se había vuelto loca al tirar mi bolso al pasillo. la cachetada era el justo castigo. El gerente volteó a ver a la parejita y le dijo 'Les voy a tener que pedir que salgan del cine, por favor'. El policía de la 'seguridat privada' se acercaba sigilosamente y la pareja perpleja, no supo qué decir mas que 'esto tendrá consecuencias!'

El gerente muy apenado se volteó con nosotros y nos pidió disculpas. Nos dió 10 pases para cada uno gratis para las películas que qusiéramos y una entrada a una premiere que no recuerdo cúal fue. 'No hay problema joven, pero en verdad, la gente está loca, ya no sabe reír', fue lo que mi ex le dijo al despedirnos.

Fuimos durante 3 meses gratis al cine y cuando el gerente nos veía, nos saludaba muy cordialmente y hasta nos regaló unos combos Cinemex. ¿Ven como uno ya no puede ser feliz en el DF?

miércoles, 10 de marzo de 2010

En 1984


Hoy, mi padre lo cuenta muy campante, muy graciosito. Es, de hecho, su anécdota favorita.

Pero en 1984...


- Dueño de la fábrica: Hijo, ya levántate, se te va a hacer tarde para la escuela.
- Mini Inphi: No puedo.
- DF: ¿Por qué no?, ¿cómo que no?.
- MI: No.
- DF: ¿Cómo que no?
- MI: Pues ya te dije que no. Me siento mal.
- DF: ¿De qué?, ¿qué te duele?
- MI: La panza (seguro decía eso, pero me sobaba los ojos)
- DF: Mmm, anda, levántate que no puedes faltar.
- MI: No, papá, ¡me duele la panza!
- DF: No te creo.
- MI: De verdad me duele, te lo prometo (a esa edad los niños no juran)
- DF: Luis, ¿me estás mintiendo?
- MI: No (la cara menos convincente de la historia)
- DF: Mmm, anda, ya párate y baja a desayunar.
- MI: Papá, ¡¿no entiendes que me duele la panza?!
- DF: No, no te creo, ¡dime qué pasa!
- MI: ¡Noooo!
- DF: ¡Dime!
- MI: ¡Que noooo!
- DF: Que me digas la verdad.
- MI: Ya dije que que no.
- DF: ¿Ah no?, una...... dos.....
- MI: ¡No quiero ir a la maldita escuela!
- DF: Ah, ok, perfecto, entonces dímelo y punto. No vayas. Deja de hacer drama y sé directo.

26 años después, mi padre me sigue aconsejando ser directo y no darle tanta vuelta para decir lo que quiero.

Cuesta, pero ahí la llevo.

lunes, 8 de marzo de 2010

El burro que tocó la flauta

A lo largo de la vida, he aprendido a reconocer mis virtudes y mis defectos. Eso se lo debo a mi madre, quien a punta de chingadazos y pendejeadas, me ha lo inculcado: no desperdicies tu tiempo en algo que no eres bueno. A otra cosa mariposa.

Entonces, así como puedo saber que soy bueno en eso que viene siendo la reflexión mafufa, ya he podido detectar los campos en los que simplemente apesto. El principal de ellos: la música.

Y no estoy hablando de apreciarla, sino de ejecutarla: jamás podría haber sido músico. Soy malísimo. Poco coordinado, desesperado y francamente anti-melódico. El día que Dios repartió el talento musical yo llegué tarde a la fila y lo que a mí me tocaba se lo llevaron los 4 culeros de Café Tacvba.

Desde chiquito fui una calamidad. Nunca he entendido por qué la SEP decretó que todos los niños de primaria teníamos que tocar la puta flauta. Seguramente algún funcionario tenía un primo productor de flautas en crisis y con ese designio lo salvó de la quiebra, lo hizo millonario, y generaciones y generaciones de niños mexicanos nos tuvimos que chingar intentando tocar tan irrelevante instrumento musical que mejor sirve para jugar a las espaditas y a hacer chistes con explícita connotación sexual.

El caso es que yo jamás pude tocar la pinche flauta. Bueno, sí, alguna vez me aprendí Noche de Paz para pasar Música, en la única vez que me hicieron examen, ya que por algún extraño motivo en quinto y sexto de primaria yo era miembro del coro, a pesar de que siempre he cantado más culero que el guey de Maná y poquito mejor que Paulina Rubio.

En otra ocasión, proseguí con el teclado, para lo cual también resulté una vasca, y lo mejor que pude hacer fue simular que extasiaba a las multitudes mientras se escuchaba el demo de Yamaha con los acordes de Together for Ever de Rick Astley. Cuando llegó la pubertad, comprendí que el Yamaha no era el teclado que debía aprender a tocar…

Pero cuando eres joven y sólo quieres imitar lo primero que ves, no hay orientación suficiente que te detenga de hacer pendejadas, así que conseguí que mi madre me pagara clases de guitarra… y particulares. Así que Víctor, un chavo que seguramente estudiaba música y que sí tenía talento, iba los martes a mi casa a tratar de decirme que el C era Do, y que para tocar Do tenías que poner el dedo tal en la segunda cuerda, el otro por acá y el último hasta arriba, y ahora sí, zúmbale cabrón durante 0.2230 milisegundos para luego cambiar de acorde y que suene exactamente igual, aunque el maestro te diga que no, que hay diferencia por Sí y Sí Sostenido no son lo mismo, aunque sí coinciden con La Bemol porque sus cuerdas invertidas son iguales pero al revés…

Seeeeeh.

Un día decidí decretar que estaba enfermo de la panza, que no se me hinchaban los huevos tomar la clase de guitarra, y que por lo mismo, nunca más intentaría aprender a tocar otro instrumento.

Así, pasaron los años y con ellos llega la templanza y la sabiduría. O al menos, la capacidad de descubrir que hay otras formas distintas a la magia y el dinero para llegar a los objetivos. Como la constancia.

Uno aprende que no necesariamente se tiene que ser un virtuoso para ser bueno en algo. Y así comenzó a irme bien en distintas cosas. Como cuando me metí a la selección de básquet de LaSalle. El día que repartieron el talento también se hizo tarde y mi cuota se la llevaron Michael Jordan y Charles Barkley. Pero nomás por chingarle me hice bueno y hasta el gafete de capitán me dieron (bueno, es un decir, no hay gafete en el básquet, se vería naquísimo así puesto a brazo pelado). O para escribir. No soy ningún Cortázar, ni tengo el talento nato como Miranda Hooker. Pero hilando ideas y ocurrencias me defiendo.

Tengo la espinita de la música muy clavada. Y me la voy a sacar un día de estos, con clases para tocar un instrumento extravagante. Como el saxofón. Estaría muy chingón porque tengo pulmón. Ya como puro hobby, sin la presión de ser niño y sin que sea a huevo, pueque sea bueno tocando el sax. Ya me vi en mi primera clase. Enjundioso, impetuoso y dispuesto, atendiendo las órdenes del maestro: “Toma aire… “ Aaaaaaaaaaaaahhhhp. “Y ahora, sácalo por la boquilla…”.

Del saxofón saldrá un hermoso pedo de dromedario. Y me dirán… sácate de aquí.

viernes, 5 de marzo de 2010

Las tres "C"

Se dice que los grandes placeres de esta vida son coger, comer y cagar. Primitivo, sí. Real, también. Vulgar, puede ser, pero indiscutible.

Habrá quien me diga, "no seas guarro", hay placeres como los que proporcionan las bellas artes, una jugada maestra en nuestro deporte preferido o incluso el que proporciona la venganza, pero los placeres que enumero al principio tienen una particularidad, son placeres y necesidades ineludibles para estar vivo.

Otro, estará pensando ahorita, "pero si yo no puedo vivir sin oír música", "moriría si un día me faltara el futbol", pero en estricto sentido no falleces por una insuficiencia musical ni por una sequía de goles, pero qué tal si un día dejamos de ir al baño a desalojar al famoso "Willy", la obstrucción rectal o la oclusión intestinal nos mataría irremediablemente y terminaríamos siendo un tamal de caca sin vida.

Ah, pero qué tal cuando el topo busca la salida de la madriguera y conseguimos llevarlo a buen puerto, previo cafecito (algunos), cigarrito (otros) o libro vaquero (los más). La primera sensación de escape a la victoria seguida por un placentero vacío intestinal, hacen en muchos casos que tímidas lagrimitas broten de nuestras niñas oculares. No es raro escuchar gemidos de placer una vez que el fétido tripulante de nuestros desperdicios emprende un viaje oceanográfico al caño.

También imaginen la vida sin comer. Más que obvio que si no te metes cosas por la cara, la desnutrición y inanición te llevará tres metros bajo tierra o a ser el relleno de una urna. Mas cada vez que premiamos a nuestras papilas gustativas con un trozo de arte comestible, la saliva nos inunda por dentro y en el ceebro se forman imágenes y colores que sólo el LSD ha podido superar. Hasta una guajolota (sí Carrillo, una torta de tamal) puede ser un manjar que provoque la erección de nuestros jugos gástricos y el orgasmo de nuestro paladar.

Finalmente, el que me diga que se puede vivir sin treparse al guayabo, tiene su punto, sino no existirían célibes curas (para mí esos no existen, todos fingen) y castas monjas (las hay de buen ver) o ermitaños, eunucos y demás seres asexuados, pero creo que sí es vital porque si no liberas lo que la hormona produce, terminas con los ojos en blanco y te inundas en tu propia semilla.

No es que reproducirse sea la úncia forma de trascender, pero aquél que no tenga un hijo, según yo, no sabrá el placer de verse vivo en otro, de sufrir el dolor en otro cuerpo o de volver a crecer y madurar. Es algo extraño, es una mitosis sentimental donde se ama más a la otra parte de la bacteria que llamas hijo que a la parte donde tu habitas llamada cuerpo.

Lo olvidaba también existe el placer del amor.

jueves, 4 de marzo de 2010

¿A poco?


Era de lo peor. Odiaba pagar cuentas y siempre las dejaba para el último momento. Cuando ya casi me cortaban el teléfono, cuando el coche estaba a punto de morirse porque no tenía gasolina y demás tipos de situaciones muy similares. Ya aprendí a la alemana. O pago o me corren del País. No hay más. Esas acciones para mí eran alargar el drama, pleasures delayers. Muy sencillos, muy aburridos. Pero ni tarda ni perezosa, descubrí uno más interesante y más intenso, también a la alemana. Algo que nunca había sentido. Sacado de una película de Louis Malle.

¿Quién es esta persona que hace que conozca el verdadero significado de un auténtico pleasure delayer? Lo vamos a llamar por su mote: Totis o Kon por su apellido Köhne. Ingeniero, vive en una pequeñísima ciudad al oeste de Alemania; una persona sencilla, sin complicaciones, con su vida casi resuelta. Para agregarle sabor y sal a su vida, tiene que escoger un horario en su chamba que es una verdadera putada: a veces trabaja 5 días seguidos de 9PM a 6AM y a veces de 6AM a 1PM e incluso en fines de semana. Lo que tiene qué hacer para salir de la rutina. Pero...esto cambió desde que nos conocimos.

El encuentro que tuvimos en noviembre fue apoteótico. Esa gran química de la que hablan los estudiosos y los no-estudiosos se dió a la perfección. Pero pensamos que hasta ahí había quedado y él iba a regresar a su pueblo bicicletero y yo a mis agobios urbanos. No fue así. Desde enero, hemos mantenido una intensísima relación a través del teléfono, de SMS, de Skype y de emails. Completamente cibernético, pero efectivo.

Las sensaciones que me ha creado han sido completamente nuevas. Alargando el placer de vernos por más de 3 meses, ha sido un descubrimiento en mí de sentimientos nuevos, recién estrenados, dejando a un lado los prejuicios de cultura, raza y conocimiento. Porque, bueno, él es ingeniero y nunca había escuchado hablar de Truman Capote ni del Pulitzer. En otros momentos, lo hubiera acusado de ignorante y de no ser compatible intelectualmente conmigo. Pero no ha sido así. El placer de vernos, de abrazarnos, de besarnos, de reír y de platicar cuestiones mundanas se ha alargado de manera conveniente y oportuna.

Por primera vez entiendo a aquellos amantes del siglo 19 que se escribían cartas y esperaban más de un año en verse, tocarse y hablarse. Apreciando cada segundo juntos, siendo uno solo con el presente, con el ahora. En este mundo en el que todo es fácil, todo es rápido, todo es alcanzable, hemos podido alargar nuestro encuentro, haciéndonos más deseosos de cada uno y enamorándonos más y más y más. Con historias tan distintas, educaciones diferentes, compartiendo sólo nuestro cumpleaños: 20 de febrero de 1974, hemos estirado nuestros sentimientos, nuestro placer como un resorte.

Un pleasure delayer como éste es imposible ignorarlo y no compartirlo. Todavía nos faltan 19 días para reunirnos y no pienso en nada mas que en EL momento de la reunión. Pero disfruto hoy, lo que siento en este exacto momento, sin pensar en el mañana. Esto hace el placer tardío un deleite que hace que esté en paz con mi vida...por el momento.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Las 12 horas


La vi y aguardé. No me apresuré. El primer contacto fue a las 3 de la tarde. Yo con puntualidad inglesa y ella atravesando la puerta con similar costumbre. De entrada, una coincidencia: nuestros relojes marcaban la misma hora. Y ambos la respetamos a cabalidad. "Eso se agradece", diría Chanfle II.

Y todo comenzó con un saludo no penoso. De esos que parecen mero acercamiento. El trayecto habrá durado 35 minutos, considerando el tráfico sabatino, los semáforos mal sincronizados de esta caótica ciudad, y la poquísima habilidad de ambos para movernos por las arterias del monstruo. Ya desde entonces, mientras ella volteaba a su ventanilla, yo le miraba la boca. Quería morderla. Sí, fui físico, aunque discreto. Y aguardé.

Al llegar, dos sillas y toda una tarde por delante. Comida... había de sobra, pero no le hicimos caso. Monotask (como nos llaman a la mayoría de los hombres), yo escaloné mis intereses. Cuando quise escucharla, dejé de verla; cuando preferí mirarla, apagué los oídos y le prendí a las pupilas a todo. Me habré perdido varias partes de su historia de vida, pero gané en imágenes. Se antojó el beso. Pero aguardé.

Cayendo la noche, sus rodillas habían zigzagueado de algún modo y se apuntaban a mí. Eran una aguja punzante pero discreta. Entre dichas rodillas, estaban sus manos entrelazadas con todo y uñas comidas. Era una canibal dactilar. Uno de mis añejos profesores diría que esto supone nervios. Yo, a ello, le respondería pidiendo no exagerar. Suelo ser abogado del mismísimo demonio, y no le cobro por mis servicios.

Como sea, ya avanzada la noche, el intercambio de miradas era callejero. La pantomima ideal para quienes se lo piensan todo, lo huelen, lo calan, lo paladean... y se lo callan porque es mejor contar la anécdota así. Silencio ruidoso. Ganas que no cruzan la caseta porque detestan pagar peaje. Es mejor ser el segundo. Que ataque el otro. Así que aguardé a las 10 de la noche, a las 11, a las 12, a la 1 y a las 2 de la mañana. Trayecto de regreso y aroma a contención. Despedida. Nos garantizamos algo en silencio.

La fotografía decretó el fin de la pintura, el cine el fin de la fotografía, la televisión el fin del cine y la computadora el fin de la televisión. Aquí, la despedida anunció el fin de la pantomima.

Hay muchas muertes parciales en la vida. Aquella noche, al no besarla, sufrí una. Fallecí, me velé y me sepulté en la cama. Poco después habría de revivir para atacar sin una sola duda y sin postergar saliva. Pero esa historia ya no cabe aquí.

No será por mucho tiempo. La vida sin historias no existe. Nada más urgente que la descripción de un beso.

O de una mordida.

lunes, 1 de marzo de 2010

Hacerte pendejo

En el ritual de conquiste/ligue/cachondeo de los hombres para con las mujeres, hay un momento básico de nervio que hay que vencer para que las cosas salgan como deben salir. Y ése es: el instante en que te armas de huevos para irte a por la chica que escuchará por primera vez palabras que saldrá de tu boca.

Efectivamente, dirán los más chilesverdes a la hora de ligar, lo mejor es aplicar el famosísimo “ni la pienses”. Pero resulta, estimadas damas lectoras, que mientras más te atrae una mujer, más cochambre se pega en la mente y por lo mismo más difícil resulta tener la lucidez para definir qué es lo que saldrá de tu gañote. O sea, imposible “no pensarla”.

Cuando la inquietud por conocer a una chica se da en un antro, los móviles abundan, pero también las posibilidades de fracaso porque un pretexto mal utilizado puede convertirse en un lugar común. Ejemplos de líneas ultra perdedoras:

a) “Nomames los ojos que tienes están increíbles”.
b) “No puedo creer que estando tan bonita estés tan solita en este lugar”
c) “¿De dónde te conozco? Te me haces súper conocida…)

Tetazo.

El procedimiento en teoría es sencillo… pero no. O sea, podría ser tan fácil como localizar a la chica que te gusta, dejar de hacer lo que estás haciendo, ir a por ella y listo.

Pero aquí es donde uno saca pretextos hasta por debajo de las piedras para hacerse bieeeen pendejo y tardarse lo más posible. ¿Por qué? Hay varias maneras de decirlo:

a) Se te hace “de a pollo”.
b) Te da culito.
c) Se te hace así.
d) Se te hace agua la canoa.
e) Eres bien puto.

Sí sí, te haces pendejo y aplicas el pleasure delayer. Ya podrías ir de una vez por todas y dejarte de mamadas. Porque cuando debes atacar, ya ya YA, haces todas las cosas posibles y por hacer:

a) Le hablas al mesero para que te dé la carta (pendejo: ya los pomos están en la mesa pero cualquier pretexto es bueno para hacerte pato).
b) Te sirves otro chupe.
c) Le tiras el agua a la cubeta de hielos.
d) Revisas una y otra y otra y otra y otra vez tu teléfono para ver si no hay nuevos mensajes, mails, tweets o actualizaciones de Facebook a pesar de que es la 1 de la mañana y la última vez que revisaste este pedo fue hace 4 segundos.
e) Volteas con tu cuate al que nunca en tu puta vida la hablas y le preguntas: ¿qué pedo cabrón, tons cómo va la chamba?
f) Volteas a ver la pantalla del antro porque ese video “te mama” (La imagen es de Earth, Wind & Fire, otro síntoma de que te estás haciendo bien pendejo).
g) Vas al baño.
h) En el baño, no te sale una chingada porque precisamente acabas de ir al baño, y nomás te estás haciendo bien pendejo. Pero igual te la sacudes un buen rato porque te estás haciendo bien pendejo.
i) Te vuelves a servir chupe.
j) Te haces bien pendejo descaradamente.

Colegas, no mamars. Cuando una vieja les guste en un antro, lo mejor es ir a la primera, porque mientras más pleasure delayer apliques, más expectativa se genera y más chaquetas mentales te harás con tal de evitar un posible rechazo. Entonces, al primer contacto visual la consigna es atacar, al chile pelado, sin mamaditas ni pendejadas (ver incisos del ‘a’ al ‘j’), y duro con ella.

Y si la línea ideal no sale, siempre hay una que no ofende, no compromete ni te hará ver como un pendejo. Una frase que si no funciona sólo será porque la vieja se quiere dar su pinche taco (lo merezca o no), y no habrá chance de sacarle ni la sonrisa. Lo mejor cuando a uno no se le ocurre nada, no hay como llegar y decir…

“¡Hola!”.

Recuerda que, en el peor de los casos, siempre habrá una cubita en la mesa con el vaso bien abierto para consolarte. Chupando ques gerundio.

He dicho.