
Todos aplaudimos porque era imposible resistirse con la tonadita especialmente pegajosa. Se volvió tan famoso como gritar "¡qué poca madre!" en esa pinche canción ochentera que me caga, o en el "u-o-u-u-oh" de Timbiriche. Nomás por el puro gusto de unirse a la manada, y de sentirse en ese video tan lujurioso que hicieron a mediados de los 90.
La Ley llevaba ya un rato de ser un grupo respetable en la escena latina, con una propuesta definida, pero con el Invisible (1995) se volaron la barda. Como prototipo de los emos, Beto Cuevas se convirtió en una sensación entre las chicas que lo deseaban y cabroncitos que querían parecerse a él para ligarse a las chicas que lo deseaban. La batería sonaba poderosa, y todas las canciones del álbum traían toques electronicones que le daban un aire futurista muy auténtico.
El Invisible de La Ley fue de los discos cuyas letras me aprendí de principio a fin. Más allá de ese gran sencillo que fue El Duelo, estuvieron rolas como Día Cero, Cielo Market, El Rey, Deuxieme Fois y la canción que da título al blog de mi hermano Inphi: The Corridor.
"No intenten enseñarme quién me quiso y a quién debo amar". "Bésame y bésame hasta sentirte animal". "Los rumores de mil amores son sólo una mentira que se vende bien"...
Cosas así te manejaban. Pero algo pasó, no sé exactamente qué. La Ley se empezó a vender feo feo FEO. Dejó de componer canciones y empezó a fabricarlas. Yo no sé qué chingada mosca les picó pero empezaron a cantar como para Siempre en Domingo...
A-quí.
Tengo el presentimiento
Quea-quí.
No no mams. Y luego...
Fuerademiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii....
Chngdmdreee. Y...
Mentiraaa. Mi vida. Calamidad que me domina. Mentiraaaaa, escondidaaaaaaaaa (o noséqué).
Puta madre. Los perdimos.
La Ley es una de las perdidas musicales más dolorosas de mi vida, sobre todo por el significado del Invisible en aquellos días de secundaria. Ahora Beto Cuevas se la pasa de actorcillo de reparto en películas mexicanas, y su disco de solista está moderadamente intrascendente. Sin embargo, no le miento la madre. Simple y sencillo: guardo un minuto de silencio. Les comparto un poco de El Duelo por La Ley.
La Ley llevaba ya un rato de ser un grupo respetable en la escena latina, con una propuesta definida, pero con el Invisible (1995) se volaron la barda. Como prototipo de los emos, Beto Cuevas se convirtió en una sensación entre las chicas que lo deseaban y cabroncitos que querían parecerse a él para ligarse a las chicas que lo deseaban. La batería sonaba poderosa, y todas las canciones del álbum traían toques electronicones que le daban un aire futurista muy auténtico.
El Invisible de La Ley fue de los discos cuyas letras me aprendí de principio a fin. Más allá de ese gran sencillo que fue El Duelo, estuvieron rolas como Día Cero, Cielo Market, El Rey, Deuxieme Fois y la canción que da título al blog de mi hermano Inphi: The Corridor.
"No intenten enseñarme quién me quiso y a quién debo amar". "Bésame y bésame hasta sentirte animal". "Los rumores de mil amores son sólo una mentira que se vende bien"...
Cosas así te manejaban. Pero algo pasó, no sé exactamente qué. La Ley se empezó a vender feo feo FEO. Dejó de componer canciones y empezó a fabricarlas. Yo no sé qué chingada mosca les picó pero empezaron a cantar como para Siempre en Domingo...
A-quí.
Tengo el presentimiento
Quea-quí.
No no mams. Y luego...
Fuerademiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii....
Chngdmdreee. Y...
Mentiraaa. Mi vida. Calamidad que me domina. Mentiraaaaa, escondidaaaaaaaaa (o noséqué).
Puta madre. Los perdimos.
La Ley es una de las perdidas musicales más dolorosas de mi vida, sobre todo por el significado del Invisible en aquellos días de secundaria. Ahora Beto Cuevas se la pasa de actorcillo de reparto en películas mexicanas, y su disco de solista está moderadamente intrascendente. Sin embargo, no le miento la madre. Simple y sencillo: guardo un minuto de silencio. Les comparto un poco de El Duelo por La Ley.