miércoles, 30 de septiembre de 2009

Septiembre 21, 1997


Vi todos los planetas apagados en su rostro. Vivía porque respiraba, pero ya ocupaba otro tiempo y espacio. Las necedades del cuerpo. La resistencia de los órganos igual a la de los fusilados que se empeñan en escuchar el segundo y hasta el tercer disparo.

El trato cotidiano no era este. Yo no solía hablarle con tal aflicción, ni ella escucharme con tantos tubos metidos en su garganta (siempre usó tubos, pero no como estos). Cuando la vida se transmite por conductos de plástico, la muerte se siente más viva que nunca. Tal vez lo único que se veía igual en ella eran sus pequeños ojos de semilla, sus chapas naturales y el sonido de la vieja válvula en su corazón, rítmica y constante durante 19 años.

Su defunción fue apuntada cerca de la 1 de la tarde, unas tres horas después de que mi hermana y yo la visitáramos en la clínica. El "stop" de la válvula le tocó a mi tía Tere, quien se encargó de sacar fuerzas para avisar del hecho. Yo no comprendí de inmediato la muerte de mi abuela Esther, pero me contaron que en los instantes finales, alguien le dijo: "Descanse señora, vaya con Dios".

Llegué a la clínica en la tarde y pude verla. Era increíble el cambio en su cara. No, no parecía dormida (como muchos dicen), pero sí carente de tensión y dolor. Apagada, desenchufada. No era ella; ya no estaba. Le tomé la mano y entendí que tocaba piel sin química. Mi abuela sin mi abuela. Un foco sin filamento.

Antes que dolor, hubo impacto, ese choque donde uno replantea y reacomoda sentimientos apenas la muerte ha agradecido nuestra hospitalidad para luego irse. ¿Quién me abrazaría y me apretaría los cachetes para decirme que era de sus consentidos? ¿Y quién nos haría enojar por hablar mal de mi padre? Todo cuenta, y en consecuencia, todo se echa de menos (hasta el lado oscuro... porque todos lo tenemos).

Odio cuando la muerte se disfraza de vida, usando al cuerpo.

Porque duele.

Inphi escribió esto bajo los influjos de "Homesick", de The Cure.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Vaya con Dios


Ok, ignoramos si Chanfle II se ha aventado del Empire State sin que abra el paracaídas, pero sin falta, mañana Miranda desquita... y bien.

Una disculpa de parte de la producción.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Las musas han 'pasao' de mí



Hoy es uno de esos días que inspiraron a Serrat a decir "las musas han 'pasao' de mí". Soy el peor escribano por encargo, si no del mundo si del Korova. Refunfuño casi, casi como el puma que garraspea en el Estadio de CU porque todas mis ideas me parecen fatuas, tontas o hasta más absurdas que las propuestas del Secretario de Hacienda de hacer un impuesto despobrizador de la población (podrán notar que el grácil y delicado Carstens es mi personaje favorito de un tiempo para acá).

Llevo una semana pensando y charlando con el mundo que me inquiere, "¿tú hubieras ayudado a Esteban en el metro Balderas? ¿Te le hubieras echado encima al loco que disparaba?", no le creo ni a los que dicen que como el Vengador Anónimo, un Charles Bronson (Bronson Inphi, no Manson, Bronson) hubieran despojado del arma al orate jalisciense o que como Jackie Chan se hubieran quitado los lentes y con su portafolios habrían dado 17 cachetadas al agresor para luego con una sonrisa salvar a todos. Menos les creo a los que se hacen una paja en su cabecita y argumentan que habrían contado los seis balazos de cada carga del revólver y justo en ese momento, cual panteras en brama, habrían caído sobre el homicida.

Pero tampoco le creo, a esos los menos, que me dicen que se hubieran quedado fríos como Enrique Esqueda en el área y que inútilmente hubieran visto pasar la película de horror más despiadada que nos haya ofrecido youtube en años. Y no les creo, porque de alguien así, de alguien que siente en lo más profundo cualquier injusticia cometida contra cualquier ser humano en cualquier lugar del mundo (gracias Guevara de la Serna, por prestarme la frase), alguien que parece que no haría algo extraordinario, de ese tipo de personas surgen los actos heróicos, porque el que porta los genes de la valentía no los anda mostrando todos los días en valentonadas como Noroña ni en amenazas de no comprar la vacunas contra el AH1N1 si no le apruebas su capricho de reforma fiscal.

Pensar en Esteban ya me ha consumido las horas que llevo despierto de una semana y las horas, en que dormido, el flashback de su gesto me pasó en un "play and rewind ad infintum". Por eso no encuentro cómo expresar lo que no quiero que me den, aunque me queda claro en la conjugación de bulto del verbo "dar" prefiero ser el dador que el receptor en cualquier concepto, forma o posición, con o sin doble sentido, con o sin mala intención.

Tengo claro que no quiero que me den más historias de bolivianos aleluyos que con latas de jumex toman el control de vuelos de Cancún a México, ni de comandos de granaderos que armados con macanas con mira telescópica recuperan aeronaves sometiendo a los turistas en bermudas. No quiero que me den historias de tongos policiacos y complots presidenciales para asustar a la población, porque ni las creo ni las desestimo.

No quiero que me den más historias de Juanito, que de pensar que ése prófugo del comercio ambulante haya ocupado miles de árboles y la celulosa que sale de ellas para llenar páginas y páginas de papel, me dan ganas de inscribir a López Obrador en un curso de pesca de sentollas en Alaska sin goce de sueldo y sin regreso.

No quiero que me den un gordo secretario de Gobernación que le paga 23 mil pesos a su chofer y el doble a su secretaria y que tiene el humor de una taquillera del metro en hora pico, la dulzura de un microbusero y el tacto de un proctólogo. No quiero, no quiero que me den más temas así, porque si de por sí escribo lo que escribo, pensando en esto soy más amargo que una orinoterapia con cálculos.

PD: Ya no me den etiquetas con el número equivocado de entrega, que si de por sí se me olvida luego subirlas con el post, ahora con el número 15 me siento en Plaza Sésamo con la onda aquella "una de estas cosas, no es como las otras".

jueves, 24 de septiembre de 2009

Si fueran tan amables


No se me conoce por los pasillos de la vida como una mujer paciente. Admito que no sólo soy impaciente sino también, intolerante a ciertas actitudes y presencias. De ahí que sea merecedora de algunas antipatías, y por qué no, de simpatías también. Es la ironía del ser humano.

Para poder tratar con la raza humana, he tenido que morderme más de cincuenta mil veces la lengua y aún así he caído en tamaños embrollos. De un tiempo para acá, mejor digo las cosas como son y evito sarcasmos y malentendidos. Ya no me molesta que la gente se tarde en decidir qué camino tomar, ni tampoco qué comida pedir y mucho menos peleas con meseros, cajeros de banco, aduaneros parecen perturbar mi estoica facade. Donde pierdo piso, estómago y bilis y no puedo con ello es con los modales más básicos. Ahí sí, me declaro incompetente de aguantarme absolutamente nada.

El lector se ha de estar preguntando ¿A qué modales se refiere LaOlis?. Puedo, sin problemas, aguantar a un naco que me tire piropos, de hecho lo encuentro folclórico y me hacen el día. También pequeñas cosas como que se adelanten en la fila o te ganen el lugar en el cine. Ese tipo de guarradas no tengo problema alguno. A continuación les diré qué ya no quiero que me den.

  • El prototipo de galán que lleva serenata, mariachis, canta a todo pulmón viéndote a la carota en las fiestas dedicándote canciones cursilísimas de Shakira haciendo evidente y presumiendo cuanto te quiere. ¡Surprise! Eres la No. 123456 que le hace lo mismo. No generalizo, evidentemente, pero ese prototipo le 'echo las cruces'.
  • Aquéllos que mascan chicle como vaca loca después de haber recibido la inyección de bactericidas de Monsanto. No puedo evitar verlos con cara de 'qué triste...'
  • Los que han viajado dizque por todo el mundo y en casa son incapaces de comer un pedazo de queso camembert porque 'huele a podrido'. Hay que probar primero jóvenes...
  • Los que hablan y están viendo hacia otro lado. Puede ser a una vieja que le gusta o a un cabrón que le gusta y tú le estás contando cómo te lograste escapar de unos secuestradores y él o ella se dedican a decirte 'aja, si, uuyy qué te puedo decir!' mientras ven al otro pendejo en cuestión.
  • Los que mastican cada bocado como Óbelix.
  • Los que usan knockoffs. Lo siento, ya no me den bolsas Luis Vuitron o sudaderas Armandi Exchance, si no tienes para comprarte una, no pases vergüenzas y mejor evítalas. Sí, de verdad hay muchos que sabemos que sí son imitación.
  • Lo siento, no me maten amigos...pero detesto y es una cuestión subjetiva y muy personal...ya no me den hombres con la camiseta de su equipo de fútbol favorito. No, niet, nein. ¡Por caridad!
  • Aquéllos que aman más que a su propia vida los siguientes gadgets: Iphone, Blackberry, Ipod, Aparatos electrónicos (laptop, macbook, vaio, home theater, pantalla plasma, GPS) y, en algunos casos, coches. Los limpian, los besan, les compran protectores, les compran sprays para que no se rallen, zzzzzzz.
  • Los que nada les parece. Pueden estar en la mejor fiesta, el mejor restaurante, la mejor ciudad con la mejor vista y para todo es, 'Pues pudo estar mejor'.
  • Detesto, odio, me caga, me zurra que tosan.
  • Y por último, los que no demuestran sus sentimientos.
Repito, es cuestión personal, ni está bien, ni está mal, sino todo lo contrario. Es una cuestión de enfoques y de traumas como el toser. Mi abuelo murió tosiendo y yo en sus brazos, esa es una buena razón para que me cague que tosan.

Y la lista puede continuar, pero también ya no me den tantas bullets...

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Las dos frases de Anna


A pocos les ha de sonar el nombre de "Anna Malle". Y esos pocos los conformamos mis amigos de la pandilla asturiana (David El Terrible, Sergei, Alex, etc.) y un servidor.

Así es, allá por 1994, mientras éramos unas larvas de la adolescencia siempre frenética, seis chavitos tuvimos a bien conocer a doña Anna Malle, a través de una cinta VHS que el papá de Alex escondía ingenuamente debajo de su suéter rojo con azul del tercer cajón de su clóset beige. No me acuerdo del título del filme, pero es bien sabido que todos son iguales: "Cándida mañana", "Cuatro amigas bien calientes", "Instrumentos de pene capital", "Miss Lonely Heart and Mr. Poolman", "No me digas que ya", "Banana y Platanito", "Bengalas de noche", "Ya no me den, pero mejor sí", "King Kong cums to Manhattan", etc.

Poner una película porno es siempre como arrancar una uva de un racimo: vale gorro cuál tomes, todas saben igual y no importa con cuál empezar. Y así, Anna Malle fue la primera que apareció en escena y la que, a través de sus movimientos cósmicos encima de un güey más o menos mamey, nos trastornó la cabeza for the very first time. Parecía invertebrada la chamaca. A mí me preocupaba que el tattoo que traía en la cadera se le saliera de la piel de tanto triquitraca.

Finalizada aquella sesión del toma, daca y recontradaca, inexplicablemente la cinta XXX pasaba una especie de "corte, descansa y vamos a la entrevista", en la cual salía esta diva, ya vestida, hablando sobre sus experiencias en la industria porno. Y solamente de dos frases me acuerdo: "El sexo siempre debe darse sin cinturón de seguridad" y "El sexo es mi vida".

Mientras la cuadrilla asturiana creció, Anna Malle le dio durísimo al guayabo, y con el paso del tiempo alcanzó un aproximado de 355 películas filosas, en las que siempre se distinguió por su gracia, sus libras de cadera nescadera, y su entusiasmo a raudales.

Irónicamente, en diciembre de 2005 decidió que ya no le dieran más, y abandonó lo que ella misma definió como "su vida". Pasada la Navidad, se marchó de la industria porno, y pocas semanas después, falleció abruptamente en un accidente a las afueras de Las Vegas.

En el lugar del percance, los peritos determinaron que el cinturón de seguridad, sí o sí, le habría salvado la vida. Pero cuando yo vi la noticia, también recordé sus dos frases de aquella cinta de '94 y desestimé lo dicho por los expertos.

Porque uno nunca puede cambiar... en esencia.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Cómo sufro

1. Besos del deseo prohibido.

2. Episodios mentales eróticos en los que le damos más besos al deseo prohibido.

3. Postres. (Desde el Carlos V, pasando por el Duvalín, el Snickers, los Pingüinos, la Gelatina ART, el flan napolitano, el panqueque de Starbucks, el pay de limón de Wal Mart, el cheesecake, hasta llegar al pastel de quinceañera con harto merengue y fresas).

4. Triunfos electorales del PRI.

5. Horas extras no-pagadas en el trabajo (porque seguimos pensando que algún redituarán en algo).

6. Discusiones bizantinas, como: quién es mejor entre Pelé y Maradona, si la influenza fue un invento mediático o no, o si Neil Armstrong realmente aterrizó en la Luna.

7. Medicinas.

8. Episodios de despedida de cualquier índole.

9. Secuencias en las que alguien calienta el boiler y no, no se mete a bañar.

10. Partidos de la Selección Mexicana en Octavos de Final en el Mundial.


Ya no me den porque cómo sufro. O… sí. Mejor sí.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Los soldados de Dios

Hay dos "profesiones" que no me gustarían para mis hijos nunca: cura y soldado.
La Iglesia, la que sea pero la que más conozco es decir la católica es la que más me asquea, es la institución más corrupta, hipócrita y nociva que haya reinado en el mundo. Sobre decir que mi opinión del Opus Dei (no Gay, porque los gays no tienen la culpa de las marranadas de estos cerdos con sotana), de los numerarios y ante todo de Marcial Maciel, es tan dulce como la que podría generarme la Inquisición.

Mucha de la gente que se "consagra" a Dios esconde sus demonios tras unos hábitos y luego los saca para arremangárselos cuando se acuerdan que el líbido los hace atacar a los más indefensos, ¿no es esto peor o igual que rociar de plomo a los comensales de un McDonalds? La única razón del celibato es para que las concubinas no reclamen los bienes de los calenturientos "hermanos" y la Iglesia vea menguada su insultante riqueza. No es una cuestión de pureza.

En fin, no me gustaría jamás eso para nadie, menos para los míos. Afortunadamente a Ari los rezos le dan comezón y la fe se la inculcará su madre desde una perspectiva de amor y solidaridad, no desde el miedo y la oscuridad de una sacristía. Yo que soy tan escéptico tan escéptico que a veces dudo de mi no creencia en Dios (frase de Borges), voy a la iglesia cuando un amigo se casa o se muere o sólo en ocasiones totalmente obligatorias y cada vez que oso poner un pie en los templos del diezmo, invariablemente los curitas sienten la mala vibra y me tratan como al Anticristo. Si pudiera, no volvería a una iglesia, pero hay mucho arte dentro de ellas y antes de que los enviados de los cardenales se lleven todo a sus mansiones, hay que ir a ver.

Los miembros de la milicia es más lo enternecedoramente irracionales y borregos que son, que lo nocivos que se vuelven. Finalmente un soldadito sea marine o raso del Campo Militar No. 1, es un ente sin voluntad propia, al que le lavan o le ensucian el cerebro con aquello de que sirven a la patria, pero en realidad más allá de un DNIII o cuando van a rapar chamacos piojosos a la fuerza, no sirven de mucho.

Me tocó hacer el servicio militar, por tonto por creer que la bola blanca le salía a los primeros que se inscribían no a las últimos y padecí en el 75 batallón de infantería algo así como 10 meses, en los que desperdicié decenas de sábados de mi vida y de paso conocí de cerca las "bondades" de la vida castrense.

Pasajes como cuando en una "academia" de Derecho Militar, el instructor, sargento desquiciado aprovechó el tiempo para preguntar quién tenía novia o hermana para que enseñara una foto. Lo insólito no fue que el prófugo del metate ése quisiera ver a las mujeres de los conscriptos con el pretexto de que si le llegaba a gustar una, el susodicho "se la prextara para un domingo", sino que más de media docena de palurdos y grasientos reclutas sacaran de sus carteras las fotos de sus hermanas y pioresnadas para que las viera el hermano de Tizoc, mientras él les correspondía con la imagen instántanea en papel de la madre de sus cinco pelones y la de su carnala que parecía la copia al carbón de la Tonina Jackson.

Otra ocasión mi repugnancia llegó al nivel 15o. dan, cuando en la academia de "Higiene", el soldado de primera que sin presumirlo ostentaba un parecido increíble con Melquiades Morales, ex goberladrón de Puebla, invirtió una hora de nuestras existencias para organizar el primer concurso anual de medición de falos al aire libre. Me concentré en la estación de peseros que había en la calle más cercana para no mentarle la madre a los descerebrados que le entraron al casting y a la enriquecedora charla sobre si una mujer se enamoraba de ti si la obligas a tener sexo, "porque les gusta que las trates mal" o si el sexo con el cabo del Cougar negro era un negocio redituable en el Campo Militar, ya que el pago variaba entre 200 y 500 pesos según el placer otorgado al señorito.

No sigo narrando arrestos, provocaciones, lesiones y hasta muerte de algunos conscriptos por actos de barbarie en el campo militar, porque en realidad se me vuelven a saltar las venas del cuello de recordar lo que vi y viví, y eso que no fui a Afganistán ni a Vietman, estaba en la Defensa Nacional, pero en mi vida sería militar o algo parecido. Creo fervientemente que estas dos "instituciones" sacan lo peor de las personas y los deshumanizan. Si alguno de ustedes es militar o su papá es sacerdote no me haga caso, seguramente su caso es una excepción.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Malvibrada campista


No. Nein. Niet. No me gusta acampar. No me gusta dormir entre la maleza con una piedra enterrándoseme en la clavícula, ni con mosquitos zopiloteándome todo el tiempo, ni con nada de eso. No nací para ese tipo de aventura, detesto saber que tengo que adentrarme 50 metros en el campo para poder hacer pipí y tener .005 nanosegundos para bajarme pantalones, do my thing y subírmelos sin que me pique algún bicho extraño. Aparte de estas incomodidades, tengo una experiencia muy particular acerca de esto por la cual, me negué a regresar no sólo a la Costa Esmeralda en Veracruz, sino también a acampar.

Intenté acampar en varias situaciones: con girl scouts, con amigos en la jarra, con novios y exesposo en playa. No, no puedo evitar poner una gran jeta cuando algún galán me dice 'Me encanta acampar y estar en contacto con la naturaleza'. Eso significa que en cualquier momento tendré que dar mi brazo a torcer e ir a las faldas de algún pinche cerro a montar mi tendido. Me niego. O no voy o me voy a un Holiday Inn o a un hotel de paso. La última vez que acampé fue terrible y juré por todos mis muertos no regresar a ese endemoniado lugar y nunca más acampar. Porque sí, en verdad estaba endemoniado.

En Veracruz hay un lugar hermosísimo llamado la Costa Esmeralda que se encuentra cerca de Tecolutla y Nautla. Hace algunos años fui con mi exmarido y excuñados a visitar la zona y a ellos se les ocurrió la fantástica idea de acampar. Era Semana santa y el clima estaba pocamadre. Así es que subieron muy a mi pesar la tienda de campaña al coche y nos enfilamos hacia esta costa. Ya en el camino, me dió un poco de mala espina porque me picó una cosa que se llama tábano y el muslo se puso del tamaño de Sonora. Pues después de hacer varias paradas y comer unas gorditas asquerosas que nos dieron diarrea a todos, llegamos a un paraje donde pudimos quitar un poco de hierbas y acampar.

Eran ya las 6:30 pm cuando terminamos de acomodar todo y teníamos muchísima hambre y ya se nos habían terminado los Fritos y los Cheetos. Tragedia Nacional, yo comenzaba a ponerme mal de mis sentimientos y para evitar esto, mi excuñado dijo que iba por unas cocas lait y provisiones. Juan, mi ex, lo acmpañó y Edith y yo nos quedamos en la dizque fogata esperándolos. Al irse, Juan me dijo que era un lugar lindo y que le gustaría comprar unas hectáreas para dejar todo, el banco, su moto y el circuito El Sope para irse a viviar ahí. Si, ya ya ya, claro, luego lo vemos, mientras tanto, tráeme unos tamales.

Pues ahí nos quedamos Edith y yo platicando y fumando cuando vimos de lejos a dos personajes con sombrero, o sea, locales. Saludaron muy atentos y nos dijeron que no era propiedad privada y que sí nos podíamos quedar, sólo que debíamos tener cuidado porque decían que espantaban en la noche. ¿En la noche? Pero si ya eran las 7:30 pm!! Bueno...uno no cree en eso y a mí no me asusta nada sobrenatural. Siempre trato de encontrarle una respuesta lógica. Pues después de ese Memorándum, los señores se fueron y uno grita al fondo, 'Oiga, dígale a su esposo que ahí luego lo veo para lo del terreno!', mmmm....qué raro, bueno, uno nunca sabe, a lo mejor platicó Juan con él cuando fue a la tienda y el señor llegó primero...no sé, mil cosas.

Pues llegaron nuestros salvadores y con muchas provisiones. Después de hincarle el colmillo a unos antojitos veracruzanos, le pregunté a Juan si había visto a dos señores con sombrero de paja y uno con bigotazo. Me dijo que no. Le pregunté si había platicado lo del terreno con algún local y me dijo, para no variar, que estaba loca que sólo me lo había dicho a mí. Bueno, bueno, nomás preguntaba. Escuchábamos músiquita y platicábamos de mil cosas haciendo sobremesa cuando se detiene la música y la fogatita esa que teníamos, se medio apaga. Mi primera impresión fue, 'se fue la luz'. Pendeja. Mi ex cuñado es el hombre más miedoso que hay en la faz de la tierra. Se puso mal y dijo que nos estaban siguiendo. Le dijimos que no, que cómo creía semejante cosa y escuchamos unos pasos en la maleza. Juan y Armando, los hermanos en pleno ataque de histeria y las mujeres, Edith y yo con la lámpara apuntando hacia los arbustos con la luz...bueno, pues nada, lo que se suponía. Les dije que ni madres que yo iba a hacer como en las películas la pendejada de ir a ver, si quieren algo, que vengan por mí, ni madres que voy a darme una vuelta a ver que veo. En ésas estábamos cuando regresa la música y yo, siempre fiel a mis principios científicos, les dije que seguro era un corto en el estéreo. No me creyeron, ni yo me la creí.

Les propuse irnos a un hotel en la carretera y Juan y Edith dijeron que no, que ya estábamos ahí y nos iba a tomar mil años quitar la tienda sin luz. OK. Yo ya estaba muy molesta...muy emputada, pues. Se acabó el CD y dijimos, es hora de hacer la meme, todos muy muy muy, pero muy inquietos. Ya estábamos acomodados en la tienda y afuera oímos pasos, literal, de, yo le calculo, unas 3-4 personas. Me dice mi cuñada si lo escuché y le dije, si pendeja, pero por caridad, no te muevas, han de ser tlacuaches. Unos tlacuaches muy grandes porque se veía un tipo sombra por la tienda. Juan estaba a dos de darle un coma diabético y le dije, griten y digan que quién es!!?? Gritaron los hombres y nada, seguían los pasos. Hasta que después de como 5 minutos se fueron con ruido del río cercano. Salió de la tienda de campaña Armando y no había nada, pero las papitas estaban regadas. Caso resulto. Un tlacuache. ¡Qué les dijeee! Ya con esto nos fuimos a dormir un poco más tranquilos.

A las 4:38 am (llevaba mi relok Casio Baby-G) me despertó una especie de murmullo e inmediatamente volteo para ver a los demás y veo que estaban con los ojos como platos y Armando con el ojo Remi. Qué pasaaaa, díganme!! Me dice Juan en el más bajo de los tonos. Hay personas afuera y no sabemos qué hacer. Puta madre. No sé, no sé qué hacer. Por primera vez en mi vida no supe qué hacer y me invadió algo que pocas personas experimentan que se llama terror. Mi respiración bajó, mi visión se volvió frontal y mi corazón latía a mil por hora. estaba a punto de desmayarme. Así estuvimos como 30 minutos escuchando los murmullos pero no escuchábamos pisadas. Presa del pánico, Edith se hizo pipí. Terminaronlos murmullos y les dije, me vale madre, no empacamos, voy a tirar la tienda y nos la llevamos así en la camioneta, me vale madre. No lo pensamos ni dos segundos. Estábamos listos para irnos en 6 minutos.

Nos fuimos y al voltear hacia atrás recuerdo esa imagen como cuando sales de la anestesia general, muy vívida, a los dos personajes con sombrero viéndonos de lado, Juan también los vió.

Después de esto, juré nunca más acampar ni en Veracruz, ni en los alpes Suizos. No sé si esto fue producto de nuestra imaginación o en realidad pasó. No quiero analizarlo mucho. Evito hablar de ello y no me gusta acordarme. Pero lo comparto para desmentir sobre cuestiones que uno no se puede explicar. Sí, sí existen los eventos inexplicables.

Bandera levantada


Lugares a los que no regresaría: una fiesta exclusivamente de drogos y una fiesta exclusivamente de gays. No soy homofóbico ni drogofóbico, pero en ambos casos me siento en offside clarísimo.

Lo digo porque ambas experiencias las viví en un viernes y un sábado espalda con espalda. Sí, en un mismo fin de semana, durante julio de 2002. Todo gracias a Miss Rábago, o sea Gina, o sea la mujer que en el afán de agarrarme como mero flan napolitano, me hizo confundir las cosas, la ley de la vida, y terminar haciéndola mi novia. Ya entonces me lo había advertido el buen Ariel: "Inphi, esta mujer es pa' echártela con un poquito de pimienta, nooooo para andar. Ella te quiere echar al plato, así que aprovecha".

Pero como yo era un clásico (tarado), pues que meto las cuatro y que empiezo a buscar métodos ridículos para domesticar lo indomesticable. Así es, esta mujer era simplemente "masticable", pero como rimaba con "domesticable", lo confundí y entendí que todo lo que rimaba, se arrimaba. Y en conclusión, mi relación de escasos 2 meses fue una puesta en escena en la cabaña del tío Chueco.

Dos highlights, como lo dije, fueron la fiesta de drogos y la pachanga de gays. En la primera, apenas entramos mi ex domadora y yo y, oh... santa humareda que hizo de mis ojos color chapopote un par de esferitas traslúcidas. ¿Se acuerdan de la mirada de briago de Frankenstein en la versión de 1931? Bueno, así, pero peor.

O sea que, como dicen los mamadores, "para todo fin práctico" yo ya entré bien flameado al guateque y me senté junto a un pachecote botijón que únicamente hablaba del Gotcha y del sabor de los Snickers. Temas auténticamente "de fondo". Ya lo demás, era mirar desde mi butaca un recital de lengüetazos sobre cuadritos multicolores que me hizo recordar las sesiones de madrugada de Syd Barrett en Pink Floyd. Un Interstellar Overdrive.

La mota era lo de menos, el brownie en la mesa parecía chocoflan, el ácido parecía bubaloo y, en el baño, había restos de líneas tipo carreterita a Atlacomulco. En ese sentido, lo único que me decía Gina (muy preocupada) era que nos iríamos rápido. Si supiera que con el puro tufo yo ya había contraido hasta parvovirus canino.

Cuando se generó la primera madrina entre nublados... no reaccionamos, pero cuando vimos volar una bolsa de pañales (sí, repito, cuando vimos volar una bolsa de pañales), eso forzó nuestro check out. La Miss y yo huimos sin despedirnos y yo le agradecí el haberme llevado a esta tertulia de resistencia de los sentidos. Por fortuna, mis papilas gustativas no fueron estimuladas por confetis de pera, y ella, a su vez, pareció salir limpia.

24 horas después, asistimos a la fiesta de gays. Al abrirse la puerta, no nos recibió ninguna nube de humo, pero sí un nubesito llamado Toni (sí, con "i") cuyo atuendo se componía de: jeans morados tipo emo (un visionario porque hace 7 años los emos eran tan "inexistentes" como Fanilú), un gran escapulario de lunetas y un chaleco de cuero sin playera debajo. Su ombligo era el botón de un girasol tatuado y mi asombro era el núcleo de un blackout atorado. Nos invitó a pasar con dos besos: uno a Gina en la mejilla y el otro (más tronado) a mí... también en la mejilla. Desde ese momento, entendí que esta fiesta también sería de altos vuelos y bajos instintos.

Saludamos a los demás y juré que el compadre que venía completamente de color kiwi era el vocalista de la Arrolladora Banda Limón, pero en versión loba. Luego platicamos con tres marineritos que luchaban por ser el Popeye más rosa de la historia, y finalmente, nos topamos con uno de los grandes amigos de Gina, llamado "Pilo" (como pilín, pero en rudo) que cantaba "Corro, vuelo, me acelero" con la fuerza y vigor de Rocío Banquells. "¡Juego del amor, jueeego del amor, corro para estar junto a teeeeeee!". Y se contoneaba y a mí de verdad me preocupaba que se dislocara la cadera. Por fortuna el Za za zá todavía no se inventaba porque, de ser sí, la fiesta hubiese sido un pozole (con arrimones, rabanitos y silbatos).

Bastante divertida la pachanga, pero obvio, me sentía como bisonte en la plancha del Zócalo. Gina, en cambio, sí le entraba más a los abrazos sabrosos (¿¿??). Lo que es un hecho es que ser la única pareja heterosexual en una fiesta así te hace sentirte tan extraño como Jorge Porcel en Miss Universo.

Siete años después, sigo siendo amante de las fiestas, pero mi hit no está ni en ácidos ni entre rosas que te "espinen".

En la vida, como en el fucho, el offside se rompe estando simplemente... en línea.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Espantos

Me caga que me espanten. Me caga, me zurra, lo detesto, me puede purgar el alma. M-e-c-a-g-a.

No sé a qué chingados se deba, pero no lo soporto. O sea, desde espantitos pendejos de cuando alguien se pone atrás de la pared para gritarte ¡ahhh! mientras te sale así de repente, bien chistosito, hasta el guey que llega por atrás quesque bien ocurrente con el “¡órale!, o al idiotita que deja la rata de hule en tu lugar, y otras sangronadas por el estilo.

Por supuesto, a su máximo nivel llega mi repudio por las monumentales “casas de espantos” armadas en parques de diversiones (que en ese momento son de “diversiones”), donde pagan (háganme el favor) a todo un staff de pelados para construir un pasaje en el que la gente paga (¡piorrrr!) para que los espanten.

O sea, uno paga por divertirse, por estudiar, por hacer deporte, por tragar, y hasta por un calambre. Pero… ¿para que te espanten? Se me hace lo más idiota del mundo.

Triste es que las escuelas hayan comprado esa costumbrita, y desde chiquitos someten a los niños a tales teatritos. Recuerdo que en preprimaria hicieron una mentada “casa de espantos” (lean detenidamente esas últimas 3 palabras y díganme si no suena a retraso mental), en la que nos brincaban encima con una mano peluda, nos agarraban los pies y te gritaban en la cara como para que salieras con los calzones color marrón del puto nervio causado.

Desde ahí forjé mi fobia a tan ridículos espectáculos, y se fortaleció cuando a los 10 u 11 fuimos al todavía “Nuevo Reino Aventura”, y me obligaron a meterme al “Pasaje del Terror”. Mi madre, tan habladora como encantadora, se encargó de motivarme para acompañar a mis primos: “Ay hijo, no seas miedoso, no pasa nada, son puros actores”. Sí claro mamá, a ver, ¿por qué no entras tú? “Ay, pues porque ya no estoy para esas cosas”. Ay sí, tú, cómo no. Con qué facilidad te pueden engañar las mamás, es increíble.

Total que ahí voy de tarado a meterme al puto Pasaje, que resultó ser la peor tortura de mi vida. Salieron Jason, la pendeja del Exorcista, Freddy, y creo que hasta Ronald McDonald en su versión bloody, y yo acabé (literal) brincando del miedo, con el corazón a mil por hora, y con unas ganas tremendas de tragar que sólo me bajaron con varias manzanas acarameladas que son el deleite más grande del Valle de México.

Este miedo es inofensivo, y te puede permitir operar socialmente mientras no te pongas en una situación comprometedora con una chica, lo cual es altamente improbable… al menos que vayas con alguna al Pueblo Francés de Reino Aventura (para mí siempre será Reino Aventura).

Pero como uno es caldufo, ahí me tienen hace algunos meses en tan bonito lugar con una chica, en la primera vez que salía con ella, y que particularmente insistió en que entráramos, ya no al Pasaje del Terror, sino a la Mansión de la Llorona. Voces populares me habían advertido que dicha morada ni siquiera se acercaba a una “casa de espantos”. Más bien, era como un circuito de malos chistes que lo único que te provocaban era que te pitorrearas de la risa de lo previsible que eran los “sustos”, y que hasta un niño de 2 años podría pasar por ahí sin alebrestarse ni tantito.

Yo, que soy igual de desconfiado que de asustadizo, no compré una chingada, y me formé con el Yisus in di maud mientras la chica sonreía y se reía de mi pésima manera de disimular la incertidumbre.

Pasó la fila, y llegamos al punto de entrada del juego, en el que te tienes que montar en un carrito que te lleva por todo el pasaje, y que a huevo te pone en frente de lo que no quería ver. Aquí entra el punto en que el inconsciente colectivo dicta que yo, en mi papel de macho mexicano, debía aprovecharme de la coyuntura, abrazar a la chica y decirle con voz de Elvis “Ah nena, ja, no te preocupes, ja, no pasa nada, ja, todo es de mentiras, ja, ja”. Por el contrario, decidí abrazar muy romántico el tubo del carrito, fijar la mirada en un punto neutro del horizonte, y aislar la mente en pensamientos tan abstractos como la economía de Ghana, los pies de José José y las carreteras de Memphis, Tennessee.

La chica, intuitiva como ella sola, se dio color y pronto me preguntó: “¿tienes miedoooooooo?” Y yo: nooo… nomás un poquito de frío. Desde ese momento, la chica no paró de reír de mi ridiculez, mientras yo me concentraba en Ghana, José José y Memphis, Tennessee. Cuando digo ridiculez es en serio, porque el corto recorrido es efectivamente una vacilada, y hasta mis sobrinos podrían hacer algo mejor. La Mansión de la Llorona no espanta ni a su abuela. No espantan… ni a mí.

Salimos del juego y la chica se divertía con mi palidez. Y desde entonces, juré: aquí no regreso, no vuelvo a meterme a una “casa de espantos”, ya no tanto por el susto, sino por lo ridículo que se ve un gorilón de mi tamaño con calzones color marrón en Reino Aventura.

No hay nada mejor que los Carritos Chocones.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Pole Position


Creía que haber volado el 12 de septiembre del 2001 en British Airways a Londres; que mi vuelo se retrasara tres horas y por ello y por las exhaustivas revisiones que provocó el binomio Bush-Osama, mi conexión a Berlín despegara sin mí, era mala suerte.

Llegué a pensar que estar el día 13 a las 12 de la noche afuera del aeropuerto de Berlín sin un taxista que me quisiera llevar a conseguir un hotel, por lo que terminé deambulando entre yunkies y malvivientes en la estación Berlin Zoo esperando el tren de las 6:15 a Dresden, era el colmo.

Sentí que era una maldición cuando me bajé en el ex lado soviético de Alemania y con mi inglés aprendido en discos de Iron Maiden era el angloparlante más ducho de todo la ciudad, por lo que otra vez tuve que pararme de manos para explicar a un taxista que iba al Artotel. Ahí, día 14 al mediodía, mi habitación ya había sido asignada a otra persona porque me esperaban 24 horas antes y no llegué, por lo que sentí que estaba meado cuando no me pude bañar, no tuve dónde dejar mis maletas más que en un cuarto junto a la recepción y así abordé otro taxi hacia el Lausitzring, obviamente en Lausitz.

Doscientos cincuenta marcos alemanes y una parada en la gasolinería después, llegué a la pista y comencé a buscar la oficina de acreditaciones, entre un chipi chipi que ayudaba a que mi, de por sí grasiento cabello de 72 horas sin jabón, se viera como el de un apache asoleado, pero ya había llegado.

La monserga parecía interminable cuando tuve que rescatar toda la información de la calificación del debut europeo de la Serie CART en media hora, porque mis amables editores querían nota, entrevista con Adrián Fernández y "a ver qué otra cosita se me atravesaba por ahí".

Bajó el nivel de la condena cuando Adrián nos llevó de vuelta a Arturo Romero y a mí, en un Honda a unos 180 kilómetros por hora de velocidad crucero en una supercarretera, donde los Mercedes nos pasaban como si estuviéramos parados.

Conseguir cuarto esa noche y que lo que hallé no midiera más de 4 metros cuadrados ya fue cualquier cosa cuando por fin pude pegar el ojo pasadita la medianoche.

Día 15
Con un cansancio de ese que te hace sentir como que cargas una mochila llena de piedras y los hombros duelen como si tuvieras a Carstens pintando una pared encima de ellos, ahora con chofer de lujo, otra vez Adrián, volví a Lausitz donde antes de empezar la carrera pude saludar a Alex Zanardi y pedirle una entrevista.

Antes ya me había dado una, cuando su racista PR se lo prohibió y guardaba el recuerdo de la noche en Vancouver, donde en el restaurante Antonio´s se acercó a mi mesa a recomendarme un osobuco delicioso y me dejó un habano para disfrutar tras la cena.

Alessandro siempre ha sido un tipazo, por lo que su negativa temporal a hablar ante mi grabadora, no la tomé como grosería, al fin y al cabo nos veríamos tras la competencia y entonces, como prometió contestaría mis preguntas.

Lo bueno era que a unas vueltas del final, volvió a ser el poderoso Zanardi que mandaba como Capo de CART y estaba por darle alcance al puntero, lo malo fue que saliendo de los pits perdió el control al poner la potencia en llantas frías, lo embistió de lado Alex Tagliani y la mitad de su auto junto con la mitad de cada una de sus dos piernas salieron volando en mil pedazos.

Una mancha de sangre comenzó a circundar el Reynard de Alex y la terraza de la sala de prensa desde donde vi el accidente me parecía un extraño lugar sin oxígeno, donde por más que jalaba aire no encontraba más que una nata espesa de incredulidad y pesadumbre. Corrí a la tele más cercana a ver la repetición pero no la pasaban, bajé como pude hasta la pista y los doctores ya tenían al italiano en la camilla. Lo vi alejarse en helicóptero y regresé a la sala de prensa, donde todos los fotógrafos acordaron no enviar a sus redacciones imágenes, que las había y muchas, de los pedazos de carne volando por el impacto y todos borraron con photoshop el gran charco de sangre. No era una decisión tibia, era por un amigo y no había necesidad. n tiempo después Sports Ilustrated se llevó la "exclusiva" al publicar las fotos sin edición.

Cinco años después entendí que todo lo que pasé para llegar a Lausitz fue una situación privilegiada, que alcanzar ver a Alex caminar fue un tremendo privilegio, pero verlo competir de nuevo en Puebla, luego de que durante ocho meses corrió en sentido contrario a la muerte, fue un milagro. Pero no fue un milagro que pasó solo, Alex peleó por su vida y luego tenía el humor de contar que no tener piernas era muy bueno cuando jugaba a las escondidillas con sus sobrinos, porque así se agazapaba en lugares muy chicos y nadie lo encontraba.

Han pasado ocho años y ahora sé que Alessandro le ganó a la muerte porque es un terco, de ahí su apodo "ananá" (piña, que para los italianos es sinónimo de terquedad) y porque cuando todos pensamos que la posición de privilegio en el automovilismo es la pole position, él siempre tuvo claro que la posición de privilegio es estar vivo.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Lo mío, lo mío, lo mío es...!!



Pido disculpas por entregar tarde esta entrada, pero estoy en plena mudanza del otro lado del mundo y a veces se complica. Gracias por su comprensión.


Nunca me recuperaré de no saber dormir de lado. Tampoco me recuperaré de no aguantar mucho tiempo con la pierna cruzada y verme como toda una mujer de sociedad. A los tres minutos que estoy en la posición de piernita cruzadita, el chamorro se me empieza a entumir y siento que me veo ridícula en lugar de seductora. Entonces, opto por la posición de piernita doblada abajo de muslo con la otra colgando. Y digo colgando porque no han hecho, hasta ahora, sillas para gente de 1.57 cms. No hay lugar en donde las patitas me queden colgando.

Pero en cuanto al dormir, lo mío, lo mío, lo mío es boca abajo. Ah! Qué gran posición! Pero...me ha causado algunos problemas que a continuación les compartiré.

Con el sexo opuesto, sabemos que es raro que quieran abracitos y dormir apergollados les causa tirria. Hay algunos que sí. Me han tocado muchos que consideran afirmativa su posición del abrazito al dormir, lo cual me causa un gran conflicto porque boca abajo, es casi imposible abrazar como se debe. 'A ver, no te importa que te eche la patita también?', 'Hijoles, pero se me va a entumir después...a ver, intenta...ay no, pesa mucho...pérate...mejor así', 'Noo, me clavas tu rodilla en mi chamorro!!! aaauuu!!...ya sé...a ver, hazte como que de lado...no así no...no, del otro lado, mueve el tronco, si, así!!', 'Chales me estás aplastando los testícolos, nel, mejor no!'.

Otra es que le da calor a la contraparte. Pero de todas las cosas, la peor es que estés boca abajo y él te abrace por atrás poniendo el brazo de 15 kilos encima de tu espalda ocasionándote en algunas ocasiones lumbalgia.

Esto es, supongo, porque he dormido en camas King Size y he tenido lugar para desparramarme y hacer lo que quiera y escoger esta posición tan poco práctica.

Tampoco hay chance de entrar en 'calor' porque estás con 'las partes sensibles' en pleno romance colchonero. No le toca nada a nuestro compañerito de camita. Sólo el trasero que, bueno...no es una parte que te prenda de repente. Necesita mucho sobeteo combinado.

Esta posición tiene otro problema. Si duermes con la boca abierta, dejas la almohada babeada. Y como es costumbre, cuando yo estaba en la Uni, pues también en clase me dormía boca abajo y babeaba el pupitre.

Pero a mí se me hace la emancipación completa del sueño. Súper cómoda, sin tratar de ajustar nada, no se te duermen los brazos, no te dan calambres. Bueno, es una posición de privilegio, no cabe duda.

**Escrito bajo el influjo del frío otoñal con mi ventana en mi nuevo departamento...aaahhh!!!

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Posición de privilegio


Por desgracia, Inphi nuevamente se ha visto impedido a postear esta semana y, a la vez, extiende sus más sinceras disculpas a los lectores de The Korova Milkbar.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Fantasías en el aire

Una de mis constantes fantasías desde chavito ha sido la de conocer a una celebridad, intercambiar feroces miradas entre la gente, dispararle una mordaz frase para iniciar la conversación, platicar a tambor batiente mientras cunden los arrumacos, interrumpirla con un beso jarioso y terminar revolcándome con ella en la arena de alguna playa, llena de gente que nos aplauda, de ser posible.

Por eso es fantasía.

Al frente de las preferencias en mi very own personal IBOPE, han estado Ludwika Paleta (Dios ha sido muy generoso con el mundo al crearla), Evangeline Lilly (yo le quito lo perdida), Lindsay Lohan (yo te oriento y te saco de los vicios, rrrrreina), y últimamente, Megan Fox (la comprobación de que Dios no escatima cuando de complacer a sus muchachos se refiere). Pero vaya, uno es flexible, y no tendría problema si a mis pies se postraran celestiales criaturas como Natalie Portman, Leighton Meester, Jessica Stroup, o de factura nacional como Ivonne Montero, Diana García o qué sé yo… Anahí de RBD.

Como sucedió hace tres años.

Fui a Veracruz para cubrir el partido Veracruz vs. América, en Boca del Río. A tal asignación me acompañaron el inefable Cacharpo, y Paquito Vega en labores fotográficas. El duelo aconteció en total intrascendencia, y una vez acabada la labor periodística, se convocó a la tradicional convivencia nocturna que suele acostumbrarse en viajes reporteriles al interior de la República.

Sin embargo, yo no me sentía del todo bien. Por alguna razón, me regresé al hotel antes que la tropa, argumentando un malestar general. Cuando el despertador sonó al otro día, el dolor se había concentrado en el estómago y era muy punzante. Entre retortijones me metí a bañar, hice mi maleta, y abordamos el taxi rumbo al Aeropuerto Internacional del H. Puerto de Veracruz. 

De camino, el dolor se multiplicó por ocho. Yo iba en el asiento de copiloto, literalmente doblado, tratando de encontrar la forma anatómica más adecuada para que no me molestara, pero el estruje no tenía compasión de mí. Pero bueno, pensé: no hay nada que una buena ida al baño no pueda arreglar.

Al llegar al Aeropuerto fui corriendo como Jorobado de Notre Dame al baño… pero nada. Nada de nada. Acudí al mostrador de Mexicana, y noté que por alguna extraña razón, mi asiento asignado era el 3D Pasillo. O sea, primera clase. Algo totalmente extraño, pues el periódico jamás, y digo jamás, mandaría a algún reportero en primera clase, y menos si es para un Veracruz vs. América. El destino quería que estuviera en esa posición de privilegio.

Una vez registrados, Paco, Cacharpo, mi dolor y yo fuimos al restaurante a desayunar. Seguramente con un tecito y un pancito (que no panecito) con mantequillita se me quitaría (¿por qué los mexicanos ponemos diminutivo cuando queremos ser consentidos?). Error. Apenas di un sorbo y una mordiditititita a mi desayuno, y pareció que Speedy González y todos sus amigos ratones arrancaron la fiesta con tequila y mezcal en mi duodeno. Qué pinche dolor más horrendo. Ahora ya comenzaba a gemir, mal plan. "Pasajeros con destino a chingar a su madre, favor de formarse en la cola del infierno". ¡Sí sí, yo voy, y en primera clase putoooos!

Consideré la posibilidad de no subirme al avión para ir al hospital, pero reconsideré tal pendejada cuando vi el escenario de: “Ay señoooor, tómese estas Buscapinas y váyase a su casa, no tiene usted nada. Seguro sólo es un gasesito”. No, mejor me subo y allá veo qué pedo.

Tan pronto nos formamos rumbo al avión, algo nos deslumbró con un brillo implacable. Por unos milisegundos se me olvidó el dolor. Bueno, es un decir, porque no se me quitaba ni tantito. A escasos tres metros de distancia, nos hacía el favor de estar una muñeca de porcelana, con platina cabellera, cutis de cera y figura de Mattel. Anahí de RBD, diminuta y perfecta, se prestaba a subir al mismo avión que nosotros.

Y por supuesto, no se sentaría en Misery Class.

Al subir al avión, encontré que ya estaba sentada en el 3C Pasillo. Cacharpo tenía el 3B En medio, pero ella, ni tarda ni perezosa refunfuñó de inmediato con un fresiacento que no sé si me provocaba besarla o madrearla: “Ayyy, señoooor, oiga, ¿le podría dejar ese asiento a mi manageeeer????”. Cacharpo no tuvo otra más que súper pelársela y no tener la oportunidad de rozar su brazo con el de ella. En cambio yo, con mi 3D Pasillo estaba en una Posición de Privilegio para concretar mi fantasía.

Pero no contaban con mi astucia, dijo mi sistema digestivo.

A 50 centímetros de Anahí, quien expedía un olor muy masticable, estaba (era un decir) su servidor muriendo (literal) del dolor. Apenas intentaba pensar en una frase de conecte, y mis tripas ponían el freno de mano. En las alturas, el dolor de estómago es más hijo de puta que un mosco en madrugada. Pronto llegaron las solicitudes de foto y autógrafos para la estrella, y yo sólo lograba abrir medio ojo. No me costaba mucho trabajo poner mi mejor cara de compugido para ver si Anahí se compadecía y abría la conversación con un “Oye guapo, ¿estás bien?”. Para que yo le hubiera dicho “sí sí, no es nada, sólo me estoy muriendo”. Y ella hubiera respondido: “Flacoooo, a ver, ven, pásate para acá, te hago piojito”. Y después de unas caricias, el dolor se hubiera transformado en calentura, y hubiéramos pasado al baño de Primera Clase para manosearnos descaradamente, y una vez que saliéramos, todo el mundo me hubiera aplaudido, de ser posible.

Insisto, por eso fantasía.

En realidad, Anahí no me fumó. De hecho, dudo que se haya percatado de mi existencia. Aterrizamos después de hora y media, y ella salió por patas del avión. Con trabajos arrastré mi maleta hasta el taxi, y balbuceé indicaciones para llegar a mi casa mientras le decía a mi mamá por teléfono que me fuera preparando un coctel de enervantes para olvidar el dolor.

Qué enervantes ni qué enervantes, escupió mi mamá cuando llegué. Nos vamos al hospital. Ya ahí me doparon y se me bajó el dolor con una barriga de 3 metros de diámetro. Tienes una apendicitis de miedo, papacito. Estás a minuto y medio de que te explote el estómago, te tenemos que operar. ¿Oiga, y podría ser el jueves? Qué jueves ni qué jueves, ¡ahorita!

Me metieron bisturí y me sacaron el apéndice. Una semana de baja y mucho reposo para recuperarme. Físicamente quedé como al poco tiempo, pero mi moral tardó mucho más en reestablecerse. Porque en condiciones normales, hubiera podido hacer más para ligarme a Anahí, platicar un poco con ella, quedar en salir, y dejarla enamorada con unos movimientos candentes.

Ya ven que uno, ni siquiera enfermo, deja de fantasear.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Vivo de mi desviación



Yo quería ser ingeniero, porque a mi hermano mi papá lo traía siempre con que sería doctor y como cuando uno tiene cinco años se le ocurren pocas profesiones, ante la pregunta del pariente sin tema de conversación que aborda niños en casa ajena, después de que Nachito contestaba: doctor, yo soltaba automáticamente el oficio que se suponía que sería mi modus vivendi, no por elección sino porque no conocía otro.

En la primaria seguía con el cuento ése de la ingeniería, pero no tenía ni idea de que era, yo lo confundía con la arquitectura y me pensaba haciendo casas, pero sólo de materializarlo un poco en mi cabecita me entraban unas ganas terribles de bostezar y me ponía a imaginar que hacía dupla con Hugo Sánchez en la delantera de la Selección Mexicana que golearía a Alemania en la final del Mundial del 82.

Más tarde fui pitcher de los Dodgers, mediocampista del América, del Flamengo y campeón mundial de peso welter derrotando a Tommy Hearns, claro siempre en la nebulosa de mis alucines mentales, porque en la secundaria lo de la ingeniería de plano ya no me entusiasmaba "como antes", así que dejé de plantearme la pregunta que después hizo canción Miguel Mateos, al fin todavía era nene y no quería ser grande.

En la prepa llegó el tan inesperado como estresante momento de la crisis vocacional. Cuarto de prepa, no te apures todos llevamos las mismas materias, ya escogerás área. Los orientadores, todos unos baquetones, organizaban cada seis meses charlas para que supieras qué hace por ejemplo, un trabajador social (con su perdón, qué deprimente ser trabajador social), sólo de saber que se decía que había mujeres feas en el mundo y después las de trabajo social, mejor ni entré a la charla.

Quinto de prepa, las calificaciones de tus materias, decía la orientadora, son el mejor indicio de qué carrera cursarás, pero para un chico que se doctoró en ping pong, frontón, torneo nocturno de futbol y cáscara de americano, el haber sacado MB en italiano porque la professoresa era un dulcecito de 75 años que no pasaba lista, y que en álgebra tuvo de promedio 4, porque sólo presentó el primer parcial, no eran indicios de nada, si me hubiera orientado por eso ahora tendría licenciatura en indigencia.

El problema era tener que escoger área, ya no digamos carrera, mi análisis fue así: área uno, físico-matemáticas, aunque compré más de una cena con el pago que recibía de amigos y extraños por presentar por ellos física de cuarto con credencial falsa en extraordinarios, y las matemáticas no me eran muy difíciles, no le encontraba atractivo a las ciencias exactas, el único matemático que admiraba era el luchador de la máscara llena de números. Área dos, Químico-biológicas, doctor nunca, ése iba a ser mi hermano, además abrir gente o hacer fórmulas en laboratorios me causaba salpullido, no. Área cuatro, no me acuerdo cómo se llamaba, pero significaba Derecho y abogado me era equivalente a político priísta o ladrón con traje, como dicen, son como los platanitos, porque no hay uno derecho, mejor no. Áreas cinco y seis, (creo que sí había seis) tampoco recuerdo qué eran pero cuestiones artísticas y filosóficas que me agradaban pero tampoco quería acabar mis días haciendo pulseritas y collares para venderlos en Coyoacán.

En fin, por descarte me fui a económico-administrativas, me sonaba bien ser geógrafo, me gustaba la geografía política y podía estudiar en Filosofía y Letras (no entiendo qué hace esa carrera en esa facultad, pero me imaginaba rodeado de hippiosas que querían conocer su yo interno y yo gustoso también de entrar a buscar su mentado yo). Así me pasé casi todo sexto, hasta que llegó el día de llenar la forma de pase automático para escoger carrera. Muy seguro me formé en la cola para entregarlo, una fila inmensa con esa seguridad que da la inocencia al que cree estar convencido de algo, porque yo iba ser geógrafo.

En la espera un amigo me preguntó qué escribiría en la forma y le dije mi decisión y se soltó a reír, "vas a ser geógrafo como Apolonio, jajaja". Apolonio era el maestro de geografía, un hombre de notable inteligencia pero de evidente frustración e insatisfacción por dar clases en una prepa y de eso ganarse el pan. En realidad no lo había pensado así, el único geógrafo que conocía era don Apolonio y yo mismo le decía de burla Apolonio Six, por la heroína de la película Purple Rain de Prince.

"Vas a terminar dando clases con tu trajecito como Apolonio", machacó mi "amigo", pero yo le dije que no, que un geógrafo podía hacer otras cosas, sólo que no supe qué cosas decir que hacía, porque no las sabía. Total que 17 años de indefinición llegaron a su punto más alto, estaba a 10 personas de entregar mi forma y no sabía qué estudiar. Otro amigo que estaba echando pasión con su novia frente a mí en la fila, ya tenía llena su papeleta y lo interrumpí para preguntarle qué carrera había escogido y me dijo, "Comunicación". "¿Qué es eso?", dije. "Pues periodismo, escógela está padre".

Le argumenté que yo no quería er como Jacobo Zabludowsky y me dijo que podía trabajar en un periódico como sus papás que lo hacían en Excelsior y tenían un caserón en San Angel. Entonces ya no me desagradó tanto la idea, por puro convenenciero, eso sí le dije, qué hueva un periódico que yo quería hacer radio. En fin un minuto antes de entregar la forma la llené para estudiar comunicación.

¿En qué momento años de convencimiento sobre mi vocación de ingeniero o el año en que tajante me veía como geógrafo, se desviaron a suspender el faje de un amigo para copiarle la carrera, sólo porque no quería ser un aburrido maestro y terminé estudiando comunicación? No sé pero, la desviación terminó siendo una súper carretera que no me cumplió el caprichito de hacer radio y me llevó a ser fundador de Reforma y ahora editor de Récord y llevar 16 años como periodista en periódicos, pero que, eso sí, se muere de ganas de un día poder dar clases de algo.

Desviarse es cambiar de rumbo, pero no siempre es una elección, en realidad muchas veces somos pasajeros de lo que vida sin preguntarnos tiene para nosotros como camino.

PD: Por cierto, mi hermano es endodoncista y todos le dicen "Doctor".

jueves, 3 de septiembre de 2009

U turn

Mis consideraciones acerca de los desvíos fluctúan entre la locura y la cordura. Se aprende no sólo en la toma de decisiones, sino también en reservarse el derecho de elegir. Como mujer, tengo un sexto sentido que, si mis lectoras no me dejarán mentir, las mujeres somos buenísimas en saber si algo te vibra de la manera correcta. Qué es, no lo sé, pero las veces que le he hecho caso a mi instinto, todo ha salido a la perfección...dentro de mi insanity.

Voy directo a un tema banal, pero a la vez importante: las vacaciones. Viajar es una parte importantísima de mi vida, casi a la par de trabajar. Me gusta experimentar nuevas sensaciones y entender otras culturas. Pero...no me gustan las incomodidades...no permito de ninguna manera acampar en ningún lado, ni tampoco quedarme a dormir en bancas de parques. Aunque sea en un hostal, pero quiero una cama y un baño donde lavarme los dientes no sea toda una odisea. A mi ex también le gustaba viajar...y acampar...ahora viendo hacia atrás, supongo que esa fue una de las razones por las cuales al final nos dejamos en paz.

En un esfuerzo por vincularme a su vida de contradicciones porque era broker financiero en una casa de bolsa e intentaba una vida de hippie apestoso por la otra, organizó un viaje a Playa Michigan los dos solos. Un jueves, pasó por mi al trabajo en la tarde y nos enfilamos hacia Zihuatanejo. A mí, algo raro ya me latía, esa sensación de que algo iba a salir mal, pero nunca la externé, me lo callé muy prudentemente. Para cuando llegamos a Acapulco, en la desviación hacia Oaxaca e Ixtapa, el cielo se cerró y comenzó a llover a cántaros. Juan blasfemó en contra del Dios de la lluvia y yo callada....escuchando 'You and me' de The Cranberries.

Llovió las dos horas que hicimos al pueblucho ese que está lleno de narcos y de eperristas y de guerrerenses con machete en mano dispuestos a hacer carnitas a cualquier extranjero que llegara...el pueblo es Tecpan de Galeana. Y del lado izquierdo, ya pueblo dentro, había una desviación que no tenía letrero pero que Juan aseguraba por todos sus muertos que esa era la entrada o salida, según lo quieras ver, correcta. La pasamos y más adelante había otra...o sea, eran 2 desviaciones. Eran las 10 de la noche y la verdad, mi espíritu aventurero a veces no da pa' mucho. Yo ya estaba emputada, exclamó Lady Di. Me pregunta qué desviación tomar y yo le respondo calmadamente, pero con tono enérgico 'Cómo chingaos quieres que sepa si nunca en mi escamochera vida he venido a este lugar. Y creo que está peligrosísimo' Silencio. Después de 5 minutos de deliberar con sus 3 neuronas decidió tomar la primera desviación. Error. Pero yo callada. Nos metimos en un campo de platanares...sin luz, obviamente y sin manera de ver si a dos metros nos iba a salir un ejército o el Chupacabras. Juan pálido, me comenta lo siguiente 'La cagué'. Yo, callada.

Después de dar mil vueltas por los platanares llegamos a un claro y a lo lejos vemos una linterna que se agita...no, son dos linternas...no no no, son tres y vienen hacia nosotros! Enfoco mi vista de rayos Gamma y veo que son tres soldados con metralletas que nos quieren parar. Pensé '¡TE LO DIJE IDIOTA!' pero yo...callada. Juan se da una vuelta de Fittipaldi y nos damos a la fuga. A lo lejos escuchamos como los soldados gritan algo, nunca supimos qué. Más pálido que una cuija, Juan decide tomar la siguiente desviación. Necio. Sigo callada, pero estoy en todo. Al principo de este camino había un tipo motel que, de menos, podríamos dormir horizontalmente. Dejé que se fuera hacia la otra desviación y en pocos minutos estábamos en una laguna con una pequeña panga para cruzar a la playa. Habíamos llegado. Preguntó a un niño que si era Michigan, él contestó que si y pues da la casualidad de que la panga no funcionaba hasta mañana porque estaba lloviendo mucho y al parecer había una tormenta tropical. Yo callada.

Nos damos vuelta de nuevo y Juan me hace la acotación de porqué tan callada...bueno, pues esta situación es de Chevy Chase, nos acaban de perseguir unos soldados, hay tormenta, no tenemos dónde dormir y estamos en un pueblo de matones. Sugiero nos quedemos en ese motel a jetear y a lavarnos las patas. Mi sugerencia se hizo escuchar y realidad. Esa noche costó 700 pesos.

Ya ni qué decirles del viaje en sí que, nada más para que sepan, a Juan se le olvidó el techo de la casa de campaña que llevábamos.

Las desviaciones no necesariamente tienen que ser profundas, concienzudas, sobre qué maestría elegir o a qué ciudad mudarse. Esta desviación me llevó a tomar la decisión de nunca ir más allá de Acapulco o Ixtapa en Guerrero, a que no hay que tomar caminos desconocidos a media noche y que hay que llevar siempre una torta de lo que sea en caso de perderse.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Desviaciones

Por un problema técnico, Inphi no pudo postear esta semana. Se reincorporará a la brevedad posible a The Korova Milkbar.