viernes, 30 de octubre de 2009

Siempre pierden

So pena de parecer misógino, creo que muy pocas mujeres entienden realmente la pasión que puede tener un hombre por los deportes, no por practicarlos, sino por presenciarlos, mitologizarlos y hasta venerarlos.

Pero no sólo se trata de no entender la intrascedental trascendencia que tiene para nosotros la victoria, la derrota, el título o el descenso, es que tienen el don de echarnos a perder la dulzura o el amargo momento.

Por lo general, (y este es el momento en el que mis lectoras se ofenden) las mujeres sólo ven fubol (y eso es un decir, porque se la pasan platicando de otras cosas) cuando juega la selección. Otras tienen una afición tardía que muchas veces viene de una filiación estudiantil como la que tienen las que estudiaron en la UNAM por los Pumas o las que querían estudiar en la UNAM y no lo lograron, o las que les parece muy fashion el puma del uniforme y por eso decidieron ser de la Rebel.

Esas que le van a Pumas no deben sentirse mal porque también hay una serie de borregos que el día que les dieron el número de cuenta en la prepa o el CCH, en ese momento comenzaron a clavarse en el pambol, y como los subían en camiones para asaltar vinaterías, pues le agarraron más cariño al equipo que (dicen, porque son todo menos eso) representa a la Máxima Casa de Estudios, de la cual yo fui estudiante, pero que cuando llegué a ella ya tenía 10 años de irle a otro equipo y ya sabía de futbol. Bueno hay mujeres que le van a otros equpos, perro las más lucidas siempre son las Pumas.

El ritual de ver el futbol con mujeres es agradable porque son amables, cariñosas y por lo regular solidarias con el machín que las acompaña, pero como dije antes se les da echar a perder todo eso con una maldita frase de "¿yo no sé para qué ven el futbol, se enojan y se emocionan, si siempre pierde México?". Madres, suegras, novias, esposas, hermanas, primas, amigas y amantes lo dicen, y en planos mundialistas, en primera ronda esa frase no lastima, pero una vez que llegamos a octavos de final, parece una sentencia, una premonición, una insufrible máxima: "¿ya ves?, te lo dije, siempre pierden", en ese momento parece una gran verdad y si a esas nos vamos, pues sí ahí siempre perdemos, pero si lo sabes no le digas, quiéreme en la derrota.

jueves, 29 de octubre de 2009

¿Qué te dije Cucus?


¿Qué te dije Cucus? Esta frase, famosa entre mis amigos, no tan amigos, familiares, desconocidos y colegas,  la he inmortalizado por su contenido espontáneo y de naturaleza recriminatoria. Tiene la friolera de 18 años y prometo pasarla a generaciones y hacerla una frase recurrente en alemán: Ich erzählte Ihnen. Se preguntarán ¿de dónde salió esta famosa y sabia frase?

Yo tenía un amigo llamado Carlos que era el hermano de sangre de Juan, mi ex. Íbamos juntos a todos lados: al cine, a News, a Magic, al Studio Taco y, claro, a Acapulco. Carlos tenía casa en el puerto y nos invitó a pasar Semana Santa del año 1990. Éramos 8 amigos con los papás, llamados Carlos y Berta a quien le decían cariñosamente 'Cucus'.

Fue uno de los viajes más divertidos en los que he participado. Íbamos en una camioneta tipo Scooby-Doo y en ese entonces estaban apenas terminando la Autopista del Sol, por lo que hicimos alrededor de 7 horas. La muchacha de Carlos, Jacinta, nos hizo bien en preparar unos sángüiches con harta mayonesa, jamón Fud y queso amarillo. A las 4 horas de haber emprendido camino dimos cuenta de ellos, aún cuando el mío tenía un color tornasol sospechoso. Yo argumenté que había niños sin comer y que mejor me lo comía a como diera lugar. Tonta. Pero era joven e imberbe.

Finalmente llegamos a nuestro destino, bajamos maletas, desempacamos trajes de baño y fuimos directo a la playa del Plaza...sí del hotel Acapulco Plaza. Súper noventero. No hay nada más  Acapulco-noventero que el desarmador, el moradito, Luis Miguel, el Ticket to fly,  los cigarros More, el Atrium y la playa del Plaza. Pues bien, nos tendimos al sol, sacamos nuestra recién comprada grabadora con CD, la hielera con los juguitos de naranja, el vodka, unos Sabritones y a chupar se ha dicho. Pues bien, después de sendos desarmadores y de escuchar 'Hoy el aire huele a tí' como 50 veces nos dirijimos a la casa a cambiarnos para irnos de antro. Ese día tocó Atrium. Como los papás iban con unos tíos y jugaban póker hasta que les amaneciera, no reponían en que llegáramos casi al amanecer.

Al siguiente día me sentí pésimo. Me daban arcadas nada más de acordarme del maldito sángüich. Claro fue la combinación mortal entre el vodka y el jamón podrido. Mi amiga que fungía como hermana mayor, Elisa, fue a la farmacia a comprarme Tempra y demás cosas. Los papás de Carlos me hicieron un atole de arroz y me compraron pechugas para comer. Se preocuparon no por mi salud, sino porque no querían que los obligara a regresar antes de lo previsto porque tenían un tipo torneo de póker el cual no podían faltar. Con todo y mi malestar, nos fuimos a esquiar a Coyuca y después de tomarme unas disprinas y otras drogas, confieso haberme sentido muy bien. Tanto que pude esquiar y subierme a la banana sin ningún accidente. Regresamos de nuevo a la casa para arreglarnos e ir de nuevo al Atrium y después al Baby'o. La edad promedio entre la chamacada era de 16 a 19 años, por lo que las probabilidades de que nos pidieran ID eran enormes. Afortunadamente, el tío de Carlos había llegado esa tarde y conocía a no sé quién que nos iba a dejar entrar sin problemas.

Después de producirnos y dejar una estela de Obsession, llegamos al Atrium. Ese día si fue de perdición total. Tomamos y bailamos como cosacos. O como chilangos en Acapulco, más bien. A las 2:30 AM, Juan y yo bailamos al ritmo de 'que tengo una bolita que me sube y me baja...AY que me sube y me baja!' y con los ánimos caldeados, decidimos saltarnos el Baby'o para irnos a la casa y consumar nuestro amor juvenil, argumentando mi estómago malito. Salimos, tomamos un taxi y nos fuimos como pedos del espacio. El cuarto de los 'niños' estaba exactamente arriba del garage y las escaleras para entrar a la casa pasaban junto a la ventana, por lo que se oía hasta el aleteo de una mosca. Estábamos en pleno 'acto sucio' cuando escuchamos que las puertas automáticas se abrían. ¡NNNOOOOOOO! ¿Pero qué no estaban en una partida de póker? Cucus y Carlos se bajaron del coche mentando madres, que cómo era posible que Hugo estaba haciendo trampa, que si la botana asquerosa, que estaban viendo cuando se hacían señales entre dos jugadores, todo un drama. Nosotros, sin siquiera respirar debajo de una de las camas. Están subiendo las escaleras cuando Cucus le pregunta a Carlos 'Oye amor, ¿los muchachos no han llegado?' y él respondió 'A ver'. Abre la puerta, prende la luz y no ve a nadie, por lo que grita  encabronado y en tono de reclamo 'Ayyy ¿qué te dije Cucus? si no van a llegar temprano estos chamacos,  andan en la peda. ¡Pero me van a escuchar mañana!'. Nuestros adolescentes corazones se detuvieron y pudimos haber tenido un infarto al miocardio. Cerraron la puerta y siguieron su camino mentando madres de la partida de póker.

Al otro día contamos nuestra peripecia a la comunidad y desde entonces, utilizamos en lugar del cagante 'te lo dije' el '¿qué te dije Cucus?' que se agradece porque suena menos solemne y arbitrario. Sobre todo después de esta anécdota.

Tan famosa es que cuando Juan y yo ya estábamos divorciados, él tuvo que acompañarme a hacer algunas cancelaciones de celular y demás que estaban a su nombre. De muy mala gana fue conmigo y me dijo '¡Debí de haber puesto todo a tu nombre, me lleva la chingada!' y yo le respondí 'Qué te dije Cucus....'

miércoles, 28 de octubre de 2009

Sid Vicious pidata



Este lindísimo tobogán beige pertenece al Noah's Ark Waterpark de Wisconsin Dells. Y ahí... mi reverendísimo lado pendejo hizo que me hiciera un agujero en el pecho.

Como se alcanza a apreciar en la imagen, detrás de ello hay una estructura de madera por la cual suben los intrépidos (se dice que la caída es de 75 metros y que más que diagonal, es una sensación netamente "vertical"). De ello doy fe.

Y justo ahí, en algún momento de 1989, mi tía Becky me hizo la siguiente advertencia: "Luisito (versión 11 años), no hagas cosas raras y lánzate como la gente normal. No sueltes el tapete".

El "tapete", como ella le llamaba, era simplemente aquella esponja rectangular sobre la que uno se avienta, impidiendo que la piel se raspe/queme con la superficie del mismo. Si usted se fija bien en la imagen una vez más, verá que tanto la muchachona del lado izquierdo como la hombruna del lado derecho se están arrojando al vacío con un estilo convencional, sin ocurrencias locas ni posturas riesgosas. Ok, eso fue exactamente lo que Inphiniño no hizo en aquella tarde todavía ochentera.

Pese a las recomendaciones de mi querida tía Becky y tras una primer bajada muy aburrida, este ñoñazo se quiso pasar de listo y en su segunda tanda se lanzó con bríos de futbolista que quiere festejar un gol aventándose de panza al pasto. Solo que el pasto no quema.

En un primer segundo, comienzo mi descenso trompabajo a velocidad con un grito de aventurero muy acá, dizque muy plomito, pero pocos instantes después, el "tapete" me dice adiós y sale volando feliz de la vida por la parte izquierda del tobogán. En el resto del trayecto, mi pecho se descuartiza con la mentada superficie de esta divina atracción acuática. Nunca un viaje duró tanto, al menos para mí. Las astillas o microcuchillas se encargaron de abrirme el alma y el corazón más que Sarabel, mi maestra cachubi de 4o de Primaria.

Y, sí, ya pa' cuando llegué a la parte horizontal y de reposo, venía chille y chille. Fue la única ocasión en mi vida en la que mi pecho quedó más rojo que mis huevitos. Me hice endodoncia de esternón y sangré como filipino en Viernes Santo. A esto hubo que agregarle la burla de los malditos gringuetes bobalicones cuya risa es tan lamentable que, si ellos se burlan de ti, arde al triple. Los mexicanos nacimos pa' mofarnos de ellos; no al revés. Oh, Dios mío, he manchado la imagen del chile en nogada. Merezco encarnar en gringo espueludo de Wyoming.

Al ver mi sangrante pecho a la Sid Vicious, mi tía intentó auxiliarme muy panchamente sacando de su bolsa unas toallitas circulares, las cuales, según yo, eran más para quitar impurezas del rostro que para arrancarme este maldito dolor que desataba en mi pecho una creciente ola calorífica.

Es un hecho, las causas siempre van antes que los efectos, pero en aquella ocasión lamenté masticar primero los efectos y después reparar en las causas de mi pendejez. Estuve entre 5 y 8 días sometido a un inenarrable dolor de pecho, y debí usar playeras hiper mayates de tela de pijama adquiridas en TJ Max para restar un poco de suplicio al roce.

Desde entonces, cada vez que alguien dice "salí raspado" de tal o cual situación, lo tacho de funesto y raquítico. No sabe de lo que habla.

lunes, 26 de octubre de 2009

Nosotros los necios

La naturaleza de los necios es decir que no. Así de botepronto, “oye, que la chingada…”. No. Así de huevs. ¿Por qué? Pues porque uno es necio, así nos hizo PapáDios y así nos iremos de este mundo.

Por eso, para nosotros los necios, el maldito “Te lo dije” es como “The power of Christ compells you” para Satanás en El Exorcista. Es lo peor que nos pueden decir. Pero a pesar de que al final la lección haya sido que se vivía en el error con todo y que teníamos una advertencia previa, uno aprende a apretarse uno y sonreír políticamente con la equivocación a cuestas.

El “Te lo dije” nos cae como sal a la lombriz. Porque pega en el orgullo, y el orgullo es la patria del necio. Y en lo particular, no hay persona de quien me pueda reventar más un “Te lo dije” que de mi señora madre. Tiene un tonito particular que me provoca sentir que mi hígado debe tomar vacaciones de inmediato. “¿Ya ves Miguelangelito..? Te lo dije”. Futtsssss, mejor miéntame la madre. Porque lo peor de todo, es que casi siempre, en una estadística del 97.4 por ciento, termina teniendo la razón. Como diría ella, me purga.

Porque ahí no acaba la cosa, más bien con eso comienza. Sorrájate sermones y argumentos envalentonados y perfectamente construidos, porque sí, a toro pasado, cuando te avientas un “Te lo dije” con todas las de la ley, cuentas con todas las armas para tejer un raciocinio cuadrado perfecto. En apariencia edificado con la razón cuando no, no señora, lo de usted fue sólo una corazonada. Claro, una corazonada de madre y ésas… nunca fallan.

El “Te lo dije” es el hijo pródigo de lo que yo llamo “El Bello Arte de Predecir el Pasado”. O sea, cuando ya todo sucedió, sólo hay que unir los hechos, y como por azares del destino o de la tripa mi madre tenía razón en algún punto, lo más sencillo es inventar o seleccionar las demás varillas de la construcción de la verdad. Total, “Te lo dije”.

Brincos diéramos los necios para que hubiera una medicina para remediar los letales efectos del “Te lo dije”. Una pastillita que yo traería en mi guantera, y que viniera en dulcísimos presentaciones como de Cevalín. O bien, en efervescentes como el Calcibronat para echarte uno antes de salir de casa.

Si bien es cierto que al final el “Te lo dije” tiene fines didácticos, no deja de ser una frase irritante, acetilsílicamente ácida. Cagante, vaya. ¿Qué le vamos a hacer? Nací necio y necio moriré.

viernes, 23 de octubre de 2009

Ojitos pajaritos



Ojos cerrados... (mascullo) ñem, ñem, ñem... "Con los ojos cerrados, iré tras de él, con los ojos cerrados, le-voy-a-cre-er", uta qué naco, qué triste que sea lo primero que se viene a la cabeza cuando pienso en "ojos cerrados". Digo la Trevi tiene su encanto y lo tuvo más, hasta trabajé una vez en la volanteada y la taquilla de un concierto suyo en el Casino de la Selva de Cuernavaca. Sus calentarios eran de antología. Cuando salió el libro de Aline, "La Gloria en el Infierno", y vi las fotos de las otras changuitas que embaucó Sergio Andrade, yo estaba esperando el libro del buen representante para saber el secreto de cómo se echaba a la uña tanto trompo chillador. Maestrazo. Por eso cuando en tele Chapoy o en radio Gusano Amorfo Ínfame hablaban pestes de este genio, yo no dejaba de admirar su bendita labia.

Ojos cerrados... (mascullo de nuevo, entrecierro mis ojitos y me sobo la barbilla como pensando) ñem, ñem, ñem "Cierro mis ojos para que beses mis manos y mi frente, para que corran tus dedos por mi piel. Yo no te veréééééé, yo no te verééééé puedes hacer lo que quieras conmigo, no te mirarééééé, no te mirarééééé hasta que tú me lo pidas amor", chiiiiiiiiiiiiiale, otra vez mi cultura musical enriquecida en años de monitoreo radial en Polygram, me ha traicionado, pero después de todo Raphael es el Divo, el Ruiseñor de Linares y pues, la rola no es la de Muse o la de The Cure del Inphi, pero tiene un lugar en la historia de todos aquellos que no nacimos en Birmingham o Liverpool y que reconocemos nuestra parte chachesca (de las chachas), que vive ahí en la porción del cerebro donde se aloja el jabón zote y los restos de queso supremo. Además a Raphael lo fui a ver al Auditorio y ya quisiera Ian Gillan cantar como él y creo que son de la misma edad.

Ojos cerrados... (mascullo) ñem, ñem, ñem (me rasco la cabeza y mascullo de nuevo) ñem , ñem, ñem... "que sus ojitos jamás se hubieran cerrado nunca, y estar miráaaaaaaaaaaaaandolos, Amor Eternoooooo", mingue su chadre, ahora sí me hice afuera de la bacinica, JuanGa, válgame el señor y los clavos de su cruz. Bueno es una rola que primero decían que le había hecho a su Jechu, peeeeero que después se supo era para un canijo, según comentó Jaime Almeida, no sé si en puntos beodos, en un programa de VH1, porque la declaración fue fuerte incluso para haber sido dicha en 2008. Total, como lo dijo el Divo de Juárez, "lo que se ve no se juzga".

Ojos cerrados... ñem, ñem, ñem... ¡Ya! "Close your eyes and I'll kiss you, Tomorrow I'll miss you, Remember I'll always be true...", con esta ya me reivindiqué, ya me estaba saliendo el oído orientado en la cola de la tortillas, y en verdad yo sé de música. Ahora que si de ojos se trata, "Ojos de gata" de Los Secretos que no es otra cosa que un cojonudo homenaje a Sabina. Mejor le paro, ¿no?

Ustedes disculparán tan insulzo recuento, pero hay días y semanas en los que cuando trato de pensar en algo, sólo me da vueltas sin fin una canción en la cabeza, incluso me duermo y como ruido de fondo, el track se repite, hubiera querido escribir algo más profundo pero cuando cierro los ojos, veo las cosas más claras que cuando los tengo abiertos, por lo regular no cierro los ojos sólo me veo para adentro.

jueves, 22 de octubre de 2009

Emmenez moi


Permítanme hacer la acotación de la imagen del post de esta semana: Fabulosa. No hay más. Con esos ojitos a medio cerrar ¿quién dice que no? Excelente imagen. Un apluaso a nuestro diseñador.

Ya en cuestión del tema, son contadas las cosas que hago a ojos cerrados. Llámenme desconfiada o poco aventurera, pero no es mi actividad favorita. A mí me gusta el pinpiririn pin pin. La acción, el movimiento, captar cada segundo de lo que pasa a mi alrededor para que, la poca memoria que me queda, no se vea nublada por el velo de mis párpados superiores. Me gusta escuchar música con los ojos abiertos, me gusta comer con los ojos abiertos y me encanta soñar con los ojos abiertos.

Pero...sí hay 3 actividades muy específicas que me gusta hacer a ojos cerrados. Consciente de mis movimientos y no dormida, evidentemente. Echar siesta en el sofá o quedarse dormida no vale. Es una obligación mantener los ojos cerrados al momento de dar un beso francés. Ese es el misterio, la magia, el zsa-zsa-zou. Nunca lo hice y tal vez no lo haga. Esa es la magia del beso, estar a oscuras y encontrarse el uno con el otro de esta manera...a tientas entre lo conocido-desconocido. Para mí, no hay experiencia íntima más poderosa que ésta.

Algo que hago sin darme cuenta, pero que me viene de repente es cerrarlos al momento de oler flores. Si, así nomás, me acerco a una gardenia y cierro los ojos. ¿Porqué? No sé. Seguro para que nada interfiera entre el aroma y yo. Pero son segundos, milésimas de segundos diría yo. Tomo a la flor, la acerco a mi nariz y aspiro al momento que cierro los ojos. Todo un ritual.

La última, y no por eso la menos importante,  actividad que hago a ojos cerrados es sumergirme en el agua. ya sea alberca, río o lago, NUNCA abro los ojos. Esto es un trauma que me quedó cuando a alguien muy cercano a mí se tiró a la alberca del crucero donde viajábamos cuando yo era pequeña y abrió los ojos dentro...sólo para descubrir que los ojos se le habían cocido como huevo porque el agua que está en estas albercas es salada. Ni loca que los abro ni ahí ni en ningún lado. Sí...soy desconfiada y sólo confío en mis googles Speedo.

Y después de haber besado, nadado y aspirado a ojos cerrados, con certeza les platico que éstas son las actividades que me transportan a otro lugar con el hombre, la flor, el agua y mis ojitos cerrados.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Damas y caballeros, estamos flotando en el espacio


Prender velas rojas (chale, parezco Mizada Mohamed), servirse el drink preferido, recostarse en el sillón más cómodo de la historia, cerrar los ojos y mantenerse así.

En el afán de eliminar de modo exquisito la polilla mental, las 15 rolas más sublimes para ser consumidas con ojos cerrados son:

- De Damien Rice... "Cold Water".
- De The Cure... "Plainsong". Ojo, no dije "Lovesong".
- De Pink Floyd... "Interstellar Overdrive". Sí, podría ser "Shine On You Crazy Diamond", pero arriesguemos.
- De Devotchka... "How It Ends".
- De Air... "Mike Mills". Me cuentan que a La Olis le sucede algo durante los 4 minutos que suena este tema.
- De Muse... "Exogenesis Part 3. Redemption". A gozarse el cierre del compacto que he escuchado más veces en el último mes.
- De Interpol.... "The Lighthouse". Prohibido chillar.
- De Radiohead... "How To Disappear Completely", aunque casi cualquiera aplica. El propio Yorke tiene ojos de vagina horizontal.
- De Arcade Fire... "Rebellion (Lies)", aun cuando muchos se orgasmean con "Wake Up", pero esa es más de ojos desorbitados y lunáticos.
- De Spiritualized... "Ladies And Gentlemen We're Floating In Space".
- De The Verve.... "Velvet Morning".
- De Massive Attack... "Heat Miser".
- De Julian Plenti... "On The Esplanade". No rompe huesos, pero sí es intravenosa.
- De Micah P Hinson.... "Beneath The Rose". La conocí ayer y la escuché esta madrugada con las cortinas abajo. Se siente como si un caracol te caminara por la espalda.
- De Leonard Cohen... "Suzanne". Cliché, pero indispensable.

Y, como le dijeron a varias abuelitas, en cualquier caso y en cualquier momento, usted cierra los ojos bajo su propio riesgo.

Inphi escribió esto recostado en el sillón más cómodo de la historia, con un desarmador que sabe mejor entre semana y escuchando varias recomendaciones que conforman este soundtrack flotante y espumoso.

lunes, 19 de octubre de 2009

¡Aplausos!

Me encanta viajar en avión.

Me encanta, y me puede recontracagar que de unos años a la fecha, ha dejado de ser una actividad exclusiva para convertirse en el nuevo autobús. Recuerdo que hasta hace una década, maomenos, treparte a un avión era símbolo de caché. Se subía a un avión el que podía pagar hartos millones, y por lo mismo, la experiencia propia era en la mayoría de los casos, placentera. Los precios eran altísimos, y por lo mismo, sólo se utilizaba un avión cuando era estrictamente necesario, al menos desde la perspectiva de esa tribu llamada clasemedia mexicana.

Ahora, cualquier pelado tiene en mano un pase de abordar. Y cuando digo cualquier pelado, me incluyo, por supuesto. Ahora el que prefiere irse a Acapulco en autobús en vez de en avión es un pasguato, porque por precio ya es casi lo mismo, y en relación costo-beneficio por el tiempo y desgaste que te ahorras, sale mucho mejor. Las líneas de bajo presupuesto abrieron el mercado de pasajeros aéreos, pero no fue de gratis. Todas las compañías han tratado de economizar para compensar lo que le bajaron a los boletos, y ahora poco falta para que te cobren por ir a mear. Unos ya ni bebidas te sirven, por lo que experiencias como la de mi hermano desquiciando a una azafata se extinguirán poco a poco.

Aquella vez, llegó el carrito y nos preguntaron qué queríamos de tomar. ¿De qué tiene jugos?, preguntó el idiota de Rodrigo. “De naranja, toronja y manzana”. ¿De qué? “Naranja, toronja y manzana”. ¿No tiene de uva? “Señor… naranja, toronja y manzana”. Mmm ok, pues una coca por favor. (Ni al caso la anécdota, pero la quería contar jaja).

El caso es que hay dos rituales que sigo religiosamente cuando me voy a trepar a un avión. Y uno de ellos es recibir el despegue de la nave… con los ojos cerrados.

No me dan miedo los aviones, para nada. De hecho, disfruto la turbulencia. Pero cada vez que estoy en un avión que alza el vuelo, cierro los ojos porque la sensación es divina, y casi siempre me quedo dormido. No sé qué sucede, no sé qué origina mi manía, pero es un “must” en mi viaje. Revoloteo mi estómago y la parte posterior de mi cabeza es masajeada por fantasías varias. A veces despierto cuando ya están paseando los chamacos de aquí pallá, o cuando rolan los miserables cacahuates. El trance puede durar 5 minutos o 3 horas, pero sucede.

Ahora bien, el otro ritual que acompaña al de despegar con los ojos cerrados es tan castroso que ha desatado infinitas polémicas en diversos círculos sociales: su servidor, al más puro estilo de Nosotros los Gómez meets Aarón Abasolo, aplaude cuando aterriza el avión.

Sí. Pin-che na-co, jaja.

Esto, cabe aclarar, sólo sucede cuando voy acompañado, porque el propósito del segundo ritual es hacer que hierva la sangre de mi compañero en turno, particularmente del propio Rodrigo o de HMI, con toda su clase al viajar. Me encanta porque, inevitablemente, al menos 3 o 4 pasajeros se convierten en comparsas de la ridiculez, y ellos sí, por guarra convicción, terminan aplaudiendo también mientras yo me pitorreo y mi acompañante esconde la cabeza en la bolsa de vomitar.

Me critican bajo el paupérrimo argumento de que ¿para qué aplaudo?, si el piloto no me escucha (o sea, como aplaudir en el cine cuando acaba la película), o incluso porque ni siquiera debe haber un gesto de agradecimiento porque ésa es su labor (sería como aplaudirle a la cajera de Superama cuando terminó de pasar mis artículos, jaja).

Pero yo aplaudo y las bases me siguen. Recuerdo en particular cuando viajamos de regreso de Vallarta, con el Gordo, Samer, Veco, Melo y Dani, quienes habían criticado mi moción en el vuelo de ida. Pero como nos sudó horrendo al tratar de aterrizar en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez, cuando me arranqué con las palmas, todo el avión se unió en una estruendosa ovación, y la banda no tuvo otra más que también apludir. ¿Ah verdad, putos?

Mis rituales de vuelo son emocionantes. Se los recomiendo ampliamente, no sean tímidos, sé que lo desean. Practíquenlos, con los ojos cerrados.

viernes, 16 de octubre de 2009

Ahora ni locos



Lejos están aquellos tiempos donde las calles estaban llenas de juego, de vida de niños que como yo o como tú, teníamos como parque y jardín el primer pedazo de asfalto u hormigón que tuviéramos afuera de nuestras casas y edificios.

Daniel acostumbraba, lleno de valor, a enfrentar a mi mamá a media tarde para decirle: - Lupita, no sea mala, deje a Pepe y a Nacho salir a jugar.
- Siempre pero siempre mi mamá le decía, "es que su papá llega a las 7:30 y no le gusta que anden de vagos, además no se han bañado ni boleado sus zapatos".
- "Yo les ayudo cuando regresemos, no nos tardamos".

Bajábamos los escalones de dos en dos o de tres en tres, los dos pisos que nos separaban de la diversión que nos proporcionaba la banqueta de Avenida Cuauhtémoc y el balón o pelota salver roja, lo que hubiera, caía por el tragaluz aventado por alguno de nosotros, que ansioso lo echaba como en señal de liberación.

El "gol-para", los "centros", los "penales" y las chilenas se sucedían uno a uno, simpre turnándonos la portería, que en un principio eran dos postes que ponían los vecinos para evitar que se estacionaran coches sobre la acera y luego, al cerrar los negocios aledaños, el arco era la cortina de metal de los mofles o de la tienda de clósets que quedaba en el número 852.

Invariablemente, nos daban las seis, las siete y a las 7:25 de la tarde, cuando el sol ya campeaba en el horizonte, se aproximaba la figura de mi papá a lo lejos, caminando desde el metro Eugenia, y salíamos corriendo despavoridos al departamento.

Una vez arriba, mi mamá nos regañaba porque mi papá le echaría en cara nuestra desobediencia y había dos posibilidades: una, que mi padre no nos hubiera visto y que en cuatro movimientos saéticos nos desprendiéramos de los tenis panam, calcetines, short, playera y calzones, brincáramos juntos a la regadera y que en un duchazo más rápido que el aleteó de un colibrí estuviéramos saliendo de la regadera, un par de minutos después de que mi papá abriera la puerta.

La segunda era que nos hubiera alcanzado a ver, y entonces, lo que procedía era la discusión entre él y mi mamá. Ella argumentaría que éramos unos pobrecitos chamacos encerrados todo el día, que no hacíamos deporte y que nada nos pasaba en la calle, al mismo tiempo, pero en modo colérico, él se empeñaría en subrayar que no quería un par de hijos malvivientes, que se la pasaran en la calle y que para eso teníamos casa, para estar ahí. En fin, dos nalgadas, tres jalones de orejas y a dormir, pero lo jugado nadie nos lo quitaba, pero paradójicamente, en el fin de semana ya fuera que visitáramos a un familiar o compadre o que fuéramos los anfitriones, a media tarde terminábamos pateando un balón o montados en una bici en plena calle, ¿por qué? Porque las calles eran un lugar seguro en Iztapalapa, Narvarte, San Andrés o donde fuera.

Niños de todos los tamaños hasta jóvenes compartíamos banquetas y arroyos vehiculares para tochear, pambolear, para los quemados o el STOP. Ningún papá se preocupaba, y ya quisiera ver hoy eso, perro es imposible, ahora puedes quedar como estampilla pegado al piso luego del paso desenfrenado de un taxi ecológico o peor aúnte pueden subir a un carro y terminarás como carne de cañón de algún pedófilo, tipo el gober precioso.

Pero en esos tiempos cuyos vestigios ya se extinguen eran una cosa bonita, una cosa social, eso de pedir el primer permiso al tío para que dejara salir al primo, mientras en la sala o comedor comenzaba a correr el Sauza o el don Pedro o las frías Coronas. Dos horas después regresábamos en tropel a pedir dinero para gastar, y no había papá que no quisiera parecer espléndido, mucho más cuando pedíamos algo de tomar porque teníamos sed, entonces los señores replicaban "no tomen coca que esa es para las cubas, mejor tengan este dinero y compren unos boings o unas fantas".

En puntos la lana para la tiendita brotaba de los bolsillos como lodo de las coladeras de Valle Dorado en plena inundación. Corrían las horas y las retas en plena calle ya se hacían sin luz, y fácilmente nos daban las 12 o 1 de la mañana, o hasta que una mamá tomaba del brazo a su caudillo los subía a untaxi o un carro y se terminaba la tertulia.

Las borracheras no terminan, pero ahora los niños están encerrados pegándole al Wii, tomándose la coca de las cubas, porque ni de loco mandas sólo a un niño a la calle.

jueves, 15 de octubre de 2009

Capítulo 35.8


No me había tomado la molestia de pensar en recuerdos pasados de mi vida entera. No sólo de un capítulo ¿saben a lo que me refiero? Es a tomar la dedicación de repasar eventos insignificantes que van constryuendo recuerdos más grandes y con forma. Evento A junto con evento B me lleva al todo que es el evento C.  Supongo que es una característica de mi edad. De repente me encuentro absorta en mis pensamientos tratando de acordarme del valle en donde me encontré una araña patona y mi madre me decía algo así como 'no te hace daño, no la mates'. No recuerdo cúantos años tenía, ni tampoco la razón de estar en ese lugar, pero lo uno a varias escenas y las pego...y trato de pensar en ese momento, pero no logro recordar más. La memoria me falla, mis recuerdos se extinguen.

Esos collages, esos Pinnwands, esos pedazos de vida se 'espuman', como decía mi primo Ricardo cuando tenía 5 años. El olor a chiles que salía de la cocina cuando mi abuela cocinaba adobo; la textura de mi uniforme de la primaria; el viento de la tarde en la cara cuando me recargaba en la barda de la azotea de mi casa; la vena saltada de mi mano derecha cuando me asía del pasamanos; el olor de mi casa de Coyoacán; la angustia de pensar que mi madre no regresaría de trabajar; la sensación de la piel humedecida por el sudor cuando tuve sexo por primera vez; el calor de los abrazos de mi tía Camenchi...y no más. No hay una película que siga después de eso. Una escena y se acaba.

Sólo pedacería, sólo fragmentos de mi vida que no forman un todo. Y me pongo a pensar que no somos mas que el ahora y la experiencia adquirida inconscientemente, como cuando un niño se quema con el fuego para ya nunca más volver a tocarlo.

Si los recuerdos eran antes frescos, tangibles, con sabor, olor y resaca, si no se les remueve, si no se les trae al frente, se desvanecen y con ellos, parte de nuestra vida. Irónicamente, no hay alguien o algo externo que nos haga olvidar, simplemente se van porque no se usan.

No sé si es bueno, malo o regular. En realidad no lo califico, ni tampoco me interesa hacerlo. Es simplemente lo que es. No usamos estos recuerdos, estas fotografías, estas voces en off que han sido parte de nuestra vida y de lo que somos, por eso se extinguen. Se van y no logro recordar qué momento de la vida me haya hecho sentir tan viva, frágil e instantánea.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Eclipse


Para la historia queda el tamaño de Pink Floyd. Y para la mitología... las vidas de sus integrantes. Cada uno, en sí, tiene más estela que millares de bandas respetables.

En 2008 falleció Rick Wright, víctima de un cáncer que pareció durar menos que "Shine On You Crazy Diamond". Fulminante fue el mal que aquejó al tecladista (alguna vez aspirante a arquitecto) que definió el sonido atmosférico del grupo desde Piper At The Gates Of Dawn, de 1967.

Esta súbita desaparición de Wright significó el opuesto a la prolongada -y muy documentada- desintegración mental de Syd Barrett, primer floydiano que dejó este mundo, en 2006. Irónicamente, la muerte de ambos se asemejaba mucho a la relación inversa de su aportación en el estudio. Barrett escribía lo imaginado; Wright edificaba lo aprendido. Al frente del escenario, un idealista despeinado de voz rasgada. Del lado izquierdo, un tipo callado y educado, capaz de ampliar la paleta tímbrica detrás de teclados mágicos, encumbrados en las grabaciones de Meddle y Dark Side Of The Moon.

Pero el destino alcanzó a Pink Floyd en apenas dos años con la partida de este par de pilares. Si bien la banda no necesitó jamás de acrobacias financieras para subsistir 15 años después de su última gira mundial, la naturaleza fracturó la única costilla vulnerable de un esqueleto inmortal: Barrett y Wright murieron y ahora la pregunta es: ¿quién sigue?... Mason, Waters, Gilmour.

En sus sesentas, Waters recorre el mundo como un todoterreno con giras cuyos pivotes son The Wall y Dark Side Of The Moon. Gilmour fue convencido recientemente por el productor Phil Manzanera de editar su álbum en solitario On An Island y de promoverlo con recitales memorables cuya duración excedía las 3 horas (inimaginable pero real es su interpretación de 22 minutos de "Echoes"). En lo que respecta a Mason, retoza como el más discreto de los legendarios. Si hace maquetas, nadie las conoce. En todo caso, el baterista se aleja de las entrevistas y lo que pretende decir, lo escribe.

En apariencia, ninguno está dispuesto a tomar la tercera ficha.

"Eclipse" es el último corte del mítico Dark Side Of The Moon (741 semanas en el Billboard) y en su línea de cierre, mientras retumban latidos de corazón, se escucha una voz: "There's no dark side of the moon, matter of fact it's all dark" ("No hay lado oscuro en la luna, en realidad toda la luna es oscura").

Parcialmente, la luna se ha oscurecido. Y Floyd ha entrado en fase menguante.

Inphi escribió esto inmerso en la atmósfera de "Shine On You Crazy Diamond", de Pink Floyd.

lunes, 12 de octubre de 2009

Teléfono descompuesto

Imberbe: Sí buenas noches señora, ¿me podría comunicar con Maclovia?
Señora: Sí, claro, ¿de parte de quién?
I: De Ramiro.
S: Ay, ¡hola Ramiro! ¿Cómo estás?
I: Bien señora, aquí molestando.
S: No, no es molestia hijo, ahorita te la paso eh… gusto en saludarte.
I: Igualmente señora.
S: (Grito desgañitándose) Macloviaaaaaa, te habla Ramiroooo!!!!!!
Maclovia: Ya contesté mamáaaaaa!!!!
(Nombres ficticios fueron utilizados en la anterior conversación)

Durante muchos, muchos años, no había otra forma de hablar con una chica si no era marcando a su casa. Cuando te daban el teléfono sabías que se trataba del número local de su hogar, y que difícilmente iba a contestar la señorita en cuestión, por lo que habría que librar siempre un escollo que en el mejor de los casos era la mamá amable, y en el peor, el papá mamador que se quería hacer el chistoso, o en su caso, el ojete.

Si la chica no salía disparada a contestar el teléfono para evitarte esa joda, la aduana auricular era inevitable. A mí me tocó todavía la época en que los números locales eran de 7 dígitos, pero mi mamá todavía los dice de 6 (43-49-22).

Hoy, los teléfonos fijos viven una agonía. El negocio del celular es cada vez más práctico, barato y cómodo. Técnicamente, ya no hay motivos para tener teléfono de casa, pues hoy sólo sirve para que los bancos y los seguros te jodan para ofrecerte promociones dignas del olvido, y hasta a ellos les da tanta hueva que ya nada más te despiertan grabaciones programadas a ciertas horas.

Hoy el imberbe ya no tiene que marcar a la casa de nadie. Hoy el imberbe marca al celular de la chica, le manda un mensajito, se la topa en el Messenger o la contacta en Skype. Hoy el rechazo es directo: te vas al buzón, se ponen offline, o simplemente no te contestan. Ya no hay de que la chica le dice a la mamá que le diga al imberbe que se está bañando o que salió con unas amigas. Hoy al imberbe le ponen “Ignorar” y el imberbe es ignorado, así de sencillo.

El teléfono de casa hoy sólo sirve de móvil para contratar Cable+Teléfono+Internet. Para hacer más decorosa su muerte, el que se extingue está flanqueado por poderosas chicas cotizadas sin las que el teléfono fijo no podría entrar al antro.

El ligue ya no exige el teléfono, y en casos más extremos ya ni siquiera el celular, sino el mail y por ende el facebook, porque así el imberbe tiene más armas para primero revisar sus fotos, su status y su círculo social para ver si es conveniente mandar a las tropas al ataque.

El celular es el nuevo fijo y el fijo se fue a la fruta. Ya no hay quien escuche tus conversaciones “por el otro teléfono”. Ahora, si alguien escucha tus conversaciones, preocúpate, el CISEN intervino tu línea.

viernes, 9 de octubre de 2009

¿No que eras mexicano?



Definitivamente no tengo cara de otra cosa que no sea mexicano. Desde un helicóptero se me puede ver el nopal en la cara, sin embargo no han faltado los despistados que me han confundido con gente de algún otro país.

Recuerdo una vez en Phoenix en el taxi que me llevaba al aeropuerto a una acolchonadita señora, algo así como una Mercedes Sosa hace unos 20 años (por cierto a la amada Mercedes perfectamente pudieron haberla sepultado dentro de una reproducción de dos metros de diámetro de un huevito kínder porque su estado ya era esférico) pero esta era rubia, sajona y muy pizpireta.

Dicha gringuita masticaba con cierta dificultad pero mucha gracia algo de spanglish, pero desde que me subí a su coche me miró por el retrovisor con curiosidad.
- ¿De dónde erres?
- Mexicano, respondí un poco extrañado porque Phoenix parece Neza de tanto mecapalero que te encuentras en las calles.
- Es que mi hombre es mexicano y no es como tú, replicó mientras manejaba con el volante clavado en el ombligo y el brazo izquierdo descansando sobre la ventanilla.
- Le puedo asegurar que el 90 por ciento de los mexicanos son como yo, le dije, pero me contestó....
- No, yo conozco muchos, a mi marido, y no se peinan como tú, ni hablan como tú, ni se comportan como tú.

Ya intrigado le inquirí: -"¿pues cómo es tu marido?", y me describió a un sujero parecido al tipo que mató a Agustín Jaime, en el corrido de Piporro, es decir, "Ceja poblada, bigote caido, patilla larga, no le hagas confianza, no es de fiar"
- "Es chaparrrito (así con triple erre), no muy moreno, de bigote, patillas largas, viste como cowboy y es gordito".
- "No pues seguro su marido es norteño o de occidente, pero no dista mucho de lo que soy yo, en un estereotipo general, ¿no?".
Pero cuando le dije eso me echó un aleteo de pestañas por el espejo, que de no ser por su kilocentenaria humanidad, juraría que se habría aventado un brinco al asiento trasero y habría parecido la princesa Leia en manos de Jabba.
Atribuyo el exabrupto de la ruletera de Arizona a que los paisanos que andan por allá son más bien del tipo campirano, machos muy bragados, desnalgados, con gran hebilla y troca o de plano de los quee traen tenis desamarrados tres tallas más grandes que la suya, camiseta de algodón blanca semicubierta por una camisa de algodón de tipo leñador, abotonada solamente en la parte más alta del cuello, porque ni soy sajón, ni blanco ni nada, sino nariz de chile relleno, greñas lisas como agujas y color de la raza de bronce a mucha honra.

No mucho tiempo después en Madrid comprobé que el genotipo azteca no está muy claro en todo el mundo. Paseaba con unos amigos por la Gran Vía, y nos paramos a charlar en una banca. Luego de un par de minutos, vi acercarse con el sigilo torpemente perceptible del Chapulín Colorado a dos hombres y una mujer. Vestían como alguien que no sabe tomar la decisión de qué ponerse, es decir parecía absolutamente planeada la gorra de beisbol y los tenis blancos nuevos de uno de ellos, así como las zapatillas de tacón bajito y el vestido aseñorado de ella que no pasaba de los 30.

Cuando según ellos no me di cuenta, dieron tres pasos a la carrera y me rodearon en la banca. "Policía de Madrid, mostradme tu carné", dijo uno con cara de Miguel Ríos, que como los otros dos, abrió y cerró en un movimieento su credencial.
Como quien nada debe nada teme, saqué mi cartera y le mostré mi credencial de elector, pero no sirvió.
- ¿De dónde sois?.
- México. Esa es la identificación oficial.

Como 20 segundos después de tenerla a tres centímetros de sus ojos, la mujer se la arrebató, y la vio con cara de que había olido caca.

- Esto no sirve, ¿cómo sabemos que no eres chileno?
- Ahí dice que es un documento mexicano, y ¿qué hay de malo es ser chileno?
- Los chilenos vienen acá a delinquir o de ilegales, necesitamos ver tu pasaporte.
- Pero, yo no parezco chileno, parezco mexicano.

Le expliqué que no salía con él para que no se me perdiera, ya que llevaba un mes en Europa, no les satisfizo y le tuve que pedir a mis amigos que fueran a su casa por mi pasaporte que estaba en mi maleta. Mientras esperaba, los gendarmes vestidos de civil, los varones, se relajaron un poco, pero sin dejar de custodiarme comenzaron a interrogarme.

- ¿México?, ¿Y qué haceis allá?
- Soy periodista.
- Entonces, ¿Venisteis a hacer un reportaje de política a España?
- No, soy periodista de deportes, pero no vine a trabajar, estoy de vacaciones.
- ¡Ah, de FUTBOL!, ¡Hugo Sánchez, el más grande delantero del Madrid!, ¿Lo conoceis?, ¿Estás para hacerle una entrevista?
- No, estoy de vacaciones, él ya no juega.
- Macho, deberías de portar tu pasaporte, que es importante, me ilustró.

La platica de machines se tornaba casi de camaradas, aunque mis interlocutores no parecían entender el término "vacaciones", hasta que la detective, interrumpió queriendo cogerme (así dicen por allá) en una mentira.

- Pero, ¿cuánto llevas aquí?
- Un mes.
- ¿Y en un mes ya te has echado una novia? Demasiado rápido, ¿no?

Con esa pregunta creía que confesaría que efectivametne era un chileno delincuente y que tenía tres años de ilegal, una esposa, una amante, y tres hijos madrileños, pero más bien despertó el alma cotillera de sus secuaces.

- Claro, es que lo extranjeros se lian con tías muy fácil, a nosotros no nos hacen caso y tenemos años de soltería, pero ellos llegan y las tías los prefieren, dijo el falso Ríos.

- No es justo, con nosotros se portan ¡de una manera!, remató el que era como la ficha verde de Parchís.

- Jooooo... Que lo que yo digo es que se ve que lleva más tiempo acá, regañó la policía a los cómicos involuntarios.

- Escuchen, -imploré-, No es mi novia y ya les dije que soy mexicano y tengo un mes aquí.

- Claaaaaaaro, dijeron en coro.

Mi amigo y mi amiga regresaron con el pasaporte, porque su piso en Chueca estaba muy cerca, y se los mostré pensando que ya no tendría que dar más explicaciones pero, el falso Ríos me salió con ésta:

- ¡Mira nada más! ¿No que mexicano? Aquí dice Estados Unidos...
- Es que el nombre oficial del país es Estados Unidos Mexicanos, le dije ya desesperado.
- Que acá sólo sabemos de Estados Unidos y no es México.
- Deja verlo que nunca he visto un pasaporte mexicano, le arrebató la mujer al Ríos, luego lo hojeó y como descubriendo al asesino de "Seven" gritó, mientras me restregaba en la cara una hoja del documento: "Yuniated Esteits, ¿no que eras mexicano?".

Suspiré, cerré los ojos y giré la cabeza para no decirle "Peeeeeeen..." y le aclaré: "Esa es la Visa para entrar a Estados Unidos". Oooooooooh, Aaaaaaaaaah, mugieron antes de ver que tenía razón y me devolvieron mis papeles, no sin antes despedirse con dos frases que me hicieron pensar que ni los gallegos ni los nativos de Lepe son el primer peldaño en la escala evolutiva de los IQ's.

- En España no necesitamos visa para ir a Estados Unidos, dijo el Ríos como la Chilindrina cuando se peleaba con el Chavo y le presumí a que ella sí tenía papá, pero la policía me hizoirme para atrás como Condorito cuando remató: "Cuida tu pasaporte y no salgas con él, no te lo vaya a robar un sudaca".

Definitivametne no es que yo tenga cara de ser de oto país, hay gente cuyos esterotipos son sacados de una caricatura de Warner Bros.

jueves, 8 de octubre de 2009

Añoranzas aduanales


-Place of birth?
Mexico City
-Nationality?
Mexican
-What is your business in London?
I'm going to conquer Europe and I will start with London! Could that be a 'real' business?

El oficial de migración esbozó una pequeña sonrisa, plantó el sello en mi pasaporte y me señaló la salida. 'Good luck with that one little lady!'

¿El año? 1990. Una época en donde podías llevar shampoos de 1 litro, fumar en la cabina, ponerte hasta la madre con las botellitas GRATIS de alcohol, recitarle una bomba yucateca al de migración y aduana sin que te torturaran con clavos en las uñas, entre miles de cosas más. Mi primer viaje transatlántico sola. Un año fuera del país a estudiar como se debe el brit. Y mi primer encuentro sin mi agente e intermediaria: mi madrecita.

A los 16 años ya se está bastante huevón como para tener a la madre o al padre de uno a su lado y te interrumpan cuando quieres hacer valer tu voz y voto. 'How old are you?', 'I'm..!!', Mi madre interrumpe, 'She's 12!! She looks a lot younger don't you think?'...chales. Todavía cuando vamos las dos al doctor, ella contesta por mí aunque llevemos 9 años de no vivir juntas y no tenga idea de mis achaques. Así es que entenderán que a esa edad, esta libertad era una verdadera delicia. Aquí fue cuando supe qué significaba en su sentido más lato lo que nacionalidad significa. Supe que a los colombianos los tienen en cuartos separados preguntándoles una especie de cuestionario Proust y en ese entonces necesitaban visa para 1, 5, 10 días; que los japoneses se ponen todo tipo de vacunas para ir a otro país y que los mexicanos son estigmatizados por viajar con cajas de cartón de jabón Zote y que viajamos en burro y comemos chili con carne.

Pude ver y experimentar que el orden en los países sajones es fundamental y ha sido la razón de su éxito rotundo como nación...pero es aburridísimo. Todo funciona, todo está sincronizado, todo tiene una razón de ser. Asimismo,  me di cuenta de nuestra herencia española al ir de visita a Madrid y ver que la mitad de las cosas servían, se meaban en los postes y pendejeaban a diestra y siniestra. Me sentí completamente en casa. Nunca olvidaré que en un lugar de café y chocolate caliente, los dueños, marido y mujer, se peleaban enfrente de los clientes como mis tíos en México lo hacían: preguntándole al de al lado si sí o no tenía razón de su enojo.

Pero al paso del tiempo, después de que dejó de funcionar el Concorde, de que se chingaron a las Torres Gemelas, del atentado en Londres en el metro, del atentado al Pentágono, de Atocha, del mal funcionamiento del nuevo Airbus, de que prohibieran fumar en el avión, que no puedas llevar de contrabando el shampoo 'Your hair smells terrific!', de la caída del muro, que te tomen lectura de retina á la 'Blade Runner', que dos terroristas pasaran por Heathrow líquido para bombas y de ahí que no nos dejen subir ni Binaca, que los colombianos sigan teniendo las mismas o peores restricciones que hace 15 años y que nosotros ya hayamos pasado de viajar en burro a ser narcotraficantes, el mundo hace más evidente nuestras nacionalidades.

El sueño de Simón Bolívar de unificar América ha sido dividido por una barda que va desde Tijuana, hasta mi Matamoros querido, como diría Rigo Tovar, dividiendo el norte del centro y sur sin dar oportunidad a integrarnos y unirnos. Hemos sido excluídos de nuestro propio continente. Ni hablar.

Mi nacionalidad es mexicana porque así es. No me he cuestionado si me gustaría ser sueca o finlandesa o guatemalteca. Soy lo que soy por mis circunstancias y mi actuación va de acuerdo a  mi pensamiento: para mí no hay fronteras ni nacionalidades. Mi aduana es tax free y no se necesitan visas para entrar a mi vida. Pueden dejarse los zapatos, el cinturón (en algunos casos) y no hay semáforo qué pucharle.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Dogma de fe


Pues nada, que aunque yo me consideraba más mexicano que el Atlético Celaya, un buen día, por una de mis tías, resulta que andaba yo en la órbita de los jews. "Luisito, tienes todos los rasgos de ser paisano". ¿¿¿¿¿¿Qué??????? O sea, ya olvídense de que si la nacionalidad correcta o incorrecta. Mi tía Becky me estaba diciendo que yo tengo sangre tipo J, o sea, estoy esperando al Mesías en el año 5,575 o algo por el estilo. Judío, antes que ciudadano de algún país. Ay no mam.....

Que si la ceja poblada, que si los ojos abiertotes mirando hacia el oriente, que si la nalga con lunares que construyen la imagen de Moisés, que si las pestañas de vaca contenta, que si el arco de la nariz en alabanza perpetua a Abraham, que si la barba partida, que si las uñas comidas, que si el ass cóncavo. O sea, mi tía ya andaba convencidísima de que, como ella es judía convexa, yo también terminaría en el mismo pozole de rabinos. Nel. No me da pena decir que, antes que mexicano, estoy bautizado con sello católico... y me late. Respeto a los que no, pero a mí me place y bastante. Por eso, hace no mucho solía aventarme mi Padre Nuestro sin pena frente a mis tíos de Milwaukee (incluida Becky). Fue la única vez en que lo usé como provocación celestial.

Bueno, aclarado el punto del credo, un buen día la misma tía hizo un segundo intento de cuestionar mi cuna: "¿Sabías que el papá de tu abuelo Ramón era colombiano?". Que la chingggggg. Me requetecarga la banana. Descendiente de David y ahora también posible heredero de los frasquitos narcóticos de Pablo Escobar, potencial sobrino de René Higuita (sabría hacer el escorpión) o primo lejano de Juanes (el de la Camisa Negra que tiene debajo al difunto). Si lo veo por el lado amable, en cualquiera de los dos casos (judío en fe o colombiano en nacionalidad) la lana no faltaría, pero de eso a que me entusiasme dicho origen, para nada.

Bullshit. Lo único cierto, a estas alturas de mi vida, es que tengo la barba partida, le voy al América, al Liverpool y a Lewis Hamilton; me agrada el moka helado, no sé hacer bombas con el Bubaloo, le profeso devoción al mundo horizontal, me sé la letra de "Goodbye Horses", le doy mazapanazos a mi hermana cada que puedo y me dan cosquillas las miradas flagrantes.

Me cuentan que nací en el Dalinde y mis papás, a quienes amo profundamente, dicen ser mis papás. Pero hasta eso, es un completo dogma de fe.

¿O alguno de ustedes le tomó las placas a sus respectivos padres cuando éstos chocaron líquidamente? No, ¿verdad?.

lunes, 5 de octubre de 2009

Gringo

Hablando en términos gremiales, y con sus respectivas excepciones, los mexicanos tenemos varias costumbres milenarias: dejar todo para el último, aprovechar el mínimo pretexto para echar fiesta, quejarnos del gobierno en turno sea del partido que sea, entre otras. Pero una de las más arraigadas, y que sin importar el contexto histórico perdurará foreveranever, consiste en ese deporte nacional que es… criticar a los gringos.

Ah bueno, nos fascina la famosísima frase “Pinches gringos”. Los motivos son variaditos. Que porque hacen películas burdotas y palomeras, que porque ahora ya nos ganan hasta en futbol, que porque maltratan a los paisas que brincan el charco, que porque se hacen pendejos con la reforma migratoria…

Estoy seguro que no hay mexicano que al menos una vez en su vida no haya proferido el “Pinches gringos” en una situación u otra. Sin embargo, y a pesar de todos nuestros pesares, ese “odio” tiene un trasfondo de envidia muy densa. Porque en muchos sentidos, sobre todo en el corporate way of life (ájale con el término), los gringos saben hacer las cosas, y nosotros no, así de fácil. Nosotros somos más coloridos, fiesteros, pachangueros, cálidos, intensos y hasta cachondotes, que ni qué. Pero esos gueyes hacen negocios con la mano en la cintura, lo cual despierta nuestros más íntimos sentimientos de ardor, mismos que tienen siglos y siglos de existencia.

Y si no, entonces cómo chingados explicamos que nuestra cartelera tenga 80 por ciento de películas gringas, no nos perdamos los Oscares, Emmys, Grammys, VMA’s y hasta los Kids Choice Awards nomás pa’ver con qué mamadas salen, traguemos y devoremos sus deportes, y nos apasionemos con ellos como si fuéramos al estadio cada fin de semana, usamos las tecnologías que desarrollan, vayamos a derrochar nuestas cuasifortunas en sus despampanantes malls, y le insertamos a los chilpayates el chip de que ir a Disneylandia es un ‘must’ en esta vida.

A casi dos siglos y medio de existir como tal, los gringos tienen una identidad bastante bien definida. Que nos guste o no es otro pedo. Que la consideremos banal y hecha de palomitas es un asunto subjetivo. La esencia de Estados Unidos es la adaptación de las mejores ideas de la gente que llega a su territorio, y una vez digerido, lo asumen como propio y lo defienden con orgullo. Me parece que he ahí una gran diferencia con México: allá tiene más ojo para adoptar nuevos conceptos (aunque a veces sólo por conveniencia), y acá todo lo nuevo lo vemos como intrusión.

Decir que me dejaría de ser mexicano y en vez de ello ser gringo sería la pendejada más grande del universo, porque ni de borracho, ni pedo, ni en drogas. No tengo la nacionalidad equivocada. Me fascina ser mexicano y vivir en México con todas sus chuladas y sus mierdas. No obstante, debo confesar que si no existiera este País, me gustaría ser gringo.

Y estoy seguro que no soy el único.

viernes, 2 de octubre de 2009

¡Ándale, cabrón!



Mi tío Raúl, de quien ya escribí en mi blog, luego de que me lo encontré hace como cuatro meses en un concierto de Raphael aplaude y aplaude feliz de la..., bueno, mi tío Raúl, uno de los hermanos mayores de mi papá, que fue el quinto de trece retoños del bonito matrimonio que tuvieron a bien formar Juan Cortés e Ignacia Lezama allá por los años 20 del siglo pasado, es un personaje de esos que Gabriel García Márquez hubiera querido conocer para meterlo a Macondo, pero que por tan colorido no hubiera sido creíble.

La convivencia con él es una delicia, en particular para mí, porque creo que heredé de él una especial y condimentada disociación con la Iglesia, pero definitivamente cada desencuentro con ella a su lado es como un desfile del día del niño para Michael Jackson.

En una ocasión, estando de vacaciones en Estados Unidos, a mi tía Gloria que es muy dada a los rezos y los golpes de pecho, le comenzó a picar la urgencia por confesarse y mi tío medio rejego la acompañó a buscar un templo. Lo único que encontraron por los alrededores fue una iglesia de negros, de esas donde el gospel se escucha como banda sonora y un predicador en sotana arenga a la misericorida y al perdón con el tono de voz de James Brown y el ritmo de Ray Charles.

El Gallego, como fue apodado el cuarto de la disnastía Cortés Lezama, frunció el entrecejo al tener que entrar al recinto donde los únicos cuya pigmentación de piel no era pantone negro eran él y su santa señora, pero se le ilumnaron los ojitos cuando en el coro que acompañaba al padre Brown apreció una morenita de buen ver y mejor tocar. Más dura un pedo en un canasto, que mi tío ya estaba guiñando como auto con intermitentes a la corista, que correspondió con cambio de luces similar.

Zobek o Houdini habrían fundido todas sus cadenas para hacer un busto a Raúl si hubieran presenciado su artístico acto de fuga. Mientras mi tía, rosario en mano y ojos cerrados negociaba un novenario para salvar su alma, mi tío hizo una seña a la mulata con la cabeza indicándole la puerta de salida, y ¿qué creen?, pues que la negrita se sale de la iglesia, y de puntitas tras ella el hermano de mi padre.

Sobra decir que Raúl y la Rarotonga no se fueron a repasar el Padre Nuestro y que cuando el garañón volvió cuatro horas después al lugar donde se hospedaba con mi, Gloria se lo quería comer vivo, pero él ya se había comido algo mejor.

Matrimonio a la antigua al fin, mi tía lo perdonó y mi tío no se cansaba de contar en voz baja a sus sobrinos ladillosos su aventura que él mismo tituló "Misa negra", pero cuando Gloria nos sorprendía le soltaba, "ya Raúl, te vas a condenar".

También en una misa, pero esta en memoria de mi abuelito fallecido, me senté junto a él y comenzó a decir en un volumen medio: "Mira, pinche padrecito, se me hace que es repipa, mira como se relame los bigotes cuando le toma al vino". Obviamente yo me descosí de risa y el párroco comenzó a notar nuestro despapaye. "Pinche curita, luego luego se ve que le está viendo la piernas a tu prima, velo, si son como la chingada los méndigos", y pues mi jajaja, ji ji ji, comenzó a incomodar al sacerdote, que en el sermón nos comenzó a atacar. "Ésos que sólo vienen a la Iglesia a reírse, a burlarse, esos deberían ser expulsados del templo del señor". ¡Tómala! me sentí apenado, pero mi tío me codeaba feliz por su travesura.

No era ateo, pero decía que Dios existía y la iglesia era una mentira. Se divertía de lo lindo. A las muchuchas, sólo las de buen ver, siempre les decía la despedirse "descuídate mucho, mamacita", y su pinta una mezcla del rostro de Keith Richards (ahorita) con el cabello negro azabache, lacio, lacio y abundandte como el de el mejor indio yaqui, le daba un toque de gracia casi histriónico.

El marcapasos que le implantaron empezó a fallar y el 30 de marzo del 2000, de plano el baile que sostenía con su corazón se volvió un arítmico compás que lo llevó al lecho de la parca. Cuando agonizaba, mi tía Gloria rezaba a un lado, y él con el malestar de sentir que se salía de ese cuerpo, le decía al crucifijo que tenía en la pared de enfrente "¡Ándale, cabrón, ya llévame!", y mi tía le soltaba "ya, Raúl te vas a condenar", "¡Ándale Chuchito cabrón, ya estuvo!". Acto seguido expiró y mi tía dijo, "Vaya con Dios", yo creo, porque lo conocí bien, que sí está con él, se llevaban muy bien, yo diría que de a cuartos.

PD: Le agradezco mucho a nuestro gran diseñador la gama cromática de nuestras etiquetas, pero por mí las puede dejar todas iguales o cambiarlas mil veces, no es grosería, pero yo soy daltónico y no distingo mucho su esfuerzo.

PD2: El 2 de octubre no se olvida.

jueves, 1 de octubre de 2009

Jaligud


En mi familia no somos católicos por excelencia. En mi vida no recuerdo haber escuchado esta frase a ninguna de mis tías, tíos, abuelas, abuelos o chosnos. Mi familia se distingue por decir en reuniones '¡Tepechicotlán!' al momento de brindar o recitar con elocuencia poemas de la creación del exponente o pirateados: 'Verde que te quiero verde, verde viento, verde vara...'. Cuando ya el whiskey ha corrido en cantidades como para que los irlandeses se preocupen, cantan a Alvaro Carrillo. Así de eclécticos son.

Pero esta frase se la escuché seguramente a otras personas que no tuvieron el menor significado en mi vida, tanto así, que no me acuerdo de ellas ni de la situación. Hasta que un buen día fui al cine a ver 'Point Break'. Ahí fue cuando ocurrieron una serie de eventos que nunca pensé que pasarían. Los comparto.

Yo tenía muchas ganas de ver esa película en particular debido a que soy una fan del surf. Es un deporte que nunca podré llegar siquiera, a subirme en la tabla. Nunca surfearé adelante de Kelly Slater. Aparte de eso, yo era muy fan de Keanu Reeves. Su actuación en 'My own private Idaho' me pareció fenomenal. Llegamos al cine, fuimos a hacer el ritual de la palomita, el refresco y el nacho. Nos sentamos pacientemente a esperar esta peli taquillera, palomera, para pasar un rato pues agradable, básicamente.

Comenzó y pues tenía todos los clichés de Hollywood: policía, infiltrado, malo-bueno, bueno-idiota, mujer medio pinche...etc..etc...Pintaba para palomera con esas máscaras que los asaltantes usaban y la prestancia con que Keanu tomaba la pistola y disparaba a diestra y siniestra. Todo iba bien hasta que...llegó el final.

Llega Keanu a las playas de Australia a buscar a Patrick Swayze. Swayze está absorto al ver esas olas de 35 metros y dice 'las olas están perfectas' o algo así...Como guardián de la ley, Keanu le recuerda que tiene una cuenta pendiente con el FBI. Patrick no obedece, lo único que le importa es montarse en aquella ola gigante. Keanu se compadece y lo deja ir no sin antes decirle...'Vaya con Díos'. Sí, en efecto, con acento en la i. Todo se derrumbó, dentro de mí, dentro de mí....¡qué manera tan patética de decir 'Vaya con Dios'! No es posible, después de todas las horas de entrenamiento en el estudio de Lee Strasberg, todo lo que me puede decir es esto????? y pero aún....así?????? Nooooooooooo!!!!!!

Desde entonces, esta frase fue vetada en mi vocabulario. Nunca la uso, ni la usaré. Cada vez que la escucho me remonta a esa escena en la que Reeves no tuvo la delicadeza de ver en un pinche diccionario Larousse la pronunciación correcta de la palabra Dios.

Definitivo, ya no hay moral, estos muchachos de Jaligud.