jueves, 20 de mayo de 2010

2x1

No es sencillo ser yo. No lo es porque poseo la más débil capacidad de organización y trabajo del mundo. Estoy seguro que Chanfle II, entre peda y peda, entre vieja y vieja, entre blog y blog, tiene bien trazada la ruta del inicio de semana korova. No digamos Miranda, quien además de madre, esposa, escritora, maestra, inmigrante legal, ahora jardinera y habitante de la alta California, separa dos horas de su vida para cumplir cabalmente con su sagrada responsabilidad con los lectores de este espacio y además lo hace con clase y maestría.

Ahora si de metódicos y estrictos cumplidores se trata, Inphi es algo así como un dictador de sí mismo, que nunca se falla ni le falla a sus miles de seguidores que organizan mítines y protestas cuando, porque seguramente se encuentra en alguna sexosa actividad, retrasa unos minutos sus gustadísimos posts. Mi querida Olis, es un caso aparte, su huso horario camina siete horas por delante del nuestro, se busca la vida alimentando germanos y todavía se da tiempo para vivir y hacernos gozar con la pluma más delicada que haya rayado el firmamento berlinés.

Pero yo, yo soy un caso perdido. Cuando no es mi estado de ánimo, es mi desidia o un viaje, pero excusas no me faltan para brillar por mi ausencia en el proyecto blogesco que mis compañeros alimentan, mientras yo lo mato de hambre y lo malpaso continuamente.

¿Les explico por qué no escribí la semana pasada? Mejor no, confórmense con saber que yo sí aparecí y dénle gracias al altísimo que el que sigue desaparecido es el Jefe Diego. Méndigo barbón que tenía muchos vellos faciales que le pisaran y que creo que cuando asomen la cabeza sus captores será para amenazar con que si no pagamos una tremenda suma de varos, nos lo regresan y más manchado y jodón que nunca.

Ese Diego sí que hacía las cosas por sus pistolas. Con ese aire de aquí sólo mis sabritones son auténticos de puerco, ganó el debate al Tata Cárdenas, culto personaje con menos malicia que el Venado Medina por la banda, y al "Ojos de Vaca viendo pasar un tren" Ernestito Zedillo, que todos los días le reza a San Colosio por la ayudadota que, mediante una ojiva de bala, le dio para tener una exitosa vida de ex presidente, hasta la fecha.

Pero bueno, muy machote Fernández de Cevallos fumaba su puro en donde se le pegaba la gana, así nomás por la inflación poco natural del contenido de su escroto, así como nomás porque lo quiso, y a ver quién e atrevía a criticarlo, construyó la carretera el amor para que su linda noviecita, 30 o 35 años menos que él tuviera un camino para que su charro con look carrancista la fuera a vicentear y echaran reja a gusto.

Pero bueno, a lo mejor ahorita don Diego ya tiene más aspecto de sushi que de senador o a lo mejor ya hasta es un rompecabezas macabro dentro de un tambo de gasolina. Dejémoslo y recordemos a otro personaje que por sus pistolas hacía cosas que, por lo menos a mí, me provocaban incontinencia urinaria de tanta risa. Se trata de Emilio Fernández, sí Fernández pero nada que ver son el panista, sino con el cine mexicano, pues era el gran Indio.

Así como su personaje de Antonio Zeta en la película "La Cucaracha", que para quien no la haya visto hágalo y no pierda el tiempo en Avatar o secuelas de Shrek, porque ahí está la esencia del retrosexual de nuestros días, esos personajes que no creemos en el hombre bonito ni encremado, sino en el tosco pero caballeroso varón.

A lo que voy es que el Indio, que sí rayaba en lo machote desmesurado, una vez hizo una fiesta en su casa a la que llegaron muchos personajes de la farándula. Tolerante que era don Emilio, se hartó de ver a un par de chotitos que loqueaban de lo lindo en la sala de su casa en Coyoacán. Subió a su cuarto, bajó su revólver y como quien sirve un jaibol, desenfundó y le puso un plomazo a un bello cisne que paseaba por el patio de su mansión.

Han de ver el sustote de todos, pero más de los tiernos manfloros que casi llorando le preguntaron al Indio "¡Ay! ¿pero por qué lo mató?", a lo que Emilio contestó, "¡Por Puto!". Eso es lo que yo llamo hacer algo por sus pistolas.

Otra acción que demuestra la unilateralidad del director de cine de la Época de Oro, fue que por sus calzonsotes bien aguados, le cambió el nombre a la calle donde está su casa, y por lo menos en esa cuadra hasta la fecha,se llama Dulce Oliva, porque, por qué no, el señor siempre estuvo enamorado de Olivia de Havilland, actriz sajona, y pues que la rebautiza.

¿A poco no era una chulada ese Indio? Pero para indios, los que salen en la Hola (sí ya sé que era Ola sin "H", pero no hagan idems y déjenme terminar este post, que mañana tengo que dejar a los niños en la escuela). Sí, indios en el sentido peyorativo de la palabra, porque cada vez que poso mis retinas en esa publicación y otras de su especie como Caras o Quién, no dejo de admirarme de la grotesca exhibición de ostentación y vidas vacías que en ellas se muestran.

Todos las hemos visto, porque al mismo tiempo hay una extraña fascinación por ver a la "realeza" y a los "nobles" españoles y mexicanos, pero son un desfile freak aterciopelado que no entiendo. Ver a la Condesa de Alba, una señora como de 100 años con cara de Freddie Kruger cruzado con Manoela Torres, que se atreve a hablar de sus novios, amantes y maridos enterrados. Misma momia que se pasea en bañador por Ibiza en el Corazón de Verano y cuyas nietas, las Irujo que tiran a cuanto torero o hijo de la Pantoja se les atraviesa, es poco menos que para que aceptes el purgatorio en penitencia por echarle un ojo a sus vidas.

La ex esposa de Julio Iglesias o los devaneos de Chabeli, son cosa aparte, no se diga los 15 hijos que el cantante ha tenido, o por lo menos eso le han hecho creer, con una güerita que seguro que se fuga cada tarde con el jardinero, son la comidilla asturiana o gallega.

Acá en México no nos quedamos atrás, entre que el diseñador Macario Jiménez, o algo así, que se toma foto en cuanto coctel gratuito hay en Polanco y polulan los Corcueras, Avilacamachos, Alemanes y Chedrauis en un catálogo para secuestradores o el muestrario de los que viven en otro México, en el que la vida cada día está más dura porque es muy difícil encontrar servidumbre de buena calidad y donde afortunadamente todavía existen las clases sociales, pero las clases en los aulas son lo de menos.

Dan penita, porque su snobismo no oculta su ignorancia y sus trapos no tapan su sosez, pero hay algo de morboso en ello que todos hemos hojeado una revista de esas alguna vez. Será nuestra miseria o la de ellos, ¿quién sabe? El que ya le dio muy duro al cotilelo y eso "que yo no leo la Hola" soy yo, ya le paro porque parezco Castillo Pesado.

De sangre caliente

Detestaba el calor. Si me daban a escoger yo siempre prefería el frío. Argumentaba que éste se quitaba con un buen abrigo o ropa térmica ¡Por favor, todo fuera como eso! En Monterrey y Piedras Negras experimenté calores de hasta 45C, sobre todo en junio en lo que se llama 'canícula'. No hay aire acondicionado con potencia alguna que te quite ese bochorno, ese ardor en los orificos de la nariz cada vez que respiras, literal, fuego. Las ciudades del norte parecen pueblos fantasmas y no hay nadie en las calles a las 2PM. Nadie. Bueno, no hay ni moscas. Juré por todos mis muertos que el frío era el Nirvana. Qué equivocada estaba.

Cuando llegué a Berlín me burlaba abierta y cínicamente de que había un poco de sol y calor y la gente salía a las calles en bermudas y traje de baño. Estábamos a 28C. Yo pedía, rogaba, imploraba por ese frío que había sentido calar mis huesos en Moscú o Boston. A ver, retando a la Madre Naturaleza, ¿dónde está el mercurio bajo cero? Hago memoria y quiero que mi boca se haga chicharrón. No tardó mucho en llegar el frío. En noviembre llegó para quedarse. La ola de frío que invadía a Europa era la más fuerte en los últimos 150 años. Hubo una ocasión que salí al mercadillo de Navidad que hay a la vuelta de mi casa y regresé con las pestañas congeladas, con hielo en la punta. Literal. Estábamos a -18C, que, viéndolo bien, no es TAN frío, pero con un viento que hacía que se sintiera a -23C. Ni qué decir cuando estuvo a -23C con vientos de hasta 35 kmh

Pasó enero, febrero, marzo, abril y estamos a mayo...y no veo para cúando. ¡Ah si tan solo te hubieras callado la bocota Olivia! Hoy ya no hace frío, estamos a 12C. Al parecer el fin de semana estaremos a 22C. Pero acá quería venir, así es que a morirse en silencio.


Y en estos momentos recuerdo con añoranza ese calor tan rico de la Costa Esmeralda, de los manglares de Campeche, de Zacatecas, de las playas de Jalisco...del mismo DF. Y me doy cuenta que soy una mujer de sangre caliente que necesita el sol y 18C para funcionar. ¿Es mucho pedir? No. Falta poco para verano, así es que la mujer de sangre caliente está a punto de sacar sus 'chors', sus alpargatas y el bronceador. No llegará a los calores de mi país, pero, con esto me conformo.

Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido. En esta aventura que me trajo al país germano, he logrado desarrollar al máximo una virtud desconocida hasta hace un año para mí: paciencia. Ahí la llevo. Pasen un suetercito de Chiconcuac ¿no? digo, mientras tanto...

miércoles, 19 de mayo de 2010

Top gone

Aún la recuerdo.

Nosotros (puro tornillo) murmurábamos y suponíamos desde nuestra trinchera en la arena que era sueca. Por ahí Poncho comentó que parecía inglesa. Whatever. El punto es que nos tenía embobados a un grado superlativo. Se bronceaba en bikini como sirena. Cada movimiento lo celebrábamos con suspiros propios de chavales de 19 años. Y a esa edad, el velocímetro da para mucho. No hay regulador de energía corporal, excepto las normas sociales que cortan toda esperanza de atasque.

La playa acapulqueña le quedaba chica, nosotros éramos su público silencioso y ella, sin saber, se dedicaba a echarla sabroso sabiendo que era una belleza refulgente, con el bronceador apropiado y las tiritas del bikini siendo su principal aliado (y nuestro peor enemigo). Oh sí, cómo anhelábamos los chamacos que se le desamarraran las mismas. Fantasías de la adolescencia.

Poco después del mediodía, la sueca o inglesa se levantó, se estiró de un modo descomunal ante nuestras ganas, se limpió el excedente de arena que le cubría los muslos y, depositando sus lentes oscuros sobre la toalla, caminó rumbo al mar.

Y el milagro llegó, y Dios nos escuchó.

Quedó claro que un adolescente nunca debe dejar de soñar, especialmente cuando en plena efervescencia hormonal, un monumento sueco o inglés sale despedido del agua gracias a una ola violenta para quedar depositada en la arena sin la parte de arriba del bikini.

Dos cosas como conclusión:

1) Hay mujeres que se ven mejor en bikini que desnudas.
2) No era ni sueca ni inglesa. Era de Vallarta.

lunes, 17 de mayo de 2010

Un éxtasis cósmico

Hace 4 Mundiales me entusiasmaba mucho la Selección. No sé si lo que ha cambiado es el Tri como objeto del deseo, o si yo soy el amarguetas que ya no me aviento como El Borras (que alguien me explique el génesis de esta expresión) al asunto éste de apoyar incondicionalmente al equipo nacional.


Creo que es una mezcla de los dos cosas. La Selección es un producto sobreexplotado, más visto que las repeticiones del Chavo del Ocho, y que ha mutado en una manzanota mordida por mil Adanes ansiosos por sacarle hasta la última gota de jugo. Por otro lado, yo trabajo en el periodismo deportivo, lo cual me ha provocado una saturación de dicho tema, y por lo mismo, mi último deseo es desbocarme por el Tricolor y pintarme hasta la nalga derecha como hacen algunos desquiciados.



El caso es que cuando tenía 12 años, me entusiasmaba mucho la Selección. Mi tía consiguió boletos para los partidos Eliminatorios a EU 94 en el Azteca contra Honduras, El Salvador y Canadá, y pude ver un 3-0, 3-1 y 4-0, respectivamente, con rencor especial dedicado a El Salvador porque en la ida a Cuscatlán al Tri le pusieron una canción charra en vez del himno nacional, y eso nos ofendía mucho (uy, ofendidísimos).



Pero más que el futbol, que dicho sea de paso, me interesaba mucho más que a cualquiera de mis amigos, a mí me deslumbraba ir al Azteca por dos cosas: por hacer la ola, y por tomar Caribe Coolers.



De lo segundo, debo decir que fue mi iniciación en el rito del alcohol, pues mis tías no tuvieron empacho en permitir alegremente que yo tomara dos Coolers de durazno que me pusieron bien alegre, con el pretexto de que "es casi casi refresco” (sí, claro, para ellas, que se empujaban 8 chelas por tiempo). Cabe destacar que mi mamá cagoteó horrible a mi papá cuando yo llegué bien contento a contarle que me había chupado dos Coolers en el Azteca.



Y de lo primero, no había pierde. Ver la Ola en el Azteca lleno, a los 12 años, cuando mi parámetro era ver ese mismo estadio semi-muerto en los partidos sabatinos del Cruz Azul, significaba poquitito menos que un éxtasis cósmico. Era esperar a que llegara el movimiento, pegando con los pies en el suelo, sentir el Azteca vibrando, percibir al monstruo acercándose, preparar el aleteo, y desempeñar el alce de brazos con enjundia y con su grito respectivo, dejando la sonrisa y siguiendo la Ola con la mirada hasta que volviera a dar la vuelta para repetir el ritual.



Tanto impacto tuvieron esas Olas en mi vida, que me he convertido en un profesional organizador de Olas. En el concierto de U2 en el Azteca, precisamente, después de hoooras de espera, no había más que distraerse hasta con las agujetas. Entonces decidimos armar unas Olitas mientras salían los dioses, aunque mi éxito fue moderado porque los de mi zona se creían irlandeses, y estaban a la voz de yo por qué, pinche naco. Ah pues vayan y coman caca, pinche mamones.



También me recuerdo organizando Olas en el Azul en gloriosos desempeños de la Máquina en la Liguilla (qué tiempos aquellos), así como alebrestes en el Foro Sol, donde por alguna razón el público es más dócil.



La gente cambia y con el tiempo pierde esa bonita capacidad de hacer el ridículo. Yo trato de que no. Organizar olas, o ya de perdis mínimo participar en ellas de manera casual, es uno de tantos intentos. Las cosas cambian, pero no es obligatorio. Todo se puede evitar con buena actitud. Bueno, no todo…



Por más Olas que se organicen, la Selección se seguirá quedando en Octavos.

jueves, 13 de mayo de 2010

Zu spät

Llegar tarde o tarde. Eso significa "Zu spät". Yo casi siempre llego tarde a casi todos lados. A la uni, al trabajo, a juntas, al cine, al doctor. Probablemente llegue tarde a mi muerte. Pero digo casi, porque en diciembre no llegué tarde a la Hauptbahnhof de Berlín conociendo la puntualidad alemana. De hecho, llegué con 40 minutos de adelanto. Me sentí orgullosa de mí y hasta me dí el lujo de ir a comprar un cafecito latte. Ah, y un croissant. Total, iba a París y necesitaba algo para comenzar a ambientarme. Ahí quedé de verme con mi mamá para pasar el 24 de diciembre juntas alrededor de las 7 de la noche.

Con mi maleta de rueditas y en Primera Clase, me subí al ICE, el tren más rápido de Alemania para ir a Manheim, donde transbordaba para ir a París. 6 horas de viaje. La verdad es que no estaba muy tranquila. Pensé, sobre todo, en que si por alguna razón, no podía transbordar y me quedaba varada enmedio de la nada ¿cómo le iba a hacer para darme a entender en alemán? Nah, soy una aguafiestas y en un tren alemán, nunca podría pasar. Mi alemán estaba peor que el de ahora, que es una mezcla de mala sintaxis, gramática y spanglish. Llevaba mi diccionario, así es que decidí buscar algunas frases clásicas de turistas, ya saben: "¿Me puede decir dónde está la salida?" o "Mi tren está retrasado, ¿Dónde puedo mandar a chingar a su madre al pendejo que iba manejando el chingado tren?" y así, varias que ya llevaba anotadas en mi libretita que Miranda Hooker me regaló cuando partí hacia tierras alemanas.

Mi angustia comenzó a ser real, consciente,  cuando ví que faltaban 5 minutos para que partiera el tren que tenía que tomar y todavía no llegábamos a Manheim. Pregunté al que poncha los boletos y me dice, "Perdón, pero el tren lleva 10 minutos de retraso por lo que no va a poder transbordar para París. ya le daremos más instrucciones sobre qué tren tomar ahora". A punto de sacar mi libretita con las mentadas de madre anotadas cuando un joven, nada apuesto por cierto, me dice en español "No te preocupes, en un momento nos van a decir qué tren tomar cuando lleguemos a Manheim y yo te traduzco todo, ¿de dónde eres? de México ¿verdad?". Mis ojos se iluminaron y le agradecí que haya ido a mi auxilio y que me ayudara en este caos alemán. No faltaron 2 minutos cuando estaban anunciando que tenia que tomar un tren a Estrasburgo y de ahí a París. Que salía por el andén 3. Que no me fuera en el que saliera por el andén 4 porque llegaba a Polonia. Que me fuera ya. Que sale en 4 minutos. Le agradecí al joven no muy apuesto y me fui como pedo del espacio a tomar el tren hacia la tierra de nadie.


Tengo que hacerles la acotación de que yo pagué un boleto de primera clase y por supuesto que no me iba a conformar en ir en otra cosa que no fuera primera clase. No. Nein. Niet. Cedí un poco en el tren que fue de Manheim a Estrasburgo, no me podía poner muy mal porque TODOS íbamos parados. No había primera clase. Arrivando a Estrasburgo, todo se derrumbó dentro de mí y a mis alrededores porque después de haber ensayado frente al espejo todo mi repertorio alemán, nadie lo hablaba. Sólo francés y un dialecto que no sé qué sea. OK, estudié francés y lo sé hablar un poco, me defiendo, pero no era el momento. El francés estaba en una parte de mi cerebro donde se guardan cosas como cuando te caíste enfrente de toda la escuela y todos se rieron, la tabla periódica de elemento, las fórmulas de movimiento y estrés de física.

Fui a la vending machine por una Coca Zero para concentrarme y ver qué es lo que iba a hacer. Ya eran las 4PM. Eran otras 3 horas y media a París. De entrada ya había llegado tarde con mi mamá. Para no variar. Veo en la pantalla un tren que sale en 10 minutos hacia París. Le pregunto al de la ventanilla 'Excuse moi, où aller pour la plateforme B? Cette train va directement à Paris?' . Contestó con un contundente OUI y me fui corriendo para llegar al tren que, por supuesto, no era alemán sino francés. Ni idea qué línea era. Yo me subí. Por mis pistolas.


Recorrí los pasillos y ví que era segunda clase. Ni madres. Pasé un comedor, luego una salita y llegué a la calladita primera clase. Puse mi maleta en el compartimiento especial y dije, 'De aquí no me bajan ni con orden de juez'. Me senté, saqué mi libro, otra Coca Zero y un chocolate Lindt. Se cerró el tren y hasta la vista baby. Sentí cómo las canas comenzaban a salir por las sienes. ¿Y si me bajan? ¿Y si, peor aún, me cobran más? ¿Y yo por qué?


Llegó el señor oficial ponchador de boletos. Me hice pendeja que me sale tan bien, si vieran, y me pide el boleto. Yo muy despreocupada y en alemán le dije "Entschuldigung, aber mein Zug hatte Verspätung und mussten diese nehmen!" (Disculpe, pero mi otro tren se retrasó y tuve que tomar éste!). Le dije otras cosas que en este momento no recuerdo porque se fueron con el alemán y el Bario a esa parte del cerebro. El señor oficial ponchador de boletos se veía confuso y dijo, "OK, oui oui" y sin albur, me lo ponchó. Me dieron ganas de llorar de la emoción. Sólo iba con una hora de retraso y pude llegar a tiempo al hotel a esperar a mi madrecita que, por supuesto, llegó tarde. 


Gracias a este viaje aprendí dos cosas: la puntualidad alemana es un mito y que hay que ser necio y perseverante para conseguir asientos en primera clase. Por mis pistolas.

miércoles, 12 de mayo de 2010

No te calientes, granizo


No sé otros lares, pero en Chilangolandia hemos padecido un calor tal a últimas fechas que hasta San Charbel anda mostrando la tatema. No es un calor leve, ni imaginario ni producto de que "ay, ya te atacan los bochornos". No, se trata realmente del calor más manchado, mezclado con polución y el tráfico usual de una semana posterior al megapuente. Todos andamos acá, succionando el mismo caldo caliente. Subió el infierno.

Sumemos dos factores para que el clima sea aún más estupidizante e insoportable: ser hombre (lo digo porque las mujeres son friolentas) y asistir al trabajo de traje.

Así como las féminas nos restriegan la de "ustedes no aguantarían los cólicos", yo digo que ellas no soportarían andar trajeadas y de corbata mientras están metidas en un horno. Sin duda, consideran muy poco la trascendencia y consecuencia de nuestro "ser catrín". Elegante sí, pero una joda también, especialmente cuando el sol hace que a uno le suden todos los dobleces que Dios nos dio. Se nos revientan las presas internas. Ni modo.

Y como en calor dormimos y en calor despertamos, durante el fin de semana a mi amada Jane se le ocurrió destruir el halo calorífico que nos sofoca adquiriendo un par de ventiladores blancos marca Massey.

Ayer me entregó el mío y llegué a la chamba con la sonrisa del odioso al que le acaban de regalar el nuevo BlackBerry. Aquí no me jactaba por tecnología, sino que alardeaba por sobrevivir, así que imploré con arrogancia y soberbia que el lunes se calentara a tope. Debía desquitar. Y así fue.

Con las horas, el calor aumentó y ello significó mi señal para, ahora sí, encender mamucamente el nuevo ventilador en mi lugar de trabajo. ¡Oh Dios! (en regio ¡asumadre!)... esta cosa hacía más ruido que las tres prensas del periódico trabajando a full. Parecía Valiant 78 tras un viaje en carretera, lo que ocasionó que algunas cabezas se asomaran para ver qué provocaba tal ruidero. Dudé en apagarlo, pero justo ahí mi amiga Kariniux (próxima madre de dos galanazos y asidua consciencia de mi cabeza) fue clara: "Se oye algo, pero déjalos, que se rosticen ellos, no tú".

Desde de las 12:35 horas del lunes y hasta hoy, mis redonditos tompiates han determinado que el ventilador (con todo y su escándalo) trabaje a toda máquina y sea parte de la decoración del pasillo sobre el que caminan los directores de la empresa. Ya en par de ocasiones, el resultado ha sido gratificante: lo han criticado y dos segundos después se han acercado para que "les dé el airecito". ¿Ah, verdad?

Siempre me ha gustado calentarme. Ahora más.

Colofón: Ya viene el cumple del Korova. ¿Qué nos van a regalar?

lunes, 10 de mayo de 2010

Así nomás


Aquel sábado, Alex Kapranos decidió que el Auditorio Nacional debía convertirse en el Palacio de los Deportes en cuestión de segundos.

Motivado por la brincolina de los 10 mil pelados que estábamos extasiados apenas a dos canciones del inicio del concierto de Franz Ferdinand, el cantante escocés tomó el micrófono y, por sus purititas pistolas, propuso que nos olvidáramos de quién había pagado cuánto, y que cada quien se pusiera donde quisiera para seguir con el concierto de una manera más cómoda, bailoteando en los pasillos o desmayando al pie del escenario.

Eso, por supuesto, no les pareció a los operadores el Auditorio, así que también, por sus pistolotas, desconectaron la salida de la voz de Kapranos, obligándolo en ir a backstage y recapacitar sobre el caos que había provocado.

Pero ya no había vuelta atrás. Todos estábamos doblegados ante la euforia de la propuesta indecorosa, y 10 minutos volvieron a culminar un concierto apoteósico. El saldo: tres filas de butacas apachurradas, y el recuerdo unánime de una noche inolvidable. Saldo no tan visible: Franz Ferdinand jamás volverá a tocar en el Auditorio, pero seguro que ya no lo necesitarán. Se irán directo al Palacio de los Deportes, donde inicialmente debieron tocar gracias a su gigantesca pista hecha justo para ese clase de alborote.

Traigo la anécdota a colación porque no hay mejor ejemplificación de que las decisiones unilaterales siempre te traerán un problema de regalo. El argumento del "porque yo lo digo", "porque se me antoja", o en español, "por mis puros huevotes", jamás será bien recibida por el resto de los aceptados, porque todo el mundo quiere ser escuchado. O mejor dicho, porque todo el mundo quisiera tomar decisiones por sus puros huevotes.

Por mis pistolas me fui a los 20 años con mi entonces novia a Oaxaca. Me costó un mes de ley del hielo de parte de mi mamá. Pero si no me hubiera brincado la barda del permiso, nunca le hubieran parecido tan comunes los viajes subsecuentes.

No cabe duda que es mejor pedir perdón que pedir permiso. La gran mayoría de las cosas tiene solución, y es totalmente cierto que te arrepientes más de lo que no hiciste, que de lo que hiciste. De vez en cuando, la gente agradece la irreverencia. No como costumbre, porque se convierte en insolencia. Te ganarás varios abucheos, pero si la decisión es atinada, vendrán al doble los gestos de respeto.

Por mis pistolas es un volado. Y el que gana se lo lleva todo.

jueves, 6 de mayo de 2010

Gordo


Papá estaba en la regadera dándose un baño y al segundo crío de su rebaño se le ocurrió entrar al cuarto y decirle desde afuera: "Papá, ¿sabes una cosa?", "¿Qué, hijo? "Me caes gordo". ¡Plop! Silencio duro como un mármol, uno, dos, quizás tres segundos y estalló el "¿Quéééé?"

Zuuuuuuuuuuuuum, el pequeño infante de seis añitos salió corriendo despavorido a la recámara de a lado y se escondió junto a la cama, jaló la colcha para mimetizarse con la caída de la tela y esperó aterrado su castigo.

Pensaba "Pero, ¿por qué dije eso? Mi papá no me cae gordo. Ahora me van a dar unas nalgadas". En casa un manazo a tiempo era la máxima que regía, por eso el escuintle creyó que por lo menos dos bien puestas le caerían por su insolencia y él mismo ya lo tenía asumido, sabía de su culpabilidad y se limitaría a aventar la cadera lo más adelante posible cuando calculara que venía el trancazo, para aminorar los efectos dolorosos del mismo.

En 1975 todavía los niños eran respetuosos de sus mayores y era impensable que una falta de ese nivel se pasara por alto. Además la figura paterna era algo así como Pinochet en el Palacio de la Moneda: dictatorial, cruel y despiadada. Al menos eso le decían sus 72 meses en este planeta al asustado chamaco, no porque le dieran sus friegas diario, sino porque la amenaza de mamá de "cuando llegué tu papá vas a ver", "tu padre te va a romper el hocico cuando se entere" y otras similares se cumplían de vez en cuando, pero se cumplían.

De repente se escucharon concatenados los ruidos de la regadera perdiendo presión, del chorro de agua extinguiéndose, de la cortina del baño corriendo de un sólo jalón y del chacualeo de unos pies mojados en el mosaico. "¡Chin...! Me llegó la hora!", pensó el niño que ya sentía agüita en los ojos y todavía no le sonaban.

Los pasos se dirigieron a la recámara y se ahogaron en la alfombra. Papá gritó "¿dónde estás?" y el temblor de sus manitas lo delató cuando quería haberse escondido y hacerse más chiquito de lo que era.

El poder del brazo de Papá retiró del cuerpo del ajolotito la colcha y su vista lo recorrió con furia. Ls ojos del alumno de kinder se apretaron esperando el castigo, pero el progenitor lo levantó del antebrazo, con fuerza, pero delicadeza.

"¿Por qué te caigo gordo?"... "No sé papá, no sé por qué te dije eso, perdóname" contestó llorando. Juan, como se llama el padre, lo abrazó y consoló, "No me digas así, que me sentí mal, no llores"... "Es que pensé que me ibas a pegar por irrespetuoso", dijo el pequeño ya con el moco tendido sobre la boca. "¡No, hijo! Cuando te he dado es porque te has pasado, pero no te pego siempre ¿o sí?". En eso el chaval hizo memoria y en realidad le habían surtido la despensa tres o cuatro veces, cuando rompió aquél jarrón tan caro o cuando mintió o le pegó a su hermanita, pero no lo nalgueaban tan seguido.
Papá se dio cuenta que su retoño tenía miedo y se disculpó, le prometió que no sería tan duro, pero le pidió que no fuera tan grosero porque sino le tendrían que poner un correctivo alguna vez.

Entonces besé a mi papá y me di duenta que no era un dictador, que era muy bueno, lo máximo y que el tamaño de mi falta me había llevado a autoponerme el castigo antes de que lo otorgaran, cuando Don Juan entendió perfecto que había sido una frase sin sentido.

Bueno, ni tan hueca la frase, porque hasta la fecha mi papá es mi "Gordo" así le digo por eso me caía gordo lo enteindo ahora, lo adoro y nunca me dio una nalgada que no estuviera justificada y no crecí traumado como dicen los sicólogos.

Vivir contigo


Me caes mal desde que estás en el supermercado y no sabes qué detergente comprar. "Con tantas opciones, uno se vuelve loco", dices muy contrariada. Cuando estás en la fila del cine y ves a lo demás con desprecio porque comen las palomitas antes de entrar al cine. Y ya en el asiento, comienzas a comerlas poco a poco para que te duren la función completa. Y por supuesto, que comentes cada punto, cada escena y su resolución conmigo. Esa espontaneidad hace que uno se vuelva adicto a tí.

Me caes mal porque no soportas ver un pelo en el piso y tienes que limpiar obsesivamente hasta que tengas la "certeza" de que no hay nada. Esa obsesión te va a llevar a la perdición. Es lo que no soporto en tí. Eres obsesiva con todo lo que llega a tu vida, para después olvidarlo como un nino olvida sus juguetes viejos en un rincón del armario. Te acuerdas cuando corrías? Corrías por tu vida, literal. Te acuerdas cuando nadabas? Ya ni sabes dónde dejaste tu traje de bano profesional. Ahora es la bicicleta. Es tu nueva obsesión. Ush! Me caes tan mal!

Pero cuando peor me caes es cuando piensas que ya tienes todo para ganar, cuando todavía te falta poco y de repente, te das por vencida. Esa fuerza que te llevó a estar donde estás, se desvanece y desaparece para dejar paso a la impulsividad y conformismo. Al estómago en lugar de la cabeza. Eso es lo peor.

Vivimos en el mismo cuerpo, somos vecinas de pasiones y de aventuras , de desilusiones y de  esperanzas. Siempre hay algo que me sorprende de ti, un sentimiento, una decisión inesperada, un arrepentimiento inusitado. Y aún así, te quiero, te adoro, te amo, estás conmigo siempre y en realidad, no estás sola. Siempre estaré contigo. Siempre viviré contigo. Siempre estaré para escucharte. Porque somos una y a la vez dos. Invariablemente Olivia.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Bono


Marzo de 2009. Mientras llueven las críticas por su nuevo disco (de parte de Spin, NME y Rolling Stone), U2 decide imitar a The Beatles y toca en la azotea de la BBC de Londres. Bono, como es su costumbre, lanza denuncias y crea polémica barata.

Un gentío invade las arterias próximas al inmueble de la BBC. La policía pone vallas y corta la circulación. No es una manifestación. Nadie corre pero todos miran hacia arriba. La atracción es U2. Los irlandeses no están firmando autógrafos. Están echándose un palomazo en la azotea de la cadena inglesa.

La imagen es un ícono de la cultura rock. El 30 de enero de 1969, The Beatles tocó por última vez en vivo en otra azotea de Londres, la del estudio Apple Records. Pero lo de los irlandeses también remite al video de "Where the Streets Have No Name", uno de los cortes de difusión del álbum Joshua Tree, que fue filmado en la azotea del Liquor Store de Los Angeles.

Emulando aquellos conciertos, Bono lleva a cabo esta nueva jugarreta "marketinera" no sólo como estrategia para difundir su último álbum, No Line On The Horizon, sino que también busca mitigar las críticas mientras hace lo imposible por conservar su imagen de "banda de culto", la que pregonaba en los años 80, pero que de pronto tuvo la media "M" de McDonald's como estandarte en el Pop Mart Tour de 1997. Gritaban contra el consumismo, cobrando por boletos cuyos precios eran estratosféricos.

Al disco, que Bono calificó como "el mejor disco de U2 desde Achtung Baby", le han llovido críticas negativas, a pesar de que muchas rescatan el regreso de Brian Eno y Daniel Lanois a la producción. Pero del espíritu revolucionario y "a pie" de la agrupación ya no queda nada. Y el cinismo de Bono le alcanza para aceptar sus contradicciones y abanderar lo que él llamó "izquierda caviar" en el año 2000.

Varios reportes de prensa han hecho eco del disgusto de Bono por tales juicios, y curiosamente ahora ha brotado el arrebato mediático perfecto por parte del líder de U2: ha llamado "disfuncional" y "cretino" a Chris Martin, cabecilla de Coldplay, quien con el Viva La Vida Tour ha invadido el mundo muy al estilo del cuarteto irlandés.

Hay quien dice que el ego de Bono es más grande que su propia estatura y que no le place ser "superado" por una banda británica que ha aprendido bien las reglas del marketing y que, incluso, le ha copiado la fórmula para lograrlo.

No me sorprende que, por ello, Bono arremeta contra Martin, a quien tampoco admiro en lo absoluto. Y lo hace justo en los tiempos en que el sencillo "Magnificent" se concreta como el que menos ha vendido y menos éxito ha tenido en la historia de U2 desde 1984.

Entre rufianes se ven, entre rufianes se tratan, entre rufianes compiten.

domingo, 2 de mayo de 2010

P***s

Tú me caes mal.

Por default, porque quiero, porque sí. Porque te crees lo máximo y no lo eres. Porque estás lejos de tener la grandeza que crees tener, y me da risa que supones tenerla.

Porque tus colores me dan guácaras. Porque te preocupas que si tu escudo es grande, chiquito o mediano. Ay ñañaña. Porque qué nena eres.

Porque tu estadio es espantoso y crees que está bonito. Es de piedra, se cae a pedazos con un patada. Es poco funcional, desordenado, todo el mundo sale tatemado, es arcaíco y tiene una fachada pasada de moda. Porque sería mejor derrumbarlo y construir otro nuevo. Porque han muerto personas ahí y ya ni te acuerdas.

Porque eres tan malo, que de a tiro por viaje que mi equipo va a tu casa, la hace su hogar. Y sin necesidad de la presión de tu público que quesque intimida. Les hemos metido de a 3, de a 4, de a 5, con uno u otro técnico, con figuras o suplentes, con el uniforme azul o con el blanco. Porque son clientes, con todas sus letras.

Porque tu grito de guerra es horripilante. Y crees que tu ritualito pseudo-nazi debe ser respetado. ¿Por qué? ¡No! Porque tú me caes mal. Porque te dices incluyente en tus tribunas segregas. Porque tus barritas hacen un negociazo con los boletos, desde hace años. Y se las dan de democráticos.

Porque tienes seguidores necios, inoportunos y pedantes. Pocos son los pensantes y razonables. Los que reconocen cuando algo está mal. Porque la mayoría creen que se solucionan tus complejos diciendo Goya. Aaaagh. Tú me caes mal. Porque, ¿quién festeja las derrotas con cánticos so pretexto de orgullo? ¡Nadie! Sólo tú. Tú, tú que me caes mal.

Porque eres "el segundo equipo" de muchos. O eras, porque ya no. Porque jamás hincharía por ti, por falsote. Porque tienes como central al jugador más horrendo del planeta, que ostenta el apodo más ridículo del mundo. Porque entes como tu portero y tu técnico ya pasaron de moda y crees que no. Porque si te meten uno me gustaría que fueran 2, y si te meten 2, espero que sean 5. Porque ya te hemos metido 5 y se siente bien bonito.

Tú me caes mal, y jamás tendrás mi simpatía. Porque estás lleno de aficionados wannabe. Y porque if you wannabe, you'll never be. Porque no pelas un chango. Porque hueles feo, a gato. Porque no. Por default, porque quiero, porque sí.

P***s, tú me caes mal. Muy mal.