lunes, 29 de junio de 2009

Piquemos cebolla

“Generación Timbiriche”. Jua jua jua.

“Generación Timbiriche”. Me cago de la risa. Para que un grupo sea considerado tan importante como para “determinar” con su nombre a una generación, tiene que haber un legado, una herencia, un aporte definitivo más allá del impacto que hayan tenido en su momento.

Una cosa es que Timbiriche haya sido un ícono de su época, y otra muy distinta que haya revolucionado, convulsionado o distorsionado algún microuniverso musical a partir de sus logros. Ya lo había escrito alguna vez con anterioridad en mi blog de las quejas personales. En ese caso, tendríamos que hablar de un “Generación Star Wars”. O bien, de una “Generación Nintendo”, si abrimos un poco más el rango de lo que queremos llamar “generación”.

Vaya, cómo no, las rolas de Timbiriche se quedaron incrustadas en nuestros discos duros. Pues claro, a huevo, si al ser el producto estrella de Televisa las repetieron hasta el cansancio en todos lados. Y una mentira dicha un millón de veces termina por maquillarse de verdad.

Porque ni su vestuario era original (de niños les pusieron esas pseudos-pijamitas, y de más grandecitos le robaron el estilo a Vaselina), ni sus rolas eran memorables (uy, Memo Méndez Giu o quien sea que las haya escrito se quebraba la cabeza con eso de ‘soy un desastre sin ti’), y el aporte motriz de los muchachos era francamente limitado (se encargaron de agotar este pasito de edecán de programa de Paco Stanley detrás del micrófono).

Les pongo aquí un reminder de cada uno de sus miembros originales para comprender la trascendencia de la gran (¡viva el sarcasmo!) “Generación Timbiriche”:

Diego Schoening.- Ace comerciales Ace.
Eric Rubín.- Su top moment fue cuando Alejandra Guzmán y Paulina Rubio se lo jalonearon con canciones y toda la cosa. Terminó casándose con Andrea Legarreta (mmmm).
Alix.- ¿Quién?
Mariana Garza.- Taaan equis. ¿Cómo estaba ese pedo de que su hermana era su mamá? ¿O al revés?
Sasha.- Este… sí. Exacto. Eso.
Benny.- Compuso el gran éxito “Cielo” en 1996. Pegó cabrón. Hace unos meses, sacó una canción que puede pegar. Se llama “Cielo” (Jean Luc Bisconte diamond bellagio remix versión edit). Dicen que viene con todo eh.

Mención aparte merece la propia Paulina, quien dos dos pescó un estilo y a pesar de que es súper cagante sí la hizo y se pepenó a un miembro de la realeza española con nombre de golosina, o algo así, y ahora no le falla al Hola cada semana.

“Generación Timbiriche”. Por favor, antes de decir tal mamada piénsenlo dos veces. La fórmula ni siquiera la repitieron. Más abundaron en los 80 las “boy bands” y otras cosas que el grupillo juvenil quesque atractivo. 

Ah, y ya me cayó el 20, a propósito de sucesos recientes. “Generación Michael Jackson”, eso sí. A huevo. Ahí está todo en una sola persona: estilo, canciones que permanecen, rúbrica, bailecito, vestuario: todo. Eureka, eso somos. Ahí tienen, para que ya no anden arriesgándose a que la boca se les haga chicharrón al profanar sacrosantas etiquetas a razón de un grupillo cuyos miembros que, a diferencia de MJ, ni siquiera se han muerto como para llorarles. 

Para eso, mejor picamos cebolla.

viernes, 26 de junio de 2009

Don Pepe

Se dice que los hombres a los 40 tienen un extraño y burdo renacer. Extraño porque se vuelven a sentir veinteañeros, y burdo porque nadie de 40 que se quiera volver a ver de 20, se puede ver bien.

Cuentan que nos da por comprar Harley Davidsons o autos deportivos, entrar al gimnasio, perseguir dieciochoañeras o menores, nos pintamos el pelo o nos lo injertamos, que compramos ropa de diseñador, nos untamos cremas y nos da por escuchar lo último en música pop.

Esa reafirmación de la hombría, esa muestra de inseguridad es porque nos sentimos viejos y nos negamos a ver que la entrega de lo ahorrado en el afore está cerca. Dicen, yo no lo sé de cierto porque tengo 39 años y no he adquirido ninguna de esas aficiones tardías propias de mi condición. A lo mejor en cinco meses empiezo de mamarracho y me voy en mi moto a Acapulco a echar rostro afuera de un antro, metiendo la panza para impresionar.

Lo que sí es que ser un "Don" (me zurra que me diga, por ejemplo, un baboso bolero: don, don era mi abuelito) me provoca un malhumor repentino, pero paradójicamente contradictorio. Me explico. Si un mozalbete de 18 años se le ocurre decirme señor en un concierto, me prendo, porque digo "bueno y este mugroso cree que soy de la edad de su papá o qué, si estoy joven", pero si otro desarrapado de la misma edad me suelta un "¿qué onda güey?", me pongo como Zidane cuando le hablan de su hermana porque, digo, "este méndigo igualado, ¿piensa que somos del mismo Cetis o qué? Más respetillo".

Total, que ni yo me entiendo, o soy un joven tardío o un ruco que tardíamente se da cuenta que ya no es joven, pero eso de andar de madurito que se cree joven jamás.

Tampoco soy un defensor de las buenas costumbres ni miembro de la vela perpetua ni mucho menos de esos seres que se les acaba la juventud y les llega la virtud. Hace poco le decía a Olis que la edad te radicaliza en algunos sentidos: lo que te gusta, te gusta mucho más y lo que no te gusta lo llegas a odiar. Pero al contrario, en otros sentido te ablandas y yo me he suavizado totalmente en los gustos musicales. Era un adolescente heavy metalero, y poco a poco me volví roquero clásico, le metí al progresivo, al electrónico, al punk, al psicodélico y ahora he descubierto el flamenco del Camarón, el rupestre, el son, el merengue, a Chopin y hasta el soul. Definitivamente he llegado tarde a muchos géneros, pero los vivo como si fuera su descubridor. En la música no importa llegar primero, sino disfrutarlo, no hay que escoger entre Zeppelin y Depeche si puedes tener a los dos.

Creo que la afición tardía que ahora me marca es el Chinchón dulce derecho con un vasito de agua mineral con hielo a un lado. A donde quiera que voy a comer o cenar tomo uno al final, como digestivo. Empecé con el Sambuca nero hace como 10 años, pero por caro y empalagoso ahora soy fan del Chinchón, y creo que se me nota, porque en el "Cámara Camarón" restaurancito de mariscos de la Portales donde voy por lo menos cada 15 días, hace poco "me compraron" mi botella de anís. "Ande don, para que no le quédemos (sic) mal le compramos su chinchón". Bueno me dijo don pero cómo no si parezco viejito tomando mi anicito después de comer, ¿no?.

jueves, 25 de junio de 2009

Mea culpa

En mi niñez no me distinguía ni por ser muy femenina, ni muy hombruna. Era de las 'de en medio', razón por la cual, sólo un niño me jalaba las trenzas y nadie me mandaba recaditos ni quería ser mi novio ni se peleó por mí antes de los 16. Conforme los años fueron pasando y fui exclusiva de mi ex durante 10 años de noviazgo y 5 de casada, mis oportunidades para conocer otros niños-hombres fueron casi nulas. Una vez mi ex y yo cortamos por 6 meses y me dió oportunidad de conocer a un estudiante de Ingeniería llamado Arturo y ahí paró la cosa. Literal.

Después del duelo del divorcio y de que las comidas te saben a mierda y no te interesa nada ni nadie durante algunos meses, llega el momento de comenzar a salir al 'mercado'. Si feministas, retuérsance del coraje como tlaconete con limón, pero uno tiene que arreglarse para salir e impresionar al macho, todo un ritual de apareamiento, se chingan.

Mi primera cita después de salir del luto fue con un personaje llamado Armando. Un verdadero patán, pero ¡ah! cómo me gustó esa emoción y ese rush de la primera cita. Yo no sabía si marcarle al otro día, si no marcarle, si marcarle y colgar, si mandarle un SMS, si decirle a una amiga que marcara y viera si contestaba él. Cosas que debía de haber pasado a los 20, no a los 30. Las claves, los códigos secretos que las mujeres tienen, los que los hombres tienen, yo era una verdadera neófita pendeja. Pero me encantó, como los changos a los mangos.

Tanto, que me inscribí en un famoso sitio de internet para conocer personas del sexo masculino. Hubo un momento de la vida que tenía first dates desde el martes, hasta el sábado con distintos tipos. Tranquilos, no se me espanten ni saquen el rosario. Second base era sólo un sueño para los caballeros, y en algunos casos para mí con el cuento de que 'no se las daré hasta que valga la pena, que vea que soy una mujer decente!'. Ahora que ya lo pienso, debí haberme portado indecente y haber ido al Hotel Pasadena después del Ivoire, con algunos, no con todos. Control de calidad ante todo.

Pero siempre está el lado amable del dating game. Afirmativo, de esas citas con señores varios tuve la oportunidad de conocer a algunos que formaron parte de mi vida sentimental y que aún sigo frecuentando. Uno de ellos es mi mejor amigo. Nada es de oquis. Todas esas horas frente al espejo bien valieron la pena.

Pero en realidad, reflexionando sobre este comportamiento, les confieso que no soy aficionada a los señores. El hecho en particular de salir y conocer gente va más allá...mucho más allá. Mi proceder no es superficial y vacío. Simplemente, y es algo que mucha gente no entiende aún, soy aficionada a vivir la vida en su máxima expresión. El divorcio me dió algo que no había expermientado en 15 años: libertad de elección. Para lo que sea. Nunca había ido al cine sola y lo hice. Nunca había viajado sola y lo he hecho varias veces. Nunca me había decidido a cambiar no sólo de residencia, sino de continente y en 2 meses me iré a mi nuevo hogar berlinés. Y con toda honestidad les confieso, mi felicidad ya no depende de otros. Eso también lo elegí.

Así es que nunca juzgen un libro por su portada. Aficiónense de sí mismos. Yo me declaro una feliz y auténtica devota de LaOlis y de su capacidad de elección. Por fin, tengo una relación que vale la pena...y es conmigo.

miércoles, 24 de junio de 2009

Fetiche


Más allá de las leyendas salvajes que se pueden formular a partir de un encerrón casero, la primera vez que Mara y yo nos quedamos descalzos, me percaté de algo curioso: sus pies son diferentes a los del resto de la humanidad.

Y ella misma lo admite: son feos.

En pleno desafío de la naturaleza, su segundo dedito es el más largo de la quinteta y, además, es como bombacho, como jorobado, como el terco aficionado en el estadio que quiere hacerse lugar en las butacas a hombrazos y codazos y que, al final, logra sentarse del modo más lastimoso. Apretado él, apretados los demás. El triunfo del bulto.

Y ese protagonismo del "No. 2" hace que sus otros cuatro dedos luzcan apagados y sin señas de identidad. Los tres más pequeños, en particular, son un espejo de tristeza. Están apilados en una misma dirección, incapaces de alzar la voz o de sacar la garra y crecer la uña con aires de rasguño. Lejos de tal aspiración, todos parecen gomitas.

Por años, mi norteña y yo dejamos el tema de sus pies feos a la deriva. Entre la sacarina de la vida marital y los muchos otros motivos de dicha, asumimos la imposible perfección de todo el cuerpo. Si acaso, descargamos ocasionalmente dosis de risa cuando nos topamos con su "dedo protagonista", mas no ahondamos en ello. Un acuerdo simple: así como Mara aceptaba la mutilación de las uñas de mis manos como consecuencia de mi ansiedad, yo correspondía con un silencio respetuoso a la falta de decoro en sus pies.

Sin embargo, la seguridad de Mara en sí misma siempre ha tenido grandes efectos en mí. Por ello, no me sorprendió que hace un año decidiera hacerse el más vistoso de sus tatuajes precisamente... ¡en el pie!. Barrigón entusiasmo y flacos complejos los de mi esposa. Cosas simples por las que un hombre se enamora un lunes y se enamora otras siete veces antes de que llegue el martes. La admiración que le profeso tiene refill. Un güiño constante a la sorpresa.

Hace unos meses, llegué a casa y la encontré en el más profundo de los sueños de madrugada, esos donde la descomposición corporal es plena. Mi mujer tenía el 75% del cabello tapando su cara, el brazo derecho cruzado sobre el pecho a un grado peligrosamente cercano a la luxación, y la pierna izquierda escurrida por fuera de las cobijas, colgando junto al colchón.

Antes de estacionarme en mi lugar asignado para apagarme y dormir (me corresponde el lado derecho de la cama), observé su pie colgante. Lo analicé, lo estudié y empecé a disfrutarlo. Le enconté una extraña belleza que no podría definir, y hasta experimenté una pizca de antojo primitivo.

Así pues, el único resquicio de ella que jamás me provocó en los primeros años de matrimonio, ha comenzado a burlar las rejillas del desánimo y me ha vuelto un tardío fanático de los dedos desordenados. Sí, con ellos me injerto placer.

Y hoy ya puedo decir que sus pies suelen ser un buen... "inicio".

lunes, 22 de junio de 2009

Mi reino por el imperio del cibermundo

Desde que salieron los promos, decidí que iba a seguir 90210, la secuela de la noventerísima Beverly Hills 90210 que estableció varios prototipos de aquella década: las patillas de Brandon/Dylan, el melosísimo "bayi" con el que doblaron a Kelly cuando se despedía, y la institución de los nombres de los varones antes mencionados para chavitos que atienden en Tres Marías o poblados similares (Brandoooon, traete dos Lulús de piña y tres de cecina sin nopales pa'la mesa cincooooo).

En esta nueva versión dosmilera, tenemos igualmente a un grupito juvenil con algunas modificaciones. El "Brandon" es negro y adoptado, los "Walsh" no vienen de Minnesota, sino de Kansas (¡como Dorothy!), y acá no juegan tocho, sino lacrosse. Y dentro de la palomilla, hay un personaje llamado Silver, la hermana menor de Kelly (quien ahora es supervisora de la prepa, o algo por el estilo). Silver, además de ser un recontra bombón, es... bloggera.

Vaya. Si su angelical rostro no hubiera sido suficiente para enamorarme de ella si yo me la hubiera topado en caso de haber ido a la prepa en el 2009, esto de ser la bloggera de cabecera me hubiera trastornado el pistache por los siglos de los siglos. Por supuesto, yo también habría bloggeado y juntos nos hubiéramos convertido en emperador y emperatriz del cibermundo infinito. 

Ok, ya volé, lo siento.

¿A qué voy con todo esto? Que mi afición tardía es precisamente el medio por el que leen estas patrañas: el blogging. Llegué tarde a la bloggeada. O mejor dicho, ella llegó tarde a mí. 

Carajo, cómo me hubiera gustado bloggear desde la adolescencia. Así como Silver se encarga de destrozar reputaciones desde su computadora, yo hubiera podido hacerme de una personalidad de la que siempre carecí en la prepa de la tres veces hache Universidad LaSalle. Al ser un macrogranero de más de 2 mil becerros con ningún objetivo más que mugirle a la primera oveja que perdida pasaba por los pasillos (me incluyo), hubiera sido mucho más divertido meter la intriga, clasificar popularidades, manipular la información y crear una referencia para todo en la historia de la prepa de Benjamin Franklin.

Cuántos rumores quedaron en los pasillos, cuántas madrizas en la calle de Mazatlán se quedaron sin narrar, cuántas discusiones alumno vs. maestro acontecieron sin registro. ¡Oh blog de mi vida, por qué te tardaste tanto en llegar!

Llevo bloggeando desde 2006 y he sembrado más dichas que desdichas con mi blog. Sin embargo, y tomando en cuenta que fue hasta el último de mis seis semestres en prepa comencé a pasármela bien, no hubiera estado nada mal haber sido u.n.i.c.o. desde la prepa. Nomás me hubiera faltado Silver... porque LaSalle era de puros hombres. Chale.

jueves, 18 de junio de 2009

¡Ay, dolor!





Se me hace que yo soy como las mujeres que aguantan hasta el dolor de parto, pero se les olvida y vuelven a tener hijos. Creo que nunca me ha dolido algo tan fuertemente como para que se quede permanentemente en el disco duro.

Como el Chanfle II, una vez terminé como “El Caballo Blanco”, con el hocico sangrando por caerme de una bicla y se me rompió un diente, que hasta la fecha luzco despostillado en mi mazorca. Me acuerdo que chillé como puerco en el matadero, que mi tía Tere, más fastidiada que asustada me puso una buena enjuagada en el lavadero del patio de su casa de Aragón, pero sinceramente no tengo presente en la memoria cómo es el dolor de tener la buchaca floreada como mesa de pool.

Me he puesto unos cortadones en los dedos de las manos, porque soy tan hábil para poner vidrios y manejar cuchillos como un chivo en una cristalería, pero ya ni me acuerdo cómo duele una cortada.

Así, una vez me cayó una piedra como de dos kilos en la cabeza, he recibido patadas y me han puesto madrinas de mi tamaño, pero el dolor es algo que se borra de la mente, algo que no se archiva, no en mi caso.

Creo que lo que permanece es el miedo a sentir dolor, el temor a ser lastimado. Por eso, cuando voy al dentista, con o sin anestesia, experimento una incertidumbre que me alborota los jugos gástricos y estimula mis las glándulas sudoríparas.

En esto hay la excepción que son todas las mujeres. Su umbral del dolor es, yo diría, 10 veces mayor al del hombre, por el simple hecho de parir, pero como ya dije, se les olvida tan rápido que sin problemas se vuelven a exponer a una dilatación de 10 centímetros y pujidos marca diablo. Son de otra madera.

Por ello también mi teoría de que por eso el tequila es una bebida para mujeres, porque sólo ellas pueden aguantar ese sabor, ese golpe de alcohol, sin terminar adorando al dios de porcelana.

Por mi parte, físicamente no hay dolor que se mantenga en mi cabeza, lo malo es que el alma sí tiene memoria, y cada vez que veo lo que Darío no puede hacer, o que platico todo lo que Ari sí hace y muy bien. Cada vez que mi Dawish tiene un pequeño gran progreso o a Ari se le dificulta una suma o resta. En cada ocasión que los que tienen mi sangre en especial él, el más pequeño, son tan vulnerables, están tan indefensos y al mismo tiempo me quieren y me necesitan tanto, en ese momento sí hay una aguja que me recorre desde el primer juanete hasta las orejas y, como dice Fito Páez, provoca que me ataquen furiosos pétalos de sal.

miércoles, 17 de junio de 2009

Un dolor de otro mundo



Hay de congojas a congojas. No soy feminista ni mártir, pero como mujer, se añaden algunos extras...los cólicos menstruales, depilación con cera en cualquier parte del cuerpo, delineado permanente, peelings, Restylane, Botox y, bueno, el ganador: el parto. Que cuando te baja por primera vez, cuando te están creciendo las boobies, cuando usas stilettos, cuando te casas y demás sucesos trágicos. Traemos el chip del calvario. Pero ese primer dolor, esa opresión en el corazón como si te estuvieran apretando la caja torácica con una llave Stilson, nunca se olvida y he de decir, agarra parejo.

Desde muy tierna edad, el cine ha sido una de mis pasiones. Siendo hija única, las películas me acompañaron durante la infancia, pasando por mi problemática adolescencia y mi todavía más caótica y divertidísima adultez. De ahí que el primer acercamiento con un dolor de a deveras fue viendo nada más y nada menos que una joya del séptimo arte: E.T. The Extraterrestrial.

Mi mamacita tuvo una época en la que compraba el abono de la Muestra Internacional de Cine que se celebraba en la Cineteca Nacional e iba a todas las funciones. Antes de que se estenaran para el público, ella vió varios filmes de la talla de Fanny y Alexander, Los motivos de Luz, Brazil, La rosa púrpura del Cairo, Kagemusha e E.T. Muy emocionada, llegaba en la noche a platicar conmigo sobre ellas y al ver la peli del petizo café arrugado, decidió llevarme a verla...lo que no sabía era que YO la llevaría al callejón sin salida de la vergüenza pública.

Llegamos al cine Pedregal y nos acomodamos en la quinta fila casi pegadas a la pared con mis Pon Pons y mis palomitas chiclosas. Yo estaba emocionadísima...era EL suceso, LA película de LA década! Un cúmulo de emociones se apoderó de mí cuando Henry Thomas encuentra a E.T. en su cobertizo y se lo lleva a su cuarto. Conforme la película va avanzando, el desgraciado de Spielberg logra que te involucres con el extraterrestre de manera especial...sientes cariño, ternura y compasión porque al pendejo lo dejaron a la buena de Dios los culeros de sus dizque amigos y hace del Speak and Spell su boleto de regreso: 'E.T. phone hoomeee'...el manejo de simbolismos como las llaves que carga Peter Coyote 'el malo' que después se vuelve 'bueno' y Dee Wallace como la working mom divorciada con 3 hijos hacen que te identifiques con cualquiera de los personajes.

Mis manitas sudaban como cuando te llega un requerimiento del SAT cuando Michael, el hermano de Henry Tomas aKa Elliot encuentra al perdido E.T. en el bosque agonizante, de color blancuzco tipo Sweetarts chupada. Ya para estas alturas, rompo en llanto histérico en medio del cine y mi pobre madrecita decía, 'Tranquila hija, por favor, ¡te va a dar algo!'. Siento que el corazón se me va a salir y que, literal, me estoy quedando sin respiración. En ese momento, Peter Coyote irrumpe en la casa de Elliot al más puro estilo PGR con trajes de polietileno blanco y montan una instalación médica ahí mismo. ¡¡¡Noooooooooooooo!!! Sufre E.T., sufre Elliot...están conectados porque se quieren idiotaaaaa no te das cuentaaaa, ¡¡¡se están muriendo pedazo de imbécil!!! ¡¡¡Alguien haga algooooo!!!. Mi mamita no puede contenerme, me sacude, me sopla en la cara porque me estoy privando y de paso, muy decente, se disculpa con todos los presentes.

De repente, se escucha el flatline y muere E.T. Le dan RCP con desfibrilador y ahí, en ese preciso instante mis estimados, es el momento Carta Blanca; mi corazón se hace pedazos y me quiero morir. Dicen que el dolor de una pérdida es tan fuerte que por eso se crea la metáfora de 'me rompiste el corazón'. El dolor del alma se somatiza y en efecto, te duele el corazón por falta de oxígeno. Mi mamita, pobre, no puede frenarme y no sabe qué hacer porque evidentemente, me están aventando palomitas, cascos de Coca-Cola, zapatos, niños, lo que se encuentre a la mano. Rendida al ver mi pesar, grita '¡No se muere! ¡Te juro que no se muere!'. Se escuchan mentadas de madre y chiflidos. En ese momento, paro mi llanto histérico y toda la noche estuve con los espasmos tan característicos de mi gran aflicción por la muerte temporal de E.T.

Al salir del cine, los mismos que me habían aventado hasta el burro de planchar, me ofrecían chocolates, galletas, kleenex y demás para mitigar mi angustia y ya no suspirara por el idiota de E.T. que, por andar tragando camote, se quedó varado en un planeta lleno de gente, igual de pendeja que le dió electroshocks y lo vistió ridículamente de fantasma. Lo único bueno es que se puso un pedo de aguamielero y conoció al hermoso Elliot.

Mi moraleja personal radicó en que NUNCA hay que separarse de tus amiguitos cuando van de excursión. Y puedo presumir que aprendí algo a mis 8 años aparte del sufrimiento. La gente se identifica con el afectado por una pena. Eso se llama solidaridad, un valor completamente nuevo que me hizo pasar de ser espectadora a unirme con quien tuviera algún desconsuelo. Años más tarde, lo ví en grandes oleadas en el terremoto del '85. Pero ese, es tema de otro post.

Cocaína cósmica


Pido zapes y cerillazos para todo aquel mocoso que haya llorado porque "la niña que le gusta" no fue a su fiesta. Ridículos los escuintles que lo hayan hecho... incluido yo.

Pocos antes de cumplir 8 años, mi hermosa madre (llamada Rocío, pero a la que afectuosamente apodo "Chabelo") decidió organizar una fiesta con mis amigos en la vieja casa de San Gabriel. Si bien no era novedad juntarnos para consumir merengue azulete de la panadería La Paloma, sí al menos fue el primer guateque en el que decidí invitar a Cristina, la flaquita de quien yo estaba perdidamente enamorado por dos razones: estaba bien bonita y, además, corría más rápido que yo en la clase de deportes. Eso me fascinaba (en lo que se fija un chavito imbecilete a esa edad).

Ahora bien, y marco lo siguiente con asteriscos: yo no tenía las balls (en aquel entonces "canicas" o "lunetas") para invitarla. Casi no le hablaba y menos la trataba. Todo se reducía a mirarla como larvita resignada desde mi pupitre, atestiguando cómo le mandaba recaditos a Emmanuel, un tiburón morenazo de ojos verdes que tal vez (ahora que lo pienso) sea Roberto Palazuelos.

Bueno, como sea. Con todo y el "Diamantito Negro" en sus prehormonas, yo quise dejar de ser un bisonte aletargado y, sacando ese valor de no sé dónde, le pedí a mi madre que ELLA hablara con la hermosa Cristina y la invitara a mi fiesta. Su presencia, en el peor de los casos, haría de mi cumpleaños el más fascinante de la historia.

El momento de la verdad se dio en una fecha que no recuerdo. Hora de la salida, mi madre me dice que lo deje en sus manos y que vaya a casa con la certeza de que la convencerá. Media hora después... (expongo el diálogo fiel y sin cortes): "Luigi, mi viiiida, mi cieeeelo". "Qué pasó, mamá, dime que sí viene Cristina a mi fiesta!". "No, mi vida, hablé con su mamá y me dijo que no puede, no me dio razones". (Expongo mi respuesta fiel y sin cortes): "¡Buaaaaaaaaaaaaaa!". Sí, ahí me hallaba yo, con las manitas deteniéndome la carita mojada, con el pechito subiendo y bajando a ritmo violento, y el "corazón partío".

A veces el llanto parece motor de carcacha. Ya ven que uno, cuando sigue siendo medio esperma, como que jala aire y hace una respiración traqueteada y dividida en ocho partes desiguales. Tosemos entre mocos como si nos hubieran sacado del agua después de 10 horas, luego nos quedamos viendo fijamente la pared, y después nos acordamos que estamos sufriendo, así que a producir otro gemido de rinoceronte. En mi caso, aquella tarde lloré como un zotaco súper pussy sobre el sillón de la sala.

La ausencia de Cristina propició que mi octavo onomástico fuese el más infeliz de mi chaparra vida. ¡Oh ventiscas de la niñez, oh pesar de la infancia!. Sin duda el dolor más puro porque tiene una edad y un motivo. El dolor en barro, sin procesar.

Pero bueno... vamos al presente, porque esta cosa rara denominada "Facebook" sigue haciendo de las suyas (y de las mías). Hace semanas, a través de un amigo en común, Cristina y yo nos encontramos de pronto en un grupo de exalumnos de primaria. Sí, la foto de una señorita sonriente y vestida con blusa gris apareció en el casillero Friends, justo a un lado de mi foto de mamador.

Días después, ella y yo intercambiamos mensajes Tenerife-DF y narramos nuestras vidas a ambos lados del Atlántico. Lo de siempre: ella veterinaria, yo narcicista, ella estudiosa, yo músico de conservatorio sin título, ella... del otro lado del charco, yo... de este lado de Chalco. Ella simple, yo simplote.

Lo último que escribió fue lo que particularmente yo llamaría un "mensaje existencial", un trozo de historia irónica y una línea de cocaína cósmica: "¡Un gustazo saber de ti, Luis!... Y qué buenas fotos de tus fiestas de cumpleaños. Aunque ahora no ando en México.... algún día invítame a una porfas!!!!!!!!!!!!!".

Sí, le puso 13 signos de admiración a esa última frase.


Inphi escribió esto bajo los influjos de "The Sun Always Shines On TV", de a-ha.

lunes, 15 de junio de 2009

La lección de la bicicleta

Si algo le puedo agradecer a mi papá es la dedicación intelectual que tuvo conmigo cuando era chavito. Según se dice, él me enseñó a leer, estimuló mi memoria y me compró la Enciclopedia de Disney, misma a la que atribuyo las bases de mi afición por leer y escribir. 

Pero también, si algo le puedo reclamar, es que jamás me encaminó mejor en la práctica del deporte. O sea, me retacó de teoría del Cruz Azul y jamás me puso en una escuelita o algo por el estilo, para que yo fuera el centro delantero que la Máquina debió tener (anden, ríanse culeros). De la misma forma, nunca se aplicó en las artes y formas de instruirme sobre el futbol americano, basquetbol, atletismo, rugby, sumo y/o surfing marsupial.

Y de algo tan básico, como andar en bicicleta, ya ni hablamos. Ya divorciado de mi papá, mi jefa se encargó de "conseguirme" una bicicleta, porque a sus 8 años, el "nene" quería aprender a andar (háganme el favor, qué pinche imprudente, ¿no?). Entonces fueron con mi tía Virgen y le "pidieron prestada" la bicicleta de mi primo Toño, que a su vez fue de mi primo Pepe... y de quién sabe cuántas generaciones previas.

Con todo respeto, el cacharro aquel estaba pa'l perro, jaja. Dorado en su estructura principal, el manubrio era como de niño lelo y la cadena un poco-caida. Pero eso sí, me la presentaron como "ideal para que aprendiera". 

Mmmm... ajá.

Mi brillante capacidad para deducir aquellas patrañas todavía no llegaba a mis neuronas, así que, con todo y la gran estafa, tomé el vehículo y me puse a darle con entuasiasmo en el patio de la casa de Eugenia, intentando aprender vía empírica y autodidacta uno de los rituales más ñoños en la historia de las relaciones padre-hijo.

Yo me cagaba de miedo. No por los rechinidos de la vírula, sino porque siempre no sabía cómo chingados. A los 'n' intentos, que me aviento y ahí voy a la pedaleada en un margen muy corto de maniobra (como Romario, ja). Pasaron los días y yo desarrollé la habilidad como los changos que reciben cacachuates en Chapultepec. Bravo, bravo (tarado), bravooo...

Lo malo, paradójicamente, fue confiarme de más. Ahí tienen al niño lelo dándole con singular alegría cuando la cadena se volvió de algodón ZOOM, el volante de plastilina y las llantas de parafina. Todo decidió derretirse al mismo tiempo, y el único pendejo que pagó las consecuencias de 746 generaciones de bicicleta oxidada fui yo, yendo a dar directamente al suelo en un putazo memorable. De paso, nadie en la casa para curarme.

Dolor inolvidable por la sangre, por los moretones, por las costras y por mi dignidad que se fue por la coladera del patio. Lo rescatable del asunto es que, meses después, me regalaron una bicicleta propia, gracias a "los Santos Reyes", y ésa sí que estaba de poca madre y pude recorrerla por las calles de la Del Valle.

¿La lección? Gracias papá por dejarme entender algo muy importante sin la necesidad de tus discursos de súper hueva: No pedalees la bicicleta de otro cabrón, aunque te digan y recontra digan que es tuya.

De eso, nunca sale nada bueno (Sale pura pus, de hecho).

jueves, 11 de junio de 2009

¡Vacúnate!




“La virginidad da cáncer, vacúnate (llámame al 5-23-45-34)”.

Así se leía en el mensaje que escribió “El Chori” en el baño de mujeres de la “secu”, ofreciendo sus humildes servicios a las chamacas que no quisieran pasar por el duro transe de una enfermedad, ocasionada por la obsesión de sus madres de verlas llegar puras hasta el matrimonio.

“El Chori” más que un buen samaritano o alma de Dios, quería también evitarse el cáncer y moría de ganas de hacerlo a sus 13 añitos.

Un puberto ve así este asunto de la virginidad. Como un trapo amarrado en la cola de un perro. Da vueltas y vueltas sobre su eje tratando de quitárselo de encima, pero no sabe cómo y lo persigue sin césar hasta dejar un surco en la tierra, para que al final llegue una amable perrita o perrito y te lo quite con dulzura, brusquedad o violencia, dependiendo el caso.

En realidad nunca supe si todas las niñas también sienten el mismo furor de los niños por saber qué diablos es el sexo, pero mis amigas siempre fueron un paso adelante y terminaron siendo las maestras de muchos de los granientos mequetrefes de la Diurna 45.

A mí nunca me ha gustado participar en hechos sangrientos, así que como Sabina, siempre he dejado el trabajo sucio a otros por convicción, y eso que no soy reencarnación (no que yo sepa) de algún inca, miembro de aquella avanzadísima civilización, donde una mujer que perdía la virginidad era más deseada y solicitada que las “puras”.

Para mí, el mito del himen, que sataniza a las que lo pierden y que vanagloria a los que lo rompen, es una reverenda estupidez. Más que himen debería ser un alegre “Hi, men!”: el banderazo de una vida adulta plena y sin prejuicios.

Por el lado masculino, la primera vez suele ser, cada vez menos afortunadamente, el rito donde los amigos, el padre o algún hermano mayor empujan a un tierno mancebo a ser almorzado por una leona que caza cerca de un tubo o un poste de luz. Acto de barbarie extrema donde la bella es la bestia.

Yo por eso creo firmemente aquello que decía mi tío Raúl ya con tres rones entre pecho y espalda: “Da lo mismo romper que desarrugar”, ¿así o más guarro?, ¿así o más sabio? Tío eras grande.

Murmullo inoportuno o The Chastity Club

Había un tiempo en mi vida que el sexo no consumía gran parte de ella, eso por supuesto, fue en mi corta niñez. Si, corta, porque perdiendo la virginidad, ya se pasa a otra etapa. Al menos eso nos pasa a las mujeres. ¿Cómo lo sé? Aparte de que soy mujer, yo tenía un grupo de amiguitas en la primaria muuuuy precoces.

Yo asistí a una escuela laica, bilingüe, mixta y de la 'Ivy League' en ese entonces. Estoy hablando de los ochentas y nuestras castas mentes de entre 8 y 10 años estaban expuestas a películas como 'Grease', 'The Breakfast Club', 'Sweet Sixteen', 'The Outsiders' y 'Pretty in pink', entre otras. El 'club' al que yo pertenecía constaba de 10 exclusivas socias, las cuales no pondré sus nombres no por respeto, sino porque ya no me acuerdo de más de la mitad. Éramos organizadoras de fiestas, de bailes, de 'get togethers', de porras y de pláticas sobre hombres...sí, hombres.

Noooo mi estimado lector, no hablábamos de compañeritos de nuestra clase. Ellos no nos llamaban la atención...en ese momento. Con todo y que los veíamos en trajes de baño 'Arena' en la clase de natación y nos parecían o flacos o gordos, ni uno era dueño de nuestras conversaciones nocturnas. Fantaseábamos con Scott Baio, Kirk Cameron, Michael J. Fox, John Taylor, Simon LeBon. Que si nos dábamos besos, que si nos íbamos a casar, que si uno se iba a poner celoso de otro...hasta que una de las socias se atrevió a decir lo que otras teníamos ganas, pero no nos atrevíamos o ni sabíamos qué significaba, 'Oigan y..¿con cuál de ellos se acostarían?'. Silencio. Nos volteamos a ver y comenzó el debate como si en realidad supiéramos qué significaba 'acostarse'.

Después de un acalorado debate mi elección para 'acostarme' fue ni más ni menos que George Michael...yo tenía el cassette de Make it big de Wham! y mis ojos no podían creer semejante especímen humano, no sólo por su físico, sino porque despertaba en mí las más extrañas sensaciones. Veía el video de 'Careless whisper' una y otra vez, escuchaba la canción una y otra vez hasta que un día mi madrecita me dijo o pones otra canción o te tiro ese cassette junto con la grabadora. Escogí 'Freedom' donde en el video salen de gira por China y George Michael aparece en la pantalla más afeminado que Liberace con un saco rojo a cuadros y dando vueltas como pirinola, pero me parecía todo un hombre digno de 'acostarse' conmigo por primera vez, aunque yo no supiera de qué trataba ese 'acto'...hasta unos días después.

A la semana, mi madrecita me llevó al cine a ver 'Cujo'. Unos minutos después de que comenzara la movie, veo a una mujer gimiendo, desnuda, sentada encima de lo que..sí, parece un señor..sí, encima de un señor acostado! Mi mommy me tapa los ojos (siempre lo hacía en escenas sexosas, sangrientas y mortíferas...así me perdí la balacera del Padrino II) y ya no logro ver el orgasmo que produce esa excelente posición ¡Demonios! Salgo del cine y le pregunto a mi mommy sobre la señora que gemía y me dice que ella se estaba preparando para dormir y acostarse en la cama con su esposo, pero algo le había caído mal en la panza, de ahí sus gemidos. En ese momento, como película betamax que le das rewind sin ponerle stop, las imágenes de mis amigas, el debate, George Michael, las palabras de mi amiga con eco repitiendo '...acostarías...acostarías....acostarías'...¡EUREKA! ¡Eso ES acostarse!

Como si hubiera descubierto la cura del H1N1 y del VIH juntos, llegué a mi casa en putiza y decidí programarme para soñar que George Michael se acostaría conmigo y me haría sudar como a la señora de 'Cujo'. Puse 'Careless whisper' como 100 veces hasta que logré dormirme. No tuve suerte. Así fueron todas las noches hasta el verano...cuando me fui con mi familia a La Isla del Padre cargada con mi grabadora y mi cassette de wham!..y una calurosa noche, George Michael me besó y se 'acostó' conmigo.

Después de esa noche de pasión inesperada en un sueño que pensé que era sueño hasta que me despierto como si me hubiera hecho pipí!!!! NNNOOOOO, pero ¿cómo pasó esto?...¡si sí fui al baño antes de dormirme! ¡y no tomé kool-aid 2 horas antes de dormir! Buuaaa, me van a regañaaarrr....buaa! Era el verano del '85 y tenía 11 años. Llegando a México me agarré a besos al que fue mi novio por 10 años y esposo por 5...no perdí el tiempo.

El tiempo pasó y ya ahora sé qué significa un acostón. La virginidad física es trivial al ver lo que mi virginidad mental significó en tiempo y en consecuencias. Me tomó casi 6 meses poder descifrar el misterio de qué es acostarse con alguien, perfeccionó mi inglés al descubrir lo que la canción de 'Careless whisper' quería decirme, me hizo ver que no siempre el que te hace gozar es tu esposo...la señora de 'Cujo' era amante del señor con quien se estaba acostando y lo más importante, el valor de preguntas hechas por niñas precoces, ávidas de nuevas sensaciones y experiencias. No tiene precio.

miércoles, 10 de junio de 2009

El limpiaparabrisas


Antes que paladín del guayabo, soy un boobívoro crónico.

Y para un ente de tales convicciones, la pérdida de la virginidad no se traduce en el día del primer in-out in-out, sino en la tarde en que me enseñaron el "parabrisas" de una mujer. Sí, las chichis, como dicen los escuintles.

1988. Mi hermano Alex está a punto de nacer. Mientras mis padres han ido al último ultrasonido previo a la llegada del "Principito de los Zzipizzapozz", yo acabo de aprovechar el siempre afrodisiaco home alone para invitar a la casa a Mayda, una amiguita muy curiosita de mi hermana Lawrence.

¿Por qué lo hago?... Básicamente para ver los dos farolitos en vivo y a todo color, creyendo que con ello he de experimentar intensísimos espasmos de gozo. No me culpen, un niño de 10 años no se fija en la carrocería completa, sino que sus sorpresas se van materializando con el descubrimiento de los detalles.

No me importa que Mayda sea una chiquilla fea (de 9 años) cuya superficie craneal está tapizada con rizos semejantes a los de Hakeem Olajuwon. En vez de la clásica medusa de las serpientes, en su cabeza parece celebrarse una asamblea de sapos morenos.

Expuesto mi primer choro chacalesco, he logrado meterla al baño de mi casa. ¿Por qué ahí? Ni idea, pero ya estamos listos para abarajarnos la bañera. Y, sí, llega el momento. Mayda se quita la blusa y se queda... en ronchitas.

Silencio, no parpadeos, no respiraciones bruscas. El motor no enciende.

Ohh instante fatal, ohh día terrible. Le pregunto internamente a papá Dios si esta visión es el paraíso que anunciaban las escrituras. ¿A poco esta es la manzanita deliciosa que invita al pecado original?... ¡¡¡¿qué tiene de original esto?!!!!. Yo (a mis 10 y contando) tengo más chichis que ella..... 

¡Fraude atroz! Saco fuerzas para no estrangularla como a Desdémona en "Otelo" porque mi expectativa de volverme el "manotas" se esfuma. No miento: creo que Mafalda está más frondosa. Empiezo a dudar si en verdad soy un animal boovíparo.

Todavía dijeran que la voz de Mayda me reanima, pero ni eso. Habla como Leonorilda Ochoa, y con tales ronquidos vocales me pregunta qué haremos ahora, así que antes de que crea que usará mi error para trepar por primera vez el Klamahama, yo mismo le coloco la playera de vuelta, la saco del baño, le digo que tengo que ir al hospital a ver a mi hermano versión larva, y le doy las gracias por venir (a hacerme sufrir).

Sí, sí, yo la traje, lo sé. Por eso yo mismo reculo (del verbo la retacho). Base por bola intencional. Ni modo, la leche se me hizo búlgaros y confieso que pasé de niño caldufo a infante perturbado. Vaya impacto visual el de sus ronchitas color mamey. Vaya impacto ambiental el de su cráneo púbico. A la reina ya nomás le faltó llamarse Purificación.

Tardaría años en arriesgar otra vez y en dejar de nadar agarrado de la orillita. Afortunadamente, el siguiente intento por quitar una blusa habría de ser un éxito y un premio a la perseverancia de un mamífero que, no por salir escaldado la primera vez, abandonó sus instintos boobísticos, sus ideales, su vocación y sus ganas de ver siempre "hacia adelante".

Y hoy... repuesto ya de aquel primer encuentro con el cristal delantero de una mujer, creo ser un buen "limpiaparabrisas". No sé si el mejor del mundo, pero sí le echo mucha espuma a cada ronda y extremo esmero a cada inspección.

Yomi.

Inphi escribió esto bajo los influjos de "Surf Rider", de The Lively Ones.

domingo, 7 de junio de 2009

El nuevo Korova

Hoy acaba la etapa piloto del Proyecto Korova. Desde esta semana, tres nuevos elementos se adhieren al experimento. ¿Quiénes? Pronto habrá manera de identificarlos mejor. Cada día de la semana posteará alguien diferente. Todos somos bloggers no-famosos, todos radicalmente distintos escribiendo de un mismo tema, los cinco días hábiles de la semana. 

He aquí, el nuevo Proyecto Korova.

El deseo de mi primera vez

Yo ya había ido a un teibol, tocado a una mujer y olido a una dama nocturna... pero esto era diferente. A los 17 años, la sorpresa predomina si tu tío te lleva a un lugar donde hay más mujeres que hombres y ninguna de ellas lleva más de dos prendas encima.

Nos sentamos solos en una mesa privilegiada. Ni tan cerca ni tan lejos de la pista. Pedimos una botella de Absolut, que para mí, en ese entonces, era un elixir de dioses. Jugos para acompañar... y chicas también.

Yo estaba pasmado con los cuerpos que caminaban en los pasillos del lugar, sobre tacones gigantescos al ritmo de melodías agresivas/melancólicas. Una que otra se me quedaba viendo, más por mi cara de asombro que por mi galanura, claro. Mi tío me había advertido que debía escoger a la que me gustara plenamente, por lo que debía negarme cuando varias buscaran convencerme de llevármelas a pesar de sus imperfecciones.

Dos llegaron en ese plan, y bastaron simples "No, gracias" para que se fueron sin más ni menos. De pronto, a la pista brincó una princesa. Compacta, rebelde, perfecta. Bailó "Enter Sadman" a modo de presentación, y luego "Always", un clásico de los teibols, para quitarse la ropa. Volteé a ver a mi tío, y anticipando mi calentura, me pidió que ni siquiera se lo dijera porque ya había apartado el sitio con la boletera.

Fueron inmensos los minutos que pasaron entre el final de "Always", y el instante en que se plantó en frente de mí, extendiendo su mano, lista para llevarme al rinconcito papá. Su piel, su piel... qué piel. Dijo algo pero no le entendí. Sonrió, dio la media vuelta y me jaló de la mano de camino a la habitación. Rumbo a la gloria no percibía ni un sonido, con todo y que el estruendo del teibol estaba en su máxima expresión.

Había un sillón que fungía de cama. No era lo más confortable, pero tampoco podía quejarme. Ella cerró la puerta, se recogió el pelo para amarrarlo con una liga, y me invitó a quitarme los zapatos. Iba por el segundo calcetín cuando ya la tenía encima.

Desconozco si aquella respiración agitada era fingida, o si al menos, aunque haya sido en una mínima proporción, yo la atraía. Por el bien de mis memorias, quiero pensar lo segundo. Ella se encargó de quitarme suéter y camiseta de un jalón, mientras como por arte de magia ya sólo tenía el bikini puesto. Chocó contra mí violentamente. Mis besos se atoraron en su cuello, y su abdomen ya estaba completamente resbaladizo. Mis manos lo comprobaban a máxima velocidad. Pidió permiso para quitarme lo demás. Mi respuesta, mi torpe respuesta, fue: "pero tú también quítate lo tuyo". Interrumpió los besos para reirse viendo al techo.

Cuando comenzó el balanceo, yo ya estaba delirando. Poco a poco ella decidió aumentar la velocidad, y con ella la cantidad de sudor en mi cara. Cerré los ojos a partir de entonces y me colgué de su espalda mientras ella hacía su trabajo. La música a tope, las sensaciones agudas, las células muriendo, los gritos en el cielo...

Perdón, perdón: disculpen las molestias que esta ficción les ocasiona. Como anticipé en el título, este fue el deseo de mi primera vez. ¿Se los dije, no? La mía, la de adeveras, fue mucho mejor.

Bienvenidos al nuevo Proyecto Korova.

lunes, 1 de junio de 2009

Cuernitos mordidos (Entrega 9: LO QUE NO PERDONO)


Yo tengo una debilidad rascuache, sí, bastante rascuache, pero muy mía y me vale tres pepinos (con todo y cáscara) lo que se piense acerca de mis manías mañaneras: amo sopear los cuernitos Tía Rosa en leche con chocolate. Con ello, mi día puede empezar muy bien o muy mal. De ahí la importancia del buen "sopeo".

Esta delicia representa para mi sentido del gusto lo que unas boobies (bien diseñaditas, de buen tamaño, pero especialmente de forma y consistencia adecuadas) representan para mi sentido del tacto. Sí, soy bien apretujón y medio animal. Aren't we all?

Así pues, como Cristo, parto el pan con extremo cuidado. La medida de los cuernitos Tía Rosa son exactos para dividirlo en cuatro partes por cada vaso de leche de mediano tamaño, lleno hasta tres cuartas partes del mismo (lo dije con las patas, pero yo me entiendo).

El punto es que siempre parto primero las patitas de los cuernitos y después prosigo con la porción del centro, la más acolchonada, la que me hace emocionarme y salivar.

Posiblemente mi hermana Lawrence ya ni se acuerde, pero hace años (experimento profunda melancolía por aquellos tiempos de pleitos de cocina), cuando ambos compartíamos la casa de Mantúa, nos sentamos a la mesa a cenar y yo extraje de la despensa mi paquete de cuernitos Tía Rosa. Vasito de leche con chocolate para acompañar, ojos de antojo y, por fin, la división del pan en cuatro partes para sopearlo sabroso. Una exquisitez.

Me empaco los primeros tres trozos "mojados" y experimento una felicidad glotonesca incomparable. El bolo constituido por pan y leche me hace desfallecer de placer. Voy por el último de los sopeos porque siempre el último pedazo de toda comida es el que sabe mejor, y, ¡noooooooooooo!: veo la larguirucha y huesuda mano de Lawrence aplicando el madruguete, robando (cual pillo) el pan y llevándoselo a la boca de un modo tan voraz como naquete.

Y ya se la sabe uno: mientras yo respiro como fiera rabiosa a punto de soltar una mordida a su yugular, la hermanita graciosa lanza una sonrisita cínica, de esas que te dan en Pericoapa cuando vas a reclamar un artefacto defectuoso. O sea, le vale madres.

Porque es bien sabido que entre hermanos no existen las consideraciones entre lo masculino y femenino, ni entre el respeto y el chacoteo, mi reacción derivada del instinto no fue la de anunciar mi deseo de inmolarme, sino la de darle un muy reconfortante jalón de cabello a Lawrence para, posteriormente, depositarla en el suelo de la cocina mientras mi madre gritaba "¡suéltala Luis, la vas a lastimar!". No piensen que la defendía, yo soy el consen de mi madre, pero me agradan los momentos de cinismo de mi progenitora.

No, no la golpeé, pero en efecto mi hermanita chula terminó en el suelo. Sí, ya estaba grandecita. No, su ex esposo jamás se enteró. Sí, fui algo brusco. No, no me la prolongué. Sí, se pasó de azteca. No, ni con la tunda la he podido perdonar.

Concluyendo: el último pedazo de la comida, sea carne o postre, por ser simplemente el más suculento de todos, jamás se le arrebata a la gente. Y menos de un modo tan albañilesco.

De lo contrario... que venga el odio cegador.

¿A qué hora quedamos? (Entrega 9: LO QUE NO PERDONO)

Soy puntual. Muy. Puntual. Exageradamente. Puntual.

En el primer viaje de primos que organizó mi tío Luis, en el lejano 1993 a Ixtapa Zihuatanejo, me apodaron Mr. O'Clock por mi obsesión por despertarme temprano. Siempre a las 6:30 am, siempre, sin falta. Mi tío me encargaba despertar a todos en el cuarto de hombres, y hablar a la hora mencionada para hacer lo propio en el cuarto de las mujeres. Y como ya sabían que era Mr. O'Clock y les cagaba... ya ni contestaban.

Difícilmente llego tarde a una cita. Y menos si se trata de una chica. Me lo inculcó Afif, que decía nos vamos a las 4 al club, y a las 3:50 ya estaba arrancando el coche "por si acaso". De regreso, si decía a las 7, a las 6:50 ya estaba llamando a los vestidores para ver por qué no había llegado (¡Ya voy chingáaaaa!).

Por eso, no soporto, no tolero, no perdono la puta impuntualidad. Me caga, la aborrezco, me zurra, se me hace un gesto de nacos, de barbajanes, de poca monta, de la chingada (bueno, no tanto, exageré). Pero sí, sí me puede poner muy de pinche malas.

A pocas personas les he permitido ser impuntuales conmigo... y a la larga ha valido la pena. Pero el coraje y el enojo no lo omito. Porque ser impuntual es como dar una tarjeta de presentación rayada. Es como decir "hola, mucho gusto, soy Menganito de Cual y no tengo el menor grado de responsabilidad, me vale madres tu tiempo y el de todos, pero no te extrañes porque también me vale madres mi vida y todo a mi alrededor".

Así que si se les ocurre ser impuntuales conmigo, ailes encargo. Una de esas, no la perdono.