Mi mamá es un ser por demás extraño por muchas cosas que no balconearé aquí, pero por otras una persona que cae bien a muchos.
Para los que no son sus hijos es de los más simpático oír cómo esta mujercita de no más de 1.50 de estatura ventila todo tipo de intimidades familiares en situaciones absolutamente innecesarias.
Me dirán, ¿de qué te quejas? Todas las mamás son así. No exageres, una mamá que no pone en ridículo a sus vástagos no es mamá. Ignoro si a los adoptados les pase lo mismo, pero doña Lupita es un verdadero caso para la ciencia y podría aburrirlos con líneas y líneas de mi relación con ella, pero hay un pasaje que me marcó y que todavía hay quien lo utiliza en mi contra.
Resulta que un buen día mi madre y mi futura se conocieron. Como es natural empezó la plática con el bonito tópico de “cómo era susodicho hijo-novio-esposo, de niño”.
Primero las risas indecentes que provocó la descripción y acto seguido muestra de una foto como prueba de mi peinado estilo Paul McCartney, a mis tiernos 3 añitos. Pues ¿qué esperaban si en 1973 lo in era la moda post Mod? En realidad yo estaba más instalado en el look de Brian Jones, de Los Stones, pero en su versión morenita, con un toque de Keith Moon antes de las drogas.
Total, que la camisita con encajes en el pecho en blanco y azul, más la sonrisa colgate me daban un toque como de muñequito de pastel, pero dentro de todo era más la ternura que la burla y eso hacía soportable la letanía.
Lo malo vino cuando a mi progenitora se le ocurrió decir, “¿Sabías que a Pepe le dio chincual cuando era recien nacido?” ¿¿¿Qué??? No inventes, ¿qué es chincual? No podía creer que me quemara de esa manera, además eso ni existe.
Lo negué, pero las risas no me dejaban interponerme ante injuria. Obviamente lo que siguió fue la pregunta de Cyn “¿Qué es chincual?” y créanme hubiera sido mejor que no lo hubiera hecho.
Según mi madre y las leyendas urbanas que inundan mi familia, como aquella de que mi Tío Raúl cura el empacho despegando el espinazo de los chamacos o que otro familiar “cura de espanto” con un buche alcohol y unos rezos, el chincual aparece en forma de granos, erupciones o salpullido en el culito de los bebés si la mamá osó consumir picante durante el embarazo.
“¡Uyyyyyyy!, Hubieras visto, pobrecito de’mijo toda su colita llena y sufía mucho”. Ni a mi peor enemigo le deseo que en público ventilen que su trasero era una calle empedrada de Chimalistac.
La interfecta novia no paró de reir y burlarse de mis posaderas en toda la noche y yo no atinaba sino a decir que eso eran inventos de la febril mitología popular que baja de los Altos de Jalisco junto con todo el clan de los Ramírez Navarro, pero mi castigo fue que al investigar, al menor como mito existe el chincual.
Según supe después es chincual es un vocablo náhuatl que viene de Tzintli (trasero) y cualiztli (carcomido) y efectivamente la usaban para describir cierta enfermedad en donde la espalda pierde su sacrosanto nombre.
Eso no quiere decir que yo lo haya padecido, yo lo dudo, pero al menos ha servido para que alguna vez, la burlona que lo oyó me cotorreé y me diga insinuante y coquetamente, que quiere revisar entre sábanas la zona afectada para ver si no ha regresado el mal aquél.