domingo, 28 de febrero de 2010

El chincual

* Por motivos técnicos que ignoro, el texto que según yo había dejado programado para cumplir con el trámite del viernes no apareció o por lo menos yo no lo veo, por eso, ahorita tardísmo lo vuelvo a subir. Si alguien lo había buscado y eso le estropeó el fin de semana, una disculpa si no es así hacer caso omiso a este soso preludio.

Mi mamá es un ser por demás extraño por muchas cosas que no balconearé aquí, pero por otras una persona que cae bien a muchos.

Para los que no son sus hijos es de los más simpático oír cómo esta mujercita de no más de 1.50 de estatura ventila todo tipo de intimidades familiares en situaciones absolutamente innecesarias.

Me dirán, ¿de qué te quejas? Todas las mamás son así. No exageres, una mamá que no pone en ridículo a sus vástagos no es mamá. Ignoro si a los adoptados les pase lo mismo, pero doña Lupita es un verdadero caso para la ciencia y podría aburrirlos con líneas y líneas de mi relación con ella, pero hay un pasaje que me marcó y que todavía hay quien lo utiliza en mi contra.

Resulta que un buen día mi madre y mi futura se conocieron. Como es natural empezó la plática con el bonito tópico de “cómo era susodicho hijo-novio-esposo, de niño”.

Primero las risas indecentes que provocó la descripción y acto seguido muestra de una foto como prueba de mi peinado estilo Paul McCartney, a mis tiernos 3 añitos. Pues ¿qué esperaban si en 1973 lo in era la moda post Mod? En realidad yo estaba más instalado en el look de Brian Jones, de Los Stones, pero en su versión morenita, con un toque de Keith Moon antes de las drogas.

Total, que la camisita con encajes en el pecho en blanco y azul, más la sonrisa colgate me daban un toque como de muñequito de pastel, pero dentro de todo era más la ternura que la burla y eso hacía soportable la letanía.

Lo malo vino cuando a mi progenitora se le ocurrió decir, “¿Sabías que a Pepe le dio chincual cuando era recien nacido?” ¿¿¿Qué??? No inventes, ¿qué es chincual? No podía creer que me quemara de esa manera, además eso ni existe.

Lo negué, pero las risas no me dejaban interponerme ante injuria. Obviamente lo que siguió fue la pregunta de Cyn “¿Qué es chincual?” y créanme hubiera sido mejor que no lo hubiera hecho.

Según mi madre y las leyendas urbanas que inundan mi familia, como aquella de que mi Tío Raúl cura el empacho despegando el espinazo de los chamacos o que otro familiar “cura de espanto” con un buche alcohol y unos rezos, el chincual aparece en forma de granos, erupciones o salpullido en el culito de los bebés si la mamá osó consumir picante durante el embarazo.

“¡Uyyyyyyy!, Hubieras visto, pobrecito de’mijo toda su colita llena y sufía mucho”. Ni a mi peor enemigo le deseo que en público ventilen que su trasero era una calle empedrada de Chimalistac.

La interfecta novia no paró de reir y burlarse de mis posaderas en toda la noche y yo no atinaba sino a decir que eso eran inventos de la febril mitología popular que baja de los Altos de Jalisco junto con todo el clan de los Ramírez Navarro, pero mi castigo fue que al investigar, al menor como mito existe el chincual.

Según supe después es chincual es un vocablo náhuatl que viene de Tzintli (trasero) y cualiztli (carcomido) y efectivamente la usaban para describir cierta enfermedad en donde la espalda pierde su sacrosanto nombre.

Eso no quiere decir que yo lo haya padecido, yo lo dudo, pero al menos ha servido para que alguna vez, la burlona que lo oyó me cotorreé y me diga insinuante y coquetamente, que quiere revisar entre sábanas la zona afectada para ver si no ha regresado el mal aquél.

jueves, 25 de febrero de 2010

María Botella



Si de algo me puedo jactar es que miles de momentos de mi matrimonio, bien valieron la pena. Nadie que haya conocido a Juan Carlos me puede decir que no era un hombre muy chistoso, alburero y con un gran sentido del humor. Y bueno, de tal palo tal astilla, su madre era igual. Digamos, su familia materna era un verdadero retrato de la típica familia que llega de provincia a la gran Ciudad.

Matriarcado en pleno, las mujeres eran fuertes, divorciadas y con el folklore a flor de piel. Tenían grandes anécdotas que sólo se pueden vivir en el entorno de la clase media mexicana. Una de ellas era particularmente trastornada e infinitamente chistosa. La contaba Cecilia, la mamá de mi ex.

Ella se enamoró de un hombre 10 años mayor que ella, se casó con él y se fueron a vivir a Ciudad del Carmen, Perla del Golfo. Uno de los lugares más feos que conozco en el mundo. No hay nada bonito, ni medianamente agradable. Aunque pensándolo bien, los tacos de relleno negro del 'Múcura' y las tortas de Cochinita Pibil del mismo señor, bien valían la pena el viaje. Las playas son asquerosas, hay Malaguas y piojos de mar en todos lados. Hay cocodrilos en los manglares que a la tía de Juan le comieron 3 perros. Hay Tábanos volando en busca de víctimas citadinas inocentes como yo. Hay cucarachas por todos lados y a las 6PM en cualquier playa, llegaba la nube de jejenes a comerte viva. No había quien saliera ileso de un viaje a ese lugar. Ahí fue donde mi ex-suegra conoció a María Botella.

Cecilia, muy joven, se hizo miembro del Club de Rotarios de Cd. del Carmen y ayudaba a la gente con escasos recursos de la isla, los cuales eran el 98%. Entre esas personas que ayudaba se encontraba una mujer que se llamaba María. De acuerdo con los relatos de mi suegra, esta mujer era una borracha que vivía en la calle llena de garrapatas y piojos. Se la pasaba pidiendo limosna y robando cervezas de los depósitos. Las mujeres voluntarias de Rotarios la recogían, la bañaban y la limpiaban. Según mi suegra, ella sólo la vió una vez y la describía como una mujer delgada, morena y pequeña, de edad incalculable.

Bueno, pero esta mujer no le llamaban María Botella por ser bien pipa. La llamaban así, porque cuenta la leyenda urbana de Cd. del Carmen que lo que ella hacía era meterse las botellas por la vagina. Si, en efecto. Usaba cascos de Pepsicola, de Pascual de guayaba, de Lulú de grosella para usarlos como dildo. Que la encontraban en los callejones dándole gusto a los placeres carnales de la botella y que ella aullaba de placer. Que la sacaban de un kinder donde estaba dándose placer y que luego la encontraron en el muelle a las 12 del día con dos botellas metidas y los ojos en blanco. Juan Carlos, el hijo de Cecilia, mi ex, se ponía gravísimo cuando escuchaba esto. "Ya cállate mamá, eso es mentira!", "Tú que chingadasmadres vas a saber si ni habías nacido, guey!". Si, eran muy malhablados.

Pero el highlight de la leyenda urbana llegó cuando Cecilia nos contó que un día tuvieron que llevar a María Botella al hospital de zona del IMSS porque la botella que se había metido había hecho vacío y no se la podía sacar. Cuenta la leyenda que tuvieron que romper la botella los doctores con un pequeño martillo abierta de patas en una de esas sillas ginecológicas y dió a luz a mil pedazos de vidrio verde. Pura poesía. Después de esto, ya nadie supo de ella y cuentan que se cambió de pueblo para volver a hacer lo mismo. Claro, tenía una reputación que cuidar y había quedado completamente destrozada como los pedazos de vidrio de la cocacola.

Le doy gracias a la vida de:
a) no haber conocido a María Botella
b) no habérmela encontrado en Cd. del Carmen cuando fui
c) del rabbit
d) de haber conocido a Cecilia y que haya compartido conmigo esta joya del folklore carmelita

miércoles, 24 de febrero de 2010

El Gulliver


Cito a una blogger:

"Estoy cansada de las mujeres que fingen adorar penes grandes (entiéndase por grandes aquellos de 30 cms o más). Es sólo un mito, una leyenda urbana. Lo que la experiencia me ha dicho es que un pene grande es un reto (y no uno muy agradable); no queda todo adentro, ergo, nunca te sientes llena, ergo, no sientes el pubis de tu compañero friccionando el tuyo. Corolario: no hace buen juego con el clítoris. Y duele, sí. Y tampoco es divertido hacerle un wawis; un pene promedio debería palpitar al fondo de la garganta, no sofocarla… (más que garganta profunda, aquello seria una… traqueotomía ). Tal vez soy estrecha de vagina o de cerebro, pero lo dudo, una amiga que tuvo uno de cerca se sintió igual".

Dicha blogger escribió esto en agosto de 2009. Y justo hace unas semanas hablábamos en un viaje a Cuerna del mentado tema. Una amiga dijo que el largo era más importante que el ancho, pero hubo quien discrepó al instante. La realidad es que no hay un acuerdo.

Tampoco hay acuerdo en lo que refiere al mito de que los negros lo tienen más grande. En ese sentido, recuerdo a mi estimadísima Chabelois, diciéndome que ella había tenido relaciones con dos negrazos en su vida (no al mismo tiempo) y que había comprobado que esto era falso. Nada mayor a lo que experimentó con blancos. Vaya, desdeñó el célebre chiste WTJHAND.

Ya luego vinieron los tacubitos a terminar de armar un desgarriate en torno al tema. Los famosos "rinconeros", esos que se jactan de "verborrear" bien, ligar bien, bailar bien y, por ende, moverse bien. Normalitos, nada del otro mundo, tal vez de baja estatura, medio raza, nunca elegantes, nunca atentos, pero vivales y lenguas como nadie.

¿El tamaño y el movimiento?, ¿el ancho y el largo?, ¿el verbo y el objeto en sí? Supongo todo influye, pero lo que es un hecho es que el tema da (y bastante). He oído chavas que elogian al que les toque dependiendo de con quién estén. Si es chiquitín, alaban la técnica; si es un mastodonte, subrayan la importancia del tamaño. A raíz de esto, me parecen volubles, convenencieras, esas que se acomodan el balón según el cómo les caiga éste. Ya si de plano les toca un "lindo", bueno, olvídense de lo abajeño; lo que importa es la sonrisa y la nobleza. Bahhhh.

¿Alguien ha botado a su galán por un defecto en el gulliver?

Lo pregunto porque de eso nunca me han sacado de la duda.

lunes, 22 de febrero de 2010

El libro rojo de la Ibero

La Universidad Iberoamericana. Oh paraíso estudiantil donde fresas y pachecos confluyen en un mismo jardín, y donde las aulas son un mero pretexto para la convivencia intercultural de ñoños y buenonas. Recinto sagrado en el que igual salen eruditos que sangrones dispuestos a pasearse con sus mejores trapitos. Inmueble de redención en el que nutres el intelecto mientras te sangran la cartera.

La Ibero fue el lugar donde pasé la mayor parte de mi tiempo de 2000 a 2005. El saldo de mi paso por la UIA es indudablemente positivo, con todo y que al final ya vomitaba cuando algún maestro se aventaba alguna cátedra mafufa sobre Lipovetsky o cualquiera de los teóricos de cajón.

En la Ibero (como supongo que sucede en cualquier universidad), abundan los mitos y las leyendas urbanas. Y hacia el final de la carrera, en una materia de periodismo que ya no recuerdo cómo se llamaba, a alguien se le ocurrió realizar un reportaje sobre esas historias no confirmadas que circulaban en la Ibero, para publicarlo en una revista que habríamos de imprimir.

Una de las leyendas, era que en la Biblioteca Francisco Xavier Clavijero, escenario de sendas pestañas mías en días de harta fatiga, existía un preciadísimo libro rojo. Un codiciado catálogo en el que no se enlistaban libros… sino fotos y teléfonos de señoritas con matrícula universitaria que ofrecían sus servicios a cambio de recompensas económicas.

Es decir, sexoservidoras de la Ibero.

Haciendo una retrospectiva, la verdad es que el trabajo periodístico que realizamos fue francamente mediocre y patético. En nuestro descargo, debo decir que el profesor cubano que nos asignaron para la materia era un auténtico desastre que se preocupaba más en recitarles poemas a las chicas que en orientar nuestra investigación.

Hoy, si volviera a hacer ese trabajo, lo plantearía de una manera muy distinta y probablemente llegaría a una conclusión más nutrida. Sin embargo, 2005 era 2005 y todos éramos lo que éramos (Aguirre dixit: México es lo que es, ja). A quienes formábamos parte de ese equipo nos movían 2 cosas: el afán de descubrir el famoso libro rojo de prostitutas de la Ibero y balconear a quienes pudieran formar parte del mismo, y por otro lado tal vez tomar nota de unos numeritos y hacer realidad nuestras fantasías con algún nombre famoso del alumnado en turno.

El caso es que ni una ni otro. Lo que supimos fue que había un supuesto padrote que administraba la información de ese libro, al que llegabas únicamente si tenías la fortuna de hablar con alguien que ya lo hubiera localizado. Que las chicas que formaban parte del catálogo eran de las más cotizadas de la universidad, y que todas portaban alguna especie de distinción en su atuendo. Además, que atendían en una casa de Bosques de las Lomas por cantidades estratosféricas, y que tomaban extremas precauciones para evitar que quedara cualquier registro del encuentro.

Pero por más ímpetu sexoso que le pusimos jamás pudimos llegar a una conclusión precisa, ya sea por falta de tiempo, conocimientos o pericia periodística. El libro rojo de la Ibero se quedó tal como lo encontramos, en el difuso inconsciente colectivo de la escuela, y seguramente se mantiene como una de las más suculentes leyendas urbanas de la universidad.

Espero de todo corazón que alguien, algún día, sepa la verdad sobre ese libro rojo. Que desmenuce quién comenzó el mito, y qué ganó con ello. O bien, si encuentra el libro, que role los contactos.

Mera verificación periodística, claro.

viernes, 19 de febrero de 2010

Ojos de hucha

Normalmente yo no participo mucho en la elaboración de los temas semanales y este "gran chale" sí me agarró de sorpresa.

Por lo que veo para casi todos mis compinches, "gran chale" es la expresión que sale del alma cuando vez una nacada, fuera de lugar o una cosa rara y pronuncias el "chiiiiiiiiiiiiiiiiiales". Pero par mí un Gran Chale, como bien lo posteó Olis hace unas horas, es un Chino Grande.

En mi casa, la casa de mi infancia, sí era muy común el oír ya tienes ojos de chale o tienes sueño, (léase ojos jalados, ojos de hucha [hucha, no le pongan p, hucha es una alcancía], japs, mirada de scanner o cómo le digan). Todos aquellos de origen oriental, ya sea de la Agrícola o el CCH Oriente, no se ofendan, porque es una expresión sin intención peyorativa.

Pues bueno, paa mí un enorme perrsonaje con ojos de regalo (recuerden el viejo chiste de "que los abra, que los abra") es por ejemplo Yao Ming, chino de alrededor de 2.30 metros de altura que se enroló en los Rockets de Houston, pero que a pesar de su tamañote y buen juego no le llega ni a las rodillas al maestro Hakeem "The Dream" Olajuwon en la misma posición de centro y con el mismo uniforme.

Ming, dicen, es parte de un experimento genético que llevó a la cruza (porque eso no fue amor) entre dos garrochas amarillas, después un seguimiento alimenticio y de otras técnicas para llegar a tener a un chino gigantesco y que jugara al basquetbol.

Este es el momento justo cuando los que no conocen la historia pueden decir "Chiaaaaaaaaaaaaaaaaaaaale, wey". La realidad supera la ficción y en nada me extrañaría que los chinos se agarrarán entre ellos mismos como si fueran dobermans y rottweilers a buscar la mezcla genética para lograr individuos que sean propensos a servir a distintos fines ya sean deportivos, militares o incluso reproductivos.

Total la última vez que se censaron eran como mil 500 millones y cuando lo publicaron ya eran 100 millones más. No tengo nada contra esta raza de hecho me caía bien el Chino Herrera, la China Mendoza, no tanto el Chino Ríos, Tachidito se me hacía simplísimo, Kokín era o es el chale chotito buenoparanada, Yoshio una gran voz príncipe de los cacahuates Nishikawa (su papá inventó el cacahuate japonés), Lyn May es el molde ideal para el día se quiera hacer un monumento a la nalga y lo pueden sacar de su trasero o de su cara, Dr. Chunga es la neta simplemente la neta, Zhenli Yi Gon lavandero de billetes con fobia a las corbatas y todo objeto que le circunde el cuello, y sí me podría llevar horas recordando a tanto procer y hombre de ciencia de ojos rasgados que para mí son chales.

Si no les gustó mi "ensayo" sobre los chales, se vale que lo griten ahorita y a todo pulmón "chiiiiiiale".

jueves, 18 de febrero de 2010

Clueless

Según la Real Academia Espanyola (estoy en una pc alemana...uds. disculparán), la palabra chale se refiere a una persona de nacionalidad oriental que radica en México. Wow. Ni idea que eso significaba. Pero gracias a este tema pude ahondar más en el slang mexicano. Un tópico verdaderamente apasionante. Bueno, al menos a mí me intriga saber porqué chingados somos tan ocurrentes los mexicanos.

No he conocido gente que sea tan ingeniosa en el lenguaje como nosotros. Cuando le cuento a personas de cómo albureamos y de cómo manejamos el lenguaje, pocos pueden entender el sentido de las palabras. Sólo en México. Hasta los espanyoles dicen que no hablamos castellano, sino "mexicano".

Pero chale es una palabra que me intriga. Será que el"ch" es de chino? Y el "ale"? Usshh! Palas Atenea, préstame el spray de tu sabiduría! Es una palabra que uso muchísimo, hasta cuando hablo alemán digo "chale" o "chales" según mi mood.

Me ayudo de este post para pedirles que, si alguien sabe porqué el "ale" en esta palabra, me lo haga saber, si son tan amables.

Ahora, tengo visitas...ustedes disculparán. Chales...

miércoles, 17 de febrero de 2010

Tribeca Grand Hotel, 3 PM


Si bien he logrado un buen número de entrevistas colocadas en mis más altos anhelos, la mayor decepción como periodista la sufrí en 2008. Y más que decepción, alcanzó niveles de dolor.

Según mis registros, la primera vez que mandé un request para entrevistar a R.E.M. fue el 7 de julio de 2008. En el correo electrónico, me dirigía específicamente a un tal Betis Downs, representante vitalicio de la banda estadounidense. Al no recibir respuesta, un mes después envié una nueva solicitud, esta vez a una tal Rachel Colle, mujer que había logrado entrevistar a Michael Stipe hacía poco tiempo. De nueva cuenta me quedé sin respuesta.

El tercer intento lo hice a través del fotógrafo oficial de la banda, David Belisle, pero la naturaleza de sus funciones le impedían ayudarme de un modo determinante. En todo caso, me ofrecía las mejores imágenes del trío en vivo, pero no era precisamente mi idea.


No fue sino hasta que contacté a un tal Shane Cosme (otro agente) que el panorama comenzó a aclararse. Su contestación binaria llegó en el momento en que empezaba a perder la esperanza. Por alguna razón, R.E.M. no es mi grupo preferido ni mucho menos, pero su trayectoria, sus personajes y sus desgracias siempre me habían parecido peculiares y explotables. Stipe, per se, es un viejo encarado con la vida y un terco que se resiste a morir aun con su voz lacónica y su imagen de enfermo terminal. Especialmente catapultó este semblante cuando en 1994 se rapó para el lanzamiento del álbum Monster. El flacucho lastimoso, al menos a nivel visual, parecía ponerse en jaque.

Cosme y yo tuvimos contacto frecuente hasta octubre de ese año. Un sinfín de mails prepararon la escena para una resolución, fuese la que fuese. Y llegó.

Cuando yo me encontraba de vacaciones en Guadalajara, uno de mis grandes amigos en la redacción (a quien yo le había encargado el changarro, pero particularmente mi Inbox), llamó a mi celular para darme noticias. Mi petición de entrevista con R.E.M., como refleja el siguiente mail, había sido aceptada de parte de Warner Music:

Estimados:
La entrevista con Michael Stipe de R.E.M. fue aceptada y será presencial en la ciudad de Nueva York este miércoles 15 de octubre a las 3pm, hora de NY. El contacto es Shane Cosme y la locación es el Tribeca Grand hotel, 2 Avenue of the Americas NY.

El que fuese en Nueva York me sentenciaba. La haría alguien más. El corresponsal.

Y así fue. Yo no estuve con Stipe, aquel miércoles, en el lobby del Tribeca.

lunes, 15 de febrero de 2010

Prólogo de #elgranchale

En el universo de Twitter (o Twitt-era), toda idea es clasificable.

El gran éxito de esta herramienta es la enorme simpleza con la que se puede manejar. No se necesita ser un genio técnico ni requieres pasar un complicado examen de conocimientos. La regla es sencillísima: en 140 caracteres escribe lo que quieras. Y así, cuantas veces quieras.

Por lo mismo, cualquiera puede tener Twitter. Las ideas, por tontas o banales que parezcan, caben en 140 caracteres, y todos tenemos ideas (la mayoría, tontas y banales). Pero el sabor de Twitter viene cuando las ideas se conectan entre usuarios, y para ello, existe un método de clasificación muy sencillo.

La tecla del “gato” (#) sirve en Twitter para anunciar una clasificación. Entonces, uno puede escribir su idea (“Mi mamá me mima”) y después de ella, ponerle una etiqueta o hashtag. Por ejemplo: #ideasbrillantes.

Conclusión: el Twitt quedaría así: Mi mamá me mima #ideasbrillantes.

Y ya.

Pongo esta breve explicación para detallar el tema de la semana, propuesto por un servidor. “El gran chale”, o mejor escrito, #elgranchale, me parece la mejor manera de describir esos eventos que nos provocan un enorme lamento por las consecuencias tan burdas o atroces que ellos resultan. Hay otras categorías de las que son fan, como #favordenomamar, #duh, y #MomentosGodínez. Sin embargo, he recurrido a #elgranchale en Twitter, a manera de queja en varias ocasiones, y el efecto liberador es bastante efectivo.

En concreto, les voy a dejar varios ejemplos de #elgranchale, y sabremos si hay alguien por ahí que los comparta, o bien, que aporte algunos más para saber si no soy el único que encuentra liberación en este tag:

Bajé rápido al cajero y la grúa se llevó mi coche porque una llanta estaba pellizcando la linea peatonal #elgranchale

Ya había apagado mi compu para irme y mi jefe convoca a junta urgente. Y a mi jefe le encanta el micrófono #elgranchale

En el avión rumbo a Tokio, y mi compañera de asiento no es una modelo, sino una mamá con bebé en brazos. Bebé llorón en brazos #elgranchale

Mi novia me tronó en 14 de febrero. Su argumento: no eres tú, soy yo #elgranchale

Hace una semana me cambié de depa, y ayer me enteré que llegó nueva vecina a mi edificio anterior: topmodel brasileña, nueva en la ciudad #elgrandísimochale

Por eso me encanta Twitter. Twitter, el nuevo mejor amigo del hombre #nodigaspendejadas

jueves, 11 de febrero de 2010

Del Barrio

Francisca Viveros Barradas, dentro de tu inocencia, ¡qué grande eres! Mira que desatar la furia femenina por el género masculino con sólo una frase, no cualquiera.

Pero a los hombres el "¿Me estás oyendo, inútil?", lejos de enojarnos nos encanta. Paquita, hermosa mujer que peina raya a lado, usa miss clairol color rubio cenizo, usa más anillos que Liberace, no aparenta sus casi 63 añitos salvo porque bajo los ropones de bautizo que viste se trata de esconder infructuosamente un cuerpecito esponjoso y pálido.

El entrecejo marcado vibra cuando entona la clásica "Cheque en blanco" que personalmente prefiero sobre la ya gastada "Rata de dos patas", que me trae a la mente más a Felipe Calderón que a su extinto marido don Pablo Weber, leivmotif de sus gorgoritos antimachistas que a la postre la hicieron millonaria.

De vez en vez, creo que no como recurso histriónico sino como auténtico reflejo de un flashback amoroso, suelta una lagrimita, tal vez de rencor, posiblemente de coraje, porque Weber le acomodaba sus chingas a los 15 años, y ¿cómo no?, si la ofrendaron a un hombre 30 años mayor que la veía como trofeo o receptáculo de sus secreciones más que como compañera de vida.

Sin quererlo Pablo Weber le hizo el favor de curtirla y de darle riel a sus interpertaciones, ahora dirigidas a todos los Weber que abundan en México y el mundo.

Prefiero a esta la "Guerrillera del Bolero" sobre la "Leona dormida", quien por supuesto que ha hecho maestría con Mudanzas. Sólo de escribir esto último ya me sentí un inútil, ¿por qué me quedo con Paquita y desecho a Lupe D'alessio?, mejor voy a cambiar, revisar bien mis maletas, y sacar mis sentimientos y resentimientos todos. ¿Por qué escoger entre Bach y Beethoven? No hay necesidad, me quedo con las dos, es inútil dejar de oirlas.

Tácticas para discapacitados



Es terrible, sí, no escuchar a los demás. Pero de igual manera, es terrible escuchar a gente que habla hasta por los codos y sin sentido. No me malinterpreten, pero a mí la paciencia es una virtud que no se me da y cuando comienzan a hablar barbaridades, me desconecto. A continuación les compartiré mis secretos y algunos otros que me han recomedado algunos amigos.

Secreto 1: Verlos directamente a los ojos. Los interlocutores deben de pensar que les estamos poniendo toda la atención. "Ay es que esa bolsa está hermosa, pero gueeyyy, cuesta 5 mil pesos, no me la voy a comprar, porque fíjate que el otro día, se la ví  a una gata...". En ese momento tú puedes pensar qué comprar en el super, farmacia o mercado. Cuando él o ella termine y te pregunte que qué te parece, le respondes "Pff, qué te puedo decir!". Me lo compartió Gabo Zamorano y me ha servido infinidad de veces.

Secreto 2: Cuando las madrecitas adoradas comienzan a darte el consabido sermón de "ves porqué no tienes pareja?" o "eres un@ desobligad@" o "con quién vas a salir? l@ conozco?" y antes de que te manden a la casa de la risa, lo que debes hacer es cambiarle el tema a algo que a ella le interesa sobremanera. "Oye Ma', fíjate que vi por tu casa una nueva tienda de mermeladas y de tornillos, se ve buena, neto deberíamos de ir" Santo remedio!

Secreto 3: Cuando la pareja te empieya a reclamar, aplicas el secreto número 1 junto con, "tú sabes mejor que nadie lo que es necesario para resolverlo". A tí qué te importa que Godínez le hayan aumentado el sueldo por ser un lamecolas, si le sigues el juego, lo único que lograrás es que tu parejita se ponga más verde, le dé más vueltas al asunto y tengas, de menos, unas 5 noches de insomnio y mentadas de madre.

En fin, el no escuchar es también un arte que debe de ser perfeccionado. Qué les puedo decir?

miércoles, 10 de febrero de 2010

No nací para oreja


Me dirijo directa y afectuosamente al Chanfle II, motor de los lunes en el Korova Milkbar y asiduo acompañante de pláticas en las que bien podría decirse que una bocina se desconecta por completo, aunque la otra siga sonando.

Así es, creo que a pocos desespero tanto en el mundo como al citado compadre de las pompas abundantes, ya que mi poca atención al momento de escuchar hace que todo termine en lo obvio: preguntar 500 veces lo mismo que él ya me ha dicho previamente. Soy más malo para eso que un cruzazulino en Final del futbol mexicano (tómala, barbón) y eso ya es exagerar.

Acepto mis enormes modos de distraerme como sea, de abstraerme, de bloquearme del mundo y de no volver a él sino hasta que llega el momento en que no tengo madre. Ignoro la razón, desconozco los motivos y menciono al Chanfle porque es fiel (y desesperado) testigo de este tipo de problemas en mi ser. No tengo muchos, creo, pero éste es crónico.

Por fortuna no he llegado a alguna fiesta normal disfrazado de abeja, ni he dejado plantado a alguien ni me he comido algo envenenado pese a una advertencia. Hasta eso la he librado, pero sí me he llevado reclamos de gente muy cercana que me señala este terrible defecto que estoy tratando de corregir, metiendo oreja y restando mente voladora.

Y lo peor... es que he tenido incluso suerte. Como lo mencioné en su momento, hace poco dejé la cartera en el techo de mi carro y me fui así un par de kilómetros feliz de la vida, sin que la bendita se cayera. En otros casos, el costo no ha sido tan alto. Si acaso, he vuelto a pagar cosas dos y hasta tres veces, he llegado al banco sin el número de cuenta, he tenido la intención de ir a pasear a Joshua a casa de mi madre sin tener llave para entrar y he llegado a un estadio de futbol sin el tarjetón del palco, por lo que he terminado echando porras desde la periquera. That's me.

Escuchar es la virtud más grande del mundo. También la más difícil a veces.

lunes, 8 de febrero de 2010

Confesiones de un escucha

Escuchar, escuchar, escuchar, lo que se dice escuchar, pocos hombres lo pueden hacer.

Y me refiero a escuchar como acto de entendimiento y comprensión en torno a cierta intención, normalmente de una mujer. Sí, porque cuando se trata de escuchar a otro hombre, el común denominador no es escuchar, sino nomás el acto cromagnónico de preparar la siguiente respuesta, mejor si es antes de que el otro acabe de hablar.

Escuchar a las mujeres puede traer beneficios insospechables. Conscientes de que la naturaleza del hombre es la de papar moscas, un poco de atención activa les cae de maravilla y suelen retribuirlo a gran escala. Es un esfuerzo complicado, porque si una idea llega a la cabeza de un hombre, éste es incapaz de mantenerla en espera. Una idea en masculino desvía la atención al 95%, siendo el restante 5% sólo utilizado para mantener los ojos frente a la mujer parlante y nada más. Así que más vale hacer consciencia de la escucha, porque cuando viene la hora de las preguntas, y un hombre se fue a cazar venados en la mente, siempre saldrá herido por los dardos del orgullo.

¿Estás oyendo inútil? Pues no, perdóname, se me cruzó un venado en la carretera. Ash, nunca me escuchas.

Uno de los parabienes de mi lado femenino es que puedo escuchar un poco más que el promedio de los hombres. Ya luego traducir los mensajes en una respuesta útil es otro boleto. Es cuestión de práctica. Nada bueno sale de dejar hablar a una mujer sin escucharla. Si no hay ganas de hacerlo, mejor resulta disculparse y retomar la actividad más tarde, o nunca, si es posible. Plantarse frente a una chica para no escucharla es fuente de problemas, conflictos y “te lo dije’s” subsecuentes.

¿Estás oyendo inútil? Pues sí, pero no te encabrones si me distraigo. Las mejores pláticas con mujeres se forjan en el interés genuino de escucharlas. Cuando eso sucede, la mujer acaba complacida, el hombre nutrido, y el vínculo entre ellos fortalecido. Y después de eso, la mejor parte, en la que uno puede decir:

Perfecto, ¿entonces ya podemos ver el Superbowl?

jueves, 4 de febrero de 2010

Piss in the wind

 

Estimados lectores,  les pido una disculpa por postear tan tarde, pero hubo un problema con el internec de mi casa debido a unos vientos gélidos. Alles in ordnung jetzt!

Este post no tiene una, sino varias moralejas...una mujer en sus treintas debe de contar con varias sin distinción de estado civil. 

De mis mejores momentos berlineses ocurrió en el White Trash, conocido restorán-bar ubicado en Prenzlauer Berg, uno de los distritos más bohemios de la ciudad. Estaba yo a la luz de la vela con cierto galán en pleno romance. "Te ves hermosa esta noche, de verdad, ¡no puedo creer que estemos aquí los dos juntos!", "Ay Kon, gracias...ejem, ¿pedimos la cuenta? voy al baño, ya vuelvo". Mis amigos saben que a la hora que sea, cómo sea y en el estado en el que me encuentre, antes de salir de algún bar, club, antro, pub, cantina, pulquería, cervecería (ahora más todavía) y demás lugares que sirvan alcohol, tengo que ir al baño a hacer pipí. Es una acción mandatoria. Por eso fui, hice lo propio y regresé a la mesa.

La mesera tardó unos 15 minutos en traer la cuenta, nótese que en Berlín el servicio no se caracteriza por su rapidez. Pagó, tomamos nuestros abrigos y emprendimos camino hacia el hotel en donde nos estábamos quedando, el cual estaba a una cuadra de donde vivo, que, desde donde estábamos, eran unos 45 minutos en metro. Ya eran las 11:30PM y el metro pasa cada 10 minutos, por lo que es lentísimo...aparte de que esa línea en especial es un suplicio. ¿Por qué no tomamos taxi? Bueno, los taxis en Berlín no son algo que estén por las calles esperando a que se les haga parada. Son carísimo sy difíciles de encontrar así nomás. Bienvenidos al Primer Mundo, te chingas y usas el metro. Ya para estas alturas, los 5 gin&tonics y la primera cerveza ya estaban volviendo a hacer efecto. Pero bueno, pensé que no iba a ser tan urgente. Llegó el U-Bahn después de 7 minutos y nos dirigimos hacia el love hotel.

Ya íbamos por la estación no. 12 y todavía faltaban 5 más...y Kon hablaba y hablaba y hablaba y yo no tenía idea de lo que estaba diciendo porque estaba concentradísima en controlar mis esfínteres. Ya habían pasado 40 minutos y todavía nos faltaban 2 estaciones, una cuadra, el lobby del hotel, subir al elevador, caminar hacia el cuarto y dejar con estilo mi bolsa y decirle, 'mmhh, deja voy primero al baño'. Una verdadera eternidad. Él seguía hablando de algo concerniente a unas bicicletas y unas patinetas y de cómo se rompió algún hueso, no recuerdo cuál, ni cómo, ni porqué. 

Llegamos a nuestro destino 'Bismarckstrasse', salimos del vagón y tuve que hacer un gran esfuerzo para que no viera el vientre que guardaba alrededor de 28 litros de pis. Al subir a las escaleras, para salir a la calle mi cuerpo, básicamente, mi aparato urinario dijo 'no doy un paso más'. Me paré en seco y me pregunta qué pasaba, porqué estaba tan pálida. Le dije, "tengo que ir al baño", y claro, me dijo que el hotel estaba en la esquina. ¡Sí, ya sé, pero qué no ves que no puedo idiota, me estoy MEANDOOOOO! Eso nunca se lo dije, lo pensé, y no precisamente en voz alta. Hice de tripas corazón y subí los escalones para que al momento de que llegáramos a la calle, él, con toda la galanura de un pueblerino, me toma y me carga hacia el hotel. Qué oso. No sólo sabe que me estoy meando, sino que ya sabe cúanto peso. ¿Qué más bonito?
Me baja en el lobby, entramos al elevador y toda mi idea sensual que tenía sobre ese momento Carta Blanca se oscurece por mi 'ay ay ay ayyyy, schneller, schnelleeerrrr schisse aufzug! (apúrate pinche elevador)'. Tomé la tarjeta del cuarto y corrí como loca hacia él para entrar e ir inmediatamente al baño. Tardé unos 8 minutos en salir.

Moraleja: o me coloco una sonda o cargo con comodo. Para ustedes, recuérdenme cuando ya estemos en la puerta de cualquier cabaré o burlesque mi visita obligada al baño.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Strangers in the night


Martes 2 de febrero. Día de la Candelaria, o lo que es lo mismo, ocasión perfecta para nutrirse de lo lindo con tamalitos y empujárselos con atole.

Mi madre ha organizado el convivio en su casa y nosotros hemos llegado impuntuales a la cita. Ya para cuando arribamos, el comedor ha sido atacado y los invitados están ya en la tercera tanda de chismes. Sin embargo, de los presentes, conozco al 25%, lo que me hace decirle a mi santa madre que ya chole con andar invitando a puro stranger y weirdo, de esos que de pronto salen como tut tíos y no son más que el primo de la ex esposa del tío Humberto Rubén que se enlazó en su tercer matrimonio con doña Felicitas, viuda de Ordóñez. Así se las ingenia mi madre para sacar parentesco y hacer "bola".

Por lo mismo, mi reclamo es doble cuando mi hermosa antecesora me informa que la cuadrilla de extraños se ha terminado, entre otras cosas, el atole de fresa que, dicho sea de paso, para mí es como sacramento. No lo perdono. Y admito que expreso claramente mi descontento por tal situación. Hemos viajado la Generala Rosa y yo 18 largos kilómetros para ver cómo un señor que ni conozco y que se dice oriundo de Silao (WTF!), se limpia el mostacho por si le quedan residuos de MI atole favorito.

Ya en tal mood y con una resignación salpicada de frustración, a cenar y a fletarse las clásicas de la "familia": "Yo conocí a tu abuelo", "Una vez aposté con tu papá y le gané 10 mil pesos, pero tú no te acuerdas porque eras un niñito así, mira, así de chiquito" (y te muestran con el dedo que medías como 56 centímetros de suelo a cabeza), "Tu mamá, así como la ves, era una chamaquita muy inquieta", etc.

De pronto, cuando la amargura me chacaleaba por la falta de atole en las venas... lo increíble. Sale mi madre de la cocina con una taza humeante. Se acerca y la coloca frente a mí. Es atole de fresa, calientito, apatecible como nunca, maravilloso. "Ten tu atole, mi vida", me dice.

No, no, no, bueno, qué les puedo yo decir. Qué les cuento que no se imaginen. Mi sonrisota es directamente proporcional a las ganas que tienen los strangers de ahorcarme. Y eso porque uno de ellos, el de Silao, me sale con que: "Tu mamá nos dijo que ya no había más atole de fresa y resulta que sí. Le pedimos y nos dijo que se había acabado". Es oficial, amo a mi madre más que nunca.

20 minutos después, el atole de fresa (ahora sí) se ha terminado y yo me lamo mi inexistente mostacho mirando fijamente a la bola de incautos que nos han hecho el favor de gorronear esta noche, con la excusa de que somos "familia" porque mi tío Alberto se metió con la "Brigitte" y de ahí salió Clarita, la prima de mi tía Hortensia, la de los chiles en nogada buenísimos que nunca he probado, pero que son tradición de nuestro apellido. Ajá.

No debo ni decirlo en voz alta. No volveré a dudar jamás, jamás, jamás de mi santa madre. Amo a mi lindísima güerita de ojos verdes.

lunes, 1 de febrero de 2010

Cinco desde aquí te brinco

Dar consejos de amor siempre es peligroso, porque uno puede parecer Mr. Know-it-all de entrada, pero a la hora de aplicar esas mismas enseñanzas nos mordemos la lengua porque caemos justo con esa misma piedra.

Pasa que solemos gritarle al sufriente en cuestión, ¡pero cómo puede ser que hayas vuelto a caer!, y horas después respondemos esa llamada, caemos en ese juego, hacemos ese coraje, no nos percatamos de esa manipulación, y ahí vamos de tarugos a hacer exactamente lo mismo que acabamos de prevenir al tercero.

Por eso hay que tener mucho cuidado con lo que decimos cuando de amor se refiere. Al hablar de esos temas, uno se proyecta en la vida de los demás, evidentemente, y habla de su propia experiencia. También es cierto que casi siempre el que pide consejos lo hace sabiendo qué es lo que quiere escuchar. Sí, porque si uno está despechado, normalmente no va ir con el que le diga “pues es que tú eres el pendejo”, sino con el que te diga “qué poca madre, pinche vieja”.

No obstante estas condiciones, uno siempre está en posición de compartir ciertos patrones que en mayor o menor medida pueden servir a un alma en penas. Estoy seguro que si algún día juntamos todas nuestras moralejas amorosas podríamos editar un gran libro de las enseñanzas del amor y por lo menos no cagarla tan gacho a la hora de los chingadazos.

Pues mientras conseguimos esos esfuerzos, aquí está el Korova y la entrega semanal “La Moraleja”, en el que a continuación comparto mis 5 ídem del amor. Si persiguen las molestias, consulte a su médico.

1. La mejor perspectiva de una situación amorosa siempre te la va a dar un amig@ del sexo opuesto. ¿Por qué? Porque los hombres conocen mejor a los hombres y las mujeres a las mujeres, así de fácil. No hay maña que escape al ojo revisor de los genitales compartidos.

2. La pasión es inversamente proporcional a la paz en una relación. ¿Quieres destapar todos los arrebatos, berrinches, escenitas y celos con tu pareja? Coge. Coge mucho y vas a ver. ¿Quieres tranquilidad y una relación mensa, mansa y apacible? Haz lo opuesto y luego hablamos.

3. Las mujeres escogen, los hombres creen escoger. Se tiene la creencia de que un hombre es el que suele ir por la “presa”, se la liga y consigue (o no) lo que quiere. Sí cómo no. La mujer es la que, invariablemente, tiene el sartén por el mango, y hace y deshace como quiere a “los que la pretenden”. Si una mujer quiere, va. Si un hombre quiere, tiene que esperar a que ella quiera. No hay más.

4. Las relaciones son como los coches nuevos: como los hagas las primeras semanas, así es como se quedan para siempre. Dicen “los que saben de coches” que a una nave hay que aflojarla desde sus primeros kilómetros para que no se atonte, porque si luego quiere darles acelerones, la máquina se forza y te la pelas. Igual con las relaciones. Si desde el principio las reglas no son claras, luego ni Dios padre puede modificar los malos hábitos. Así que si eres Amado Tomillo, luego no salgas con que “mi puchunguita me mandó”.

5. Cada quién habla como le va en la feria. La misma mujer que para un hombre puede ser una perra maldita, para otro cabrón puede resultar la más sumisa de las novias. Y el guey que es un patán para muchas, luego sale mandilonsazo para otra. Así que ninguna verdad es absoluta, ninguna experiencia es ley. Y no me hagan caso, porque luego van a decir que yo dije y no me hago responsable.

Allá ustedes.