viernes, 29 de enero de 2010

Licenciado



Me gusta ser únicamente José Antonio, xosean o Pepe, Toño, Pepetoño, Pepetua, es decir me gusta ser conocido por quien soy no por lo que digo ser.

Esto lo menciono porque si hay una palabrita que me trepana al oirla, sobre todo en la boca del portador del "titulito" es "licenciado".

En este mundo cualquiera es licenciado. Para antiguas madres era el sinónimo de la meta cumplida por el baquetón, que aunque se la pasaba embriagándose en las islas enfrente de Rectoría lograba un diploma, gracias a alguna artimaña escolar.

¿A poco no les tocado conocer a un personaje que se presenta: "licenciado Hipólito López"? Nada más petulante que anteponer tu profesión a tu nombre. O es que sería lo mismo que "Ciclista Lance Armstrong", "Madre de niños de hombres que no conozco Silvia Irabién" o "Freak Político Juanito, para servirle a usted".

Este tipo de piojitos, se empeñan en ser llamados licenciados y por lo consiguiente, también se aferran en decirle licenciado o licenciada a cuanta persona ven con traje o por lo menos con zapatos.

Cabe decir que un licenciado, este tipo de licenciados a los que se les llena la boca con la palabra y orgasmean cuando se las dicen, casi siempre son abogados o intentos de, seres que deambulan por los juzgados, y todo tipo de oficinas gubernamentales, sobre todo en los juzgados, porque ahí, me lo decía un amigo, es como en los mercados, porque en los juzgados todos los hombres se dicen entre sí "licenciado" y en los mercados a todos nos dicen "güero"... ah, se me olvidaba, también en los juzgados todas las mujeres son señoritas, así que si alguna siente alguna nostalgia por su virginidad puede acudir a alguno de estos sitios.

En resumen, conocer a un "licenciado" me inspira a cuidarme la cartera, los tengo clasificados en la gaveta de lo repugnante, entre lo inconfiable. Así cada que alguien me dice "licenciado" aunque sea solamente repitiendo el choteado chiste de los Caquitos de Chespirito, le contesto: "Déjalo en José Antonio, sólo soy José Antonio, no me digas licenciado".

jueves, 28 de enero de 2010

Gramática incluyente



Mis compañeros korovos han hecho mención de palabras impronunciables...pantaleta, chorrillo, verga (mmm...de ésta no lo sé aún). Con maestría y versos inmejorables, han demostrado que aún las palabras más guarras, tienen derecho a ser tema de un blog como éste. Sé que nuestro compañero Xosean falta, sin embargo, sé que lo hará de manera precisa y con su estilo tan característico.

Mi caso es distinto. No tengo UNA sola palabra aborrecida. No soy exclusiva, sino inclusiva. Y he de decir que es cómo las usan, la deformación de las mismas y, sobre todo, la desfachatez de la gente que las dice. Tan segura de sí misma, con tanta soltura que asusta. Comencemos.

Mas sin embargo. ¿Qué es esto? Mas es la conjunción adversativa de pero. Sin embargo es una locución adverbial de pero. Por lo tanto, es un pleonasmo. Mas es lo mismo que sin embargo. No hay más. Señores, no sé si sea correcto según la Real Academia Española, pero me vale madre. A mí no me engañan, esto es una redundancia. La escucho y es como si alguien arañara el pizarrón con las uñas.

Inclusivemente. Inclusive es un adverbio y no se modifica. Punto final. Aaarrgghhhh....

Dijistes, vinistes, fuistes, cantastes, cagastes, chupastes, et al. Huevones. Esa es la palabra. La 's' al final viene de la conjugación de cualquier verbo y se castellaniza así: 'dijisteís' 'fuisteís'. Por no decir la palabra completa, le han dado en la madre al español.  Claro que el sistema educativo mexicano no ayuda mucho.

Y una última aberración que se la escuché al Ex-Secretario de Gobernación, Santiago Creel: Reitero al recalcar nuevamente...Reiterar es volver a decir una cosa, repetirla. Recalcar es volver a decir algo. Nuevamente es otra vez. ¿Hay preguntas?

¡Esperen! Sí hay una palabra que me produce náuseas y calambres en el área de los hombros cada vez que la escucho: Espanto. Agréguenle la siguiente combinación; 'Me espantastes'. Nadie que se considere una persona que haya leído 3 libros en su vida, excluyendo el Sensacional de traileros, Condorito y Fantomas, La Amenaza Elegante, puede decir semejante palabra.

Y bueno, no hay culpas a inocentes. La mallestra Doris no tuvo la culpa; ni tampoco nuestros padres; ni los tíos o primos que nos enseñaban palabras como 'pendejo', 'guey', 'huevos' cuando apenas y balbuceábamos. Como siempre, la culpa es del gobierno. No porque no haya un sistema educativo eficiente y comprometido. No no no. No es porque desde que tengo uso de razón hay un líder o lideresa en el SNTE que no acabó la primaria. No no no. Es culpa del gobierno porque prohíben leer joyas como 'Aura' y ellos mismos no la han leído. ¡Qué va! Los Secretarios de Estado son incapaces de leer más allá de las instrucciones de sus Ipods. Ni siquiera leen el Diario Oficial de la Federación. Ni saben qué es eso. Y para muestra un botón. Reitero al recalcar nuevamente. He dicho.

miércoles, 27 de enero de 2010

Poesía de la verga


PARENTAL ADVISORY, EXPLICIT CONTENT

Que la mencionan entre baba y baba
con digna y semejante soltura,
que entre pierna y pierna la guardan
con una breve, pero exquisita hendidura.

Vas con el moño,
vas con la verga,
provienes del hoyo
o te quema esta leña.

No te ofendas, oh lector,
por el uso de la verga,
mejor úsala con honor
o con la mano, sostenla.

Que no es bien visto el caballero
que se mete caliente a la cama,
salvo que use con eficiencia de leñero
la verga alta y la memoria baja.

La verga de las consecuencias,
las consecuencias de la verga
por no saber usar otro apellido
que deleite menos (¿o más?) a la lengua.

Todos la usan, todas la gozan,
menos una que otra matrushka
que mientras menos se la encorvan
más rígida la disfruta.

No se rompe,
pero sí se fractura,
por eso uno que otro prefiere
mantenerla con envoltura.

A la verga le dedican,
por la verga se deciden,
a no prolongar el suplicio
y a acabar con el orificio.

lunes, 25 de enero de 2010

Chorrillo

Cómo me molesta la palabra chorrillo. Me caga. Es más, nomás la escribo porque si no, no se entendería el post. Es horrenda. Hay muchas maneras más ingeniosas y menos molestas de referirse a dicho molestar estómacal: seguidillo, corre que te alcanzo, chole, quítate quítate que ai'te voy, corre ve y dile, etc.

Si de por sí el concepto que encierra es molesto, la palabra lo es aún más. Pero como en este caso definir palabras con palabras lo encuentro un tanto ocioso, redundante o insuficiente, a continuación mostraré unas cuantas imágenes que me recuerdan dicho esperpento. Repugnancias equivalentes a tal desgracia fonética, digna del olvido.

Para mí, la palabra en cuestión es como si imaginara cosas tan horrendas como...

O...

O...

O...

O...

O...

O...

O...

O...


O...
Bueno... no, no tanto. Con ésa última sí me la mamé, perdón. Guácala de gato.

viernes, 22 de enero de 2010

Godoy

El tema de esta semana no podía quedarme más adhoc, porque urge que explique un poco mi ausencia. Lo hice en un post casi cifrado hace 15 días, cuando anda muy down. Paso a explicar, pues, el motivo del plantón que les puse a mis, ya de por sí selectos por no decir escasos, lectores.

Resulta que por cuestiones de salud mi familia se fue a vivir a Estados Unidos y los tuve que ir a dejar y me regresé al DF para trabajar y mandar la marmaja para cubrir dicha expedición. Ésto me produjo una mezcla entre pesar y alegría: pesar por los kilómetros de por medio y alegría porque el pequeño Darío ahora tendrá mejores terapias y escuela. Si un capitán nunca se baja de barco hundiéndose, mucho menos un almirante se hunde cuando el barco está andando, así que dicho lapsus menguante pasó y aunque hay nostalgia, también esperanza.

Irme también me hizo ver que por ahí, como la latosa Nenek, nueva lectora korovesca que me echa porras como si le diera despensa del DIF o lonchibon perredista, hay por ahí, dos que tres anónimos y Andrea que me levantaron el ánimo dejando comentarios hinchaegos. Gracias a ellos y a los korovos, que son materia aparte y que siempre me han impulsado a seguirle dando a la tecla (de la compu).

Aclarado lo anterior no puedo dejar de recordar a mi extinto tío Godoy, quien en eso de los plantones hizo maestría, pero no por aplicarlos si no por sufrirlos. Lo suyo era como de película de Libertad Lamarque, una cosa por demás melodrámatica que rayó en la tragedia y que terminó en cuento de hadas.

Resulta que Godoy, hermano mayor de mi papá, que no se llamaba Godoy pero que era conocido así por su adiposa complexión física cuando niño, era bastante galán. Hombre que heredó el fino oficio de la sastrería de mi abuelo (otro dandy de inicios de Siglo que merece miles de posts aparte), que con cara de López Moctezuma y bigotito de Ramón Gay era el objeto del deseo de varias las descalzas y hasta de las "con zapatos" en la Colonia Guerrero.

Al final de los años 40 y principios de los 50, Godoy se hizo de los amores de una mozuela, que para no ventanear, aquí se llamará Mercedes. Meche y mi tío se querían así como se querían el Pichi y la Chachita en Nosotros los Pobres, creo que hasta el mundo era blanco y negro como en la película, al menos así la recuerdo por la foto que todavía conserva mi papá de ella. Era algo así como un Elsa Aguirre en sus 18, bastante potable la señora, pero nunca llegó a ser mi tía.

El amor de estos tórtolos no era bien visto por la familia de la Meche y pues ante eso no había más que robársela. Godoy dispuso todo para que fuera por la mala pero decentemente, es decir se fugaría de su casa la novia, pero el punto de encuentro sería la iglesia, donde una vez casados en extremis vivirían juntos.

Godoy llegó a la cita secundado por los alcahuetes de sus hermanos y su mamá, obvio era que Meche podría tardarse un poco y que no cabía la desesperación por los primeros minutos de tardanza, pero los minutos se hicieron horas y a Godoy no le quedó de otra que ir a bucarla a su casa.

Al llegar, el suegro le informó que la intento de fugitiva había sido sorprendida en el momento que en que aplicaba la de Zobek y trataba de salir por la ventana. Jamás, dijo el suegro, se casaría con Godoy, jamás. Mientras, dentro de la casa los berridos de la Meche eran tales que alcanzaban a taladrar al mozalbete plantado.

La negativa de unos padres no es pretexto para no conseguir juntar a un par que babean el uno por el otro, lo malo fue que Meche, y esto no es ficticio, ante el no de los padres, amaneció fría y no volvió a ver la luz. Se envenenó porque prefería la muerte a no vivir con el amado Godoy.

No por cualquiera se suicida alguien o más bien no todos cargamos en el currículum con una suicidadita, y eso a mi tío le pegó un buen rato. Años después conoció a la que a la postre sería mi tía, bonochona y aguantadora dama que todavía le sobrevive, luego de que hace un par de años Godoy, mediando los 82 añitos tuvo a bien entregar el equipo luego de una buena vida.

Acostumbraba a beber whiskey y cada vez que le decíamos que cómo le hacía para estar tan bien a sus 80, nos decía "chupen, chupen, ese es el secreto". No sé si tenía razón, pero del hígado no murió. Lo que recuerdo muy bien fue cuando me contó esta historia que me conmovió, pero más me sorprendió que no fue la única vez que se quedó frente al altar, ¡mi tía se rajó una vez justo el día del bodorrio! Aún así fueron muy felices y que yo sepa Godoy nunca se amargó, así que si algún día los plantan o se les suicida la novia, chupen, ese es el secreto.

jueves, 21 de enero de 2010

¡Habráse visto!



Hace algunos días, una amiga me envió un video que hablaba sobre la poderosa fuerza física y emocional de las mujeres. En cuadro aparece una pequeña mujer con su discurso en mano, caminando hacia el podio. Al momento de hablar, la voz se le escucha nerviosa, casi en punto de quiebre por la ansiedad de dirigirse al público. Ella era Isabel Allende, autora de La casa de los espíritus, su novela más famosa. Comienza a contar su historia y habla de mujeres inteligentes, fuertes y decididas, entre ellas, menciona a alguien que ya me había llamado la atención meses antes: Wangari Muta Maathai.

La conocí más íntimamente hace unos meses a través de un documental sobre ella en CNN y de su lucha contra viento y marea por la democracia y paz en Kenya y otros lugares de África, por el desarrollo sustentable de recursos naturales y por plantar un millón de árboles. Creo que para el día de hoy, ya ha de llevar un poco más de un millón. Ella ganó el premio Nobel de la Paz en 2004 y para entonces llevaba un millón, digamos que ahora ha de tener unos 10 mil más a su cuenta.

Lo que Wangari ha hecho es ir a las aldeas en donde su suerte ya está echada debido a la tala indiscriminada de árboles. Ella platica con las mujeres que son las que trabajan y junto con ellas, planta árboles y les da una cátedra de su importancia para la sobrevivencia tanto del entorno, como de la fuerza económica de la aldea. No sólo los planta, sino que les enseña cómo cuidarlos para que lleguen a la madurez. Ella sola ha ayudado a regenerar una cantidad significativa de bosques tropicales en África, ayudando a retrasar el calentamiento global.

El método que utiliza Wangari es trasplantar árboles jóvenes, arbustitos que se crían en invernadero a tierra firme. Este proceso se llama PLANTÓN. Ella ha defendido con su propia vida ante bulldozers de compañías y terratenientes a los pequeños árboles que, a pesar de esposos furiosos, madereros insensibles y hombres necios, han querido derribar. Es un milagro, de verdad, que no haya sido asesinada a estas alturas.

Ejemplos de mujeres con una gran fuerza interna y comprometidas con una causa son miles, Wangari Muta es un ejemplo famoso. Falta voltear y abrir los ojos un poco más para darte cuenta que las amigas, las madres, las abuelas, las tías, las esposas son capaces de sobrellevar y salir avantes de cualquier situación que se les ponga enfrente con gran entereza y sin dejarse abatir. Solo cierren los ojos y vean lo que las mujeres a tu alrededor han hecho.

Yo soy admiradora de Wangari Muta Maathai porque ha sabido darle vuelta a la palabra Plantón para ponerla en otro nivel. Las palabras son lo que nosotros queremos que sean, por eso, hay que ver más allá de su significado literal, podemos encontrarnos con varias sorpresas.

miércoles, 20 de enero de 2010

David, Tania y Michelle


Llega al lugar y pide una mesa. El mesero le recomienda una al centro. Él se arrepiente después de unos minutos y pide otra mesa, una junto a la ventana. Quiere que haya más luz para observarla mejor.

Lo reubican y el tipo queda complacido. No se mueve, luego comienza a mover la mano y se muerde las uñas. Eleva la cabeza y escucha cómo le truenan los huesos. La tensión es inaudita, el silencio es ruidoso y la espera el más atroz de los enemigos. A un hombre ávido de amor, lo persigue más de cerca el demonio en cualquiera de sus formas. Intenta prender un cigarrillo y no es sino hasta que el encendedor hace "psss" por octava vez que la flama logra su cometido. Nervios endemoniados.

Una hora y media después de lo pactado, el hombre ve llegar a una mujer. Ella toma asiento como si nada. Después ambos comienzan una plática interminable. Nadie está seco, ambos fluyen.

Así se elimina un plantón inicial. Con una segunda cita... el mismo día, en el mismo lugar.

Pero....... ¿quién dijo que con la misma mujer?

Inphi escribió esta historia ajena, luego de guaradrla en la cabeza un par de años. Y escuchando "Plainsong", de The Cure.

lunes, 18 de enero de 2010

Como salsa en licuadora

Desde la plataforma tenía una vista panorámica de la multitud en la iglesia. Podía ver que el rosa predominaba en los vestidos, y también en las corbatas. Un pensamiento se le cruzó por la mente: qué tiempos aquellos cuando los hombres ni siquiera consideraban el rosa, socialmente rechazado por ser de viejas. Ahora todos lo usaban porque es "fashion". Él jamás se pondría nada, ni siquiera una agujeta de color de rosa. Jaja, mira nomás qué cagado, como la canción...

¿Por qué carajos estaba pensando en eso? Tal vez era lógico que su mente buscara una escapatoria, pues eran las 12:38, la boda estaba programada para las 12:30, y Telma no aparecía. No contestaba el celular. Qué angustia, otra vez pensó, de aquellas épocas en que los novios se dirigían a las iglesias sin celular (porque no existían, claro), y no tenían la oportunidad de certificar que todo iba bien con la novia, que el carruaje iba en camino, y que no iban a ser plantados en pleno templo... como él desde hace 8 minutos.

Qué raro. Pero no, no puede ser. Si la última vez que habló con ella se oía bien, a las 10:15, cuando la pistola secadora se oía al fondo de su conversación, lo cual indicaba que ya la estaban peinado, lo cual indicaba que ya se había bañado y maquillado, lo cual indicaba que hasta 2 horas antes de la boda, Telma estaba considerado casarse. ¿Por qué el retraso? Si la Iglesia estaba a 5 minutos de su casa. ¿Tráfico? ¡Imposible en sábado a medio día! Bueno, pero en esta ciudad cualquier cosa puede pasar. ¿Y si la asaltaron? ¿Y si chocaron?...

¿Y si se arrepintió?

La única vez que mencionaron el escenario del arrepentimiento fue hace 2 meses, pero fue una de esas pláticas de absurdos que tienen todas las parejas. ¿Qué pasaría si yo te pusiera el cuerno?, planteó ella. ¿Qué pasaría si yo no fuera millonario?, le reviró él. ¿Qué pasaría si yo te plantara en la Iglesia?. Él se botó de la risa. ¿Qué mujer podría considerar no llegar a la Iglesia el día de su boda, soñada, planeada y recontradeseada, con el hombre de su vida, que la amaba ante todo y sin reservas? Además, a las 10:15 él había hablado con ella, y la pistola secadora se oía al fondo, por lo tanto ya se estaba arreglando, por lo tanto....

El Padre interrumpió sus pensamientos. 12:42. Hijo, ¿estará todo bien? Pinch Padre cómo jode, ¿cómo chingados voy a saberlo? ¿qué no me ve con esta puta cara de angustia y sale con sus mamadas de que si todo está bien? Sí Padre, todo en orden. Un bebé estalló en llanto y él volteó a la multitud, tratando de localizarlo. Qué imprudencia llevar un niño de brazos a una boda. Seguramente fue Mario, ese amigo del trabajo que de todos modos ni quería invitar. ¿Para qué carajos lo invitó, si ni siquiera...

Un portazo sonó de repente, pero en vez de ver la silueta de blanco, resultaron ser 4 invitados más que a la distancia no pudo reconocer. Magnífico, otros 5 espectadores del tremendo plantón. Naaaah, ¡pero cómo se le podía ocurrir! Si Telma lo adoraba. Y eso de los plantones sólo ocurría en las películas. Bueno, ni siquiera. Sólo en las telenovelas de Televisa. Telma no compraba esas tonterías de arrepentirse de último minuto. Si ella ni siquiera veía telenovelas, como aquella de Veronica Castro en los 80, en la que...

Otra vez la puerta se abrió de golpe y salió Paty, la hermana de Telma. Seria, absorta y decidida. Decidida a caminar por el pasillo de la Iglesia, jalando todas las miradas de la multitud, con un sobre en la mano. Qué clase de atrevimiento, qué le pasa. Y fue ahí, justo ahí, a las 12:48, cuando él supo que ese día, Paty iba a ser la única mujer que caminaría sola por ese pasillo.

Y el estómago se le revolvió como salsa en licuadora.

jueves, 14 de enero de 2010

Para Quecha...


Los pasados 5 años de mi vida han sido completamente inesperados. Nadie vió venir que mi relación marital se desmoronaba como el centro SCOP en el terremoto del '85 o más bien, nadie quiso ver lo evidente, incluso yo misma. Tampoco se vió que me iba decepcionar un trabajo que amaba por sobre todas las cosas y que a raíz de eso me cuestionaría mi estadía en México. Mucho menos que iba a vender todo y salir en el primer avión a Berlín sin hablar gota de alemán. Pero lo que si, nadie de mi familia se imaginaba el dolor insoportable que iba a traer la súbita muerte de mi abuela. Completamente fuera de guardia y sin sentido. Una hora bien, y a la siguiente, se fue. Para siempre. Sin despedida, sin palabras diciendo cúanto nos amó ni dando consejos. Suspiró y el secreto de ser una mujer elegante y segura de sí misma se lo llevó para siempre.

Su nombre era Lucrecia, pero su nombre de cariño era 'Quecha'. Ella era el clásico retrato de una mujer de la época dorada de México, en donde tener una casa con 6 cuartos era algo normal junto con un séquito de 4 sirvientes y que ella no moviera un dedo y se excusara diciendo 'para saber mandar, hay que saber hacer'. Una época en donde estaba permitido presumir a mujeres bellas como si fueran el objeto más preciado que un hombre, como mi abuelo al decir a sus amigos 'A ella, yo la traje', cuando mi abuela cantaba como ruiseñor en las fiestas. Otros momentos, otras épocas. Ella me enseñó el regateo mexicano en el mercado de Tizapán cuando después de un intercambio de ofertas que ni el más pintado broker del NYSE podría superar, terminaba con 'Ni usted ni yo, 15 pesos' y el marchante, derrotado, pero reconociendo que ante semejante contrincante era imposible decía con una sonrisa en la boca '¡Andele pues marchantita! Nomás porque usted siempre me compra'.

Maravillosas experiencias me dejó Quecha y un desconsuelo enorme por no haber estado con ella cuando murió. Han pasado tan sólo 2 meses y no puedo hacerme a la idea de que la próxima vez que pise tierras mexicanas, ella no estará para recibirme con una sonrisa, con un abrazo, con un regalo y un consejo.

Sí, la amé en vida cuanto pude. Sí, le dí momentos de gran felicidad. Sí, la recordaré mientras tenga vida. Pero nadie me va a poder quitar la pena que me embarga al saber que mi maestra de las buenas maneras, de la cocina guerrerense, mi costurera de disfraces y amante de mis textos ya no me acompañará a mi recorrido dominguero por el mercado de la Nápoles y le diga al marchante de los melones 'Ni usted ni yo'.

A veces, la vida no me gusta.

miércoles, 13 de enero de 2010

Qué horror


Ya se sabe. Aparecer en la portada del mítico NME no garantiza mucho. Por el contrario, para algunas bandas nacientes la publicación se traduce en una maldición condimentada por 15 minutos de extrema exposición mediática y un futuro errante y poco fructífero.

Sin basarme en aquella portada, a The Horrors los capté inicialmente por su nombre (que me pareció original desde cualquier perspectiva), después por su vestimenta y peinados y, finalmente, por la portada borrosa de su segundo disco, llamado Primary Colours, la cual me remonta sí o sí al Pornography que editó The Cure en 1982. O sea, estos británicos me llamaron la atención por muchas cosas antes que por su sonido.

Ya después, vinieron las joyas auténticas. Escuché tres tracks y quedé más que complacido. En particular, me atrapó un tema atmosférico de casi 8 minutos, llamado "Sea Within A Sea", con el que se cierra Primary Colours. ¿Dónde queda su definición? Ni idea. Ya veo venir la pregunta rasposa de siempre para catalogar a una banda en etapa infantil. No suena a The Strokes, pero por momentos sí; tampoco es My Bloody Valentine o The Ramones, pero sí; mucho menos da la sensación de Joy Division, aunque...

The Horrors no tiene cabida en un concepto que por preciso acaba siendo odioso. Sólo sé que a veces me hace recordar a Echo And The Bunnymen, a Loop y hasta a The Jesus and Mary Chain. No son de acá, tampoco de allá. Pero sí, sí son exquisitos (para continuar la prueba de menú, recomiendo "Who Can Say").

Uno de los términos musicales más populares, hype, podría traducirse como "exageración", y es usado para artistas o bandas de los que todo el mundo habla y, al final, son grises. The Horrors fueron el hype en 2007. Cinco chamacos escuálidos que apenas habían grabado un sencillo y ya copaban portadas y tapas. Entonces, como hoy, nadie entendía a qué sonaban, pero su pinta gótica lucía en las fotos. De su primer esfuerzo, Strange house, se dijo que era "insustancial". El mecanismo del hype: se dice lo increíbles que son, entonces se les da bien de palos y que se pudran en una esquina.

Pero ellos no se dejaron.

lunes, 11 de enero de 2010

Traducción sobre mi ausencia



Si fuera cierto aquello que se dice sobre la inspiración que produce la tristeza en quienes escriben, componen o realizan alguna actividad artística, yo sería en este momento William Shakespeare pero en español.

Pero no, no lo creo. El jueves olvidé escribir mi post de los viernes porque me encontraba enmedio de una gelatina de nostalgia. Hoy leo que dos anónimos lectores reclaman que no hayan aparecido letras con mi firma y, no lo niego, mi ego dio un brinquito. No soy amigo de volcar mis sentimientos en un documento de word en busca de la conmiseración popular, pero mis intestinos me están recordando, cada vez que crujen y me hacen correr a donde el rey va solo, que mi estado de ánimo es de corto circuito emocional y lucha por hacerle creer a mis vísceras que no me muero un poco por estar lejos de lo que más quiero.

La misión que me tiene así me debería tener contento porque es para que mi Darío se valga por sí mismo, pero lo paradójico es que a veces lo mejor que puedes hacer por los que quieres es tenerlos lejos.

Debo sonreír como Marceau, con la pintura que adorna mi cara, aunque el gesto atrás apunte con las comisuras hacia abajo, pero aunque me quiebro más fácil que un palito de pan debo parecer el más fuerte ante el paso que daremos mañana todos como familia.

Mi maestro en esto es Ari y con lo que una vez dijo me inspiro para saber exactamente qué debemos hacer por Darío y qué debemos cambiar. Él hace no mucho, con la sabiduría que otorgaban sus no más de seis añitos dijo: "Mamá, estoy preocupado, no tengo trabajo y necesito un trabajo", pero por qué, tú no debes trabajar eres muy chico y tu trabajo es ir a la escuela. "Mira, tú te vas a morir un día, mi papá también se va a morir y necesito un trabajo, por qué si no cómo voy a mantener y cuidar a Darío".

Moraleja: si tu hijo lo tiene claro, lo menos que puedes hacer es trabajar por lo que más importa en este momento: Darío.

PD: Esto para algunos posiblemente necesite traducción, perdón por hacerlos perderse en esta mar de íntimos pensamientos.

PD2: Si el próximo viernes no estoy, señal de que no he vuelto.

Se la llevó el tiburón

Año Nuevo en Acapulco. 3:00 am.

Entrado en copas, detecto a una chica que me gusta para platicar y comenzar bien el 2010. En una mesa donde abundan los varones, clave es desmarcarse de la manada. Aguardo el momento esperado en el que la presa tire la señal para ir yo de tarado detrás de ella. La chica le da la mano a una amiga, se la lleva a la pista, y en el camino me voltea a ver...

Este... sí... la presa soy yo.

1, 2, 3..."Órale pinche compadre, acompáñame y hazme el paro con la otra".

Cuando me arranco en la cruzada, me doy cuenta que mi comparsa se quedó en el camino y estoy solo. En la pista, el ruido es infernal. Digo, más infernal de lo acostumbrado, las putas bocinas eran una grosería. Entro en escena con esta mujer explicando a gritos el por qué de mi visita (no hay que ser un genio para saber qué quiero) y conmino a las damas a unos chingues en la barra. Gracias a Dios nos salimos de la pista, y a la barra con todo y chivas.

En eso, mágicamente, aparece mi compadre y desaparece la chaperona. Nos quedamos los 3, y una jarra de boligomas como cuarto en cuestión, para shotear durante las primeras horas del año. A ver a ver... pero qué está sucediendo.

Uno que está acostumbrado al cortejo no necesita mucho tiempo para saber si un ligue va a prosperar o si es mejor irte a vender cocos a la Quebrada. Te va bien, te va mal, no pasa nada, el chiste es identificar en cuál de los 2 escenarios estás para tomar cartas en el asunto. Y aquí, algo no funcionaba... sólo para mí.

Mi pinche compadre, cuya lealtad jamás ha estado en duda, robaba completamente las miradas, risas y sonrisas de la chica que, debo hacer el apunte, estaba de muy buenos bigotes (o mejor dicho, no tenía porque si no qué hueva). Naturalito, mi pinche compadre turnaba los pasitos de rigor y aquella babotas carcajeaba, jajaja, jijiji, pero nomás que a mí no me pelaba...

ChanfleII: Oye, y... ¿dónde te estás quedando?
Chicaembobadapormicompadre: Ah... 21.

No pues muy bien. A alguien le valgo 3 kilos de reata.

Como les digo, todo esto sucedió en 5 minutos, porque si uno es sagaz (o mejor dicho sensato), puede dejar de hacerse ilusiones. O pendejo, según sea el caso, y proceder a hacer otra cosa. Pero como era Año Nuevo, pues podíamos dejar lugar a una duda.

Que se resolvió luego luego.

4 de la mañana, ya en la mesa, bailaba El Sonidito estilo Rammstein, cuando veo que en el pasillo colindante la chica no sólo ya me había descartado, sino que ella misma, bendito Dios, emprendió una ofensiva con mi pinche compadre que sueltito platicaba, platicaba y conquistaba con el puro encanto.

A la chica le pedí su teléfono de mero trámite. Salimos a las 9:30 del antro, listos para un desayunito de pocamadre en el Portón. Y el descarado de mi pinche compadre, me dice...

"Oye hermano, no quiero herir susceptibilidades, pero creo que tu vieja me tiró el perro".

Descarado pero sutil, el cabrón.

La siguiente hora la dediqué a choteos, bromas, jodas y demás pilladas a este culero, al que de ahí en adelante no lo habré bajado de tiburón. Pero como entre los cuates hay reglas no escritas, el saldo con esta chica después de todo el teatro, sin haberlo hablado ni nada por el estilo es:

Ni tú, ni yo.


¿O no, pinche compadre?

jueves, 7 de enero de 2010

The mexican way


"Señoras y señores, les pido de favor que sean puntuales. Tenemos un horario que seguir y si nos tardamos un poco más, ustedes tienen menos tiempo libre para disfrutar de la hermosa ciudad de Berlín". Palabras de un guía de turistas español verdaderamente molesto porque el grupo de viaje que lidereaba, el cual, debo subrayar, estaba compuesto por 43 mexicanos y 4 uruguayos, salió 45 minutos tarde hacia un paseito que tenían planeado. No tardaron en escucharse los comentarios de un grupo herido diciendo, 'Ay, qué pinche vieja tan enojona, como si nos hubiéramos tardado tanto...'.

Somos unos incomprendidos.

¿Cúantas veces no hemos dicho 'dame un minuto' y en realidad nos tardamos quince? ¿Cúantas veces nos piden algo con antelación y lo resolvemos al último momento? ¿Cúantas veces en una conversación, hemos dicho 'todo el mundo dice...'? ¿Cúantas veces no hemos ido al super y comido una uva de la sección de frutas y verduras'? ¿Cúantas veces no hemos entrado al elevador, metro, tren, andén, etc. antes de dejar salir? Muchas veces hemos hecho, aunque sea una vez, cada una de estas situaciones.

Somos mexicanos y no podemos negar que entre nuestras caracetrísticas más representativas están dos: la de llegar tarde a todos lados y la de alargar deadlines. Moment, moment...hay excepciones en estos dos casos y tengo el placer de conocerlos, pero son los menos. Éstas han sido unas diferencias culturales que literal, los extranjeros se quedan Lost in Translation. De hecho, en el sitio World Business Culture se enumeran éstas dos particularidades al momento de hacer negocios en México. Ni hablar, somos relajados, qué le vamos a hacer.

Esto me ha afectado enooormemente al momento de entrar en contacto con el género masculino del Viejo Mundo. También me ha afectado con mis féminas amigas, pero no es tan interesante. Ellas sí entienden. Los hombres no. Me viene a la mente una cena que tuve con un galán. Estaba yo en el cuarto arreglándome, me marca del lobby y me dice que la mesa ya está lista y que me está esperando. Yo le digo que en 5 minutos estoy abajo. Me tardo diez y cuando llego a la mesa me recibe con la siguiente frase,  'Me hubieras dicho que iban a ser 5 minutos mexicanos'. Pinche alemán mamón. Le obsequié una de las cenas más calladas de su pinche vida. Desde entonces, las subsecuentes citas y demás, era de ley que me preguntara si iban a ser '10 mexican minutes'.

La otra que es ya todo un clásico en el Viejo Mundo es la manera de cómo los mexicanos decimos 'Todo el mundo'. La verdad es que, al menos en Alemania y en Inglaterra, son bastante ingenuos , oséase, pepinazos. Estaba yo en entrevista con el dueño de la escuela de cocina donde daré clases de cocina mexicana y le comentaba acerca de la percepción de la comida mexicana en el mundo e hice alusión sobre que todo el mundo nos conoce por fajitas y chili con carne y la comida mexicana no es eso. Él, muy extrañado me dice, 'Pero...¿cómo se sabe que todo el mundo los conoce así? ¡Yo no!'. Le respondí que era un figured speech y que bueno, los mexicanos nos referíamos a todo el mundo a una cantidad generosa de personas. No es literal. De todas maneras no entendió. Yo seguí diciendo que a todo el mundo le encanta lo picoso de la comida mexicana. Me contrató.

Y la verdad, me encanta que confundamos a los extranjeros. Es algo que disfruto sobremanera porque se quedan con una idea de que somos todo menos convencionales y que el mexican way es relajado y divertido y que pase lo que pase, podrán contar con nosotros, aunque sea una hora tarde.

miércoles, 6 de enero de 2010

Signal out


Viaje frenético.

Me levanté antes de las 4 por un crack similar a pisar una bolsa de cereal, llegué al baño, perdí el vuelo, vomité un par de veces, regresé a la cama, di 20 vueltas con un monstruo colgado de mis sienes como si se sujetara con pinzas, le asesté golpes y no le hice ni cosquillas, no me bañé, me encapoté, se fue la señal, dos betabloqueantes y esperé, hice escala en miles de sueños, la caída de una moneda sonó a derrumbe en una montaña, reporté mis daños, me eché agua en los pómulos, me hice murciélago, anocheció de día, se me infló un globo en la cabeza, tosí para morir 100 veces, reviví poco a poco, me mutilé la memoria, comí un sandwich caído del cielo, imité a los monjes, probé el silencio, lloré sin lágrimas, escribí en el aire, apagué mi alma, me perdí mi nuevo Blackberry al ausentarme del lugar de entrega, comí calma, bebí jugo, mastiqué hartazgo, vi de lejos a los chocolates enemigos, los sonidos mutaron en estruendos, olvidé el frío con la hoguera en la testa, prendí el motor pero se atascó, Camila comprendió, se guardó sus ladridos y sacó todo el amor canino (sólo pidió a cambio que su patita hiciera siempre contacto conmigo), se recrudeció el congelador, cayó la noche real sobre mi noche cefálica, cené poco y me metí en la cama sin el 90% de mi cabeza, esta vez, para no salir.

Reporte final de daños... después.

martes, 5 de enero de 2010

Salado

Cuenta la leyenda urbana en mi familia que ella, en cuanto supo que estaba embarazada, empezó a vomitar como si el mundo se fuera acabar mañana, es decir, hace 50 años. Y fueron unas náuseas infames, que le empezaban al atardecer, le duraban lo que la luna en el cielo y le quitaron cualquier posibilidad de empezar el día de buenas.

Pronto habría de irse de viaje en camión rumbo a Laredo partiendo de la Ciudad de México. A nadie le sorprendía que el trayecto se tardara 3 días, pues se usaba que el camión se detuviera en las paradas oficiales y en cualquier punto donde un alma levantara el brazo a la orilla del camino. A bordo del autobús iban matrimonios, estudiantes, dos o tres muchachas solas que desviaban la mirada para no perder la virginidad, campesinos con sombrero de palma que llevaban bajo el brazo un guajolote de engorda o un lechón que rechinaba, vendedores de café, pan dulce y tortas de chorizo, familias de 7 u 8 miembros con el invariable pequeño con los pañales de tela percudidos de caca. El chofer, por lo general, escuchaba la XEB que iba ampliando su alcance en megahertz y que ambientaba el sobamiento del volante en las curvas interminables de la sierra. Ella, embarazadísima, entre olores y vaivenes, y su marido que no sabía qué hacer para que ambos tuvieran un segundo de paz.

Sal, dijo ella, algo salado. Y se le hacía agua la boca. Ahorita que se haga la parada, m'hija, la tranquilizó el marido. Pero el caminón se siguió de frente, desde Saltillo hasta San Antonio, porque la carretera estaba desierta y despoblada. Nadie alzó la mano en el acotamiento, no se quejaron las balatas. Todo derecho, hasta la frontera. Estando allá, parada obligada, el marido se bajó a un local en la terminal de autobuses. Era un restaurant. Y como sucedía en Estados Unidos hace 50 años, no se admitían negros, ni animales, los latinos y asiáticos eran vistos con recelo, no había comida rápida y cada negocio era supervisado por el dueño y su hijo.

El dueño, personalmente, atendió al marido. Pidió un hot dog en su inglés chapurrado. El dueño alzó la ceja y dijo: ya no hay. Bueno, entonces unas papas fritas. El dueño respondió: no está lista la freidora. Cualquier cosa salada, solicitó el marido. No tenemos, retó el dueño, lo siento. El marido no sabía qué, exactamente, había hecho mal para que le negaran el servicio. Jugó su última carta y pidió, triunfante: quiero sal para llevar. Salt to take.

De ninguna manera, dijo el dueño. El que sigue. Salt to take, insistía el marido. ¿Qué más le da, es salt to take? El hijo del dueño se acercó al marido y lo tomó del hombro, escoltándolo a la salida. El marido vio pasó cerca de un salero, que tuvo el impulso de robar. Quería y no podía, la situación era ya suficientemente humillante. No vuelva más, le indicó el hijo, imitando la voz ronca y déspota de su padre. El marido volvió al autobús sin respuesta. Ella lloró de náuseas y de coraje el resto del trayecto.

Cuenta la leyenda que cuando nació ese bebé, sus padres la recibieron con beneplácito y con su primera lección anglófona, presta: para llevar se dice "to go".

lunes, 4 de enero de 2010

Las piernas y las sábanas

Scarlett Johansson entre sábanas. ¿A quién se le puede olvidar la imagen de Scarlett Johansson entre sábanas y soledad, antes de conocer a Bill Murray?

A mí no. Y cuando llegas a Tokio sin saber un carajo de japonés, justo antes de descubrir que un porcentaje muy bajo de yapaníses hablan inglés, no hay manera de no pensar en Scarlett y las sábanas, y en que Lost In Translation traduce a la perfección el sentimiento de incomprensión de un occidental promedio a lo que sucede en Tokio.

Porque no es sólo el idioma, sino también el lenguaje escrito, los grafés, los códigos de conducta y comportamiento, las costumbres y la alimentación. Porque yo estaba por pasar 16 días en Tokio, y me tardé 3 en entender que las Lays no eran 'papitas', sino 'camaroncitos' y 'alguitas'. Con razón sabían taaan culero. Y yo que de sushi sólo como el California y el Gohan, pues no solté el McDonald's en una semana.

Entonces decidí callarme el hocico y observar. Observar y observar. Y tomar fotos, un chingo. Comencé a ver Tokio no como extranjero, sino como insider. La gente no es hostil, sino ensimismada. Por las madrugadas, muchas personas se meten al McDonald's a dormir, con la frente en la mesa y abrazando sus mochilas, con el iPod (o similares) en las orejas. Pero cuando están despiertos, como que siempre están alertas, con expresión de ojos en franca contradicción con su morfología.

Los yapaníses de Tokio crean, cuidan y sufren su perfección de ciudad. No hay basura, ni de broma. Nadie cruza en otro lugar que no sea la esquina. En serio, nadie. Impensable que alguien se meta en la fila para ingresar al metro. A diferencia con China, no hay quien cuestione los precios, que son altísimos y esos son. Un policía me regañó por caminar por la calle y no por la banqueta, en un ejercicio inofensivo, en un domingo por la mañana cuando no había ni pajaritos en las ramas.

Tal vez por eso les maraville tanto el Karaoke, el arte de improvisar en un margen musical controlado. Lo peor que puede pasar es que se te salgan 5 gallos en 3 minutos, de ahí no pasa. Porque les cuesta mucho, muchíiiisimo, modificar algo preestablecido. Como cuando me subí de madrugada a un taxi para ir de Nishi-Shinjuku a Ikebukuro, y a medio camino pensé que era mejor ir a cenar por Ichigaya. No hubo poder humano que me ayudara a convencer al conductor que había cambiado de parecer, y me tuve que ir hasta mi destino inicial, pagar, y luego de ahí irme al destino alternativo. Menté madres, hice un coraje terrible, pero así funcionan.

Y así como yo cuento hoy del taxista que fue incapaz de cambiar de destino, seguramente el taxista hoy seguirá contando la anécdota en reuniones, de cuando un latino, seguramente mexicano, tuvo la maldita ocurrencia, imagínense el descaro, ¡de cambiar de opinión! Carajo, qué locura, ¿no?

Tokio me conquistó. Sobre todo la última noche, en Roppongi, donde decidí meterme a cuanto bar me topaba y probar cuanta bebida o placer se me cruzara. Las luces y los colores de noche en Tokio son un afrodisiaco para solitarios que se meten en cabinas a masturbarse, o a cuartitos con paredes de cortinas para recibir masajes en los pies. O bien, en la espalda, con la técnica milenaria de una ejecutante que camina sobre ella para mejores efectos.

Entre árboles dorados y pan dulce tan caro como maravilloso, me acordé una y otra vez de Scarlett y sus sábanas, o de sus piernas entre las sábanas. Y después de eso puedo asegurar que yo sí sé qué le dijo Bill Murray en la escena final de Lost in Translation. Fue lo mismo que pensé día y noche, 16 veces, y no me equivoco.

"Llora entre las sábanas. Estoy enamorado".

viernes, 1 de enero de 2010

Ni hablar...traen puñal...


No, pues ni cómo ayudarme...entre viajes, entre festejos, no pude subir mi post...por lo que pido unas sinceras disculpas al auditorio.

Como dice mi buen Xosean...si alguien está leyendo esto, verdaderamente, lo admiro. Mejor váyanse por unos Alka-Seltzer y unos tacos del Villamelón o una birria.

Y sí, los festejos me metieron gol...por eso estoy posteando un día después...

Pero eso sí, les deseo a todos que este año sea mejor que el anterior, que no nos den tantas gripas, que nos ganemos el Melate, que de menos, no nos cobren tantos intereses en las tarjetas de crédito, que tengamos un trabajo que nos ayude a vivir bien, que comamos lo que queramos, que nos amen sin pedirlo y que amemos sin pedir nada a cambio. Y que los Pumas metan muchos goles.

Los quiero mucho...a todos...

La Olis