jueves, 29 de abril de 2010

Mis demonios


"Detrás de cada gran fortuna siempre hay un crimen", al menos eso dice el epígrafe que antecede al libro El Padrino, y la frase se le atribuye a Balzac.

Con semejantes referencias me es difícil no creer, que salvo una o dos excepciones, esto sea totalmente cierto. Pero no sólo los millonetas tienen el clóset lleno de esqueletos, todos absolutamente todos, guardamos algo que nos avergüenza de nuestra persona, algo que posiblemente sólo lo sabemos nosotros o que incluso lo sepultamos emparedado y luego hicimos como que no existía.

Hay todo tipo de esqueletos. Los del Padre Maciel, que no es necesario que explique ni enumere, podrían llegar no un clóset sino todo el departamento de vestuario de Televisa San Ángel, eso en plan fresa.

Lo más "excepcional" de este señor es que hizo de sus demonios su forma de vida, fuente de placer, dinero y poder, al tiempo que coleccionaba almas en su armario, unas atormentadas por las perversas mañas del cura sobón, y otras adormecidas e hipnotizadas por el cannabis de la devoción a un hombre falso que en la tierra pedía el rigor más grande a los preceptos de Dios, pero por el contrario, en el catre y contra la pared pedía complacencia y silencio para sus morbosas manos.

No inventé yo aquello de que el celibato en la Iglesia Católica es solamente la mejor forma de control que encontró El Vaticano para que los bienes de la Iglesia no se diseminaran entre las mujeres y vástagos de sus pastores, ni estoy descubriendo el internet inalámbrico cuando recuerdo que dicha condición de "pureza" se transformó en el clóset de los esqueletos y demonios de seres atormentados por su sexualidad que ven en la Iglesia el congal donde dar rienda suelta a sus lubricidades con niños y señoras mochas, sin que ello encuentre un castigo y, además, sean sujetos bien vistos y respetados en la sociedad. Sin embargo, hoy es algo que me indigna y me provoca la misma simpatía que una cucaracha flotando en mi café.

Pero como dije, ellos no son los únicos, quizás sean de los peores, pero todos guardamos un cuerpo sin vida en el ropero de nuestras mezquindades, no porque hayamos matado a alguien, sino porque al cerrar los ojos el fantasma de una mala acción que aniquiló sentimentalmente a alguien nos persigue.

Tampoco esperen que aquí saque mis esqueletos y acepte que disparé a Colosio, deje ir al JJ o que firmé el TLC, pero puedo intentar exorcizar por lo menos el esqueleto de Campos, mi compañero de la secundaria al que me cansé de martirizar durante tres años.

Fui el peor dolor de huevos para el pobre Lalo. Su cara de tortuga de tierra con bigote a los 12 años, con un cuerpo de perro parado y un cabello grasiento y mal peinado fueron el blanco de mis burlas, sarcasmos y vilezas.

Cuando no le ponía el apodo de "Borracho" por su escasa elocuencia, no embarcaba en inútiles intentos de conquista a chicas guapas a sabiendas que sería bateado y ridiculizado.

El día que fui un Pinochet, el peor de los Idi Amin que me alimenté con su mutilada reputación, fue cuando en una hoja de cuaderno profesional vacié toda la tinta de una Bic azul y la puse en el asiento de su pupitre.

Todos se rieron a más no poder cuando lo vieron subirse al "delfín" de la ruta 23A que circulaba por avenida Cuauhtémoc con las nalgas azules como de mandril venusino, inocente y sin sospechar el porqué sus "amigos" lo veían con tanto gusto.

Al día siguiente me confesó que su mamá lo había regañado, quizás hasta le pegó unos cinturonazos por mi ocurrencia, pero eso no lo aceptó, sólo estaba mortificado porque le habían tenido que comprar otro pantalón "Príncipe de Gales" para el uniforme.

No me atreví a destapar mi estúpido proceder, siempre me creyó inocente. No pude decirle que había sido un hijo de puta ni siquiera cuando en el chismógrafo de fin de tercero puso en mi Scribe de forma italiana, "para mi mejor amigo, nunca te olvidaré". Lalo, aunque hoy saqué de mi armario esta vileza, mi castigo será nunca olvidarte.

miércoles, 28 de abril de 2010

Mis tenis rojos

Cuando abrí mi blog personal (The Corridor), una de las primeras cosas que mencioné fueron mis tenis rojos.

Los compré por ahí de 2003 y se mantuvieron "a mis pies" durante largo, larguísimo tiempo. Sí, fueron fieles. No, no apestaban. Sí, resistieron. No, no eran ya muy vistosos, pero sí, seguían siendo mis preferidos y fieles compañeros de un sinnúmero de vivencias. Vaya, los tenis de mi vida si tuviera que decirlo en términos amorosos.

Recuerdo que en diciembre de 2004, el buen Mou me arrojó a una alberca y, entre las cosas que sobrevivieron, estuvieron mis tenis. Resistencia es poco. Eran unos tractores de a pie, unos apaches.

Hace seis meses, en un domingo cualquiera, los saqué del clóset, intenté ponérmelos y el daño, ahora sí, era irreversible. Por algún motivo, les brotó una especie de tumor que propició que la suela fuera insoportable. Caminar dos pasos era peor que calvario, y, entonces sí, supe que el romance había terminado.

Si bien hoy los Converse (cliché de muchos y preferidos hasta de los villamelones que dicen ser fans de la marca) se han vuelto una opción interesante, nada como mis tenis rojos, los cuales yacen como cadáveres, todavía ahí.

Ya quisieran muchas relaciones durar lo que ellos...

lunes, 26 de abril de 2010

Hagan campito

No parece ser una expresión muy antigua. No sé cuánto tiempo tengan los clósets de existencia. Desconozco si fueron los antiguos griegos a quienes se les ocurrió acuñar la frase “salir del clóset”, pero a ellos se les daba mucho correr pa’tercera, así que bien podrían adjudicarse su autoría.

Pero tranquilos, no va por ahí el post (yo soy partidario del She Bangs, no del Livin’ la Vida Loca). Yo quiero hacer referencia a la sacudida de polvo, a la limpieza de cajones, a la renovada de ropa, al desecho de calcetines con hoyitos…

¿Qué pasa cuando sacas los esqueletos en el clóset? ¿Qué pasa cuando decides finalmente armarte de valor para tirar esa camisa que ya te queda grande, ese pantalón que estás guardando “para cuando adelgaces”, o esa playera a la que le tienes compasión porque te la obsequió tu abuelita, pero que realmente te achicharra la pupila?

¿Qué pasa cuando te armas de huevos y dejas espacio en tu armario para algo que aún no tienes? Está claro que lo necesitas, incluso ya lo viste en la tienda, te lo probaste, te queda perfecto. Pero todavía no vas por eso. Y el espacio entre los ganchos ahí está, disponible, podría vivir un murciélago entre tus camisas…

¿Puedes sentir un vacío por algo que todavía no tienes? Quizás sí. Porque los esqueletos llevaban ahí años, tal vez siglos. Te habías acostumbrado a su presencia, a que te quitaban espacio en tu disco duro. Les respetaste su antigüedad. Alguna vez no fueron esqueletos, sino prendas que estaban hechas a tu medida. Pero como (casi) todo, lo dejaste y se quedó a vivir en tu clóset.

Clóset es un sustantivo del presente. Tan mal está guardar tus playeras de la secundaria, como hacerle espacio en febrero al pantalón que te comprarás cuando llegue el aguinaldo. Que respiren los sacos y las camisas que ya son tuyas. Ya sacaste los esqueletos en el clóset, ahora, utiliza ese espacio.

Aquí y ahora.

jueves, 22 de abril de 2010

En boca cerrada



Las pobres moscas padecen una reputación terrible y no conozco a alguien que las tenga de mascota, haga marchas para que nos las maten o que se sienta atraído por su naturaleza y se diga amante de estos insectos.

A Olis le gustaba verlas a medio morir y prensadas en una ventana. A mi primo capturarlas y amputarles las alas con unas pinzas para depilar y luego pata a pata dejarlas hasta que eran unas bolitas negras que movían la cabecita aterrorizadas.

Pero, involuntariamente, las mosquitas nos han aportado referencias culturales y la lenguaje por lo que las tenemos, nos gusté o no, en la boca todos los días.

Yo acostumbraba viajar de mosca atrás de los trolebuses de Xola, sentadito en la defensa trasera, pero un día casi quedo embarrado como mosca, me mosquié y ya no lo volví a hacer.

Luego compre un Volkswagen 1966, bueno eso ya fue hasta 1995, en realidad no era un avión, pero era hermoso, mi orgullo, era color beige, bueno eso creo yo, porque como soy daltónico no falta quien piensa que veo las cosas en blanco y negro, como mosca, pero no, las veo con mis propios colores, mi propio pantone. En fin, mi vocho era hermoso no tenía una patinada de mosca, lo cuidaba y me daba hasta la personalidad que no tenía.

Sufrí mucho cuando una vieja, perdón a las feministas o las que piden la equidad de género en mis palabras, pero una vieja que iba papando moscas se estampó contra mi coche y me privó del único placer de cuatro ruedas que he podido gozar en mi vida.

Llamamos al seguro, al suyo, porque yo no tenía y la muy mosca muerta que antes se había disculpado y aceptado su error, esta mujer, que no reivindica en lo absoluto a su género con el que se generaliza diciendo que son la mosca en la sopa de las vialidades, encima de todo me echó la culpa del choque, "porque me paré enfrente de ella" que iba tan en la baba que creo que se habrían podido meter mil moscas en la boca.

Luego, llegó su papá a hacerla de jamón y yo me quería volver un matamoscas contra el méndigo viejo que, creyéndose perito, "reconstruyó" el incidente y no sólo su hija no tenía la culpa sino que yo le tenía que pagar por embarrar toda la parte trasera de mi vehículo es su horrible tsuru.

Por si las moscas le llamé a mi cuñado, y ya éramos dos gañanes que conguieron una patrulla para amedrentar a los rijosos. Con ayuda de la ley, aunque el ruco amenazó con traernos a su tribu para que nos pusieran como camote, no se pararon ni las moscas.

Al final, dieron el veredicto de pérdida total porque en el maldito libro azul mi carro "valía" menos que el golpe. Lo más que conseguí fueron tres mil pesos y mi carro hecho chicharrón.

No caeré en decir que no hay mujer que no maneje bien, porque para empezar la mía lo hace mejor que yo, no pretendo morir literariamente lapidado por mis lectoras, pero de sólo acordarme de lo que pasó me dan ganas de... mejor no, en boca cerrada no entran moscas.

Mocedades


Un gusto que desarrollé siendo pequeña y que todavía conservo, ha sido ver la vida a través de las ventanas. Las ventanas del coche, de la casa, de las iglesias, de los autobuses, del metro, del hotel. Y así, cualquier orificio o hueco en el cual se pueda ver 'hacia afuera'. Veo las vidas de los demás en otra sintonía y me pierdo en mis pensamientos sobre el momento que estoy viviendo combinado con lo que estoy viendo. Formo una realidad en mi mente que me distrae y me abstrae del presente. Ya no lo hacía como antes, pero cuando tengo un 'momento' lo hago y me resulta catártico.

Dada esta curiosidad, desde niña me percaté que en los marcos de las ventanas, por lo general, hay moscas muertas.  Con sus patas dobladas e inertes. parecería que están duermiendo, pero no. Están completamente muertas. Toditas ellas. Puede ser que me encuentre en una casa impecable sin mácula de polvo. Pero me acerco a la ventana y ahí está. La mosca muerta. ¿Porqué? Ni idea. Pero recuerdo esos momentos de mi niñez, los cuales añoro con inútil angustia. Nunca más volverán. Tengo muy presente una ocasión en la que estaba lloviendo y me encontraba viendo por el ventanal de la sala de mi casa cómo caía el agua por el vidrio de la ventana y hacía una especie de camino de agua. Apuntaba con el dedo índice hasta donde podía levantarme, tocaba el vidrio húmedo, frío y seguía el agua con el dedo hasta el piso. Así sucesivamente hasta llegar a la pared en donde terminaba la ventana. Y ahí estaba una mosca casi muerta. Pataleaban sus patas, muy lentamente y a intervalos. Me preocupé y la traté de voltear, pero ya era demasiado tarde. Supongo que el cansancio es lo que las mata y aunque las voltees, ya no hay remedio. Se mueren.

Esa fue mi preocupación de la semana o del mes, por así decirlo. ¡Quién no extraña ser niño! Estoy contenta, satisfecha con lo que he alcanzado hasta ahora, pero, a veces, me pierdo en esos pensamientos y si, a veces pierdo esa sensibilidad que tenía Olivia a los 4 años. Me extraño. Y no me quiero olvidar cómo era yo en esencia. Por eso, cada vez que veo una mosca muerta, me remonto a aquéllos momentos de lluvia, despreocupación y olor a polvo. En donde yo era yo sin añadiduras. Sin prejuicios.

miércoles, 21 de abril de 2010

Rompiendo platos

Me empieza a preocupar. Algunos de los que me conoces me dicen que soy re mustio ( saludos a Chanfle II), pero ante todo, mosca muerta.

Hoy día, mi novia Janett se jacta de ello, y entre broma y seria, me dice que la cara de "no rompo un plato" es efectiva apenas durante unas horas. Supongo que ella misma me lo creyó cuando nos conocimos, cayó en el anzuelo, pero de ahí en adelante, va anunciando por todo el mundo lo que "soy realmente".

En la actualidad, ya no me inquieta cómo soy en realidad, sino qué mentada imagen proyecto en un inicio que todo mundo me termina diciendo que "no era yo". Uno no tiene culpa, al menos eso creo. Y la tundida posterior, en consecuencia, me parece injusta.

Ahora bien, si me dijeran que si prefiero quedarme con ese efecto dead fly o no, tal vez repetiría la fórmula. Ha sido divertido ver reacciones similares al respecto, con lo que concluyo que, efectivamente, en mí se aplica el dicho de que la apariencia no es sincera.

Espero que, al leer este post, alguien salga en mi defensa y diga que no soy mosca muerta. De ser así, me burlaré de su ingenuidad, pero aplaudiré su nobleza al referirse a mi persona.

Yo siempre he dicho una cosa: uno no puede, ni debe, luchar contra su encanto.

lunes, 19 de abril de 2010

Suerte de principiante

Esta semana fue una de ésas en las que el tema no fluye a la primera (ni a la segunda, ni a la tercera, ni a la cuarta). Pero Miranda me iluminó y la voy a poner sencillito.

Me he topado con muchas, muchas, muuuchas moscas muertas, pero ninguna me ha marcado tanto como ésta. La lección que más rápido aprendió el inútil del Karate Kid. Entre tanta sabiduría que le chorreó Miyagi, Daniel-San tuvo que humillarlo con lo más nimio, pero también lo más sagrado.

La mosca con los palillos:



Para todas las chicas que han blofeado cual mosca muerta con su servidor. Todas en una. Todas en los palillos.

viernes, 16 de abril de 2010

Entrevista de trabajo




Olga nunca ha tenido un trabajo formal. Claro, vender zapatos por catálogo, plata y Mary Kay le dieron para subsistir mientras acababa su carrera comercial por la que ahora tiene el título de Secretaria ejecutiva bilingüe.

El licenciado Quiñones encargó a recursos humanos una nueva secretaria, porque Conchita está embarazada de su tercer hijo y parece que ya no regresa. De cualquier manera la oficina ya necesita sangre nueva.

Olga se puso su mejor traje sastre, el rojo. Le queda un poco rabón, pero es una entrevista de trabajo y o impresionas por lo que dices o impresionas por lo que te vean. La falda está en los límites de la formalidad y en los terrenos del deseo.

El licenciado Quiñones manchó nuevamente de salsa borracha su corbata nueva de Scappino y más que es la azul clarito. La mácula le da un toque aún más mundano al hombre que rebasa por 30 kilos el peso ideal de sus 1.65 metros de estatura, y aunque su camisa, como rosal de primavera amenaza con aventar un botón, su jerarquía en el "Departamento de las Cosas que no sirven, pero que no hay que cambiar en la Ciudad" es de gerente, así que nadie se atreve a cuetionarle de frente todos los accidentes de indumentaria mencionados anteriormente, ni tampoco que el pantalón lo use con el tiro a la altura de las rodillas y que el saco parezca de un muerto que le quedó grande.

Olga llega puntual a la cita y se anuncia con la recepcionista, antes ya se había dado un zarpacito en el baño: no demasiado rubor, sombras ligeras, porque ya su traje rojo es demasiado. El nervio la tensa pero no la traiciona, ni siquiera cuando tiene que cruzar las cuatro filas de escritorios que hay entre la puerta y el despacho del licenciado Quiñones, entre la miradas encueradoras de los burócratas y mensajeros que ante el más mínimo taconeo hacen un ventilador de sus cabezas y que como el lobo feroz salivan profusamente mientras intercambian en voz baja sus pensamientos lascivos ante el desfile de carne fresca.

Don Erasmo Quiñones está bien entrado en los 50, por eso, por lo menos así lo justifica él, su propensión por las muchachitas de 20. "¿Para qué quiero una de mi edad?", suele jactarse mientras su bigote mecapalero de erizo poco tupido ve pasar las gotas de saliva que escupe al hablar.

Olga se contonea con sabor y guaguancó hasta la silla que queda enfrente del escritorio y su primer impulso al sentarse es mantener las piernas pegadas al piso, pero la mirada que la ausculta la obliga a montar la izquierda sobre la extremidad derecha para que esas retinas no se metan hasta su pantaleta.

Don Erasmo se levanta de su lugar y ni tardo ni perezoso jala la mano de Olga para terminar en baboso beso en la mejilla el saludo de la presentación. Regresa a su asiento reclinable de piel pero se encarama en el escritorio para no perder de vista desde la punta del zapato hasta el escote de la candidata a tomarle el dictado.

Olga ya está desnuda, al menos así se siente ante el embate de las lascivas y lagañosas miradas del que puede que termine siendo su jefe. No importa, estoica soporta metralla y ve fijamente a los ojos de su "atacante".

Quiñones pregunta, ¿dónde has trabajado?, ¿dónde estudiaste?, pero en realidad no escucha, hojea la currícula y ojea el "currículum".

Olga, incómoda, descruza las piernas rápidamente y luego cambia de perfil en el cruce, la tanguita, porque no es pantaleta, se pliega en su entrepierna que comienza a padecer los estragos de transpiración que le provoca el lascivo asedio de Quiñones.

El licenciado se tira a matar y para el discurso de Olga. "¿De verdad quiere el trabajo?".

"Sí, licenciado", contesta Olga.

"Pues creo que ya sabe lo que tiene que hacer. Para empezar pídamelo al oido muy suavecito", dice Quiñones y ahora su ceño se frunce con la coquetería que puede tener un jabalí colérico.

Ni hablar, Olga se levanta, se acerca al lóbulo de la oreja de Quiñones, saca la lengua, una delicada y suave lengüita de 50 centímetros de largo y la mete en el oído del Licenciado y atraviesa el cráneo de lado a lado.

Quiñones se desploma con un hilillo de sangre corriendo desde el orificio derecho de su nariz. Olga se saborea la materia gris, un poco aguada no muy rica, pero un bocado que calmó su ansiedad, porque, ¿no puede pedir un trabajo una alien decente sin ser acosada?

jueves, 15 de abril de 2010

El gas


Era la segunda entrevista de trabajo a la cual asistía en su vida. Había salido de la carrera de Ingeniería hacía ya 6 años y su trabajo actual lo estresaba en demasía. Él no estaba acostumbrado a convivir entre hombres de negocios, ni tampoco entre egresados de escuelas privadas del extranjero; de hecho, detestaba a sus compañeros de trabajo. Esa era una de las razones por la que había aceptado ir. Y, por supuesto, la paga. Ya había tenido videoconferencias con 2 personas y ésta era la entrevista decisiva. Era una compañía de gas natural en el área de ventas para la formación de un nuevo equipo que surtía gas hasta la Patagonia. Nada que ver con su trabajo anterior.

Eran exactamente las 12:15 PM cuando un joven de unos 28 años salió del elevador y se presentó -Hola, soy Claudio, el asistente de Miguel. Eres Rodrigo ¿verdad? Acompáñame, por favor-. Le señaló una puerta de cristal. Pasaron a una pequeña sala de entrevistas en donde había un rotafolios con algunas fórmulas, la frase 'puto el que lo lea' y la fecha del día de ayer. Claudio le ofreció un café y él aceptó con mucha seriedad. "Las tazas están en el gabinete blanco y el café junto a las servilletas. No hay azúcar ni crema. Voy por Miguel". Rodrigo se sintió ofendido. Pensó que no debió de haber pedido permiso en su trabajo para ir a un lugar como el que estaba, lleno de gente que vestía de jeans y de camisetas de equipos de fútbol. Un pensamiento absolutamente clasemediero. Él, por supuesto, iba con un traje Aldo Conti color azul marino, camisa blanca y una corbata que había comprado en rebaja en Suburbia color café oscuro con unas pequeñas rayas blancas verticales bordadas muy separadas unas de otras, simulando el juego de video 'Nesapon'. Sus zapatos tenían suela de goma y no se había puesto loción simplemente porque no usaba.

Tomó una taza publicitaria de la compañía y se sirvió café, el cual estaba ya quemado. Llevaba, al menos 5 horas calentándose. Se llevó la taza a la boca y escuchó que alguien que hablaba en voz alta se aproximaba con pasos firmes y pesados. Se sentó en la mesa tubular y vió a un sujeto con camisa de mezclilla y khakis entrar por la puerta. Tenía alrededor de 43 años, estaba un poco pasado de peso y tenía una gran mata de pelo. Le extendió la mano para saludarlo mientras hablaba sobre unos pedidos de gas natural. "No mames Cristoph, ¿crees que va a llegar la carga en 36 horas? Estás bien pendejo. Mejor contrata a otros y ya nos dejas de chingar". Rodrigo no daba crédito. De la empresa de dónde venía estaba prohibido hablar con palabras 'altisonantes'. Miguel colgó con un 'ya sé que te gustan gordas culero, por eso te voy a llevar al Tandem de Atizapán de Zaragoza. Huevos y adiós'.

Miguel se disculpó y procedió a preguntarle de qué empresa venía y porqué había aceptado la entrevista. Rodrigo le dió una respuesta de quince minutos. Habló de los porcentajes de ventas que había alcanzado, que la empresa de telecomunicaciones en donde trabajaba era la más grande del mundo, que tenía don de mando y por eso lo habían hecho Team Leader en menos de 2 años sin haber hecho prácticas profesionales, que tenía a su cargo a 17 personas, que aun cuando había estudiado en una universidad privada, sabía de las necesidades del consumidor -B, C y -C y demás gracias pseudo yuppies para impresionar.  Miguel lo escuchaba atentamente, mientras mordía la tapa de su pluma Bic, hasta que lo interrumpió y le dijo,  'Mira Rodrigo, no me engañas. Leí tú CV y me pareció interesante que habiendo nacido en un pueblo como lo es Montemorelos hace 29 años, hayas ido a estudiar al ITAM. Eres un luchón y eso me basta para tomarte en cuenta para armar este equipo de gente. No es fácil porque los horarios son de la mierda, pero la paga es excelente. Así es que sé que tienes tus complejos, pero aquí se te van a quitar. Hay de todo. Eso sí, no hay viejas y las que hay están tan feas como cagar parado. Pero mejor, así te concentras en lo que haces. Ahora viene Claudio a llevarte con Recursos Humanos para que te hagan una cita con los laboratorios médicos. Él te va a dar la fecha que te necesitamos ya aquí. Vas a ver que la vas a pasar mejor que con esos fresas de HP. Aquí está tu gente, la gente común, sin poses. Me caíste bien desde la primera vez y así es como deben de contratar a la gente hoy en día, nada de que si tienes o no maestría o doctorado o esas mamadas, vas a convivir con ellas un buen rato de tu vida, de menos que te caigan a toda madre. Te veo pronto y bienvenido'. Miguel le extendió la mano y Rodrigo le preguntó ' ¿Cómo sabes que voy a dejar mi puesto para comenzar a trabajar para tí?'. Miguel se detuvo en la puerta mientras la abría y le dijo 'Pues porque aquí vas a poder venir como quieras sin que nadie se burle de tu traje de 1500 pesos y zapatos de suela de goma. Sólo por eso'.

Rodrigo sintió un balde de agua fría por la médula espinal. Era verdad. No soportaba que sus compañeros se burlaran de su vestimenta y de su coche Ford Fiesta y de su novia diseñadora gráfica de una universidad sin ningún reconocimiento. Este era su lugar.

Llegó Claudio por él a los 20 segundos y le dió su pase para los laboratorios Polanco. Rodrigo antes de irse le preguntó si podía venir de jeans todos los días a lo que Claudio le contestó, 'Si y hasta puedes venir de tu camiseta de fútbol favorito. Tenemos un día especial para eso y hasta concursos hacemos.' Al salir, Rodrigo le marcó a su novia y le dijo, 'Bibiana, ¡por fin estaré en un lugar adonde pertenezco! ¡Hasta puedo venir con mi camiseta de los Camoteros del Puebla! ¡Y me quieren por cómo soy no por lo que soy! Por fin...una empresa con corazón'.

Rodrigo lleva trabajando en esta empresa de gas natural 6 años. Su colección de camisetas Quicksilver es más grande que la de cualquier patineto y es orgulloso poseedor de 13 jeans y 17 pares de tenis. Nunca más volvió a usar sus trajes Macazaga ni Aldo Conti gracias a esta entrevista de trabajo.

miércoles, 14 de abril de 2010

La fórmula aún funciona


Me lo contó hace años una de mis mejores amigas de la universidad.

Asistió a dos entrevistas de trabajo (con el mismo interlocutor). La primera, a juicio de ella misma, fue patética. Tono seco, poca frescura, escasa sorpresa, todo negro. Se despidió y cruzó la puerta con el desánimo por delante y la certeza de que no habría segunda charla, ni siquiera telefónica. Pensó en buscar opciones diferentes y olvidar el mal trago. Se hizo a la idea y suprimió la experiencia tanto como pudo.

Sin embargo, azares del destino, recibió una llamada del mismo sitio. La asistente de su entrevistador le pidió que regresara al lugar. Y ella accedió, no sin antes tomarse un café conmigo. Bromista como siempre, me dijo: "Usaré escotazo". Yo me reí, mientras ella cavilaba y convertía su chiste en posibilidad real. "No hablas en serio...". Pero mi gesto fue interrumpido por un "sí" contundente. "Nada pierdo y quiero comprobar algo", desafió.

La segunda entrevista fue, como decía, en el mismo sitio y con el mismo interlocutor, pero con resultado diferente. Los minutos escurrieron más rápido y el empleo pronto fue garantizado a mi amiga, quien, como era de suponerse, duró solamente 35 días en este trabajo.

Los motivos de su salida... obvios. Los mismos que los de su ingreso.

Inphi escribió esto bajo los influjos noventeros de "I Touch Myself", de Divinyls. Muy ad hoc

domingo, 11 de abril de 2010

Mis preguntas


En mi vida sólo he estado en una entrevista de trabajo, y ni siquiera sabía que lo era. Se trató de una plática seria, formal y muy intensa con René Delgado. Sinceramente, no me puse nervioso. Fue hace más de 8 años y sigo en la empresa que me contrató entonces.

Por el contrario, jamás he sido la contraparte. Es una enorme responsabilidad saber que, en mayor o menor medida, en tus manos está la esperanza de alguien que busca un sitio en una época cada vez más complicada laboralmente, y por otro lado el deber elegir a alguien con capacidad para tu plaza.

Si algún día tuviera esa labor de entrevistador, no me haría el cabrón ni el chistocito. Me iría muy preciso con las preguntas técnicas con las que se conocen las capacidades, que normalmente están trazadas en el Currículum, y después ahondaría en conocer la persona, sus hábitos, hobbies y pasatiempos, pues en los usos y costumbres están las claves para entender con quién estás hablando.

En medios de comunicación, eres lo que haces. Para saber qué hace la gente, estas serían mis preguntas (tal vez más importantes que las de las capacidades técnicas). Y como decían a veces en la escuela, no habría respuestas buenas ni malas, sólo las tuyas:

¿Tienes Twitter, Facebook, los 2 o ninguno? Si pudieras ser uno de los 2, ¿cuál serías? ¿Tu user es tu nombre o un alias?

¿A dónde fuiste en tu último viaje de placer? ¿Prefieres una semana en Europa o una semana en Estados Unidos? ¿Ir a un museo o a un partido de futbol?

¿Coyoacán o la Condesa? ¿Prefieres ir a un bar, un antro o una peda casera? Lugar preferido para ir a chupar….

Dime los 3 sitios indispensables de tu navegación diaria. 3 periódicos que consultas. ¿Impreso o digital? 3 plumas que respetes. ¿Cómo se llama tu blog? ¡¿No tienes blog?!

¿PC o Mac? ¿Cuánto le das de vida a la PC? ¿Qué piensas del iPad? ¿Pagarías por un contenido en línea? ¿Te crees capaz de hacer un contenido en línea por el cual la gente tuviera que pagar?

Si pudieras decidir entre trabajar o no trabajar, ¿qué eligirías? (Pregunta de puntos extra si es honesto…)

¿Cuál fue la última película que viste en el cine? ¿Cinépolis o Cinemex? ¿Sólo o acompañado? ¿En el día o en la noche? ¿Palomitas o Pon Pons?

¿A quién quieres más, a tu mamá o a tu papá? (jajaja, ésa no lo preguntaría, pero estaría cagado)

Si de ti dependiera, ¿a quién pondrías de Presidente de México?

Dime 3 personajes históricos a las que te gustaría entrevistar. No se vale decir Jesús, Juan Pablo Segundo, ni Gandhi. Ahora 3 personajes de la actualidad. No se vale Obama.

¿iPhone o Blackberry?

Perfecto. Contratado.

jueves, 8 de abril de 2010

Pendejo profesional

Normalmente cuando me siento un pendejo, lo he sido. Me pasa seguido y por muchas razones. Cuando releo un post al día siguiente de haberlo tecleado de un hilo sin revisar, encuentro mis dedazos, errores de ortografía y omisiones, así como ideas inconclusas o lapsus espútidus que no alcanzo a descifrar su origen.

Para alguien cuya principal herramienta de trabajo es el lenguaje, ver errores así le provoca la misma vergüenza que podría sentir un foca cuando se le cae la pelota que balancea en la nariz.

Imperdonables patas y erratas que me hacen sentir un pendejo, viernes a viernes.

También me siento un pendejo cuando compro algo y no sirve o valía menos. Me pasa y mucho. Soy un pésimo comprador, si alguien me quiere ver la cara me la ve irremediablemente. No quiero decir que soy buena persona, sino más bien un tipo cuya inocencia raya en la pendejez. No hay cabrón sin pendejo, pues señores aquí está el suyo.

No me tiro al suelo, pero deveras que me odio por pendejo que llego a ser.

Pero ¿cuándo me he sentido más apendejado? Difícil sustraer una perlita del collar de estupideces que he cometido, algunas dignas de un Nobel de la Ciencia de defecarla, pero contaré rápidamente una, a lo mejor la última de gran magnitud.

Como he dicho por ahí y si no lo he dicho, lo digo, mi trabajo es de edición en un diario, y hace no mucho hacía la portada de un día cualquiera en el que una garrocha negra parecida a una Mantis Religiosa, llamada Usain Bolt tuvo a bien romper un récord mundial, en específico el de los 100 metros planos.

Mi cabecita calenturienta pidió una foto y exigió diseño un barrido para que todo un ático sobre el cabezal del Diario fuera un promo muy lucidor donde diéramos la nota y pase a interiores.

Pues horas trabajando en el detalle, en lo gráfico, en que el efecto no se viera chafa, pero no me detuve a revisar que cuando le pedí al diseñador que pusiera la marca 9''.69 pusiera dos comillas luego del nueve, para que señalara los nueve segundos 69 centésimas de la marca.

Por ahí, ya no sé si yo o él tecleamos, pero finalmente la responsabildidad era mía y un el barrido, hermoso, contrastado, brillante pero pendejamente mal escrito 9'.69 salió publicado. No tengo que decirles cuántos mails me llegaron diciéndome inculto, tonto, anafabeta, vergüenza nacional, hijo del diablo, indio, baboso, mala broma de la vida, etc, y hasta una buena amiga y otro gran compañero de trabajo se burlaron feamente sin saber que había sido yo el culpable.

Cuando acepté mi tontería frente a ellos, se apenaron y lo minimizaron, perro fue una falla grave de suspensión y porque tengo una trayectoria nadie me castigó.

En fin, me sentí un pendejo, pero tengo una teoría que a algunos les podrá parecer mediocre pero que creo que tiene su fondo: los únicos que no se equivocan son los que no editan, no escriben o no trabajan. Así que sentirse un pendejo es parte de este trabajo, lo malo es cuando sentirse un pendejo se vuelve una costumbre y no te calienta la orejas y te provoca pegarte con una piedra en el hocico como lo hizo el indio Tizoc. La diferencia está en que cuando te sientas un pendejo, te duela haberlo sido.

PD: Me siento un pendejo porque no sé pegar las etiquetas de los posts y eso hace que Chanfle se encabrone, pero no me manden archivos comprimidos porque me hago bolas.

PD2: No acostumbro a hacer esto porque dice Inphi que no debe establecer diálogo en los comments, ¿por qué? No sé, pero igual lo he hecho antes. Haciendo poco caso a tratar el tema de la semana agradezco a todos sus comentarios sobre el post pasado. Hago mención especial al Dueño... porque sus palabras me esperanzan. No es que las otras no lo hayan hecho, pero viniendo de alguien que me lleva muchas millas de vuelo en esto de querer ser padre al que papá me conmovieron en especial. Insisto en que muchos hacen lo que hacemos en mi familia y muchos más lo harían en nuestro lugar, no es algo extraordinario.

Ich bin ein Berlinerin

Pocas cosas me dan pena y me hacían sentirme estúpida. Muy pocas. Los que me conocen lo saben. Pero desde que llegué a vivir a Berlín, mi sentido del pudor linguístico ha cambiado. Hablar, por primera vez, me da pena. Me siento una completa y entera pendeja.

He cursado 3 niveles de alemán y cada vez siento que avanzo menos. Ahora, qué me hace sentir pendeja? La actitud alemana. No es que sean groseros, para nada. Pero esa seriedad que los caracteriza es abrumadora. La situación es así:

-Hallo, Haben Sie schokolade keks?  (Tiene ud. galletas de chocolate?)
-Hä? (qué?)
-Ja, schokolade keks! Mmmhh...Oreo bei besipiel (Si, galletas de chocolate! Oreo por ejemplo)
-Hä? (qué? con cara de más asombro)
-Nevermind, do you have chocolate cookies?
-Oh yeah!! No problem!!

No me siento pendeja, sino pendejísima. Sobre todo porque según yo, mi pronunciación es de una nativa germana. Pero me bajan de la nube a pedradas con su 'Hä?'. No puedo ni pronunciar el nombre de un cantante que se llama Peter Fox. Le comentaba a conocido galán apodado Tots que fui a ver al fulano, mundialmente desconocido, cuando llegué. No me entendió ni jota. A quién? A Peter Fox! No lo conozco. Hasta que se lo escribí. Totalmente pendeja.

La única cosa que me consuela sobremanera es que no soy la única. Dado que Berlín es una ciudad sumamente cosmopolita y llena de personas de diferentes nacionalidades, no hay muchas exigencias. Basta con que hagas un gran esfuerzo al hablarlo y los alemanes se compadecen de tí, esbozan una gran sonrisa y continúan hablándote en alemán pero con ternura. Caen bien, hasta eso.

La que me cae remal soy yo por no dejar a un lado mi pudor lingüístico y hablar como se me dé la gana. Pero me gana...es más fuerte que yo el ser pendeja. A ver si la próxima no me voy a un lugar más fácil como Polonia o Rusia.

miércoles, 7 de abril de 2010

El doctor y la enfermera

2003. Ando en mi coche de noche y me detengo en un semáforo de Insurgentes, en la zona de Manacar. Un hombre trajeado e impecable, con credencial de doctor del Centro Médico Siglo XXI, se acerca. Afligido, me pide un aventón. En ese momento veo que una enfermera, también con credencial del hospital, está detrás de él. "Debemos ir por un paciente que está muy mal, es una urgencia y nos ha dejado tirado mi coche". Me asomo y observo, en efecto, un Grand Marquis negro, con el cofre y la puerta abiertos.

Decido ayudarlos y ambos suben a mi coche.

Las siguientes 3 horas y media serán parte de lo que se denomina técnicamente "secuestro exprés". La enfermera abandonará mi auto en la primera esquina (su función como señuelo es perfecta), yo estaré dando vueltas junto al médico frustrado que prefirió dedicarse a la delincuencia, y su revólver representará el instrumento de control del que hablaban mis profesores en la universidad para determinar las relaciones entre dominante y dominado.

Al final, perderé poco menos de 35 mil pesos en compras en el Sanborn's menos vigilado, y, posteriormente, terminará esta noche de pesadilla, de la cual, algún día hablaré en un blog.

lunes, 5 de abril de 2010

Año 1 D.K.

Hoy se cumple un año de la primera vez que se posteó algo en The Korova Milkbar. Fue el prólogo, y 241 entradas después, acá seguimos. Brindemos por las letras, por los lectores, por los temas, por las etiquetas.

Y si se puede, acompáñelas con leche.

Año 1 (Después del Korova).

Santa Lucía

Dios bendiga a su sobrino el dios Google.

Dios lo bendiga porque desde su existencia, uno puede poner las palabras indicadas y obtener la respuesta de casi todo lo que se puede saber en esta vida. Como con las letras de las canciones.

Antes era necesario conseguir el booklet del cassette o conocer a alguien que tuviera el oído clínico para saber qué decía tal o cual canción. Ahora, sólo basta poner la rola en cuestión + lyrics en la manita del dios Google y violá, estará ante tus ojos la letra del enigma.

Lástima que no había Google cuando era chavito. Por lo mismo, uno tenía que suponer qué decían algunas canciones con estrofas indescifrables y mimetizar algunas palabras para que pareciera como si cantaras. El famosísimo “washawasheo".

Alguna vez, mientras transcurría el Mundial de Italia 90, yo andaba en casa de mis primos los Said Charruf, brillantes y amorosos como pocos, e incluso un poco condescendientes con esa bola de berrinches que era yo. A mis 8, disfrutaba ir a jugar futbol y tapete de Nintendo con Omar y Ale, así como hurgar en el cajón de Emilio para descubrir sus Playboys y turnarme con Omar para darle besos a la playmate en cuestión (qué querían, no había Google y tampoco forwards con mamis exuberantes).

La otra integrante del clan era Erika, mi prima la más grande que en ese entonces salía con Pablo, un novio gigantesco (o al menos así lo veía yo) al que veía de vez en cuando con mítico asombro. Un día, llegó Pablo por Erika y convocó a toda la tropa a una excitante excursión al boliche. Así que nos treparon a un intrépido Jetta Carat negro, y lo que para ellos fue un rutinario traslado al boliche, para mí fue un memorable safari urbano con mis primos “los grandes”.

Pero no sólo eso. En algún momento, a Pablo se le ocurrió poner un cassette de rock en español, y de las bocinas del Jetta salieron los acordes de “Santa Lucía”, de Miguel Ríos, en una versión en vivo. No sólo jamás había escuchado una canción entonada en un concierto, sino que tampoco había sentido con tanta emoción cantar a coro a tantas personas en un mismo coche. Lo más que había escuchado era a mi jefa bramar “Como una mariposa” de Pandora.

Entonces, “A menudo me recueeeerdas… a alguien”, y se me puso la piel chinita. Pero por supuesto, con ese magro acervo musical, yo sólo podía escuchar el coro. O, claro, washawashear la canción para sentirme parte integral de una experiencia inolvidable. “Yo sí quiero conocerte, y tú no a mí… ¡por favooouooor!”

¡Dame una cita! (y yo me unía: … itaaaaa)
Vamos al parque (… aaaanque)
Entra en mi vida, sin anunciarte (… uaaaaarte)
Abre las puertas, cierra las ojos (uoooojooo)
Santa Lucíiiiia, Santa Lucíiiiiiia, Santa Lucíiiiiiiiiiiiia (LUCÍIIIIIIIIIIAAAAA!!!)

Y lucía yo como un pendej@, pero qué le iba a hacer. Hoy, cuando no me sé una canción, agarro la blackberry, Santa Lucía + lyrics, y listo. En ese momento, me bastaban dos sílabas por verso para vibrar en el Jetta como el párvulo de la misión. Hoy no me extrañaría que los chamacos tengan BB o mecanismos similares para salir de dudas. Les haría bien.

Porque, ¿quién no quiere traer un dios en el bolsillo?

jueves, 1 de abril de 2010

Cuando...

Cuando tu hijo no habla. Cuando el más pequeño de tu familia es el ser más bello en el planeta y en sus ojos y sus manos que se mueven con aprehensión percibes su desesperación por expresarse. Cuando lo estresa que hables de él en su presencia y con un beso o una palmadita en la mejilla te pide que ya no lo hagas. Cuando lo ven con odio los papás que tienen a sus niños "normales", sólo porque hace un berrinche en un centro comercial y altera el "orden" de sus perfectas vidas. Cuando esos mismos papás y sus hijos no se le acercan porque temen que sea contagioso el autismo. Cuando escuchas a Lamoglia diciendo que todos ese niños son retrasados mentales y que no tienen futuro. Cuando ves que en este país vale más cualquiera que una persona con discapacidad, lo cual es evidente cuando ves que no existe una sola escuela o programa gubernamental que contemple la atención a los autistas en México. Cuando ves que piensan cerrar el Hospital de Psiquitría Infantil para hacer más grande y ponerle estacionamiento a Cancerología en San Fernando, porque el gran negocio de esa enfermedad da para construir eso y más, cuando ese nosocomio es el único que atiende, con precarias condiciones y sobrepoblación a los niños autistas. Cuando el Teletón no se fija en ellos porque un niño autista es tan perfecto y no impresiona a nadie ni provoca la lástima y quizás por eso no los contemplan en sus planes. Cuando sabes que uno de cada 150 niños que nacen es autista. Cuando quieres que siga una dieta sin gluten ni lácteos y te das cuenta que los productos que puedes encontrar en el super no son máss de 10 y que cuestas tres veces más que en Estados Unidos. Cuando la gente le habla y cuando ve que no responde se van como quien huye de la escena de un crimen. Cuando en la escuela te pidieron que ya no lo llevaras porque no se sienta en su lugar. Cuando en el Instituto de Rehabilitación te dijeron que no lo podían atender hasta que se porte normal, cuando lo llevas porque precisamente no se porta así. Cuando lo tienes que mantener despierto toda la noche para un encefalograma y lo ves sufrir cuando le ponen una gorra con diodos y terminales y lleno de terror te abraza y confía en ti. Cuando no permite que nadie le corte el cabello, sólo Fernando mi peluquero de toda la vida. Cuando su propia familia no le compra los mismos juguetes o dulces que a sus primos o no lo cuentan para los juegos o paseos. Cuando veo a Cyn llorar de frustración, cansancio, dolor del alma e incertidumbre por el futuro de nuestro bebé. Cuando pasa todo eso dices: "¿y yo por qué, él por qué?".

Te quieres rebelar ante los designios de no sé qué ruleta, no sé qué Dios, no sé qué ciencia, pero cuando aprende a escribir las vocales. Cuando canta "Iaaa, iaaaa, ooooo". Cuando le hace una travesura a su hermano y se esconde muerto de la risa. Cuando se come con un gusto que ni Gargantúa podría igualar tres quesadillas de pescado y se toma un sprite. Cuando te da la mano para cruzar la calle. Cuando corre a abrazarte en medio de una calle. Cuando con su zurda privilegiada lanza un juguete por la ventana y se echa a correr para fingir que no fue él. Cuando se columpia en el parque. Cuando se mete a la alberca y nada. Cuando junta a los siete enanos y se acuesta con ellos en la cama. Cuando aprende a vestirse y desvestirse solo. Cuando va al baño sin ayuda. Cuando sonríe siempre y en todo momento, porque se despierta contento y se duerme contento. Cuando jugamos bolita y travieso me da de codazos en la panza. Cuando se levanta la playera y me pide que le haga cosquillas. Cuando le extiendo la palma de mi mano y a la voz de chócalas me da una palmada y luego cierra su puñito para encontrar mi nudillo. Cuando de repente Darío dijo "Good job". Cuando eso pasa, me digo "¿y yo por qué tengo a este angelito si no lo merezco?".

Se vale decir "¿y yo por qué?", se vale mentarle la madre a Dios, se vale alucinar a los papás de niños normales por su falta de tacto y humanidad, pero lo que no se vale es hacer lo que hicieron a Paulette.

Por ser mujer

No, no soy una feminista de hueso colorado, ni tampoco soy una dejada. Me gustan los términos medios en este tema. Me gusta ser independiente, pero que alguien esté a mi lado para compartirlo. Me gusta que me abran la puerta del coche, pero yo abrirla del otro lado. Así somos de contradictorias las mujeres, por eso AMO ser mujer. Pero (siempre hay un pero en TODAS las historias) a veces la cosa se pone de color de hormiga. Ahí es cuando pregunto ¿Y yo por qué?

Para empezar, ¿por qué no nos dejan jugar tochito en la primaria? Me encantaba esa actividad y cuando quería jugar, lo único que recibía eran burlas. 'Ay estás loca, ni creas que vas a jugar en nuestro equipo!' Ppff, amargados.

Siguiente. ¿Por qué demonios nos tenemos que callar? 'Calladita te ves más bonita'. Si tengo algo que decir, lo digo y punto. Nada de que 'no es de mujeres el decir eso'! ¿Según quién chingados?

Otro más. ¿Por qué no puedo tomar vodka o ginebra y en su lugar me ofrecen un Prosecco? ¿Quién pitos les dijo que me gustaba esa bebida? A mí me gusta mi vodka Ricky y San Se Acabó. 'Es que las mujeres no se ven bien tomando y borrachas'. Dígname quién se ve bien borracho. Nadie. Pero es igualdad de género, no hay diferencia alguna. Da igual si uno se pone pedo y el otro igual. Nah, patrañas. Otro motivo para controlarme, ja!

Y para terminar y sé que levantaré ámpula...¿por qué si las mujeres engañan o salen con varios son unas putas? Hasta ahora no lo he entendido, ¿alguien me lo puede explicar? Los hombres, a contrario sensu, son unos cabrones y tienen más sex appeal. Las mujeres somos tachadas de superficiales, ninfómanas y hasta dementes-baja-maridos. ¿El tener poder de decisión te hace todo esto? ¿O sólo es una forma más de control?

¿Y yo por qué?