No es sencillo ser yo. No lo es porque poseo la más débil capacidad de organización y trabajo del mundo. Estoy seguro que Chanfle II, entre peda y peda, entre vieja y vieja, entre blog y blog, tiene bien trazada la ruta del inicio de semana korova. No digamos Miranda, quien además de madre, esposa, escritora, maestra, inmigrante legal, ahora jardinera y habitante de la alta California, separa dos horas de su vida para cumplir cabalmente con su sagrada responsabilidad con los lectores de este espacio y además lo hace con clase y maestría.
Ahora si de metódicos y estrictos cumplidores se trata, Inphi es algo así como un dictador de sí mismo, que nunca se falla ni le falla a sus miles de seguidores que organizan mítines y protestas cuando, porque seguramente se encuentra en alguna sexosa actividad, retrasa unos minutos sus gustadísimos posts. Mi querida Olis, es un caso aparte, su huso horario camina siete horas por delante del nuestro, se busca la vida alimentando germanos y todavía se da tiempo para vivir y hacernos gozar con la pluma más delicada que haya rayado el firmamento berlinés.
Pero yo, yo soy un caso perdido. Cuando no es mi estado de ánimo, es mi desidia o un viaje, pero excusas no me faltan para brillar por mi ausencia en el proyecto blogesco que mis compañeros alimentan, mientras yo lo mato de hambre y lo malpaso continuamente.
¿Les explico por qué no escribí la semana pasada? Mejor no, confórmense con saber que yo sí aparecí y dénle gracias al altísimo que el que sigue desaparecido es el Jefe Diego. Méndigo barbón que tenía muchos vellos faciales que le pisaran y que creo que cuando asomen la cabeza sus captores será para amenazar con que si no pagamos una tremenda suma de varos, nos lo regresan y más manchado y jodón que nunca.
Ese Diego sí que hacía las cosas por sus pistolas. Con ese aire de aquí sólo mis sabritones son auténticos de puerco, ganó el debate al Tata Cárdenas, culto personaje con menos malicia que el Venado Medina por la banda, y al "Ojos de Vaca viendo pasar un tren" Ernestito Zedillo, que todos los días le reza a San Colosio por la ayudadota que, mediante una ojiva de bala, le dio para tener una exitosa vida de ex presidente, hasta la fecha.
Pero bueno, muy machote Fernández de Cevallos fumaba su puro en donde se le pegaba la gana, así nomás por la inflación poco natural del contenido de su escroto, así como nomás porque lo quiso, y a ver quién e atrevía a criticarlo, construyó la carretera el amor para que su linda noviecita, 30 o 35 años menos que él tuviera un camino para que su charro con look carrancista la fuera a vicentear y echaran reja a gusto.
Pero bueno, a lo mejor ahorita don Diego ya tiene más aspecto de sushi que de senador o a lo mejor ya hasta es un rompecabezas macabro dentro de un tambo de gasolina. Dejémoslo y recordemos a otro personaje que por sus pistolas hacía cosas que, por lo menos a mí, me provocaban incontinencia urinaria de tanta risa. Se trata de Emilio Fernández, sí Fernández pero nada que ver son el panista, sino con el cine mexicano, pues era el gran Indio.
Así como su personaje de Antonio Zeta en la película "La Cucaracha", que para quien no la haya visto hágalo y no pierda el tiempo en Avatar o secuelas de Shrek, porque ahí está la esencia del retrosexual de nuestros días, esos personajes que no creemos en el hombre bonito ni encremado, sino en el tosco pero caballeroso varón.
A lo que voy es que el Indio, que sí rayaba en lo machote desmesurado, una vez hizo una fiesta en su casa a la que llegaron muchos personajes de la farándula. Tolerante que era don Emilio, se hartó de ver a un par de chotitos que loqueaban de lo lindo en la sala de su casa en Coyoacán. Subió a su cuarto, bajó su revólver y como quien sirve un jaibol, desenfundó y le puso un plomazo a un bello cisne que paseaba por el patio de su mansión.
Han de ver el sustote de todos, pero más de los tiernos manfloros que casi llorando le preguntaron al Indio "¡Ay! ¿pero por qué lo mató?", a lo que Emilio contestó, "¡Por Puto!". Eso es lo que yo llamo hacer algo por sus pistolas.
Otra acción que demuestra la unilateralidad del director de cine de la Época de Oro, fue que por sus calzonsotes bien aguados, le cambió el nombre a la calle donde está su casa, y por lo menos en esa cuadra hasta la fecha,se llama Dulce Oliva, porque, por qué no, el señor siempre estuvo enamorado de Olivia de Havilland, actriz sajona, y pues que la rebautiza.
¿A poco no era una chulada ese Indio? Pero para indios, los que salen en la Hola (sí ya sé que era Ola sin "H", pero no hagan idems y déjenme terminar este post, que mañana tengo que dejar a los niños en la escuela). Sí, indios en el sentido peyorativo de la palabra, porque cada vez que poso mis retinas en esa publicación y otras de su especie como Caras o Quién, no dejo de admirarme de la grotesca exhibición de ostentación y vidas vacías que en ellas se muestran.
Todos las hemos visto, porque al mismo tiempo hay una extraña fascinación por ver a la "realeza" y a los "nobles" españoles y mexicanos, pero son un desfile freak aterciopelado que no entiendo. Ver a la Condesa de Alba, una señora como de 100 años con cara de Freddie Kruger cruzado con Manoela Torres, que se atreve a hablar de sus novios, amantes y maridos enterrados. Misma momia que se pasea en bañador por Ibiza en el Corazón de Verano y cuyas nietas, las Irujo que tiran a cuanto torero o hijo de la Pantoja se les atraviesa, es poco menos que para que aceptes el purgatorio en penitencia por echarle un ojo a sus vidas.
La ex esposa de Julio Iglesias o los devaneos de Chabeli, son cosa aparte, no se diga los 15 hijos que el cantante ha tenido, o por lo menos eso le han hecho creer, con una güerita que seguro que se fuga cada tarde con el jardinero, son la comidilla asturiana o gallega.
Acá en México no nos quedamos atrás, entre que el diseñador Macario Jiménez, o algo así, que se toma foto en cuanto coctel gratuito hay en Polanco y polulan los Corcueras, Avilacamachos, Alemanes y Chedrauis en un catálogo para secuestradores o el muestrario de los que viven en otro México, en el que la vida cada día está más dura porque es muy difícil encontrar servidumbre de buena calidad y donde afortunadamente todavía existen las clases sociales, pero las clases en los aulas son lo de menos.
Dan penita, porque su snobismo no oculta su ignorancia y sus trapos no tapan su sosez, pero hay algo de morboso en ello que todos hemos hojeado una revista de esas alguna vez. Será nuestra miseria o la de ellos, ¿quién sabe? El que ya le dio muy duro al cotilelo y eso "que yo no leo la Hola" soy yo, ya le paro porque parezco Castillo Pesado.