Aquel sábado, Alex Kapranos decidió que el Auditorio Nacional debía convertirse en el Palacio de los Deportes en cuestión de segundos.
Motivado por la brincolina de los 10 mil pelados que estábamos extasiados apenas a dos canciones del inicio del concierto de Franz Ferdinand, el cantante escocés tomó el micrófono y, por sus purititas pistolas, propuso que nos olvidáramos de quién había pagado cuánto, y que cada quien se pusiera donde quisiera para seguir con el concierto de una manera más cómoda, bailoteando en los pasillos o desmayando al pie del escenario.
Eso, por supuesto, no les pareció a los operadores el Auditorio, así que también, por sus pistolotas, desconectaron la salida de la voz de Kapranos, obligándolo en ir a backstage y recapacitar sobre el caos que había provocado.
Pero ya no había vuelta atrás. Todos estábamos doblegados ante la euforia de la propuesta indecorosa, y 10 minutos volvieron a culminar un concierto apoteósico. El saldo: tres filas de butacas apachurradas, y el recuerdo unánime de una noche inolvidable. Saldo no tan visible: Franz Ferdinand jamás volverá a tocar en el Auditorio, pero seguro que ya no lo necesitarán. Se irán directo al Palacio de los Deportes, donde inicialmente debieron tocar gracias a su gigantesca pista hecha justo para ese clase de alborote.
Traigo la anécdota a colación porque no hay mejor ejemplificación de que las decisiones unilaterales siempre te traerán un problema de regalo. El argumento del "porque yo lo digo", "porque se me antoja", o en español, "por mis puros huevotes", jamás será bien recibida por el resto de los aceptados, porque todo el mundo quiere ser escuchado. O mejor dicho, porque todo el mundo quisiera tomar decisiones por sus puros huevotes.
Por mis pistolas me fui a los 20 años con mi entonces novia a Oaxaca. Me costó un mes de ley del hielo de parte de mi mamá. Pero si no me hubiera brincado la barda del permiso, nunca le hubieran parecido tan comunes los viajes subsecuentes.
No cabe duda que es mejor pedir perdón que pedir permiso. La gran mayoría de las cosas tiene solución, y es totalmente cierto que te arrepientes más de lo que no hiciste, que de lo que hiciste. De vez en cuando, la gente agradece la irreverencia. No como costumbre, porque se convierte en insolencia. Te ganarás varios abucheos, pero si la decisión es atinada, vendrán al doble los gestos de respeto.
Por mis pistolas es un volado. Y el que gana se lo lleva todo.
Con lo poco que mencionas de Kapranos, recordé que en Coachella (2009) desconectaron a The Cure, también por irreverentes y excederse en el tiempo.
ResponderEliminarRelacionando temas y términos, mi palabra favorita al respecto es: "riot".
La irreverencia es refrescante y necesaria para abrir nuevas rutas de convivencia. Pero oye, pobre de tu mamá y de las mamás de todos los irreverentes.
ResponderEliminar¡Las reglas son una sangronada y se hicieron para interrumpirlas!
ResponderEliminarPip, eres decentísimo al decir que las reglas son una sangronada.
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