jueves, 6 de mayo de 2010
Gordo
Papá estaba en la regadera dándose un baño y al segundo crío de su rebaño se le ocurrió entrar al cuarto y decirle desde afuera: "Papá, ¿sabes una cosa?", "¿Qué, hijo? "Me caes gordo". ¡Plop! Silencio duro como un mármol, uno, dos, quizás tres segundos y estalló el "¿Quéééé?"
Zuuuuuuuuuuuuum, el pequeño infante de seis añitos salió corriendo despavorido a la recámara de a lado y se escondió junto a la cama, jaló la colcha para mimetizarse con la caída de la tela y esperó aterrado su castigo.
Pensaba "Pero, ¿por qué dije eso? Mi papá no me cae gordo. Ahora me van a dar unas nalgadas". En casa un manazo a tiempo era la máxima que regía, por eso el escuintle creyó que por lo menos dos bien puestas le caerían por su insolencia y él mismo ya lo tenía asumido, sabía de su culpabilidad y se limitaría a aventar la cadera lo más adelante posible cuando calculara que venía el trancazo, para aminorar los efectos dolorosos del mismo.
En 1975 todavía los niños eran respetuosos de sus mayores y era impensable que una falta de ese nivel se pasara por alto. Además la figura paterna era algo así como Pinochet en el Palacio de la Moneda: dictatorial, cruel y despiadada. Al menos eso le decían sus 72 meses en este planeta al asustado chamaco, no porque le dieran sus friegas diario, sino porque la amenaza de mamá de "cuando llegué tu papá vas a ver", "tu padre te va a romper el hocico cuando se entere" y otras similares se cumplían de vez en cuando, pero se cumplían.
De repente se escucharon concatenados los ruidos de la regadera perdiendo presión, del chorro de agua extinguiéndose, de la cortina del baño corriendo de un sólo jalón y del chacualeo de unos pies mojados en el mosaico. "¡Chin...! Me llegó la hora!", pensó el niño que ya sentía agüita en los ojos y todavía no le sonaban.
Los pasos se dirigieron a la recámara y se ahogaron en la alfombra. Papá gritó "¿dónde estás?" y el temblor de sus manitas lo delató cuando quería haberse escondido y hacerse más chiquito de lo que era.
El poder del brazo de Papá retiró del cuerpo del ajolotito la colcha y su vista lo recorrió con furia. Ls ojos del alumno de kinder se apretaron esperando el castigo, pero el progenitor lo levantó del antebrazo, con fuerza, pero delicadeza.
"¿Por qué te caigo gordo?"... "No sé papá, no sé por qué te dije eso, perdóname" contestó llorando. Juan, como se llama el padre, lo abrazó y consoló, "No me digas así, que me sentí mal, no llores"... "Es que pensé que me ibas a pegar por irrespetuoso", dijo el pequeño ya con el moco tendido sobre la boca. "¡No, hijo! Cuando te he dado es porque te has pasado, pero no te pego siempre ¿o sí?". En eso el chaval hizo memoria y en realidad le habían surtido la despensa tres o cuatro veces, cuando rompió aquél jarrón tan caro o cuando mintió o le pegó a su hermanita, pero no lo nalgueaban tan seguido.
Papá se dio cuenta que su retoño tenía miedo y se disculpó, le prometió que no sería tan duro, pero le pidió que no fuera tan grosero porque sino le tendrían que poner un correctivo alguna vez.
Entonces besé a mi papá y me di duenta que no era un dictador, que era muy bueno, lo máximo y que el tamaño de mi falta me había llevado a autoponerme el castigo antes de que lo otorgaran, cuando Don Juan entendió perfecto que había sido una frase sin sentido.
Bueno, ni tan hueca la frase, porque hasta la fecha mi papá es mi "Gordo" así le digo por eso me caía gordo lo enteindo ahora, lo adoro y nunca me dio una nalgada que no estuviera justificada y no crecí traumado como dicen los sicólogos.
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Así es la vida, ni más ni menos. Tú ya eres grande (sin ofender, espero), tienes hijos y has vivido mucho más que yo, ya llegaste a la edad en la que entiendes los golpes que dan los padres, yo no y a veces me falta más que otras.
ResponderEliminarDesde chavito has sido un cabrón que dice las cosas de frente y al chile pelado, eso es una gran virtud. En el fondo me hubiera gustado leer la anécdota en que le dijiste a cierto personaje Reformezco... "eres un burrrrro!!" jajaja, de grandes Pip.
ResponderEliminarMe has hecho llorar... No manches estyo como niño con juguete nuevo leyendote y leyendote...
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