viernes, 16 de abril de 2010

Entrevista de trabajo




Olga nunca ha tenido un trabajo formal. Claro, vender zapatos por catálogo, plata y Mary Kay le dieron para subsistir mientras acababa su carrera comercial por la que ahora tiene el título de Secretaria ejecutiva bilingüe.

El licenciado Quiñones encargó a recursos humanos una nueva secretaria, porque Conchita está embarazada de su tercer hijo y parece que ya no regresa. De cualquier manera la oficina ya necesita sangre nueva.

Olga se puso su mejor traje sastre, el rojo. Le queda un poco rabón, pero es una entrevista de trabajo y o impresionas por lo que dices o impresionas por lo que te vean. La falda está en los límites de la formalidad y en los terrenos del deseo.

El licenciado Quiñones manchó nuevamente de salsa borracha su corbata nueva de Scappino y más que es la azul clarito. La mácula le da un toque aún más mundano al hombre que rebasa por 30 kilos el peso ideal de sus 1.65 metros de estatura, y aunque su camisa, como rosal de primavera amenaza con aventar un botón, su jerarquía en el "Departamento de las Cosas que no sirven, pero que no hay que cambiar en la Ciudad" es de gerente, así que nadie se atreve a cuetionarle de frente todos los accidentes de indumentaria mencionados anteriormente, ni tampoco que el pantalón lo use con el tiro a la altura de las rodillas y que el saco parezca de un muerto que le quedó grande.

Olga llega puntual a la cita y se anuncia con la recepcionista, antes ya se había dado un zarpacito en el baño: no demasiado rubor, sombras ligeras, porque ya su traje rojo es demasiado. El nervio la tensa pero no la traiciona, ni siquiera cuando tiene que cruzar las cuatro filas de escritorios que hay entre la puerta y el despacho del licenciado Quiñones, entre la miradas encueradoras de los burócratas y mensajeros que ante el más mínimo taconeo hacen un ventilador de sus cabezas y que como el lobo feroz salivan profusamente mientras intercambian en voz baja sus pensamientos lascivos ante el desfile de carne fresca.

Don Erasmo Quiñones está bien entrado en los 50, por eso, por lo menos así lo justifica él, su propensión por las muchachitas de 20. "¿Para qué quiero una de mi edad?", suele jactarse mientras su bigote mecapalero de erizo poco tupido ve pasar las gotas de saliva que escupe al hablar.

Olga se contonea con sabor y guaguancó hasta la silla que queda enfrente del escritorio y su primer impulso al sentarse es mantener las piernas pegadas al piso, pero la mirada que la ausculta la obliga a montar la izquierda sobre la extremidad derecha para que esas retinas no se metan hasta su pantaleta.

Don Erasmo se levanta de su lugar y ni tardo ni perezoso jala la mano de Olga para terminar en baboso beso en la mejilla el saludo de la presentación. Regresa a su asiento reclinable de piel pero se encarama en el escritorio para no perder de vista desde la punta del zapato hasta el escote de la candidata a tomarle el dictado.

Olga ya está desnuda, al menos así se siente ante el embate de las lascivas y lagañosas miradas del que puede que termine siendo su jefe. No importa, estoica soporta metralla y ve fijamente a los ojos de su "atacante".

Quiñones pregunta, ¿dónde has trabajado?, ¿dónde estudiaste?, pero en realidad no escucha, hojea la currícula y ojea el "currículum".

Olga, incómoda, descruza las piernas rápidamente y luego cambia de perfil en el cruce, la tanguita, porque no es pantaleta, se pliega en su entrepierna que comienza a padecer los estragos de transpiración que le provoca el lascivo asedio de Quiñones.

El licenciado se tira a matar y para el discurso de Olga. "¿De verdad quiere el trabajo?".

"Sí, licenciado", contesta Olga.

"Pues creo que ya sabe lo que tiene que hacer. Para empezar pídamelo al oido muy suavecito", dice Quiñones y ahora su ceño se frunce con la coquetería que puede tener un jabalí colérico.

Ni hablar, Olga se levanta, se acerca al lóbulo de la oreja de Quiñones, saca la lengua, una delicada y suave lengüita de 50 centímetros de largo y la mete en el oído del Licenciado y atraviesa el cráneo de lado a lado.

Quiñones se desploma con un hilillo de sangre corriendo desde el orificio derecho de su nariz. Olga se saborea la materia gris, un poco aguada no muy rica, pero un bocado que calmó su ansiedad, porque, ¿no puede pedir un trabajo una alien decente sin ser acosada?

9 comentarios:

  1. Mereces una ovación como la de aquel que se avienta una rabona para clavarla en el ángulo, golazo putooos!

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  2. De los Greatest Hits del Korova y con amplias posibilidades de ser el track 1.

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  3. Wow, valió la pena la espera, hiciste que abriera unos ojooootes al final, muy bueno.

    Livier

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  4. Clap, clap, clap. Maeeestro.

    El Old Rat

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  5. Desde aquí, lectora que se quita el sombrero y admite haber caído, redondita.

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  6. uuuffffffffff---grande grande este post!!!
    me encantó,
    saludos!
    NNK

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