lunes, 5 de abril de 2010

Santa Lucía

Dios bendiga a su sobrino el dios Google.

Dios lo bendiga porque desde su existencia, uno puede poner las palabras indicadas y obtener la respuesta de casi todo lo que se puede saber en esta vida. Como con las letras de las canciones.

Antes era necesario conseguir el booklet del cassette o conocer a alguien que tuviera el oído clínico para saber qué decía tal o cual canción. Ahora, sólo basta poner la rola en cuestión + lyrics en la manita del dios Google y violá, estará ante tus ojos la letra del enigma.

Lástima que no había Google cuando era chavito. Por lo mismo, uno tenía que suponer qué decían algunas canciones con estrofas indescifrables y mimetizar algunas palabras para que pareciera como si cantaras. El famosísimo “washawasheo".

Alguna vez, mientras transcurría el Mundial de Italia 90, yo andaba en casa de mis primos los Said Charruf, brillantes y amorosos como pocos, e incluso un poco condescendientes con esa bola de berrinches que era yo. A mis 8, disfrutaba ir a jugar futbol y tapete de Nintendo con Omar y Ale, así como hurgar en el cajón de Emilio para descubrir sus Playboys y turnarme con Omar para darle besos a la playmate en cuestión (qué querían, no había Google y tampoco forwards con mamis exuberantes).

La otra integrante del clan era Erika, mi prima la más grande que en ese entonces salía con Pablo, un novio gigantesco (o al menos así lo veía yo) al que veía de vez en cuando con mítico asombro. Un día, llegó Pablo por Erika y convocó a toda la tropa a una excitante excursión al boliche. Así que nos treparon a un intrépido Jetta Carat negro, y lo que para ellos fue un rutinario traslado al boliche, para mí fue un memorable safari urbano con mis primos “los grandes”.

Pero no sólo eso. En algún momento, a Pablo se le ocurrió poner un cassette de rock en español, y de las bocinas del Jetta salieron los acordes de “Santa Lucía”, de Miguel Ríos, en una versión en vivo. No sólo jamás había escuchado una canción entonada en un concierto, sino que tampoco había sentido con tanta emoción cantar a coro a tantas personas en un mismo coche. Lo más que había escuchado era a mi jefa bramar “Como una mariposa” de Pandora.

Entonces, “A menudo me recueeeerdas… a alguien”, y se me puso la piel chinita. Pero por supuesto, con ese magro acervo musical, yo sólo podía escuchar el coro. O, claro, washawashear la canción para sentirme parte integral de una experiencia inolvidable. “Yo sí quiero conocerte, y tú no a mí… ¡por favooouooor!”

¡Dame una cita! (y yo me unía: … itaaaaa)
Vamos al parque (… aaaanque)
Entra en mi vida, sin anunciarte (… uaaaaarte)
Abre las puertas, cierra las ojos (uoooojooo)
Santa Lucíiiiia, Santa Lucíiiiiiia, Santa Lucíiiiiiiiiiiiia (LUCÍIIIIIIIIIIAAAAA!!!)

Y lucía yo como un pendej@, pero qué le iba a hacer. Hoy, cuando no me sé una canción, agarro la blackberry, Santa Lucía + lyrics, y listo. En ese momento, me bastaban dos sílabas por verso para vibrar en el Jetta como el párvulo de la misión. Hoy no me extrañaría que los chamacos tengan BB o mecanismos similares para salir de dudas. Les haría bien.

Porque, ¿quién no quiere traer un dios en el bolsillo?

4 comentarios:

  1. Todos hemos tenido nuestro momento "Santa Lucía". Es como el rito de iniciación entre los primos.

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  2. Minimo no cometiste el famoso error de un amigo: "A menudo me recueeerdaaaaas... a un alien."

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  3. Si, concuerdo con Miranda...por eso yo siempre cargo con mi Cancionero Picot.

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