lunes, 7 de septiembre de 2009

Fantasías en el aire

Una de mis constantes fantasías desde chavito ha sido la de conocer a una celebridad, intercambiar feroces miradas entre la gente, dispararle una mordaz frase para iniciar la conversación, platicar a tambor batiente mientras cunden los arrumacos, interrumpirla con un beso jarioso y terminar revolcándome con ella en la arena de alguna playa, llena de gente que nos aplauda, de ser posible.

Por eso es fantasía.

Al frente de las preferencias en mi very own personal IBOPE, han estado Ludwika Paleta (Dios ha sido muy generoso con el mundo al crearla), Evangeline Lilly (yo le quito lo perdida), Lindsay Lohan (yo te oriento y te saco de los vicios, rrrrreina), y últimamente, Megan Fox (la comprobación de que Dios no escatima cuando de complacer a sus muchachos se refiere). Pero vaya, uno es flexible, y no tendría problema si a mis pies se postraran celestiales criaturas como Natalie Portman, Leighton Meester, Jessica Stroup, o de factura nacional como Ivonne Montero, Diana García o qué sé yo… Anahí de RBD.

Como sucedió hace tres años.

Fui a Veracruz para cubrir el partido Veracruz vs. América, en Boca del Río. A tal asignación me acompañaron el inefable Cacharpo, y Paquito Vega en labores fotográficas. El duelo aconteció en total intrascendencia, y una vez acabada la labor periodística, se convocó a la tradicional convivencia nocturna que suele acostumbrarse en viajes reporteriles al interior de la República.

Sin embargo, yo no me sentía del todo bien. Por alguna razón, me regresé al hotel antes que la tropa, argumentando un malestar general. Cuando el despertador sonó al otro día, el dolor se había concentrado en el estómago y era muy punzante. Entre retortijones me metí a bañar, hice mi maleta, y abordamos el taxi rumbo al Aeropuerto Internacional del H. Puerto de Veracruz. 

De camino, el dolor se multiplicó por ocho. Yo iba en el asiento de copiloto, literalmente doblado, tratando de encontrar la forma anatómica más adecuada para que no me molestara, pero el estruje no tenía compasión de mí. Pero bueno, pensé: no hay nada que una buena ida al baño no pueda arreglar.

Al llegar al Aeropuerto fui corriendo como Jorobado de Notre Dame al baño… pero nada. Nada de nada. Acudí al mostrador de Mexicana, y noté que por alguna extraña razón, mi asiento asignado era el 3D Pasillo. O sea, primera clase. Algo totalmente extraño, pues el periódico jamás, y digo jamás, mandaría a algún reportero en primera clase, y menos si es para un Veracruz vs. América. El destino quería que estuviera en esa posición de privilegio.

Una vez registrados, Paco, Cacharpo, mi dolor y yo fuimos al restaurante a desayunar. Seguramente con un tecito y un pancito (que no panecito) con mantequillita se me quitaría (¿por qué los mexicanos ponemos diminutivo cuando queremos ser consentidos?). Error. Apenas di un sorbo y una mordiditititita a mi desayuno, y pareció que Speedy González y todos sus amigos ratones arrancaron la fiesta con tequila y mezcal en mi duodeno. Qué pinche dolor más horrendo. Ahora ya comenzaba a gemir, mal plan. "Pasajeros con destino a chingar a su madre, favor de formarse en la cola del infierno". ¡Sí sí, yo voy, y en primera clase putoooos!

Consideré la posibilidad de no subirme al avión para ir al hospital, pero reconsideré tal pendejada cuando vi el escenario de: “Ay señoooor, tómese estas Buscapinas y váyase a su casa, no tiene usted nada. Seguro sólo es un gasesito”. No, mejor me subo y allá veo qué pedo.

Tan pronto nos formamos rumbo al avión, algo nos deslumbró con un brillo implacable. Por unos milisegundos se me olvidó el dolor. Bueno, es un decir, porque no se me quitaba ni tantito. A escasos tres metros de distancia, nos hacía el favor de estar una muñeca de porcelana, con platina cabellera, cutis de cera y figura de Mattel. Anahí de RBD, diminuta y perfecta, se prestaba a subir al mismo avión que nosotros.

Y por supuesto, no se sentaría en Misery Class.

Al subir al avión, encontré que ya estaba sentada en el 3C Pasillo. Cacharpo tenía el 3B En medio, pero ella, ni tarda ni perezosa refunfuñó de inmediato con un fresiacento que no sé si me provocaba besarla o madrearla: “Ayyy, señoooor, oiga, ¿le podría dejar ese asiento a mi manageeeer????”. Cacharpo no tuvo otra más que súper pelársela y no tener la oportunidad de rozar su brazo con el de ella. En cambio yo, con mi 3D Pasillo estaba en una Posición de Privilegio para concretar mi fantasía.

Pero no contaban con mi astucia, dijo mi sistema digestivo.

A 50 centímetros de Anahí, quien expedía un olor muy masticable, estaba (era un decir) su servidor muriendo (literal) del dolor. Apenas intentaba pensar en una frase de conecte, y mis tripas ponían el freno de mano. En las alturas, el dolor de estómago es más hijo de puta que un mosco en madrugada. Pronto llegaron las solicitudes de foto y autógrafos para la estrella, y yo sólo lograba abrir medio ojo. No me costaba mucho trabajo poner mi mejor cara de compugido para ver si Anahí se compadecía y abría la conversación con un “Oye guapo, ¿estás bien?”. Para que yo le hubiera dicho “sí sí, no es nada, sólo me estoy muriendo”. Y ella hubiera respondido: “Flacoooo, a ver, ven, pásate para acá, te hago piojito”. Y después de unas caricias, el dolor se hubiera transformado en calentura, y hubiéramos pasado al baño de Primera Clase para manosearnos descaradamente, y una vez que saliéramos, todo el mundo me hubiera aplaudido, de ser posible.

Insisto, por eso fantasía.

En realidad, Anahí no me fumó. De hecho, dudo que se haya percatado de mi existencia. Aterrizamos después de hora y media, y ella salió por patas del avión. Con trabajos arrastré mi maleta hasta el taxi, y balbuceé indicaciones para llegar a mi casa mientras le decía a mi mamá por teléfono que me fuera preparando un coctel de enervantes para olvidar el dolor.

Qué enervantes ni qué enervantes, escupió mi mamá cuando llegué. Nos vamos al hospital. Ya ahí me doparon y se me bajó el dolor con una barriga de 3 metros de diámetro. Tienes una apendicitis de miedo, papacito. Estás a minuto y medio de que te explote el estómago, te tenemos que operar. ¿Oiga, y podría ser el jueves? Qué jueves ni qué jueves, ¡ahorita!

Me metieron bisturí y me sacaron el apéndice. Una semana de baja y mucho reposo para recuperarme. Físicamente quedé como al poco tiempo, pero mi moral tardó mucho más en reestablecerse. Porque en condiciones normales, hubiera podido hacer más para ligarme a Anahí, platicar un poco con ella, quedar en salir, y dejarla enamorada con unos movimientos candentes.

Ya ven que uno, ni siquiera enfermo, deja de fantasear.

12 comentarios:

  1. jaaaaajajaj...dale gracias a Dios que no te dio peritonitis en pleno vuelo.

    HMI

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  2. La anécdota contada en persona incluía onomatopeya del dolor de estómago, impersonación de Paco y Cacharpo, la aeromoza indicando las salidas de emergencia, imitación de Anahí y su tono fresa pain in the ass, y voz de Mamá Chanfle al teléfono.

    Todavía me sigo riendo. Deberíamos tener Korova multimedia.

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  3. Jajajajaja buenísimo, justo para un lunes lluvioso... tuve que disimular la risa en la oficina jaja pero está buenísimo.

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  4. Hubieras pedido paramédicos en pleno vuelo y no digo si no te voltea a ver la susodicha y cuando estuvieras moribundo le sacabas el fon.

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  5. Menos mal, si tu fantasía se hubiera hecho realidad seguro te quedabas con sus dientes (muy naturales) en la boca en pleno arrumaco, iugh!

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  6. Mi voto para la propuesta del Korova multimedia, creo que sus visitantes agradeceríamos un podcast o un videito de vez en cuando (recordamos al pitufo u.n.i.c.o), ¿ándenle si?
    ...
    Te escribo mientras estoy en clase y la discusión es sobre el mito de lo audiovisual suplantando la palabra escrita... Ni uno ni otro, ¡Complementemos los relatos!

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  7. Jejejjeeee
    Dios te quiere, prefirio que te quitaran el apendice antes que perderte en esas garras.

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  8. ¿Y si Anahí pensó esto?

    Y soy rebelde... porque vas a explotaaar,
    Si soy rebelde... con dolor estomacaaal,
    Y soy rebelde... el del 3D huele maaal,
    Si soy rebelde... no lo quiero ni miraaar!

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  9. De acuerdo, la versión en vivo de esta anécdota es aún mejor.

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  10. Dios existe, prueba de ello te mandó esa apendicitis. Lo peor es el descaro de decir que te quisiste ligar a Anahí, a ver si no te cae otra maldición divina.

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  11. Bú... pensé que en algún momento íbamos a llegar al 'y fue así, señores, como Anahí se fumó la flatulencia que cociné durante 12 horas'... demonios...

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  12. ami tmb me quitaron el apendice ;/
    y se exactamente que se siente
    que tus planes mueran por ese dolor tan perro
    :(

    saludos ^^

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