jueves, 18 de junio de 2009
¡Ay, dolor!
Se me hace que yo soy como las mujeres que aguantan hasta el dolor de parto, pero se les olvida y vuelven a tener hijos. Creo que nunca me ha dolido algo tan fuertemente como para que se quede permanentemente en el disco duro.
Como el Chanfle II, una vez terminé como “El Caballo Blanco”, con el hocico sangrando por caerme de una bicla y se me rompió un diente, que hasta la fecha luzco despostillado en mi mazorca. Me acuerdo que chillé como puerco en el matadero, que mi tía Tere, más fastidiada que asustada me puso una buena enjuagada en el lavadero del patio de su casa de Aragón, pero sinceramente no tengo presente en la memoria cómo es el dolor de tener la buchaca floreada como mesa de pool.
Me he puesto unos cortadones en los dedos de las manos, porque soy tan hábil para poner vidrios y manejar cuchillos como un chivo en una cristalería, pero ya ni me acuerdo cómo duele una cortada.
Así, una vez me cayó una piedra como de dos kilos en la cabeza, he recibido patadas y me han puesto madrinas de mi tamaño, pero el dolor es algo que se borra de la mente, algo que no se archiva, no en mi caso.
Creo que lo que permanece es el miedo a sentir dolor, el temor a ser lastimado. Por eso, cuando voy al dentista, con o sin anestesia, experimento una incertidumbre que me alborota los jugos gástricos y estimula mis las glándulas sudoríparas.
En esto hay la excepción que son todas las mujeres. Su umbral del dolor es, yo diría, 10 veces mayor al del hombre, por el simple hecho de parir, pero como ya dije, se les olvida tan rápido que sin problemas se vuelven a exponer a una dilatación de 10 centímetros y pujidos marca diablo. Son de otra madera.
Por ello también mi teoría de que por eso el tequila es una bebida para mujeres, porque sólo ellas pueden aguantar ese sabor, ese golpe de alcohol, sin terminar adorando al dios de porcelana.
Por mi parte, físicamente no hay dolor que se mantenga en mi cabeza, lo malo es que el alma sí tiene memoria, y cada vez que veo lo que Darío no puede hacer, o que platico todo lo que Ari sí hace y muy bien. Cada vez que mi Dawish tiene un pequeño gran progreso o a Ari se le dificulta una suma o resta. En cada ocasión que los que tienen mi sangre en especial él, el más pequeño, son tan vulnerables, están tan indefensos y al mismo tiempo me quieren y me necesitan tanto, en ese momento sí hay una aguja que me recorre desde el primer juanete hasta las orejas y, como dice Fito Páez, provoca que me ataquen furiosos pétalos de sal.
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Yo creo que igual y sí tenemos memoria para el dolor, sin embargo, si llegamos a él fue por perseguir un placer. Y es posible que siempre, al final, el dolor ha valido la pena.
ResponderEliminarSi, es cierto: experimentar a fondo el dolor, físico o mental y luego superarlo, porque la vida sigue adelante, es un rasgo primitivo de sobrevivencia. Si no, pasaríamos años enteros, inmóviles, tiritando en un rincón.
ResponderEliminarEl miedo a ser lastimados es de otra especie. Asi es como aprendemos a dar zarpazos y a volvernos selectivos con los entornos, la información y con la gente (especialmente, con los dentistas).
No hay palabras para lo que duele un hijo. Ellos tienen el ombligo separado del nuestro, pero nosotros no. Y cuando nos duelen es hasta las entrañas, adentrísimo, hasta la sangre y más allá.
Eres valiente.
Toño, yo no soy padre, pero al Dueño de la Fábrica alguna vez le escuché decir: "Una vez que te conviertes en padre, dejas de dolerte a ti mismo; yo me puedo desollar y eso será siempre menor que una uña rota de mis bebés".
ResponderEliminarCuál es el proceso de aceptancia, perdón, aceptación :) para entrarle a incrementar el poder de este lugarcillo con aroma a Kalhúa... jaja, ya me enteré y no hay mayor placer que saber para sonreírle(con o sin acento, ya la regué, ahora lo busco)al hoy.
ResponderEliminarGracias por sus letras (y esto ya es barba descarada) que son como la música al ruido...
Si, de acuerdo, no existe dolor mas fuerte, aunque no nos de todavía y lo experimentemos a priori, que el de un hijo.
ResponderEliminarLo demás ya son.. cosa minuta.
Así es mi querido Toño...chu mami (mi madre) me recitaba un poema que dice así...es del gran Vicente Balaguet y se llama Balada Catalana...
ResponderEliminarRugiente pasión ardía
en el alma del doncel;
fuera de Ella nada había
en el mundo, para él.
-¡Lo que a tu capricho cuadre
-dijo a su amada- lo haré;
si las joyas de mi madre
me pides, te las daré.
Y ella, infame como hermosa,
dijo en horrible fruición:
-¿Sus joyas? ¡Son poca cosa!
¡Yo quiero su corazón!
En fuego impuro él ardiendo
hacia su madre corrió
y al punto su pecho abriendo
el corazón le arrancó.
Tan presuroso volvía
la horrible ofrenda a llevar,
que, tropezando en la vía,
fue por el suelo a rodar.
Y brotó un acento blando
del corazón maternal,
al ingrato preguntando:
-Hijo, ¿no te has hecho mal?
Los padres aguantarán cualquier dolor para que el hijo esté bien...supongo que en algún momento de la vida yo tendré que sufrir horrores al ver sufrir a mi hijo...la ley de la vida! Pero creo que nada te da más satisfacción que verlos triunfar y ser 'felices' en la medida de lo posible!!!
xoxox
Hola:
ResponderEliminarPues creo que lo unico que puedo decir es que el unico miedo de mi madre es tener que enterrar a uno de sus hijos.
No soy padre, pero entiendo que entregen todo por los retoños.
Saludos
Hluot Firthunands
Como siempre, un gran post. SALUDOS DESDE CANCUN.
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