miércoles, 3 de marzo de 2010

Las 12 horas


La vi y aguardé. No me apresuré. El primer contacto fue a las 3 de la tarde. Yo con puntualidad inglesa y ella atravesando la puerta con similar costumbre. De entrada, una coincidencia: nuestros relojes marcaban la misma hora. Y ambos la respetamos a cabalidad. "Eso se agradece", diría Chanfle II.

Y todo comenzó con un saludo no penoso. De esos que parecen mero acercamiento. El trayecto habrá durado 35 minutos, considerando el tráfico sabatino, los semáforos mal sincronizados de esta caótica ciudad, y la poquísima habilidad de ambos para movernos por las arterias del monstruo. Ya desde entonces, mientras ella volteaba a su ventanilla, yo le miraba la boca. Quería morderla. Sí, fui físico, aunque discreto. Y aguardé.

Al llegar, dos sillas y toda una tarde por delante. Comida... había de sobra, pero no le hicimos caso. Monotask (como nos llaman a la mayoría de los hombres), yo escaloné mis intereses. Cuando quise escucharla, dejé de verla; cuando preferí mirarla, apagué los oídos y le prendí a las pupilas a todo. Me habré perdido varias partes de su historia de vida, pero gané en imágenes. Se antojó el beso. Pero aguardé.

Cayendo la noche, sus rodillas habían zigzagueado de algún modo y se apuntaban a mí. Eran una aguja punzante pero discreta. Entre dichas rodillas, estaban sus manos entrelazadas con todo y uñas comidas. Era una canibal dactilar. Uno de mis añejos profesores diría que esto supone nervios. Yo, a ello, le respondería pidiendo no exagerar. Suelo ser abogado del mismísimo demonio, y no le cobro por mis servicios.

Como sea, ya avanzada la noche, el intercambio de miradas era callejero. La pantomima ideal para quienes se lo piensan todo, lo huelen, lo calan, lo paladean... y se lo callan porque es mejor contar la anécdota así. Silencio ruidoso. Ganas que no cruzan la caseta porque detestan pagar peaje. Es mejor ser el segundo. Que ataque el otro. Así que aguardé a las 10 de la noche, a las 11, a las 12, a la 1 y a las 2 de la mañana. Trayecto de regreso y aroma a contención. Despedida. Nos garantizamos algo en silencio.

La fotografía decretó el fin de la pintura, el cine el fin de la fotografía, la televisión el fin del cine y la computadora el fin de la televisión. Aquí, la despedida anunció el fin de la pantomima.

Hay muchas muertes parciales en la vida. Aquella noche, al no besarla, sufrí una. Fallecí, me velé y me sepulté en la cama. Poco después habría de revivir para atacar sin una sola duda y sin postergar saliva. Pero esa historia ya no cabe aquí.

No será por mucho tiempo. La vida sin historias no existe. Nada más urgente que la descripción de un beso.

O de una mordida.

9 comentarios:

  1. beso o mordida... se antojan por igual

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  2. Me voy a apropiar de eso del canibal dactilar. Suena a nombre de disco.

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  3. hUy sí, no MuY PinchE ContROLadITO, ¿NO?

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  4. Es que empezaron bien: puntuales los 2.

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  5. no bueeeeeeeeeno, qué bueno que te controlaste...aunque fueran 2 0 3 días nada más...:P

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  6. y casi tres meses después supongo que la espera valió la pena.

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  7. Hijoles...pues ya leíste mi entrada...la verdad es que sí es increíble esperar...hasta el último momento...hasta el último suspiro

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