viernes, 27 de noviembre de 2009

Cuatro

Conocí París, gracias a cuatro litros de cerveza y un amigo con la persuasión necesaria para hacer que la tomara. Explícome. No es que sea un beato que le hace gestos a la cebada o abstemio sino todo lo contrario, creo poseer un fino juego de gañote que me permite degustar y apreciar finos lúpulos y matices en esa agüita que taranta y por ello caer en Munich (Munchen para que me entienda la Olis) a finales de un septiembre, un pre Oktoberfest, fue como soltar a Fox en una tienda de botas de piel de perredista.

Mi amigo, quien de aquí en adelante será nombrado La Rat por motivos que no desvelaré hasta obtener su aprobación por escrito, tuvo el tino suficiente para señalar que bajaramos en la estación del metro exacta que nos proyectó a una calle donde, cual musgo salían barriles que hacían la suerte de mesas y puestecillos donde se vendía cerveza servida por damiselas vestidas de bávaras.

Entre cientos de güeros que nos veían como moscas en leche, apreciamos que vendían vasito de 1 marco, vasote de 3, tarrito de 5, tarrote de 8 y megaultrasuper tarro de 10, y pues, yo remolón que soy para eso de soplar vidrio ni tardo ni perezoso le hice caso a la Rat y compré dos de 10, al fin sólo nos tomaríamos uno y luego iríamos al hotel por nuestras mochilas y de ahí a Zurich en tren.

El néctar de la malta germana no tardó en regarse por nuestro sistema sanguíneo y ya no nos importaba que los bávaros, que iban de traje y portafolios a media jornada laboral, nos vieran con ojos de pistola. Pronto las necesidades propias de un borrachín fueron cubiertas: yo encontré una máquina vendecigarros, la Rat mercó unas salchichas enormes en un pan delicioso y un yogurt (eso de comprar el yogurt no lo entendí hasta el otro día) y ambos ubicamos un baño donde dejar correr las gotas de lo que antes nos había puesto chachalacos.

La felicidad de beodo parece algo tan efímero que cuando la hallas casualmente el vaso se vacía, así que la Rat en una escapada al baño regresó con dos tarros de 10 para seguirla. Yo le advertí que por la hora no llegaríamos al tren a Zurich, pero insistió y retrazamos la ruta, ahora sería Praga el destino.

El volumen de la plática chilanga se elevó y las risas se multiplicaron, por lo que ahora, pasada una media hora, fui yo el que luego de "cambiarle el agua a los frijoles" en el mingitorio, traje las "ostras" y la Rat, sentenció: "Nomás tres porque no vamos a llegaaaaaaar a Praga" (la sextuple letra "a" obedecía obviamente a que su lengua ya no coordinaba con sus pensamientos, pero en realidad el tapón que llevábamos era muy decente todavía).

Praga tendría que esperar, ya que la guía del eurorielpass indicaba que el tren partiría sin nosotros, así que redefinimos que iríamos a Budapest. La plática giró alrededor de las maravillas húngaras y los bávaros ya nos saludaban de barril a barril y no sé en qué momento dos de ellos se mudaron a nuestra mesa estilo Chavo del Ocho y comenzamos a libar en cuarteto.

Ellos puro alemán nosotros como el jorobado guardián de la biblioteca de "El Nombre de la Rosa" mascábamos una rara mezcla de español, inglés, italiano y creo que hasta latín, y no sé cómo pero nos entendíamos, vacilábamos y hasta nos contábamos chistes, una muestra más de que el alcohol es un vehículo de expansión cultural.

No supe en qué momento, pero la Rat llegó con el cuarto tarro, yo me hice del rogar y reclamé que Budapest salía de los planes, pero la Rat, juro me hizo manita de puerco, y ni modo de desperdiciar la cheve que no había perdido su encanto a pesar de los litros.

Para inmortalizar el momento, un alemán de los que se hicieron nuestros brothers que a partir de este momento será Fritz, porque no tengo ni idea de cómo se llamaba, tomó mi cámara una Nikon FM2 y nos captó a la Rat y a mí chocando tarros y señalando con la mano cuatro dedos para dar fe del número de tarros de 10 marcos, cuyo contenido depositamos entre pecho y espalda ese día.

Ya serían más de las 8 de la noche cuando Fritz y su carnal al que por esta vez llamaremos Franz, nos despidieron con un abrazo y un "ah huevo" que les enseñamos, porque ahora sí, si no nos íbamos no podríamos tomar tren alguno que nos sacara de Munich.

Para no hacer el cuento muy largo nos subimos al metro sin pagar, dando tumbos y en sentido contrario a donde íbamos. Regresamos sobre nuestros pasos, casi me madreo con el dueño del hotel porque sacó nuestras maletas casi a la calle, llegamos a la estación, yo con un kebab en la mano y la Rat cayó inconsciente a media explanada. Lo dejé un momento y entre nubarrones en mis ojos alcancé a distinguir un andén que estaba a punto de partir, así que levanté a la Rat, le volví a poner los lentes y le dije que no me soltara de la mochila porque nos íbamos a subir a un tren.

Como la Guayaba y la Tostada abordamos y nos azotamos en unas literas de un compartimento vacío, pero pronto cuando fueron a cobrar, nos corrieron porque ese lujo no lo incluían nuestros pases, así que otra vez arrastre a la Rat y terminamos en un compartimento normal con sillones.

Seis de la mañana, se detiene el tren: La Gare de L'Est, París. ¡Qué cruda! No tenemos francos y cobran el baño, encontramos hotel, pero el check in es hasta las 11:00, así que sin inhibiciones nos recargamos como teporochitos de la Alameda uno en el hombro del otro y nos jeteamos en una banca de la calle a esperar ser admitidos.

El misterio del yogurt se desveló una vez en el cuarto cuando la Rat en un acto de profundo faquirismo engulló el yogurt casero que estuvo en la bolsa de mochila 24 horas, y luego a dormir. A veces uno coopera con cuatro tarros, pero estoy seguro que es la vida la que insiste y nos pone en los lugares donde debemos estar porque la visita a París fue deliciosa, tanto como una chela o incluso un yogurt con un día de fermentación.

PD: Abrazo, beso y felicitación a Miranda, novel autora con libro en mano que enorgullece en extremo a este espacio, pero que al mismo tiempo provoca que el que escribe este apenado por no asistir al feliz ágape del lanzamiento de su "niño"

4 comentarios:

  1. La peda de exportación, en su máximo.

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  2. Pues mas que insistencia, creo que el lema fue "flojito y cooperando que Graciela es convincente"

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  3. Me escribiste unas líneas tan hermosas que el editor las puso en la contraportada de mi libro. Así que siempre estarás conmigo y con él. Gracias por tu mención.

    El yogurt fermentado plus le dio el toque multimedia de la semana.

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  4. jajajajajajajajajajaj, jajajajajajaja, eso del Kebab me sonó muuuuy conocido! jajajaja

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