martes, 17 de noviembre de 2009

El cuento de nunca acabar

El salón estaba atiborrado y en estúpido caos porque íbamos a clase de educación física. Todos procedíamos a quitarnos los pants para salir al patio en los shorts que abultaban el atuendo escolar, mismo que me hacía el favor de hacerme ver un poquito más nalgón de lo que ya estaba. Sin embargo, ese día de diciembre se me olvidó ponerme los shorts. Afortunadamente me percaté a tiempo y no cometí tremendo ridículo.

Sin embargo, semejante vergüenza no se hubiera comparado con el shock de la revelación que recibí en ese jueves decembrino de quinto de primaria. A algún bufoncito se le ocurrió sacar el tema a la luz y la voz se empezó a correr como chisme en lavandería. Risas, caras de sorpresas y otras más de obviedad comenzaron a dibujarse en el mapamundi del salón. Una frase contundente, del cabrón más ojete del grupo, finiquitó la romería y le puso certeza al cabaret.

“Ay, ¿a poco no sabes que Santa Claus son los papás?”.

(Iiiiiiiiiiigggggghhhhh!!!!. Chinnnnnguesumadre…)

Ese fue el último día en que creí en pinche Santa Claus. Un shock tremendo. No sé cómo haya sido la experiencia de cada quién, pero yo sí me tragué el camote de Santa Claus hasta esa edad. Igual y ya estaba muy verdolagota para seguir con el cuento, pero pues qué quieren, a esa edad uno es víctima del sistema y del grado de cursilería que quiera manejar la familia en turno. Y como mi jefa siempre trató de mantener la magia, pues yo caí redondito.

Hoy que reconstruyo el episodio de la revelación, recuerdo que sí sentí bien feo. Sentimiento solamente comparable a cuando te están diciendo que te vas a la fregada, o cuando te das cuenta de que alguien te vio la cara lindo de lo lindo. En medio del salón, yo tuve que fingir demencia y hacerme el cool diciendo que “jaja, a huevo, ps cómo no iba a saberlo, por favor”. Pero por dentro dije, chale, ya valió madres. ¿Y ahora? ¿Qué sigue? ¿Chabelo no es un niño?

Luego vino la fase encaradora, una vez que llegué a mi casa, al confrontar a mi mamá. Yo sentía ofendida mi inteligencia. Por muchas cosas, yo había tenido que madurar más rápido de lo normal, así que darme cuenta que era mentira el cuento aquel del marrano vestido de rojo llegando en renos arreados volando por la ciudad repartiendo risas y sonrisas, me hacía sentir como Sam Bigotes cuando se da cuenta que Bugs Bunny le está viendo la cara.

Pero mi jefa es un spin doctor de lo peor. Su brainwashing suele ser de lo más convincente. Me dio la voltereta inesperada al explicarme que así eran las cosas y que ahora yo tenía oportunidad de ayudarle a ser el Santa Claus… para mi hermano. Y así, después de un faenón mental, en 10 minutos yo pasé de víctima a victimario y ese consuelo me bastó hasta que mi hermano, que es mucho más vivo que yo, se dio color de la misma situación.

Seguramente si tengo hijos tendré que aplicar el mismo jelengue. Espero que a ellos no les revelen así nomás el teatrito de Santa Claus. Ya si voy a orquestar una mentira de tantos años, que me den chance de decirles directamente la verdad, al chile pelado:

“Mira hijo, ¿ves todo este asunto de Santa Claus? Pues es una mamada, no existe el tal marrano, lo que pasa es que todo es un sistema en que a huevo hay que vender juguetes, y para eso ps… este…”

Mejor que se enteren en la escuela.

7 comentarios:

  1. Charros... hubieras puesto alerta de spoiler... chale... ya valió madre... ¿qué sigue..? ¿los Reyes Magos tampoco existen..? ¿y el ratón de los dientes..? ¿y la Gran Calabaza?

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  2. Yo creí en Santa Claus hasta que iba en la secundaria. Me habian dicho mil veces antes, pero no les creí. Que fueran los padres me parecía totalmente deslavado.

    No sabemos si tus hijos se enterarán en la escuela o te tocará explicarlo, junto con los pájaros y las abejas. Lo que sí es que pasada la etapa de la Navidad "pura", hay que aprender a creer en la magia donde no la hay.

    Y ese es uno de los regalos más increibles que existen.

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  3. Pues como Santa Clós, a mí me han dicho que el amor existe...y yo no lo creía...hasta el día lunes...ese fue el último día que creí que el amor era una mamarrachada...

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  4. Falta de colmillo, tenías que aplicar el hacerte wey en tu casa y decir que seguías creyendo hasta los 15 para que siempre te trajeran regalos. Si sé que me engañan que no se enteren y yo sigo viviendo mi enpléndida navidad, es la onda de las esposas que les ponen el cuerno.

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  5. Cuando llegue con mis padres en busca de respuesta sobre Santa Claus, ellos rapidamente me dijeron que habia algunos ninos que no se habian portado bien, pero como sus papàs los querian mucho ellos les compraban los juguetes, pero que no dijera nada, para no hacer sentir mal a los ninos. Yo quede muy feliz con esa respuesta (disculpa la ortografia, estoy en un teclqdo muy raro)

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