viernes, 2 de octubre de 2009

¡Ándale, cabrón!



Mi tío Raúl, de quien ya escribí en mi blog, luego de que me lo encontré hace como cuatro meses en un concierto de Raphael aplaude y aplaude feliz de la..., bueno, mi tío Raúl, uno de los hermanos mayores de mi papá, que fue el quinto de trece retoños del bonito matrimonio que tuvieron a bien formar Juan Cortés e Ignacia Lezama allá por los años 20 del siglo pasado, es un personaje de esos que Gabriel García Márquez hubiera querido conocer para meterlo a Macondo, pero que por tan colorido no hubiera sido creíble.

La convivencia con él es una delicia, en particular para mí, porque creo que heredé de él una especial y condimentada disociación con la Iglesia, pero definitivamente cada desencuentro con ella a su lado es como un desfile del día del niño para Michael Jackson.

En una ocasión, estando de vacaciones en Estados Unidos, a mi tía Gloria que es muy dada a los rezos y los golpes de pecho, le comenzó a picar la urgencia por confesarse y mi tío medio rejego la acompañó a buscar un templo. Lo único que encontraron por los alrededores fue una iglesia de negros, de esas donde el gospel se escucha como banda sonora y un predicador en sotana arenga a la misericorida y al perdón con el tono de voz de James Brown y el ritmo de Ray Charles.

El Gallego, como fue apodado el cuarto de la disnastía Cortés Lezama, frunció el entrecejo al tener que entrar al recinto donde los únicos cuya pigmentación de piel no era pantone negro eran él y su santa señora, pero se le ilumnaron los ojitos cuando en el coro que acompañaba al padre Brown apreció una morenita de buen ver y mejor tocar. Más dura un pedo en un canasto, que mi tío ya estaba guiñando como auto con intermitentes a la corista, que correspondió con cambio de luces similar.

Zobek o Houdini habrían fundido todas sus cadenas para hacer un busto a Raúl si hubieran presenciado su artístico acto de fuga. Mientras mi tía, rosario en mano y ojos cerrados negociaba un novenario para salvar su alma, mi tío hizo una seña a la mulata con la cabeza indicándole la puerta de salida, y ¿qué creen?, pues que la negrita se sale de la iglesia, y de puntitas tras ella el hermano de mi padre.

Sobra decir que Raúl y la Rarotonga no se fueron a repasar el Padre Nuestro y que cuando el garañón volvió cuatro horas después al lugar donde se hospedaba con mi, Gloria se lo quería comer vivo, pero él ya se había comido algo mejor.

Matrimonio a la antigua al fin, mi tía lo perdonó y mi tío no se cansaba de contar en voz baja a sus sobrinos ladillosos su aventura que él mismo tituló "Misa negra", pero cuando Gloria nos sorprendía le soltaba, "ya Raúl, te vas a condenar".

También en una misa, pero esta en memoria de mi abuelito fallecido, me senté junto a él y comenzó a decir en un volumen medio: "Mira, pinche padrecito, se me hace que es repipa, mira como se relame los bigotes cuando le toma al vino". Obviamente yo me descosí de risa y el párroco comenzó a notar nuestro despapaye. "Pinche curita, luego luego se ve que le está viendo la piernas a tu prima, velo, si son como la chingada los méndigos", y pues mi jajaja, ji ji ji, comenzó a incomodar al sacerdote, que en el sermón nos comenzó a atacar. "Ésos que sólo vienen a la Iglesia a reírse, a burlarse, esos deberían ser expulsados del templo del señor". ¡Tómala! me sentí apenado, pero mi tío me codeaba feliz por su travesura.

No era ateo, pero decía que Dios existía y la iglesia era una mentira. Se divertía de lo lindo. A las muchuchas, sólo las de buen ver, siempre les decía la despedirse "descuídate mucho, mamacita", y su pinta una mezcla del rostro de Keith Richards (ahorita) con el cabello negro azabache, lacio, lacio y abundandte como el de el mejor indio yaqui, le daba un toque de gracia casi histriónico.

El marcapasos que le implantaron empezó a fallar y el 30 de marzo del 2000, de plano el baile que sostenía con su corazón se volvió un arítmico compás que lo llevó al lecho de la parca. Cuando agonizaba, mi tía Gloria rezaba a un lado, y él con el malestar de sentir que se salía de ese cuerpo, le decía al crucifijo que tenía en la pared de enfrente "¡Ándale, cabrón, ya llévame!", y mi tía le soltaba "ya, Raúl te vas a condenar", "¡Ándale Chuchito cabrón, ya estuvo!". Acto seguido expiró y mi tía dijo, "Vaya con Dios", yo creo, porque lo conocí bien, que sí está con él, se llevaban muy bien, yo diría que de a cuartos.

PD: Le agradezco mucho a nuestro gran diseñador la gama cromática de nuestras etiquetas, pero por mí las puede dejar todas iguales o cambiarlas mil veces, no es grosería, pero yo soy daltónico y no distingo mucho su esfuerzo.

PD2: El 2 de octubre no se olvida.

3 comentarios:

  1. Jejejejeeee

    Estuvo bueno eso del desfile del dia del niño.

    Interesante tu tio, pero la verdad si se fue con Dios, fue porque Dios le tuvo envidia a tu familia.

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  2. Alguna vez escribí sobre cómo unos a otros nos vamos pasando una estafeta de significados, que complementamos si hubiera sido nuestra vivencia y no la de otro.

    Quiero decirte que me has entregado en la mano la Misa Negra de tu tío Raúl y que ahora formará parte de mis imágenes mentales.


    Soy tu fan.

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  3. Ah que tu tío!!! Muy jacarandoso!!! Muy buena historia mi Xoseannn....pero una pregunta...porqué dices que mi post no está palomero??? jaja! Si no es peli!!!

    Besoss

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