jueves, 24 de diciembre de 2009

Sí existen

La Navidad había terminado como ilusión aquél día que mi papá se agarró con fuerza la entrepierna y nos dijo: "este año no habrá regalos, no tengo dinero". De golpe Santa Claus y Los Reyes se convertían en lo que el deshumanizado Aguilar había profetizado en la primaria, es decir, en nada, no existen.

Con la hiel de decepción en los labios y el vacío de la desesperanza, que sólo eran paliados por la pena que sentíamos por mi Gordo, que era el que más había padecido al darnos tal noticia desde su desempleo galopante, esa noche mis tres hermanos y yo nos fuimos a dormir conformes, pero más maduros que media hora antes.

Total, ya no existían los proveedores o por lo menos ya no su espíritu, por lo que creo que dormí como si nada, hasta que en medio de friesito matinal llegó Ale corriendo, al final era una peque de 8 años y se le salían los ojos ante lo que acaba de ver en la sala.

"¡Sí llegaron, sí existen!", gritaba como desaforada. En menos de lo que se materializa Gazoo ante Pedro Picapedra estábamos los cuatro frente al árbol y había una gran caja con moño con nombre para cada uno de nosotros.

La muñeca con carreola de Ale, la cocinita de Adriana, el basquetbolito de botones de Nacho y mi juego de Duelo de Vaqueros fueron los mejores regalos que pudo haber tenido un niño en la historia de cualquier navidad posible o Reyes ever, ¿por qué? Porque llegaron cuando nadie había hecho una carta ni puesto un zapato, porque al meternos a la cama la certeza era que no habría regalos.

Poco después escuché a mis papás comentar de la generosidad de mi tía Coco a la que se le rompió el alma de saber que no tendríamos regalos, pero en el momento nadie recordó la dura charla con el Gordo una noche antes ni nadie dudo que Santa y los Reyes existen.

Con los años, la juventud sin barros y los amores fallidos, Ebenezer Scrooge era mi alter ego, solía brindar porque "el pasado es una mierda y el futuro apesta", pero estaba justo en ese momento donde la decepción amorosa, el anarcopubertismo y la socialdemodesgracia eran la tinta de mi pluma y gasolina de mis acciones.

Un izquierdoso, amargoso y totalmente instalado en la realidad. La Navidad era momento para refunfuñar por el materialismo, el imperialismo y la falsedad, pero no contaba con que un día llegarían a mi vida AC y DC. Ahora soy como Rodolfo el Reno, se me prende la nariz con sólo entrar a una tienda para comprarles todo lo que pidieron y más, gozó la cena y olas de agua salada hacen un tsunami en mis ojos cuando los veo.

Sí, sí existen.

3 comentarios:

  1. Si todos lo creen, existen.

    Jo jo jo jo

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  2. Y así es como se va pasando la estafeta de ese no se qué que a veces es material, a veces simbólico y casi siempre, inefable.

    Qué hermoso texto. Un abrazo para AC/DC.

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  3. Lo mejor de todo, Pip, es que a regalos como AC y DC los puedes disfrutar toda la vida, no sólo en Navidad. Felicidades.

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